Archive for June, 2013

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Sunday, June 16th, 2013

La Estación Sud, que luego se convertiría en estación de micros. Todavía no estaba colocado el reloj en la torre. Foto suministrada por el arquitecto Carlos Luccitti a cargo de la obra de restauración y puesta en valor que la empresa IMASA desarrolla en la ex terminal.

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Saturday, June 15th, 2013

La Estación Sud, que luego se convertiría en estación de micros. Foto suministrada por el arquitecto Carlos Luccitti a cargo de la obra de restauración y puesta en valor que la empresa IMASA desarrolla en la ex terminal.

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Saturday, June 15th, 2013

Esta es la parte interior de la puerta de la cabina que protege el reloj inglés que se encuentra en la torre de la ex terminal de micros. Allí los relojeros del Ferrocarril del Sud dejaban constancia de sus intervenciones. Observamos la anotación que dejó Ernesto Castelvetri al dejar instalado el reloj en el año 1911. Fotografía de Marcela Golfredi, reportera de LA CAPITAL.

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Saturday, June 15th, 2013

Duilio Castelvetri, relojero del Ferrocarril, posando junto al reloj de la ex terminal de micros (en aquel entonces estación de tren). La fotografía fue tomada entre 1935 y 1940 y se supone que tanto el relojero como el fotógrafo estaban parados sobre un andamio empleado en las refacciones que en aquella época sufrió el edificio. La foto, suministrada por Marcelo Castelvetri, nieto de Duilio, ilustró un artículo editado en el suplemento aniversario de LA CAPITAL editado el 25 de Mayo pasado. A continuación lo transcribimos:

El tren del tiempo

Por Gustavo Visciarelli

Los Castelvetri son una estirpe de relojeros que cumple su minucioso oficio en Argentina desde hace 116 anos. El primero – Ernesto- llegó al país en 1897 desde Ferrara, Italia y trabajó 30 años en el Ferrocarril del Sud, perteneciente a la empresa británica Buenos Aires Great Southern Railway.

El reloj era vital para los ferrocarriles ingleses, de acreditada eficacia y puntualidad. Cada línea ferroviaria tenía su propio taller donde personal especializado garantizaba que miles de relojes -hasta los de bolsillo que usaban los guardas- funcionaran a la perfección.

El italiano Ernesto Castelvetri llego a ser jefe de relojería del Ferrocarril del Sud y en 1911 fue enviado a Mar del Plata para cumplir una misión especial.

Paisajes ferroviarios

El tren llegaba a la ciudad desde 1886, pero la Estación Norte (Luro e Italia) pronto resultó disfuncional al turismo aristocrático de la época. La historia sugiere que los ingleses, reticentes a construir una nueva estación, tuvieron que ceder a los reclamos de la elite.

El proyecto incluyó expropiaciones de terrenos para trazar un corredor ferroviario que en 1909 -para disgusto de los lugareños- sesgó insólitamente la ciudad. Partiendo de la vía que corre paralela a Guido, el nuevo trazado avanzaba cortando manzanas por los terrenos flanqueados por las calles Peña y Roca. Luego, una curva que comenzaba en Corrientes orientaba los trenes hacia la nueva Estación Sud, situada en las cuatro manzanas delimitadas por Alvarado, Alberti, Sarmiento y Las Heras.

La obra de Jules Dormal

Los turistas que el 1 de diciembre de 1910 llegaron en el primer tren a la flamante Estación Sud hallaron por todo edificio un inmenso galpón de madera, pero al regresar el verano siguiente fueron recibidos por la obra de Jules Dormal, un arquitecto belga recibido en Paris cuyo curriculum ostenta la construcción de la Casa de Gobierno provincial en La Plata, el Teatro Opera de Buenos Aires, la legendaria confitería Richmond y la terminación del Congreso Nacional y del teatro Colón de Buenos Aires.

El sueño de los aristocráticos turistas se había corporizado en una exquisita estación que solo funcionaba en verano y que, sin dudas, luciría extravagante con su profusión de ornatos en un paraje todavía campestre.

