A la derecha vemos a Regina Pacini junto a Marcelo T de Alvear,de los cuales en comentarios anteriores escribì:
-Regina Pacini,nació en Lisboa,Portugal,el 6 de Enero de 1871 y falleció en Buenos Aires el 18 de Septiembre de 1965,hija del barítono italiano Pietro Pacini y de la española Felisa Quinteros,estudió en París con Mathilde Marchesi debutando en 1888 en la Sonámbula de Bellini,
interpretando a Amina;como soprano fue una importante exponente de la época.En 1899 actuó en Montevideo y luego en Buenos Aires,en el teatro Politeama,donde conoció a Alvear,con quien posteriormente se casó.
Durante la 1ª Guerra Mundial residieron en París,y sus accciones le valieron la Legión de Honor del Gobierno francés.
En 1938 fundó La Casa del Teatro,un asilo con 45 habitaciones,2 pequeños museos y la sede de un teatro que hoy lleva su nombre.Se le debe a ella la construcción del templo de San Marcelo y el colegio anexo.Vivió en Rio Negro,(Actual Villa Regina),en Mar del Plata y en Don Torcuato,(gran Buenos Aires),en 1942,falleció su esposo,y vivió de una pensión nacional,donando sus bienes a obras de beneficencia.
-Alvear que conoció a Regina Pacini en Buenos Aires,la cortejó durante 8 años,enviándole constantemente flores y regalos,que ella los respondía puntualmente,la siguió hasta San Petersburgo,y luego por distintos países de Europa,hasta que consiguió que ella aceptara la propuesta de casarse,y lo hicieron el 26 de Abril de l906,recibiendo ella como flamante esposa,el regalo de una villa cercana a París con varias hectáreas de parque y que se denominaba “Manoir de Couer Volant”.
Los Alvear tienen origen Castellano,radicados en Andalucía en el siglo XVIII,los de Argentina venían de Diego Estanislao de Alvear y Ponce de León,quien fué Brigadier Gral. de la Real Armada Española,llegando al Río de la Plata en 1770,para trazar límites con Portugal.Tuvo 2 matrimonios y 20 hijos,cuando regresaba a España en 1804,el barco fue atacado por los ingleses,perdiendo a su familia,quedando el preso y el único sobreviente de sus hijos Carlos María de Alvear,quien fuera posteriormente guerrero de la Independencia y diplomático de Juan Manuel de Rosas,tuvo 10 hijos,el 5º fue Torcuato,nacido en Montevideo en 1822,que llegó a ser el primer Intendente de la Ciudad de Buenos Aires,casado con Elvira Pacheco,con quien tuvo 7 hijos,siendo el menor Maximo Marcelo de Alvear.
Alvear se crió en la Capital,en la calle Juncal 1082,barrio mas que distinguido de la época,donde las familias adineradas,que vivían hacia el sur,se trasladaron a ese sector,escapando de la fiebre amarilla de 1871.La casa tenía un hermoso portal para entrada de coches,y en general hecha con un gran lujo,numerosas habitaciones,y hasta sala de armas,sus vecinos eran entre otros,Cobo,Pereyra Iraola,Uriburu,Drago etc.Ingresa al Colegio Nacional de Buenos Aires rindiendo en 1881 2º y 3º,y en 1883 4º y 5º,sigue el bachillerato en el Colegio Nacional de Rosario,teniendo dificultades para aprender latín y griego.En 1886 se inscribe como estudiante de Derecho,pudiendo dar en el ingreso solamente Derecho Internacional Público,ya que no aprobó Introducción al Derecho,recibiéndose a duras penas en 1891.En esa época de grandes problemas políticos,se separa la Unión Cívica,quedando Alvear al lado de Alem como secretario Privado.En 1893 estaba a cargo del estado mayor de los revolucionarios,con sede en el nudo ferroviario de la estación Temperley lo acompañaban amigos del teatro y de la peluquería de Bonifacio,también hacía de guía Aurelio Bagú,ex jockey de Lomas de Zamora,quien era rengo,debido a una caída del caballo.El 30 de Julio Irigoyen partía para Las Flores,buscando el apoyo de Alvear,pero este no aparecía,ni en Retiro,ni en sus departamentos de soltero,lo encontraron posteriormente en el Teatro Lírico,y partió rapidamente,cuando se encontró con Irigoyen,llevaba tres días de combates y debajo de su sobretodo,se le veía el frac de gala,todo arrugado y polvoriento.Según sus biógrafos a los 30 años,dilapidó una inmensa fortuna,una de las mas grandes de la época,consistente en 18 mil hectáreas de la estancia de Chacabuco,100 mil de otra en la Pampa y una cercana a Bs. As. de 2500,con un total entre todas de 15 mil cabezas de ganado y 50 mil de lanares,la casa de Retiro,valuada en 400 mil pesos,la de México al 900 y la de Callao y Guido ambas valuadas cada una en 80 mil,además la herencia de su madre con tierras en las localidades de San Isidro,Escobar y Gral. Pacheco.
-Caras y Caretas,describió el 30 de Diciembre de 1922:
En cuanto salta del lecho se viste muy satisfecho
Juega al golf con elegancia,igual que lo hacía en Francia
A la Casa de Gobierno corre,que corre etern
Al entrar en su escritorio se encuentra este promontorio
Apenas se sienta y ya a las carreras se va
Llega inmediatamente se va al fútbol velozmente
Corre al puerto a las regatas pues resultan muy gratas
Y asiste a una exposición artística,de rondón
Aunque el calor le sofoca,recorre luego La Boca
Se va a visitar la escuadra mientras su perro le ladra recibe a sus adversarios y sus correligionarios
Saluda a sus relaciones y asiste a mil reuniones
Y al ver al masajista murmurando Dios me asista.
-En Marzo de 1922 la convención nacional de los radicales,dirigidos por Irigoyen,proclamó por votación la fórmula presidencial Marcelo T. de Alvear-Elpidio González,quienes triunfan en la elecciones y asumen el 12 de Octubre del mismo año.Yrigoyen pensó que Alvear seguiría su camino,pero no fue asi,ya que se distanció rapidamente y su actitud de conservador afloró,demostrando que pertenecía a la vieja oligarquía.
