Esta foto es de mi abuelo Armando Galan, del año 1946 en la Loma de Santa Cecilia. El tenía 14 años aproximadamente y nos contaba que le pagaban por extraer agua salada para un médico que curaba pacientes con baños de mar. Calentaba el agua y hacían baños de inmersión. La extracción se hacía donde está el monumento a Alfonsina Storni. Esperamos les guste la historia. Por cierto Armando es el que está mirando la foto de frente en el lado izquierdo. Besos. Laura Moyano
Archive for February, 2016
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Monday, February 22nd, 20169992
Monday, February 22nd, 2016Nevada de Junio de 1911 en Mar del Plata. Esta fotografía, acerca de la cual no tenemos mayores referencias, pertenece a la colección de la familia Valentini, descendiente de uno de los primeros farmacéuticos de Mar del Plata. La imagen fue enviada por Jose Luis Cagnetta.
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Sunday, February 21st, 2016Este artículo de la Revista Caras y Caretas publicado el 28 de febrero de 1903, y enviado a Fotos de Familia por el Prof. Julián Mendozzi. ilustró uno de los artículos del suplemento editado por LA CAPITAL el 10 de febrero pasado, aniversario de la ciudad. Lo transcribimos a continuación:
El carnaval de Carlos Pellegrini
Nadie hubiera imaginado que el doctor Carlos Pellegrini, tan adusto en fotos y bronces, jugaba al carnaval en la rambla que llevaba su nombre.
Debemos remontarnos a 1890, año agitado: Revolución del Parque, renuncia del presidente Miguel Juárez Celman y asunción de su vice, Carlos Pellegrini. Otra noticia aflige a los habitué de la “Biarritz Argentina”: el mar devora la primera rambla de madera. Nadie niega que era rústica e inarmónica, pero resultaba funcional a los cenáculos y garbeos veraniegos. El asunto amerita la intervención del nuevo presidente, quien consigue que los turistas inicien sus vacaciones con una rambla más cómoda y coqueta. Queda aclarado así el origen de su nombre.
Saltamos a 1903. Ahora Pellegrini es senador nacional y capea tormentas. Su viejo amigo y consorte de causa, el presidente Julio Argentino Roca, lo ha desairado al retirar sin aviso de la Cámara de Diputados el “Proyecto Berduc” para refinanciar la deuda externa. La pelea derivada de ese acto, sumadas a otras cuestiones, divide al hegemónico Partido Autonomista Nacional entre “roquistas” y “pellegrinistas”.
Pero ahora el legislador de frondosos bigotes se toma un descanso en Mar del Plata, costumbre que ejercita desde los albores del balneario. Tiene 56 años y sufre problemas de salud que le permitirán vivir sólo hasta mediados de 1906. Sin embargo, juega al carnaval en la rambla que lleva su nombre. Un artículo publicado por Caras y Caretas el 28 de febrero de 1903 narra la anécdota y la certifica con fotos: una del doctor Pellegrini “al hacecho” y otra “tirando una bomba”.
El cronista juzga la vida de playa “muy “fashionable” y muy reconstituyente, pero algo monótona”. Y rebatiendo creencias sobre los hábitos estivales en la belle epoque, nos sorprende con esta acuarela: “El elegante balneario ha congregado durante este carnaval una buena parte de la mejor sociedad bonaerense, que se la ingenia por pasar el rato de la manera más agradable y menos onerosa posible. La charla en la rambla o en los vastos salones del Bristol es interminable…”.
También sugiere que los contubernios políticos empiezan a germinar en los veranos marplatenses, echando quizás –esto lo añadimos nosotros- raíces perennes. Dos de los operadores aparecen mencionados. Uno es el doctor Mariano Paunero, hijo de Wenceslao, el reputado general. Y otro es el senador Miguel Cané, cuya vocación por escribir será su pasaporte a la posteridad. De hecho, dos décadas atrás publicó Juvenilia, la novela que le dio fama literaria. Y recientemente redactó la Ley de Residencia, que desde 1902 permite la expulsión de extranjeros sin juicio previo. Son ellos, Paunero y Cané, “los preparadores obligados de las conferencias políticas más o menos casuales y de los acercamientos entre los espíritus más distanciados”.