Un reloj ingles

Todo ello explica la misión que Castelvetri cumplió en 1911: la instalación en la torre de la calle Sarmiento un reloj fabricado por Gillet & Johnston, firma londinense cuyas creaciones lucen en torres y campanarios del mundo. De hecho, el reloj colocado hache es “hermano” del que se encuentra en la Torre Monumental (ex Torre de los Ingleses) de Buenos Aires.

Castelvetri se desempeñó junto a trabajadores de diversas especialidades para montar en la cúspide de la torre la pesada maquinaria, que reposa sobre dos rieles de ferrocarril empotrados en las paredes a un metro y medio de altura. A su vez, esta protegida por una cabina de madera y vidrio que hoy nos sorprende con un valioso obsequio documental.

Ocurre que los relojeros ferroviarios dejaban registro de su tarea mediante anotaciones en alguna superficie cercana. En este caso lo hicieron en la puerta de dicha cabina, donde hoy encontramos una maraña de inscripciones con fechas, nombres, detalles de trabajos realizados, etc.

El propio Ernesto fue quien inauguro la zaga con la siguiente leyenda, en la que se coló alguna reminiscencia de su lengua natal: “Enero 1911 – Concluido de armar la maquina y los cuadrantes todo en perfecto orden. Posto en marcha el DIA 10 de enero de 1911. Ernesto Castelvetri – Relojero F.C.S”

Línea de tiempo

También figuran allí los nombres de otros relojeros del Ferrocarril que venían a hacer el servicio desde Buenos Aires, generalmente al comenzar la temporada. Y también hay abundantes inscripciones de visitantes que lograron acceder a la alta torre por su estrecha escalera caracol de metal, que suma 80 peldaños en dos tramos que parten del primer piso. Una de ellas, fechada el 28 de julio de 1966, reza: “Yo, Alicia N Golfieri mire como le daban cuerda”. Es claro que la visitante observo cuando un operario giraba una y otra vez la manija del reloj, tarea que debe realizarse semanalmente para mantener en marcha el mecanismo, impulsado por una pesa de 400 kilos.

La ultima anotación del relojero italiano es conmovedora: “El día 23 de enero de 1927 E. Castelvetri colocó los vidrios y limpió, terminando servizio en esta empresa cumplidos los 30 anos. Dejo el reloj de Mar del Plata en perfecto estado dejándolo a conservarlo a mí hijo Duilio”, un consumado relojero que heredó el oficio de su padre en el Ferrocarril del Sud. También el escribiría varias constancias en la puerta, rematadas con la frase “técnicos relojeros de Constitución”, sitio donde se hallaba el taller central.

Los descendientes de Duilio atesoran una foto donde se lo ve en el exterior de la torre, parado junto a uno de los cuadrantes del reloj. La imagen solo puede explicarse si aceptamos que el relojero y el fotógrafo se hallaban sobre un andamio que no llega a verse y que habría sido empleado en la “intervención racionalista” que modificó el edificio entre 1935 y 1940. Como resultado, la estación perdió los ornatos de sus cúpulas, dos dependencias con techos de pizarra que estaban en la terraza y hasta el coqueto cupulín de la torre del reloj.

Otro heredero

Duilio fue sucedido por su hijo Eduardo, quien vivió la Nacionalización de los Ferrocarriles en 1948 y la restructuración de las líneas preexistentes. Dos años más tarde la Estación Sud se convirtió en Terminal de Ómnibus y pasó a llamarse Presidente Juan Domingo Perón, resignando dos manzanas (desde Garay hasta Alvarado) que luego fueron loteadas y vendidas. Lo mismo ocurrió con los terrenos que en 1909 ocupó el corredor ferroviario.

El antiguo sector de andenes albergó las plataformas de micros y toda la Terminal se pobló de comercios, boleterías, oficinas y dependencias públicas en libre desconcierto. Sin la asistencia de los viejos técnicos ferroviarios el reloj de la torre atravesó tiempos dispares, incluyendo largos periodos de disfunción.