El gabinete estaba compuesto por familias de la alta sociedad:
José Nicolas Matienzo,como Ministro del Interior
Angel Gallardo en Relaciones Exteriores
Tomás Le Bretón en Agricultura
Eufrasio Loza en Obras Públicas
Agustín P. Justo en Guerra
Manuel Domecq García en Marina
Celestino J. Marcó en Justicia
Rafael Herrera Vegas en Justicia
En 1924 bajo la anuencia de Alvear el sector de radicales antyrigoyenista,funda la Unión Cívica Radical Antipersonalista,de esta forma se fractura el partido.La primera prueba de esta ruptura fue cuando en la inaguración del monumento a Alem,no es invitado Yrigoyen,que era su sobrino.También en 1924,Lugones en un discurso,llamado “la hora de la espada”,inicia la cuenta regresiva del golpismo futuro,en presencia del Gral. Agustín P. Justo,luego dictador de la Argentina,diciendo:
“El único remedio es acabar con la política,Adoptar un decenio de vacaciones políticas,Pacifismo,colectivismo,democracia,son sinónimos de la misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado… El estado nada tiene que ver con la libertad,su objeto es el orden”
Los radicales de corriente conservadora de esa época junto con Alvear,redujeron el gasto público que para ellos era la salud,la educación y los empleados nacionales,municipales y provinciales,quien fueron despedidos,especialmente los nombrados en la gestíon de gobierno anterior.Se oponían a las propuestas sociales de los Yrigoyenistas y socialistas,hasta Alvear vetó la ley 11278,que obligaba a pagar los salarios en moneda nacional,la que por suerte dos años despues pudo ser promulgada el 5 de agosto de 1925.(Fuente: Felipe Pigna)
-En la década del 20 los estadounidenses realizaron grandes inversiones en nuestro país,-superando a los ingleses.-En 1920 tenían 75 millones de pesos oro,llegando 7 años después a 505 millones;del año 24 al 33 se instalaron 23 empresas de EEUU,la balanza comercial,por supuesto era favorable a los del norte.El 17 de Septiembre de 1926,deciden suprimir la importación de carne Argentina aduciendo que tenía aftosa,mas la aplicación de elevados aranceles proteccionista,impedía aun mas las exportaciones.La Sociedad Rural,siempre pro-británica,exclamaba: Comprar a quien nos compra,es decir negociemos con los ingleses,lamentablemente nadie escuchaba a los sectores de Yrigoyen que pedían abrir nuevos mercados internacionales.
-En la presidencia de Alvear el Cnel. Enrique Mosconi fue Director de YPF,de esta manera condujo la primera empresa estatal de petróleo.Los radicales de corriente nacionalista sostenían que el petróleo era un bien de la nación,ya que las empresas extranjeras como Standard Oil,Shell y Astra,tenían concesiones de los gobiernos provinciales desde 1916.Los proyectos de los yrigoyenistas para sancionar la ley de la explotación exclusiva por el Estado Argentino,desestimando las empresas mixtas,lo que produjo la irritación de las extranjeras,que fomentaron el golpe de estado que se cumplió posteriormante con la caída de Yrigoyen.
-Alvear cumplió como presidente,poco antes de estallar la crisis económica de 1929,Felix Luna lo describió de esta manera:
Alvear es mas criticable por lo que no hizo,que por lo que hizo, interrumpió la obra de Yrigoyen,su gobierno tuvo mas puntos de coincidencia con el “Régimen” contra el que tantas veces había conspirado.Muchas veces autoritario y otras plagado de contradiciones. Yrigoyen había abierto dos frentes,la emancipación nacional,y la incorporación de las clases menos favorecidas a la mesa de decisiones, y por otra,la autonomía americana en la política internacional,el control de los servicios públicos y la figura de un estado contenedor de la política social.Alvear a los pocos meses de asumir alquiló en la capital,una mansión en la calle 11 de Septiembre,barrio de Belgrano,donde vivió su período de presidente.En la mitad de su gestión hizo construir el famoso chalet Villa Regina en Mar del Plata y vendió su Rolls Royce.Contrariamente al “Peludo” Yrigoyen,Alvear se mostraba en todas las fotografías posibles,en lugares de veraneo,en inaguraciones de monumentos y obras públicas,también con gente distinguida de la sociedad.
-Regina Pacini y Marcelo T. de Alvear,el dandy y la diva del canto:
Mucha gente se acercó aquel sábado 29 de Abril de 1907 a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación,construida en 1567 en el Chiado,el barrio céntrico de Lisboa,para ver de cerca una boda que prometía ser fastuosa.Se casaba Regina Pacini,la soprano ligera que era ídolo de los melómanos portugueses desde que,a los 17 años –casi dos décadas antes– había debutado en el Teatro Real de San Carlos,el coliseo operístico de Lisboa.Lo de Regina había sido debut y consagración: en la sala estaba la reina de Portugal,doña Amalia.Regina cantó La sonámbula,de Vincenzo Bellini,y el teatro se vino abajo.Del novio,en cambio,se sabía poco.Sólo que era un tal Alvear,millonario sudamericano.A las nueve en punto de la mañana se abrieron las puertas de la sacristía y una pareja avanzó hacia el altar.Pero,ante el desconcierto general,quienes aparecieron fueron… una criada y un agente de policía,rojos de vergüenza ante aquella multitud.¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban la prima donna y su novio potentado?.Marcelo Torcuato de Alvear y Regina Pacini se habían casado a las 7 de la mañana,cuando la iglesia estaba desierta.Con aquella ceremonia casi clandestina culminaba (o quizás empezaba) una historia de amor que iba a desafiar varios tabúes de la sociedad argentina.