No escapa al cronista la floración de un séquito que procura beneficios, valiéndose de la proximidad y la convivencia que el veraneo otorga. Es aquí donde la anécdota del juego con agua empieza a asemejarse a una metáfora. Y donde la colorida crónica veraniega se despoja de su enmascarada inocencia: “El carnaval en el balneario no tiene sino un cultor: el doctor Pellegrini. Los demás turistas no son sino aficionados que acompañan por compromiso al ilustre hombre público, encendiéndole una vela a una débil esperanza…”. “Y el doctor Pellegrini, que no se ha hecho ilusión ninguna acerca del afecto o la adhesión de quienes le acompañaban a divertirse con cierta parsimonia, tuvo ocasión para decir sin asomo de ironía: La mayor parte de los que vienen aquí creen que están en carácter disfrazando sus intenciones”.
Luego del verano Pellegrini terminará su período como senador y en 1906 será elegido diputado nacional, cargo que ejercerá pocos meses, hasta su fallecimiento. En uno de sus últimos discursos dirá: “Pasan los años, cambian los actores, pero el drama o la tragedia es siempre la misma; nada se corrige y nada se olvida y las bonanzas halagadoras, como las conmociones destructoras se suceden a intervalos regulares cual si obedecieran a leyes naturales”.-
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Sunday, February 21st, 2016El acorazado Moreno frente a las costas de Mar del Plata. Esta foto, suministrada por la Armada Argentina, sirvió para ilustrar una de las notas del suplemento del diario La Capital del 10 de febrero, aniversario de Mar del Plata. A continuación, el texto:
“Carlitos” y el acorazado Moreno
La investigación ha sido vana, o casi. El propósito era rescatar registros de la vida social de Gardel en Mar del Plata durante su estancia de diez días en febrero de 1930. Al examinar línea por línea los ejemplares de LA CAPITAL, surge una impresión colateral: los lectores de la época tenían mejor vista o acaso mejores anteojos que nosotros. Pero esos antiguos diarios, con su tipografía ínfima y su diagramación laberíntica, ofrecen un campo de búsqueda prometedor al revelar frondosos listados de visitantes y nóminas de pasajeros que poblaban los principales hoteles. Bailes, cotillones, recepciones y agasajos ocupan columnas enteras con la enumeración de sus asistentes. Y hasta un “interesante paseo a Camet” merece algunas líneas que perpetúan con nombre y apellido a los expedicionarios.
Pero “El Morocho del Abasto”, pese a su popularidad, “no aparece en el cuadro” de la gran actividad social de la época. Y aquí surge una segunda impresión: la mirada periodística parece acotarse a un círculo que probablemente no incluía a la “farándula”. De hecho, otras grandes figuras del espectáculo se encontraban esos días en Mar del Plata sin que los “cronistas de lo cotidiano” notaran su presencia fuera de los escenarios.
Para beneficio de este artículo, la situación cambia cuando un hecho coyuntural pone en contacto a esos artistas con el mundo que interesa a los cronistas. Entonces, Gardel y otras estrellas de la época aparecen en la abundosa sección de noticias sociales.
Los dreadnoughts argentinos
La estadía de Gardel en Mar del Plata coincidió con el arribo de los dreadnoughts Rivadavia y Moreno, naves que la Armada Argentina había incorporado al promediar la década del 10. Quizás por haber sido considerados en su momento los acorazados más poderosos del mundo, quedaron prendados en el sentir y el orgullo nacional, al extremo que Angel Villoldo –figura fundacional del “dos por cuatro”- compuso el tango “Acorazado Rivadavia” e imprimió en la partitura: “Dedicado al comandante y la oficialidad del primer dradnought argentino”.
A juzgar por las crónicas, la permanencia de las naves en el puerto local fue el gran acontecimiento de la temporada. Sin dudas, el arribo de 2400 marinos impactó en el pulso de la apacible villa, que aquel verano recibió a unos 65 mil turistas. Se sumaron los buenos oficios de una comisión de vecinos caracterizados que promovió actividades para que los visitantes estuvieran permanentemente agasajados y entretenidos. Una de ellas tuvo lugar en “la quinta de Iraola, frente a la de Mauduit” (actual zona del Complejo Universitario), donde se sirvió un almuerzo criollo para 1000 integrantes de la tripulación. ¿Cómo se desplazaron hasta allí?. El Ferrocarril del Sud fletó un tren especial desde el puerto.