El porte de antaño

En 2009 la Terminal de Ómnibus fue integrada a la Estación Norte mientras la vieja Estación Sud, bajo la orbita Municipal, vuelve hoy a su belleza de antaño.

El proyecto en marcha, realizado y dirigido por el estudio Mariani – Pérez Maraviglia, contempla dos etapas. La primera concluirá en pocos meses y permitirá recuperar el edificio histórico, que será dedicado a actividades culturales. La segunda se desarrollará en el espacio que ocupaban las plataformas de pasajeros y el playón, donde habrá un shopping, salas de cine y una plaza interior. La apertura de la calle Rawson pondrá fin a la frontera que durante mas de un siglo separo dos sectores del mismo barrio.

“El edificio se hallaba en un triste estado”, comenta el arquitecto Carlos Luccitti, jefe de la obra que lleva adelante la firma Imasa (Ingeniero Miconi & Asociados)

“Se noto la intervención durante muchísimos años de gente no idónea en la construcción ni en el criterio de diseño. Acá ha habido situaciones realmente delicadas, como la demolición de muros que en algunos casos motivaron la aparición de grietas importantes que hemos tenido que recomponer con mano de obra muy calificada”, señala Luccitti. A esas invasiones se sumaron la humedad y las filtraciones que afectaron elementos estructurales hoy recuperados y puestos en condiciones.

El arquitecto recuerda que en el edificio original “no hay nada de hormigón. Las columnas son mamposterías portantes; no hay lozas sino bovedillas con perfiles de hierro y ladrillos; no hay vigas de hormigónsino perfilería metálica”.

Tarea de artesanos

Recurriendo a planos, fotografías de la época y con el aporte de Patrimonio Histórico, la restauración avanza respetando “el espíritu y el criterio que hubo en el diseño”, ajustándose a la línea racionalista que se le impuso en los anos 35-40.

“Hemos recompuesto arcadas, adornos y buñas”, comenta Luccitti. Dicha tarea logró especial lucimiento en el hall de Alberti y Las Heras cuyo cielo raso artístico fue reconstruido en cada una de sus molduras por artesanos en yeso, al igual que los capiteles jónicos de sus columnas, para lo cual fue necesario hacer moldes de parafina.

La restauración alcanza pequeños detalles, incluyendo las guardas de hierro con diseño de flor de lis que ornamentan las naves principales. En todas las piezas puede leerse el nombre de su fabricante – Walter MacFarlane, dueño de una famosa fundición de Glasgow, Escocia- y también las siglas FCS, acreditando que el trabajo fue hecho especialmente para Ferrocarril del Sud. Numerosas piezas fueron rescatadas en su totalidad y las que sufrieron roturas están siendo reconstruidas por especialistas.

Tras haber conocido los íntimos secretos de la vieja estación, Luccitti asegura: “Lo que mas me sorprendió fue redescubrir la estructura metálica del gran salón central que estaba opacada por tantas boleterías y locales sin fin. Es sorprendente la exactitud con que están puestos los remaches en cada una de las uniones. Estas arcadas son dignas del mejor constructor de la torre Eiffel…”

De padres a hijos

Después de largo tiempo sin funcionar, el reloj fue reacondicionado y puesto en marcha el 10 de febrero de 2013, aniversario de Mar del Plata.

Quien lo devolvió a la vida fue Marcelo Castelvetri – bisnieto de Ernesto, nieto de Duilio e hijo de Eduardo- quien no trabajó para el ferrocarril pero heredó el oficio y se radicó en Mar del Plata en 1980 para instalar su relojería en Diagonal Pueyrredon casi Belgrano. La estirpe sigue en proyección: su hijo Martín -que además de relojero es músico- lo ayudó en la tarea de revivir el noble “Gillette & Johnston”.

Marcelo resume en dos palabras -“orgullo familiar”- esta historia que concatena cinco generaciones de relojeros. Pero lo más elocuente es su pudorosa emoción al leer las notas en aquella puerta. Y sobre todo cuando redescubre que su bisabuelo Ernesto, al despedirse del servicio, escribió en su idioma natal: “Memoria de padres a hijos”.