Ella había sido llamada Regina por haber nacido el Día de Reyes de 1871.Vino al mundo en la rua de Loreto.Era hija de una andaluza,Felicia Quintero,y de un italiano,Pietro Pacini,director escénico del Real de San Carlos y autor de noventa óperas.A los dieciséis años tenía una voz de cristal.Su carrera fue imparable y conquistó todos los baluartes de la lírica: se rindieron al hechizo de su voz el Liceo de Barcelona,la Scala de Milán,la Opera de París.En el Covent Garden de Londres cantó Lucía de Lammermoor con Enrico Caruso.Aunque no fuera muy agraciada,quisieron casarse con ella millonarios y militares rusos,polacos,suecos.A todos les dijo que no,porque quería dedicarse a su carrera,y lo hizo.El primer Alvear,bisabuelo de Marcelo Torcuato,había llegado a Buenos Aires en el siglo XVIII.Su abuelo,el Gral. Carlos María de Alvear,era héroe de la independencia.Su padre,Torcuato de Alvear,había sido intendente de Buenos Aires durante la 1ª presidencia del Gral. Julio A. Roca.Marcelo Torcuato,nacido en 1868,era un joven alegre,expansivo,dicharachero.Se recibió de abogado sin problemas.Era aficionado a las parrandas,a las coristas,al goce de la noche.Un auténtico “niño bien”.Su fortuna era inmensa.No solamente la que le había legado su padre,sino la que había obtenido de su madre,Elvira Pacheco,hija del general rosista Angel Pacheco.El efectivo de Alvear a comienzos del siglo XX rondaba el millón de pesos.¡Un millón de pesos del año 1900!.Todo llevaba a Alvear a convertirse en un político de la oligarquía.Sin embargo,en 1890,un grupo de amigos,estudiantes de clase alta,entre los que estaban Carlos Rodríguez Larreta,Angel Gallardo y Octavio Pico,disconformes con el mediocre gobierno del presidente Miguel Juárez Celman,participaron en la Revolución del Parque,que fue el bautismo de fuego de la naciente Unión Cívica Radical.En esas jornadas de lucha,Marcelo trató al fogoso tribuno Leandro Alem y a un político de la parroquia de Balvanera, dieciséis años mayor que Marcelo y que iba a ser importante en su vida: Hipólito Yrigoyen.Alvear quedó marcado por aquella algarada juvenil y, con esa lealtad que le reconocen hasta sus detractores,se convirtió en militante de la nueva causa,lo que le acarreó disgustos, e incluso cárcel.Uno de los primos de Marcelo (el melómano Diego de Alvear) había escuchado a Regina Pacini en el Solís de Montevideo y le elogió a Marcelo la voz maravillosa de la jovencísima soprano ligera portuguesa. Allí estaba Marcelo en su palco del Politeama.Alto,bien plantado (era un deportista cabal,de la estirpe de los Duggan o los Newbery),con unos bigotes mosqueteriles.¿Qué sintió Marcelo cuando escuchó a Regina cantar El barbero de Sevilla? Debió de ser algo muy fuerte.Dicen que cada vez que él la escuchaba en un escenario,los ojos se le llenaban de lágrimas.Esa misma noche se enamoró perdidamente.Le mandó varias docenas de rosas rojas y blancas y una pulsera de oro y brillantes.Regina,acostumbrada a los desbordes de sus admiradores,le devolvió la pulsera y partió de regreso a Europa.Pero Marcelo no dejaría escapar esa presa.Para él,viajar a Europa era como ir al café de la esquina.Empezó a recorrer los mejores teatros de Madrid,París,Londres, Montecarlo,Budapest,Odessa,y llenaba los camarines de Regina Pacini con miles y miles de rosas rojas y blancas.
En las fiestas de las embajadas argentinas y en los salones de la aristocracia europea a los que ambos tenían acceso (él por su origen y ella por sus triunfos artísticos),Regina y Marcelo se fueron conociendo,quizás intimaron.En 1901,Regina volvió a Buenos Aires,esta vez para cantar en el teatro San Martín de la calle Esmeralda.En 1903, Marcelo,tras haberla seguido por medio mundo,se declaró y ella le dio el sí,pero puso como condición cantar cuatro años más.
Porque él,como no podía ser de otra manera en aquella época,le exigió que una vez casada dejara de cantar.Cuando finalmente se fijó fecha para la boda,la noticia consternó a la aristocracia argentina.¡Aquella portuguesa fea y bajita había enganchado al soltero de oro,al mejor partido del país por el que suspiraban las más bellas herederas,chicas de las familias Peña,Anchorena,Alzaga!.La resistencia sorda de la sociedad porteña a aceptar a la Pacini (extranjera y,lo que era entonces un pecado imperdonable,artista) afloró en su segunda visita,cuando ya Marcelo no ocultaba su amor.Días antes de la boda quinientas personas de su clase social le enviaron un telegrama al novio pidiéndole que recapacitara.Marcelo lo recibió durante la despedida de soltero,en París,y se deprimió mucho.La fiesta se convirtió en un velorio.También Felicia estuvo en contra de la boda porque no quería que su hija dejara de cantar.La tirantez entre suegra y yerno duró toda la vida.La ceremonia secreta en Lisboa fue una bofetada a los prejuicios de clase.Debe pensarse lo que significaba la familia Alvear.Aunque don Torcuato y doña Elvira ya habían muerto,los hermanos de Marcelo (uno de ellos,Carlos,era entonces intendente de Buenos Aires),sus numerosos sobrinos,primos,tíos y tías conformaban la elite social de Buenos Aires, que quedaba así excluida de participar en una ceremonia de alto valor simbólico.La noche de bodas transcurrió en el Royal Hotel,en Estoril,la ciudad del aire perfumado.La suite nupcial estaba llena de rosas y en el fonógrafo sonaba L’elisir d’amore cantado por Regina.El le hizo un regalo de bodas fabuloso: Coeur Volant,un castillo normando en Versailles,cerca de París.La pareja lo amuebló con refinamiento y lo habitó por largos años.La mejor habitación,con un piano y un atril,era como un teatro en miniatura.Desde entonces,ella cantaría para una sola persona: Marcelo.Los pocos discos que habían registrado su voz,la propia Regina los retiró de circulación. ¿Sacrificó ella su carrera? En todo caso,cantó profesionalmente