“El Morocho” y el Moreno
Ágapes, invitaciones y bailes populares abundaron en aquellos días y todos fueron reflejados en la sección de noticias sociales de LA CAPITAL. Así las cosas, en la edición del 7 de febrero hallamos este párrafo: “Mañana por la tarde se efectuará a bordo del acorazado Moreno una fiesta en honor a la oficialidad. Asistirán el actor nacional Luis Arata, Carlos Gardel, Mercedes Simone, Sofía Bozán y otros artistas que se encuentran en el balneario”.
Con gran expectativa buscamos la crónica del día siguiente y con mayor placer la encontramos. El entusiasmo fue languideciendo al leerla y releerla. Allí están los nombres de todos los oficiales agasajados, desde el almirante Bernardo Storni hacia abajo, en riguroso cumplimiento del escalafón. También están Luis Arata, Mercedes Simone y Sofía Bozán, “cuyas actuaciones fueron muy aplaudidas”. ¡Pero Gardel no figura!.
¿Es posible que el periodista que registró a todos los presentes se haya olvidado de mencionar nada menos que al “Morocho del Abasto”?.Admitamos que la historia del periodismo acumula errores y omisiones mucho más resonantes, de modo que tal posibilidad no es descartable. ¿O acaso Carlitos “pegó el faltazo” en aquella cita con la muchachada de la Armada?. Quizás este misterio menor jamás será develado.
Días más tarde, en el teatro Odeón, Gardel ofrecería una función especial para la oficialidad de los acorazados. Eso nos permite saber, al menos, que “El Zorzal” no terminó enemistado con la Marina de Guerra.
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Saturday, February 20th, 2016Artículo publicado por LA CAPITAL el 6 de febrero de 1930, anunciando la presencia de Carlos Gardel en Mar del Plata. Este recorte ilustró una nota publicada en el suplemento especial del 10 de Febrero -aniversario de Mar del Plata- cuyo texto reproducimos:
Gardel y sus diez noches de
febrero en Mar del Plata
En el verano del 30, Carlos Gardel cantó 19 veces en el escenario más importante de Mar del Plata: el Teatro Odeón, joya arquitectónica que brillaba en Entre Ríos casi Rivadavia desde 1910.
“El Zorzal” tenía 39 años y era un artista en apogeo que ostentaba éxitos discográficos, giras exitosas y un estelar paso por Europa. Faltaba aún su incursión en el cine sonoro, una moderna técnica que desvelaba al cantor y que coronaría su fama y su mito.
Cruzando fechas, observamos que aquella temporada de Gardel en Mar del Plata coincide con el punto de inflexión más importante de su carrera. Pocos meses después protagonizó en Buenos Aires una serie de cortometrajes musicales que incluyó piezas de “culto gardeliano” como Mano a Mano, Yira Yira y Viejo Smoking. Sólo un año más tarde filmó en Francia “Luces de Buenos Aires”, la primera de sus películas con la Paramount. La producción artística para ese sello –que se extendió hasta el trágico 1935- catapultó definitivamente a Gardel y promovió su insuperable sociedad creativa con el poeta Alfredo Le Pera.
Artistas en el balneario
Los archivos de LA CAPITAL atesoran crónicas que nos hablan de aquella temporada de Gardel en Mar del Plata, entre el viernes 7 y el domingo 16 de febrero de 1930 con los guitarristas José María Aguilar (“El Indio”) y Guillermo Barbieri. Al més siguiente se sumaría a la formación Angel Domingo Riverol. Los tres, junto a Alfredo Le Pera, acompañaban a Gardel cuando en 1935 abordó su último avión en Medellín. Sólo Aguilar sobrevivió a las llamas.