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Thursday, June 13th, 2013

“Atrás Arminda Roca de Luro – Adelante Maria Elena Arana Luro, Mercedes Bosch Luro y Mercedes Arana Luro”. Marcelo Nougues

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Thursday, June 13th, 2013

“Fiesta infantil en lo de Paz Niños de Arana Luro, Acevedo Anchorena, Duncan Vela, Atucha y otros”. Marcelo Nougues

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Thursday, June 13th, 2013

“Cumpleaños de Maria Elena Arana Luro, 18 de febrero de 1932 en la primera casa del Ocean Club ,en Playa grande hoy ubicada en el Club Marypesca”. Marcelo Nougues

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Thursday, June 13th, 2013

Si bien esta fotografía es actual, la editamos para ilustrar la nota publicada en el espacio 8195. Se trata de la Casa Mauduit, declarada bien patrimonial de la ciudad en 1995. Se encuentra dentro del predio del Complejo Universitario junto al acceso de la Facultad de Psicología. Foto Marcela Golfredi, reportera de LA CAPITAL.

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Thursday, June 13th, 2013

Si bien esta fotografía es actual, la editamos para ilustrar la nota publicada en el espacio 8195. Se trata de la Casa Mauduit, declarada bien patrimonial de la ciudad en 1995. Se encuentra dentro del predio del Complejo Universitario junto al acceso de la Facultad de Psicología. Foto Marcela Golfredi, reportera de LA CAPITAL.

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Thursday, June 13th, 2013

“En esta foto tomada a principios del siglo pasado están mi bisabuelo Fernando Mauduit con sus hijos Fernando y Leonor M.de Blache, en el medio la cuñada de mi abuela:Josefina Blache. Como puede apreciarse están ,con fondo de la Iglesia Catedral, en el puente sobre el arroyo Las Chacras que cruzaba la plaza. Fernando Mauduit era el propietario de la Quinta Mauduit que contaba con seis manzanas en lo que hoy es el complejo Universitario, la casa principal aún se conserva”. Zulema Blache

Fotos de Familia dice: Luego de que la Señora Zulema nos enviara esta fotografía, tomamos contacto con ella y reconstruimos al menos en parte la historia de su bisabuelo, Fernand Mauduit. Esa información nutrió una nota publicada en el suplemento por el 108º aniversario de LA CAPITAL editado el 25 de Mayo pasado. Lo transcribimos a continuación:

¿Alguien recuerda a Mauduit?

En su cuento “Las doce figuras del mundo”, Borges y Bioy Casares –con el seudónimo de Bustos Domecq – mencionan una serie de libros, incluyendo “El Jardinero Ilustrado, de Peluffo”. El manual, escrito en 1885, versa sobre el cultivo de plantas útiles y ornamentales, la creación de parques, jardines, bosques artificiales, etc. Quizás

Borges y Bioy sólo apelaron a la memoria y por eso olvidaron que en el lomo del antiguo libro figura también el nombre de Fernand Mauduit, un botánico que nació en Normandía el 21 de mayo de 1848 y que emigró a

Argentina en 1870, año en que comenzó la guerra franco-prusiana.

Nada se sabe sobre su inicio profesional en Argentina, pero es indudable que su carrera pronto fue auspiciosa. De hecho, entre 1874 y 1876 fue uno de los protagonistas de la construcción de la primera etapa del Parque 3 de Febrero, hoy conocido popularmente como “Bosques

de Palermo”.

En el staff de profesionales convocados por el presidente Domingo Faustino Sarmiento, a Mauduit se le confió el cargo de “jefe jardinero”, aunque debe aclararse que ese rango laboral tenía en aquel entonces otro significado que en la actualidad. Lo acompañaron en el emprendimiento el prusiano Ernesto Oldendorff, director Nacional de

Agricultura desde 1871 y el ingeniero polaco Jordan Czelaw Wysocky, uno de los constructores del corredor ferroviario que unió San Petesburgo, Varsovia y París-Bordeaux.