durante veinte años,y si bien se retiró en su apogeo,tenía 36 años cuando se casó con un Alvear de 39.Durante cuatro años no pisaron Buenos Aires.El regreso se produjo recién en 1911.Se encontraron con un medio hostil.Un incidente grave se produjo durante la fiesta de bodas de Elvirita de Alvear,en El Talar de Pacheco.Ninguna mujer le hablaba a Regina.Dicen que Marcelo,cuya fama de mujeriego siempre había sido amplia,le dijo a su esposa,indignado: “No te preocupés Regina,que a todas éstas yo les levanté las polleras”.Que Alvear fuera así nunca le preocupó a Regina,porque sabía que siempre volvería con ella.Vivieron juntos durante 35 años.No tuvieron hijos,y ella lo acompañó,en las duras y en las maduras.Fue el general Julio A. Roca quien rompió el cerco social cuando,en una recepción oficial,se acercó a Regina para conversar amablemente con ella.Desde entonces,la guerra contra la advenediza se atenuó.En 1912,Marcelo fue elegido diputado.Su actuación no pasó de discreta.Era entonces muy mal orador (recién en su madurez adquirió la destreza y el gusto de hablar para multitudes).Cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia,en 1916,nombró a Alvear ministro plenipotenciario en París.Secundado por Regina,su desempeño fue brillante: los principales políticos franceses,Raymond Poincaré, Georges Clemenceau,frecuentaban Coeur Volant.Cuando,en 1922,Yrigoyen designó sucesor –su palabra era orden para la convención radical–,el dedazo del Peludo recayó en Marcelo,algo que muchos no podían creer. Contaba Ramón Columba,taquígrafo parlamentario y caricaturista político,que la gente se decía: ¿Marcelo presidente? Y lanzaban una carcajada.¿Por qué Yrigoyen eligió a Alvear como su sucesor? Es cierto que aquél tenía por Marcelo una debilidad personal,y apreciaba su energía y coraje,así como su inclaudicable optimismo.Los historiadores tienen diferentes explicaciones sobre el gesto de Yrigoyen,pero prevalece la idea de que quiso dejar en la Rosada a un hombre leal,y asegurarse de que,en 1928,al término de seis años,le devolviese el poder.Marcelo parecía predestinado al éxito.Le tocó gobernar durante los años de bonanza que fueron de 1922 a 1928.La Argentina creció a buen ritmo y no hubo grandes conflictos.Fue la última década feliz de una Argentina opulenta.Presidió incontables inauguraciones,recepciones y fiestas.A su lado,Regina fue una primera dama discreta,que apoyó las actividades culturales con entusiasmo.Infaltable en las funciones del Colón,la pareja presidencial atravesó una época de fermentos creativos. Los jóvenes escritores apreciaban a un presidente que asistía a las lecturas poéticas en el Tortoni,frecuentado por vates vanguardistas como Jorge Luis Borges o comunistas como Raúl González Tuñón.En cuanto a Victoria Ocampo,con quien se dice que Marcelo tuvo un affaire,lo adoraba: lo definió como un ser inverosímilmente perfecto.Regina es recordada por una obra en la que se empeñó a fondo,con el pleno apoyo de su marido: la Casa del Teatro,inaugurada en 1938,un lugar para que los teatristas terminen con dignidad su vida.¿Cuál fue el rol político de Regina? Es difícil decirlo,por el pudor y la discreción que la distinguían.Ella no creó un nuevo Marcelo,aunque la figura de Regina se agigantó durante los últimos diez años de Alvear,cuando la buena fortuna se trocó en infelicidad para el país y en duras pruebas para la pareja.Un biógrafo de Agustín P. Justo cuenta que este general,que fue el ministro de guerra de Alvear,había adquirido su chalet de la avenida Federico Lacroze,en Belgrano,para estar cerca de la que era entonces la residencia de los Alvear,y que frecuentaba cada día la casa del presidente para congraciarse con éste. La intuición de Regina le decía que había algo tortuoso en la sumisión de Justo,a quien no soportaba.En 1932,el gobierno surgido del golpe de Estado proscribió la candidatura de Alvear para favorecer a Justo.Ya en el gobierno,que ocupó de 1932 a 1938,Agustín P. Justo encarceló a Alvear en Martín García.Entonces afloró la fibra de Regina.Durante el terrible verano del 33,que Marcelo pasó preso en un barracón de la isla,agobiado por los mosquitos y bañándose en una única canilla con otros centenares de detenidos políticos,Regina cruzó más de cincuenta veces el río en una barca,a veces desafiando furiosos oleajes,para llevar mudas,comida y aliento a su marido.En 1938,los radicales proclamaron la fórmula Alvear-Mosca,y allí fue Marcelo,enhiesto aunque ya casi setentón,a recorrer el país como un principiante,hostilizado por las patotas conservadoras,la policía brava y algunos radicales yrigoyenistas que lo tachaban de traidor, mientras que ganaba la admiración de muchos argentinos por no claudicar en la lucha contra el fraude,ese flagelo que,finalmente,le birló el triunfo y consagró presidente a Roberto Ortiz.Alvear había perdido casi toda su fortuna,en parte por su vida de lujos y placeres,en parte porque la política se la había comido.Al morir,le quedaban Villa Regina,su residencia de Mar del Plata (hipotecada); Villa Elvira,en Don Torcuato (la hizo construir en 1942,la bautizó en recuerdo de su madre y sólo vivió allí quince días),un auto Buick 41 y un capital de 150 mil pesos,cifra ya consumida por la inflación.El 23 de Marzo de 1942, Marcelo,fulminado por una crisis cardíaca,terminó sus días en Don Torcuato.A su lado,la mano en la mano,estaba Regina Pacini.
Ella lo sobrevivió largos años.Se refugió en Villa Elvira.Murió en 1965,a los 95 años El día 23 de cada mes,Regina iba a la Recoleta y le llevaba a su marido un gran ramo de rosas blancas y rojas.Se sentaba en una sillita en el interior de la bóveda y pasaba largo rato allí.Sus labios se movían,las lágrimas le afloraban a los ojos como si hablara con Marcelo,como si pronunciara palabras de amor.(fuente: La Nación 9-1-2005).