El Odeón albergó aquel verano de 1930 a figuras descollantes. Antes de Gardel “la cancionista nacional Mercedes Simone acompañada de los reputados guitarristas Rodriguez y Orlando” realizó varias actuaciones junto a una compañía de varietés. Y después de Gardel, ese escenario vibró con Berta Singerman, que conmovía a los argentinos poniéndole voz y expresión a la obra de poetas célebres, desde Darío a Carriego.
El 6 de febrero, LA CAPITAL anunciaba con un titular destacado: “Carlos Gardel se presenta mañana en la sala del Odeón”. E informaba: “Esta temporada, que no ha sido muy pródiga en estrenos teatrales ni en presentaciones de buenas figuras, nos dará en retribución de lo poco, dos intérpretes destacados en el género que cultivan. Son ellos Berta Singerman cuya presentación se anuncia en la sala del Odeón para dentro de breve plazo y Carlos Gardel que debuta en el mismo teatro mañana a la noche”.
“La figura del popular Gardel –añade la crónica- es ya lo suficientemente conocida de todos los públicos y todo elogio que sobre sus condiciones se haga no será más que una repetición de lo que la buena crítica ha dicho sobre él”. Al día siguiente, otro artículo lo definía como una “figura que ha sabido imponerse no sólo en nuestro país sino fuera de él, habiendo cosechado principalmente en las capitales europeas, sus mejores triunfos de público y crítica”.
Películas y show de tango
El día de su debut Gardel dio una sola función a las 22.30, pero en las nueve jornadas siguientes ofreció dos, a las 22 y 23.30 respectivamente. Lo más llamativo es que cada presentación era precedida por la proyección de cortometrajes, en su mayoría de la Metro Goldwin Mayer. El menú cinematográfico fue variando a lo largo de esos diez días, según consta en los anuncios que diariamente publicó LA CAPITAL. Aparecen en ellos los títulos de los filmes y los horarios, tanto de las proyecciones como de las actuaciones de Gardel, junto a comentarios sobre la numerosa concurrencia –el Odeón tenía 440 butacas- y el entusiasmo que el cantor despertaba en el público. Sin dudas, la más elocuente corresponde al día del debut cuando “lo obligaron a salir a escena repetidas veces”
Lamentablemente, los cronistas de la época guardaron para sí infinidad de detalles que hoy desearíamos conocer. De hecho, en todos los artículos se reitera que Gardel llegó a Mar del Plata con “su nuevo y selecto repertorio”, sin ofrecer más precisiones.
El legendario Odeón sobrevivió 20 años a Gardel, hasta que las llamas se lo llevaron el 4 de enero de 1955. Otro teatro -el Enrique Carreras- señala el sitio exacto donde hace 86 años “El Zorzal” hizo sentir su canto a lo largo de diez noches de febrero.-
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Saturday, February 20th, 2016“Faltando dos vueltas, Andrea Vianini hizo un trompo y Cacho Fangio lo pasó apenas por detrás y, mano a mano, le peleó el tercer puesto final a Christopher Irwin”. Competencia de F3 Internacional en Mar del Plata. Febrero de 1966. Aporte de Oscar Filippi.
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Thursday, February 18th, 2016Juan Manuel Fangio le entrega el trofeo a su hijo, Oscar “Cacho” Fangio, que obtuvo el tercer puesto en la competencia internacional de F-3 que se disputó en Mar del Plata en 1966. Aporte de Oscar Filippi.
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Thursday, February 18th, 2016Temporada Internacional de F-3 en Mar del Plata. Febrero de 1966. Circuito callejero Golf Club-Base Naval. Aporte de Oscar Filippi.
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Thursday, February 18th, 2016“Temporada Internacional de F-3” en Mar del Plata. Febrero de 1966. Circuito callejero Golf Club-Base Naval. Aporte de Oscar Filippi.
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Thursday, February 18th, 20169984.- Oscar “Cacho” Fangio, su padre Juan Manuel y el mecánico marplatense Raúl Battocletti el 19 de febrero de 1966, fecha en que se disputó la “Temporada Internacional de F-3” en Mar del Plata. Esta fotografía ilustró un artículo publicado en el suplemento que editó LA CAPITAL el 10 de febrero parta celebrar el 142º aniversario de Mar del Plata. A continuación, el artículo completo:
Una epopeya marplatense
que cumple medio siglo
Por: Oscar Filippi
El 19 de febrero de 1966 Mar del Plata fue escenario de la “Temporada Internacional de F-3” en el circuito callejero del Golf Club Mar del Plata. La Base Naval prestó sus instalaciones para albergar el parque cerrado. Jorge Cupeiro ganó su serie y dos marplatenses fueron grandes protagonistas en la final: Oscar “Cacho” Fangio y su mecánico, Raúl Battocletti.
