“Con el arribo del tren, se origina una nueva fuente de trabajo que perdurará para siempre. La distancia desde la estación a la costa -donde se alojaban los veraneantes- era larga y la calle siempre se encontraba en malas condiciones. Aparecen entonces los cocheros, con sus “bis a bis”, las “berlingas” o los “charrets”. Allí en esos carruajes, acomodaban los pasajeros sus maletas y ellos mismos se ubicaban para concluir con el último trayecto del viaje. El primero que se organiza con servicios de transportes, es Juan Balerdi en el año 1886. Tiene varios carruajes que hacen el recorrido de la Estación Norte hasta las puertas de los hoteles y mansiones. Pero luego, eso aparece como un monopolio que resta clientela a los “mateos” y se crea una situación de enojo. El gerente de la empresa del Ferrocarril del Sud, pone fin al entredicho -que ya había provocado riñas entre los disputantes- y el 12 de enero de 1888 resuelve que: cuando se abrió la extensión a Mar del Plata, la empresa previó que, en vista de la distancia entre la estación y el pueblo, sería absolutamente necesario para la conveniencia de los pasajeros, arreglar un servicio de carruajes permanente y seguro. Sin esto, el servicio no podría regularizarse y una vez que se dejase que los cocheros hicieran el traslado por cuenta propia, resultaría que en ciertas ocasiones el número de carruajes sería mayor que el que se precisara y en otras, no habría ninguno.
Por esto y aparte de las discusiones entre los propios cocheros, el público pagaría precios exorbitantes. De acuerdo a estos antecedentes, la empresa hizo el arreglo que hace tiempo que estaba en vigencia en Plaza Constitución (Bs. As.) y el cual daba muy buenos resultados en Europa. Fue así como se eligió al cochero más respetuoso que se pudo encontrar y se hizo un contrato particular, por el cual el cochero se comprometió a atender todos los trenes, con número suficiente de carruajes para los pasajeros, empleando conductores decentes y atentos, fijando también tarifas reducidas.
El señor Bautista Balerdi fue el elegido, pues hasta el momento había hecho el servicio a plena satisfacción de la empresa ferroviaria, sin que se hubiera producido ninguna queja por parte de los pasajeros.
De tal modo, Sam Abbot, gerente de los ferrocarriles, ponía la rúbrica al primer medio de transporte público de pasajeros organizado, en el pueblo de Mar del Plata”.
Ing. Germán De Lellis