A mediados de 1941,mientras se construía la casa en Don Torcuato,Marcelo comenzó a tener serios problemas cardiovasculares y debió pedir licencia al Partido (después de haberme jodido durante diez años,solía decir).Aun así,se trasladó a Mar del Plata durante el verano.Pero el aire de mar no contribuyó a mejorarlo.A pesar de las advertencias de sus dos médicos de cabecera en Buenos Aires,Castex y Battro,Alvear proseguía con sus tareas habituales como si,en realidad,no estuviera enfermo: iba al cine,paseaba el perro.Un médico pariente de D’Andrea Mohr,residente en Mar del Plata,se opuso a los excesos de Marcelo: necesitaba reposo y tintura de jalape.Regina siempre había desconfiado del diagnóstico,que atribuía a Marcelo una enfermedad cardiovascular.Una vez le preguntó a Battro si su marido tenía cáncer y el médico vaciló.Sin embargo,en Mar del Plata,Giordano Etchegoyen,a cargo de la enfermedad de Marcelo,confirmó el cuadro cardíaco.De esas dudas,de la falta de una sintomatología que revelase una enfermedad cardio-renal (el verdadero problema de Alvear surgió la improbable teoría de que había sido mal atendido con oscuros fines políticos: la desaparición de Alvear y de Ortiz -sostienen los que sospechan una conjura favorecía los intereses nazis en la Argentina.A principios de Marzo de 1942 Regina y Marcelo regresaron a Buenos Aires,a Don Torcuato.La salud de Alvear había empeorado dramáticamente,hasta tal punto que el propio Battro había ordenado que no se le hablara de política para evitarle preocupaciones.Las elecciones del 1º de Marzo para diputados nacionales habían sido desastrosas para la Unión Cívica Radical en la Capital Federal y en otros distritos,lo cual fue aprovechado por los sectores intransigentes; el Partido debía reestructurarse: el penoso resultado de los comicios,era la mejor prueba de ello.El Comité Nacional se reúne el 12 de Marzo y uno de sus máximos dirigentes,José Tamborini,renuncia para facilitar la reorganización del Partido,presionado por los sectores intransigentes.Nadie se animaba a comunicarle a Marcelo,próximo a entrar en la agonía,que había triunfado la tendencia partidaria contra la cual tanto había luchado en los últimosaños.El mensajero fue Guillermo D’ Andrea Mohr.
Cuando me dirigía a Don Torcuato -recuerda-,no sabía si decirle la
verdad.Con su salud quebrada,era la peor de las noticias.Llegué al mediodía y lo encontré en su silla de ruedas,delgado y pálido.Cómo decírselo Me armé de fuerzas y le dije: Renunció Tamborini.Alvear casi instantáneamente me ordenó: Tomá nota Y ahí sin más,redactó su renuncia. Volví precipitadamente a la reunión del Comité Nacional con esa bomba en la mano,mientras los radicales debatían -como siempre- si se intervenían todos los distritos o sólo aquellos que lo pidieran El Comité Nacional enterado,resolvió trasladarse a Don Torcuato a transmitirle al presidente del Partido el rechazo de su renuncia.Se encontraron con Regina,que les prohibió el acceso al dormitorio de Marcelo: su salud se deterioraba rápidamente y cualquier emoción podía resultar fatal.Pero Alvear escuchó las voces que provienen del porch,quizás intuyendo que el Comité Nacional no lo dejaría morir con la humillación de ver aceptada su renuncia.
-¿Qué pasa,muchachos? -preguntó débilmente Marcelo.Regina les implora que no le digan nada que lo dejen descansar.Dr. le dije,vienen rechazar su renuncia.Marcelo se había bajado de la cama y estaba con los pies en el suelo.¡Tarde piaste! exclamó.Pero no importa,muchachos.Ustedes van a ver
cómo este viejo,tal vez con un pie en la tumba,y sin tal vez,le hace todavía un servicio a su país y a su partido.Es como el rosal de la biblia que ya marchito revive al menor contacto de la mano milagrosa.
Regina entró en el dormitorio y los contempló enojada.Esto es lo que quería evitar,dice,le hace mal.-Regina…dejáme vivir… o querés que me pegue un tiro….El 23 de Marzo,a la medianoche Marcelo agonizaba.A su lado estaba Regina,contemplando a ese hombre por el cual había dejado todo en la vida.Qué sería ahora de ella,sin esa voz,sin esa presencia.Lo había amado desde aquella noche en que le llenó de flores el camarín del Teatro Politeama,lo había comprendido y hasta lo había perdonado.Pudo escuchar, poco antes de entrar en el sueño agónico,lo que ella ya sabía: Regina… fuiste el gran amor de mi vida.Y ella se había limitado a tomarle la mano,sin siquiera poder cantarle esas arias de La Sonámbula o de Lucía de Lammermoor que lo conmovían hasta las lágrimas.Esa música,privadamente cantada,sólo para él,que lo había deleitado a lo largo de 35 años,ahora podía hacerle mal.Debió callar.Poco después de la medianoche,Marcelo murió.Sólo se oyó un sollozo entrecortado que resonó en ese dormitorio casi monacal.Regina lo había perdido para siempre.El primer problema que surgió después de la muerte de Alvear fue protocolar: dónde sería velado.Había quienes opinaban que debía hacerse en Don Torcuato,otros en el Estrugamou,pero finalmente prevaleció el criterio de Regina: se lo velaría en la Casa Rosada,propuesta que había partido del propio presidente Ramón Castillo.Como suele suceder,el día del velorio Marcelo de Alvear parecía no haber tenido un solo enemigo en su vida: ahí estaban los conservadores,los que lo habían atacado,los que habían instaurado el fraude electoral en el país,privándolo de ser nuevamente presidente.Se deshacían en alabanzas,en panegíricos,en loas a ese gran espíritu democrático,a ese patriota excepcional.Hasta el ex presidente Agustín P. Justo,que lo había encarcelado,que le había hecho conocer la sordidez de Martín García,que lo había hecho deportar,se presentó en la Casa Rosada a manifestar sus condolencias.Francisco Carcavallo,hijo de Pascual,íntimo amigo de Alvear,recuerda haber asistido al velatorio.Reconocí a Justo,vestido con saco negro,chaleco blanco pantalón de fantasía polainas y zapatos negros,y su presencia me pareció francamente ofensiva Me acerqué y le dije de muy mal modo: ¡Cómo se atreve a estar aquí! ¡Váyase antes que lo eche.Justo no tuvo otra alternativa que abandonar la casa de gobierno.Había muerto un ex Presidente,descendiente de próceres.Su abuelo