La “Temporada Internacional de F-3” fue organizada por iniciativa de Don Juan Manuel Fangio, producto de su gran compromiso con el automovilismo argentino y su pasión por proyectarlo a nivel internacional.
Los circuitos callejeros ya tenían su historia en la ciudad. En 1948 y 1949, el propio Juan Manuel Fangio había sido protagonista con un Maserati 4CL del equipo del Automóvil Club Argentino en la categoría que aún se llamaba de Grand Prix (Autos Especiales). En 1950 corrió con Ferrari 166FL y fue la última carrera internacional en Mar del Plata. Se disputaron todas en el circuito del “Torreón del Monje” con un paisaje y extensión -4045 metros- muy similares a Montecarlo.
Nuestro Quíntuple Campeón del Mundo intentaba recuperar la fecha internacional de Fórmula Uno para nuestro país -la última se había corrido en 1960- pero para ello había que proyectar pilotos nacionales. De allí que la decisión del “Chueco” fue comenzar con una categoría promocional como lo era la Fórmula 3 Europea.
Ese año se disputaron cuatro carreras con escenarios en el Autódromo de Buenos Aires, Rosario, Mendoza y la última en Mar del Plata, que a consideración de la prensa especializada, por lejos fue la mejor.
El Equipo de la revista Automundo con cinco autos y un total de ocho pilotos nacionales estuvo en la grilla de partida junto a los mejores exponentes mundiales de la categoría. Nasif Estéfano, Juan Manuel Bordeu, Jorge Cupeiro, Nestor Salerno y Carlos Pairetti (pilotos del citado equipo), Andrea Vianini, Vicente Sergio y Oscar “Cacho” Fangio con sus propios autos.
Playa Grande rugió
El circuito callejero fue diagramado por Martínez de Hoz frente a la Base Naval; Juan B. Justo, (lugar de la grilla de partida y de los boxes), Alem, Almafuerte, Del Valle hasta Formosa y el curvón del Golf que los llevaba nuevamente sobre la recta de la Base Naval.
Un recorrido total de 3.248.17 metros, poco atractivo, con curvas a 90º y dos grandes rectas en las que llegaban a los 210 Km/h. La únicas zonas entretenidas eran el pequeño mixto que formaban las calles, Almafuerte, Del Valle y Formosa, alrededor del edificio del Golf Club y la bajada del curvón del Golf, pero resultaban muy exigente para las suspensiones, dado los desniveles del piso.
Nuestros Protagonistas
Toda la experiencia de Oscar “Cacho” Fangio en el automovilismo deportivo provenía de sus competencias en Karting y de autos de la categoría Turismo; la cupecita De Carlo 700 y el Renault Gordini, nada más. Fueron sus amigos los que le insistieron en participar y conformaron una “Peña” que reunió los 2000 dólares que costó alquilar el Brabham BT-10 Cosworth al equipo británico de Charles Lucas.
“Tuve que correr con vaquero y una remera porque no tenía overol – recuerda hoy Cacho- y mi amigo Juan Boubée me fabricó unas botitas especiales para poder pisar la pequeña pedalera del fórmula. Fueron tan buenas que todos los pilotos europeos querían unas iguales”.
El auto era un chasis Brabham del modelo BT-10 (ya estaba en vigencia el nuevo BT-15) que tenía muchas carreras en su haber. Y el motor Ford Cosworth – que ya no erogaba los 90 HP que la fábrica decía haber obtenido- estaba lejos del rendimiento de sus rivales nacionales e internacionales.