Excediendo con creces aquello de “plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”, Mouduit trabajó también en el trazado final del Parque de La Plata; escribió el “Jardinero Ilustrado” y el “Tratado elemental de agricultura práctica” y en 1878 desposó en Buenos Aires a Leonor Malandaine con quien tuvo tres hijos: Leonor, Sara y Fernando.

Faroles y frazadas

Zulema Blache, bisnieta marplatense del botánico francés, recuerda que “mi abuela Leonor comentaba que su padre conoció Mar del Plata antes de la llegada del tren”, es decir, con anterioridad a 1886.

La certeza del relato de Leonor es fácilmente comprobable, porque Mouduit diseñó y realizó un parque de cien hectáreas en la Estancia El Tejado, establecimiento que dio nombre a uno de los actuales barrios del Pueblo Camet. El croquis de ese predio aparece en su libro “El Jardinero Ilustrado”, impreso cuando el tren sólo llegaba hasta Maipú. Desde allí había que completar la travesía a Mar del Plata en carruaje y por un camino de tierra.

Lo que se desconoce a ciencia cierta es la fecha de su radicación en Mar del Plata, pero se sabe que llegó viudo y con sus tres niños a cargo.

Zulema Blache recuerda que su abuela Leonor le contaba que “paraban en una casa de la calle Moreno entre Irigoyen y La Rioja y que lo primero que compraron al llegar fueron frazadas y faroles”.

La quinta del arroyo

Mauduit -que también intervino en la plantación de árboles del actual Parque Camet- compró luego una vivienda en el casco urbano y seis manzanas de tierra que eran surcadas por el arroyo Las Chacras. El actual Complejo Universitario ocupa hoy parte de aquel territorio donde funcionó la famosa “Quinta de Mauduit”.

Zulema nos lee una breve biografía escrita en el seno familiar. De tal manera sabemos que su primera venta fue una partida de ajo para Peluffo y que se dedicó al cultivo de flores, grosellas y árboles frutales. En verano abastecía a antiguos establecimientos marplatenses, incluyendo el “Hotel De Famille” de los hermanos Dartiguelongue, que estaba Diagonal Alberdi y San Luis, donde hoy se encuentra el rectorado de la Universidad. Simultaneamente abrió un local en Rivadavia y Santiago del Estero para comercializar dulces y otros productos elaborados en la quinta.

En las tardes de verano era común que caracterizados turistas, incluyendo a Marcelo Torcuato de Alvear y Dardo Rocha, concurrieran a tomar el té a la quinta. Y que las aristocráticas familias disfrutaran de picnics a orillas del arroyo entre frutales y viveros poblados de flores.

Fernad -que construyó una vivienda dentro del predio de la quinta- falleció el 30 de mayo de 1916 y sus restos reposan en una bóveda familiar del Cementerio de la Loma.

La Casa Mauduit

“Mi abuela y su marido siguieron a cargo de la quinta pero en la década del 30, quizás por la crisis económica, tuvieron que vender”, relata Zulema.

Curiosamente, en la tradición familiar jamás se mencionó la intervención de Mauduit en la realización de los Bosques de Palermo. “Hace un tiempo, visitando una exposición del paisajista Carlos Thays en Buenos Aires, encontré ese dato que jamás había escuchado”, cuenta Zulema.

Los terrenos donde estuvo la antigua quinta fueron loteados y vendidos. Parte de ellos sirvieron para levantar el actual Complejo Universitario a fines de la década del 70.

Por fortuna, la casa levantada por el botánico francés no fue derribada y hoy podemos verla en Funes y Roca, junto al acceso a la Facultad de Psicología. Está incorporada a las actividades de esa Casa de Estudios y se encuentra en buen estado de conservación, pero padece un mal de la época: las pintadas y pegatinas.

En 1995 la Municipalidad la declaró bien patrimonial de la ciudad, pero la casa no exhibe ninguna placa o inscripción que nos permita tenerlo presente. Muchos de los añosos árboles que rodean el Complejo Universitario fueron plantados por Mauduit, cosa que -prolongando aquel germen de desmemoria sembrado por Bustos Domecq- ya nadie recuerda.-