había vencido en Ituzaingó y era la médula de la historia argentina;su padre había transformado a Buenos Aires en una ciudad europea.Cómo estar ausente.Por culpa,o por esnobismo,todos aquellos a quienes se les debió haber negado la entrada presentaron sus condolencias a Regina.Y ella las aceptó,a pesar de conocerlos bien,de saber cuánto daño le habían hecho a Marcelo y al país.Así como entendió que sólo podía ser velado en la Casa Rosada -era el lugar que le correspondía- también comprendió que tenía que estar más allá de las ignominias,de las infamias.Como señora de Alvear, como viuda de un ex presidente,como mujer del argentino que más prestigio tenía en Europa,actuó con un notable sentido del protocolo,lo cual no significaba que hubiera olvidado o perdonado.El traslado de Alvear al cementerio de la Recoleta reveló hasta qué punto el pueblo había sentido esa muerte.El ataúd fue sacado de la cureña y, sostenido por manos anónimas,desfiló por las calles de Buenos Aires,acompañado por consignas,por cantos,por gritos en contra del gobierno.Era el pueblo mismo el que lo acompañaba en su último viaje,a pesar de haber acusado a Marcelo de estar lejos de sus necesidades.Quizá,profundamente,la multitud sintió que había perdido definitivamente la esperanza.Ausente Alvear,quién dirigiría los destinos de esa república errática,en quién creer.La carencia de líderes era absoluta.Por eso,durante el traslado del féretro a la Recoleta,la indignación¡el resentimiento de un pueblo se puso de manifiesto y la policía estuvo a punto de intervenir violentamente para apaciguar los ánimos.No fue necesario.Marcelo fue enterrado en la primera bóveda,a la izquierda,apenas se ingresa en el cementerio,debajo de Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco,sus padres.Allí descansa.Pero el impacto de la muerte de Alvear pronto pasó.Al Edificio Estrugamou seguía llegando gente a darle el pésame a Regina.Ese despliegue de cortesía,ese tener que escuchar y responder,seguramente le ayudó a no pensar en el inminente futuro,en la innegable realidad de que,a los setenta y un años,estaba irremediablemente sola.No siempre,sin embargo,perdonó a quienes la habían ofendido.María Unzué de Alvear,cuñada de Marcelo (viuda de Ángel de Alvear),era en Buenos Aires una suerte de institución: inmensamente rica -su estancia,San Jacinto,tenía setenta mil hectáreas de la mejor tierra-,había dedicado su vida a las obras benéficas Su palacio en la Avenida Alvear,esquina Libertad,era el epicentro,el non plus ultra de la aristocracia: allí no entraban personas divorciadas ni aquellas de vida ligeramente cuestionable.Era el templo de la elegancia de la tradición,del catolicismo.María Unzué de Alvear jamás recibió a Regina en su casa: el casamiento de Marcelo con una cantante estaba muy por debajo de sus cánones éticos y sociales.Pero el tiempo había pasado,Alvear había muerto y consideró que era hora de acercarse a Regina en otros
términos.Decidió ir a visitarla al Edificio Estrugamou a darle el pésame.Para Regina,el piso de la calle Juncal no era la Casa Rosada,donde debió recibir las condolencias hasta de sus propios enemigos Era sin más,su casa.Y decidió no recibir a María Unzué de Alvear,la primera matrona porteña,la mujer más rica de la Argentina, la que aspiraba a un marquesado pontificio por sus obras de bien.Regina a esa altura de su vida,no la necesitaba;aún más: podía darse el lujo de elegir a quién,de ahora en más,dirigiría la palabra.Las visitas de pésame llegaron a su fin.Regina debió enfrentar no sólo la soledad,sino también su precaria situación económica.La gran fortuna de Marcelo,las miles de hectáreas en La Pampa y en Chacabuco,Coeur Volant y hasta las tierras de Don Torcuato se habían esfumado,y el legado se reducía a Villa Regina,en Mar del Plsta (hipotecada),la casa de Don y los 6 lotes,un automóvil Buick 1941,y 150 mil pesos.Eso era todo.Para qué seguir viviendo en el Estrugamou,si Marcelo ya no estaba Qué sentido tenía el conservar
muebles,platería,vajilla,pieles,si estaba absolutamente sola.Acaso bien asesorada por Tito Rapallo,que había sido administrador de Alvear,decidió vender gran parte de su mobiliario y con el producto del remate,construir seis casas pequeñas,para renta,en Don Torcuato.Sin embargo,rematar aquellos objetos que formaban parte de su historia,de su relación con Marcelo,debió haberle sido particularmente doloroso.La subasta se realizó en Diciembre de 1942 y estuvo a cargo de la firma Ungaro & Barbará.
Todo lo que había atesorado desde Coeur Volant estaba a la venta.En la
sala de remates alternaba La Francia,escultura de Rodin con Psyché et les
amours,de Falconet y con la gigantesca tapicería de Flandes del siglo XVIII.El piano Steinway donde habían tocado Paderewsky y Baccahus.La mesa de comedor inglesa que había pertenecido a Torcuato de Alvear,a la cual se habían sentado el general Mitre,Roca,Alem,Yrigoyen;cuando Marcelo la trasladó a París,siendo embajador,comieron alrededor de esa
mesa la reina Amelia de Portugal,el príncipe de Gales,el príncipe de Saboya,el mariscal Foch,el mariscal Joffre y así,chiffoniers,écrans, platería,la estupendancolección de objetos chinos,cristal de baccarat, las esculturas de artistas argentinos,como Curatella Manes,Fioravanti y Alberto Lagos,tapados de visón,zorros blancos y grises martas cibelinas y una capa de chinchilla real.También,una radio-victrola Clarion,empotrada en un mueble de caoba y hasta los prismáticos Zeiss que Marcelo llevaba al hipódromo.Ya no necesitaba esos objetos.Guardó,en cambio,aquellos muebles de los cuales no quiso desprenderse,por preferencia o por los recuerdos que le suscitaban.Los llevó a Don Torcuato,adonde se recluiría por el resto de sus días.Qué sentido tenía,para ella,vivir en Buenos Aires,hacer vida social,cuando a lo largo de una vida apenas había cultivado un puñado de amigas,cuando había evitado a los porteños que tanto daño le habían hecho.Ahora era una mujer mayor,viuda y sin hijos; se rodearía de aquellas personas que verdaderamente la
habían acompañado,es decir,Jeanne,su gobernanta de las primeras épocas de
Coeur Volant,y Gabriel algo envejecido,pero siempre fiel.