Acá es donde comienza “la hazaña” de Raúl Battocletti, no solo el mecánico de Cacho Fangio, sino un verdadero amigo. Lejos de la recomendación inglesa, desarmó el motor y encontró varios secretos en su armado, entre ellos un pequeño perno que servía para regular la leva. Para cambiar ese elemento le pidieron un reemplazo al australiano John Petit, mecánico del equipo de Charles Lucas, quien, sorprendido, lo miró a Cacho y le dijo: “inteligente tu mecánico argentino”, ratificando que lo encontrado por Battocletti, no era un detalle menor.
Previo a la carrera de Mar del Plata, le pidieron a Rectificaciones Polverino que hicieran lo más que pudieran con el block y los cilindros. Así, con ingenio y toda la colaboración de amigos, suplían con trabajo el presupuesto faltante. A pulmón, como decimos por estas tierras.
Las Series
Según escribió en “El Gráfico” Juan Carlos Perez Loizeau, “Los autos estaban ya muy cansados, los pilotos también y el circuito del Golf de Mar del Plata, no ofrecía ningún atractivo. Pero la Temporada Internacional tuvo la clausura más brillante que se pudo imaginar. La última carrera de estas cuatro jornadas de Fórmula 3 se recordará a través del tiempo como una de las más emocionantes que se hayan visto en la Argentina.”
Aquel 19 de febrero de 1966 se corrieron dos series previas a la gran final. En la primera, Jorge Cupeiro ganaba con contundencia, haciendo “rugir” a la gran cantidad de público. Nasif Estéfano, el tucumano, lograba un excelente tercer puesto.
La segunda serie lo tenía a Oscar “Cacho” Fangio en la partida. Como piloto local, todas las miradas apuntaban a él. En la vuelta previa a la largada, notó que la primera velocidad no entraba. Igual largó la serie y corrió con la segunda. Todo el mixto era de primera velocidad, una desventaja significativa que le permitió llegar solo en la séptima posición. El balcarceño Juan Manuel Bordeu logró el tercer puesto.
La hazaña en boxes
Para largar la final, Raúl Battocletti tenía que arreglar la caja de cambios. Sobre esa hazaña, Miguel Angel Barrau escribiría en la revista “Automundo” : “…En ese instante, su mecánico argentino, Raúl Battocletti, salió corriendo a grandes trancos por la Avda. Juan B. Justo hacia abajo, rumbo a la Base Naval. Desde boxes hasta la Base había, fácilmente 600 metros. Battocletti se los corrió en un enfervorizado afán de ganar tiempo al tiempo. Al rato regresaba a los boxes, también corriendo. Traía los engranajes que había ido a buscar a la Base Naval, para cambiar la caja rota. Sin reparar en nada, ni siquiera en que todos los metales estaban “hirviendo”, Battocletti, con alguna colaboración y la atención siempre dispuesta del propio Cacho, cambió los engranajes de la caja y le sobró tiempo. Y en su entusiasmo – como suponiendo la actuación que le esperaba a Cacho – ni siquiera aceptó las insistencias de éste para que fuera hacerse atender de unas quemaduras importantes que había sufrido en el antebrazo izquierdo al rozarse con el caño de escape”.
La emoción final
Fue una carrera que todos los medios calificaron “no apta para cardíacos”. Oscar “Cacho” Fangio partió desde la séptima fila, pero en la primera vuelta aprovechó el ancho de la recta de la Base Naval y logró colocarse detrás de Christopher Irwin. Su auto, que no superaba las 8.000 RPM, viajando “chupado” atrás del inglés, lograba las tan ansiadas 10.000 RPM; así que se dejó llevar y se sumó al grupo de punta que integraban, Silvio Moser (Suiza), Andrea Vianini (Italo-Argentino), Charles Stuart (GB), Martin Davis (GB) y Bordeu (Arg).
La punta, en las 40 vueltas de la final, cambiaría 17 veces de protagonista. Cacho Fangio peleó siempre entre el quinto y el tercer puesto. Faltando dos vueltas, Andrea Vianini hizo un trompo y Cacho Fangio lo pasó apenas por detrás y, mano a mano, le peleó el tercer puesto final a Christopher Irwin.
El tercer escalón del podio tenía sabor a triunfo. Sin experiencia previa, sin medios, pero con trabajo y con la colaboración de amigos, habían demostrado, mecánico y piloto, que estaban entre los grandes de la categoría.