Jeanne fue una relación importante en la vida de Regina.Existía,por parte
de la gobernanta,una fidelidad,una lealtad y un grado de comprensión que era una característica de la servidumbre de aquella época.Al mudarse a Don
Torcuato,Jeanne supo que la situación económica de Regina era paupérrima, si se la comparaba con el tren de vida que habían llevado los Alvear en Europa.Pero esa francesa que les había dedicado su vida sabía adaptarse a todo.Las épocas de una abundante servidumbre,con tareas específicas, habían pasado y tuvo que desdoblarse en tareas inimaginables en el pasado.Debió hacer trabajos múltiples,como manejar el automóvil,hacer de mucama de Madame y pagar las cuentas.En 1945,Francisco Bengolea y su mujer,Delia Gowland Peralta Alvear,recién casados,vivieron durante dos años en una pequeña casa.living-room y un dormitorio,que les prestó Regina en el parque de La Elvira.Delia la visitaba a diario.Regina se sentaba junto a la chimenea de mosaicos,tejía crochet mientras su perro,un skye-terrier,descansaba por lo general en su falda,a pesar de tener una canasta.Esas conversaciones aún las recuerda Delia Bengolea.Regina no era sociable -dice- cuando vivía en Don Torcuato tenía pocos amigos.La quería mucho a mi madre (Carlota Peralta Alvear de Gowland) y una vez por semana iba a visitarla a Buenos Aires en el Buick.A La Elvira iba poca gente: María Teresa Pearson de Álzaga, madame Liniers,Martín Noel y Elena Necol,Pascual Carcavallo.Eran sus amigos de siempre.También solía visitarla Guillermo D’Andrea Mohr (ex secretario de Alvear) con su hijo que entonces tenía 5 años.El niño se sienta en una bergère en el living y Regina le dice: Elegís bien: ése era el sillón preferido de Clemenceau.Regina tenía un enorme sentido del humor y hablaba con acento español,usando palabras castizas.Utilizaba algunas -y no muy santas- que le había escuchado decir a Marcelo.En realidad,cuando hablaba de él,siempre se refería a “mi Marcelo”.A pesar de que los años habían pasado,hacía comentarios ácidos sobre ciertas señoras de Buenos Aires que,según ella,nunca le habían perdonado su casamiento,por haberles “robado” uno de los mejores candidatos.Regina,durante aquellos años,desarrolló una pasión por la jardinería.Las rosas rojas y las blancas -las flores preferidas de Marcelo- le absorbían gran parte de la mañana: protegida del sol por un sombrero de paja y con guantes apropiados,las pulverizaba.También daba rígidas instrucciones sobre el cuidado de los rosales a su jardinero,empleado que,por otra parte,estaba azorado con la vitalidad,el emprendimiento de su patrona cuando acometía la jardinería.Esas rosas,pulcramente cuidadas,las llevaba Regina todos los días 23 del mes a la Recoleta,un rito que sólo interrumpió en los últimos años de su vida,cuando su mala salud se lo impidió.En la bóveda de los Alvear se sentaba en una silla blanca (que aún está),depositaba las rosas en la tumba de Marcelo y permanecía sola,rezando o acaso recordando otras épocas.Luego,solía invitar a uno de los cuidadores de la bóveda a un restaurante en la calle Guido,próximo al cementerio.
Otra de las pasiones de Regina era la mesa.Acostumbrada,durante años,
al refinamiento de Marcelo a la sofisticación europea,en Don Torcuato reproducía ese estilo impecable.En el comedor,la mesa de caoba estilo colonial,las sillas tapizadas en cuero,los grabados ingleses,las estanterías con porcelanas que habían pertenecido al general Alvear,los candelabros de cristal,los pájaros de porcelana con picos de rubí eran ahora su mundo,los objetos con los cuales había
decidido convivir.Delia Bengolea almorzaba a menudo con ella,en esa mesa
impecablemente servida,con los platos refinados que preparaba Jeanne, sobre todo pescado,una debilidad de la dueña de casa.La galería se abría al jardín,donde todo era nuevo: los árboles,los ligustros,los rosales Contempló ese escenario en el cual viviría hasta su muerte y la punzó un agudo,inesperado,sentimiento de soledad.No tenía a nadie.Su madre,sus hermanos,Lisboa,Marcelo,la habían dejado y sólo poseía esa casa relativamente modesta y a la moda estilo californiano,con techos de tejas- y los recuerdos de una vida deslumbrante,poblada de cambios,de viajes,de honores.La quinta de Don Torcuato,sencilla,si se la comparaba con Coeur Volant,le producía,sin embargo,una rara paz.Observó cómo el jardinero podaba prolijamente los rosales que Marcelo había adorado y sintió que ésa era realmente su casa.Ella era dueña y señora de ese pequeño mundo en las afueras de Buenos Aires y,para vivir,le bastaban los recuerdos.Escuchó la música que provenía del living y descubrió su propia voz acometiendo un aria de Elixir de amor.Jeanne no había perdido la costumbre de poner esos discos.Su voz le pareció remota,como si hubieran transcurrido siglos:sonrió mientras recordaba escenarios,camarines llenos de flores y el aplauso intoxicante después de caído el telón.Qué lejanos estaban aquellos días y,sin embargo,esa aria que ahora escuchaba le había devuelto efímeramente la juventud.Sintió la ausencia de Marcelo -irremediable,definitiva- y los ojos se le empañlaron de lágrimas.
Jeanne ingresó a la galería y la descubrió emocionada.Quizá,pensó,no
debió haber puesto ese disco.Regina preguntó si el almuerzo estaba listo y se dirigió al comedor,a ocupar la cabecera de una mesa desolada.Pero la
reconfortaba ocupar ese lugar,aun estando sola.Reconocía los platos,los
cubiertos,la araña que la habían acampañado a lo largo de casi una vida, y esos objetos adquirían un sentido único,como si le devolvieran el pasado,intacto.Los platos de Limoges,comprados una mañana en Ia rue de Beaune (los había elegido ella,mientras Marcelo aprobaba silenciosamente la elección);los cubiertos de plata Tétard que había usado en Coeur Volant -los preferidos de Marcelo- aún estaban allí reafirmando ese pasado.Regina rodeada de admiradores,en sus últimos años
Recordó los consejos de algunas amigas y sonrió como si le hubieran
sugerido un desatino.No necesitaba llenar el día de actividades,vida social y obras de beneficencia para paliar la soledad.Ellas acaso no comprendían que el silencio de Don Torcuato,el recuerdo de Marcelo apilando las cerámicas cuando se construía la casa,los rosales rojos y blancos,los eternos objetos le bastaban para vivir.Esa noche,abrió el álbum de fotografías,como si necesitara recorrer nuevamente aquellos caminos de la memoria.La mera visión de Felicia,de Constanza y de José en Coeur Volant le produjo una curiosa ternura.Y aquella vez que fueron a la playa en Estoril,acaso en el verano de 1900,fotografiados en el coche a caballos que había alquilado Marcelo.Lo recordaba con sorprendente precisión,con primigenia emotividad.No necesitaba ni la febril actividad ni el abundante dinero para seguir viviendo.Sólo ese espacio con sus fantasmas.Regina,a pesar de su situación económica,vendió un costoso collar que había sobrevivido al remate de Ungaro y Barbará,y algunas otras alhajas menores.No lo hizo para vivir mejor ni para pagar cuentas atrasadas.Lo hizo para construir una pequeña iglesia,en Don Torcuato,que se llamaría San Marcelo.Qué fáciles les había resultado a ciertas matronas porteñas erigir iglesias: Mercedes Castellanos de Anchorena,el Santísimo Sacramento;María Unzué de Alvear,Santa Rosa de Lima;Adelia María Harilaos de Olmos,Las Esclavas.Les bastó con firmar un cheque.Regina,en cambio,quiso desprenderse de sus últimas alhajas.San Marcelo es una simple capilla y fue hecha por el arquitecto Martín Noel.Regina,que asistía a misa los domingos,hizo poner en las campanas dos medallas de oro de la Presidencia para que sonasen mejor.El cura párroco,quizás impresionado por la presencia de doña Regina Pacini de Alvear,se extremaba en su prédica.Regina,una vez terminado el servicio,le comentaba a Delia Bengolea: Este cura debería acortar el sermón.La construcción de San Marcelo respondió a tres motivos: su sentimiento religioso;su deseo de perpetuar la memoria de su marido y también,mostrar la misma generosidad que había visto en Marcelo a lo largo de su vida.Alvear había regalado los terrenos para la estación ferroviaria de Don Torcuato y,más aún,las hectáreas para el Club Central Córdoba,que luego se transformó en el Hindú Club,a pesar de haber disminuido notablemente su fortuna.Con los años,Regina se volvió intolerante.Creyó que la iglesia le pertenecía,por el hecho de haber aportado los fondos para su construcción.En una oportunidad,asistiendo a misa de nueve,escuchó un coro de niños que,curiosamente,la irritó.Con qué autorización cantaban,desconcentrándola,impidiéndole rezar.Ella asistía a misa no sólo por su alma,también para estar cerca de Marcelo,rezar por su memoria.Los niños,sus voces chillonas,la perturbaban.Se quejó ante el cura párroco,ordenándole que hiciera cesar los cantos.Pero el sacerdote,imperturbable,le explicó que esa era la casa de Dios,no la de Regina Pacini de Alvear.Los niños tenían derecho a estar en la iglesia,tanto como ella.Regina,viuda,vivió 23 años en La Elvira.Había visto a Marcelo construir esa casa,preocuparse por los planos,por las baldosas,por los mosaicos,con el amor y el entusiasmo de aquel que posee algo por primera vez.Una vez concluida,Alvear sólo la habitó 15 días antes de su muerte.Ella,en cambio,durante 23 años,pudo vivir de los recuerdos.Cómo olvidar el Teatro Real de Lisboa y aquel memorable debut, o su primer viaje a Buenos Aires,cuando cantó en el Politeama y conoció a Marcelo.Podía recordar Coeur Volant,las fiestas,los permanentes viajes,y también aquellos amargos momentos al cruzar el Río de la Plata rumbo a Martín García.Pero,con el tiempo,ya no recordó más.La esclerosis de las arterias y un espasmo cerebral que le hacía creer que Marcelo estaba de viaje la desconectaron del mundo y de su propia memoria.Ya ni siquiera recordaba a Felicia,esa madre que la había sostenido en los momentos de lucha,ni a Constanza,su compañera de juegos en la rua de Emenda,ni a José.Cuidada por dos colaboradores,Carmen Melé y José Valverde,vivió sus últimos años en Don Torcuato,ayudada económicamente por una pensión que le había otorgado el gobierno de Arturo Frondizi.El 18 de Septiembre de 1965,a los 94 años,falleció.Su cuerpo,frágil y pequeño,fue trasladado al féretro en brazos de Francisco Bengolea.Regina había hecho testamento.Quería favorecer a una orden religiosa en Belgrano.Sin embargo,ya anciana,revocó el testamento y su único heredero fue Néstor Fernández Llanos,que entonces era su abogado.La Elvira se vendió y todos sus objetos y muebles de valor se subastaron.Helena Blaquier de Fernández Llanos depositó en manos de Iris Marga,en la Casa del Teatro,sólo unos pocos álbumes con fotografías,libros y viejos programas de teatro.
A Regina,después de muerta,se le impuso una última humillación,
posiblemente no deliberada.Fue enterrada en el cementerio de la Recoleta, en el panteón de los Alvear,pero,durante dos años,el féretro permaneció en el suelo,en las profundidades de la bóveda.Un día fue colocada en el nicho contiguo a Marcelo.Desde ese momento,descansa junto a élñ
(Fuente: Ovidio Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
El primer encuentro de Regina con Marcelo,para ella,careció de lo que los franceses denominan coup de foudre,es decir,ese golpe de pólvora que desata misteriosamente una pasión incontrolable.Era un hombre
apuesto más,como tantos que había conocido en varias ciudades europeas y,a lo sumo,se habrá sentido halagada del asedio que practicó Marcelo a partir de su ingreso en el camarín.Pero nada más.Para él,en cambio,se trató de un desafío.Sin duda había conocido mujeres de todo tipo en Buenos Aires y en París,pero no hay que olvidar cierto espíritu de coleccionista en el joven Alvear.Qué joya deslumbrante para agregar a su colección.Había actrices,bailarinas,mujeres casadas,cocotes,
empleadas,cupletistas y,ahora,una prima donna Sólo tenía que desplegar el estilo mundano y galante que conocía bien para que Regina sucumbiera a sus irresistibles encantos aristocráticos.Le obsequió un costoso anillo y le hizo llenar el camarín de flores.Regina no se impresionó.Aun más: estaba acostumbrada a los regalos.Un diario que se publicaba en Buenos Aires en italiano enumeró los obsequios que recibió la cantante:
“Prendedor con brillantes y perlas,regalo del presidente de la
República,Julio A. Roca.Alhajero cincelado,la empresa Bernabei. Estatuilla de bronce,del señor Giudice Caruso.Bombonera con miniatura, del señor Guglielmo Caruson”.La lista incluía,además,un prendedor de oro y brillantes,un abanico,un vaso artístico,un nécessaire de oro,uno de plata y centenares de flores.También el diario señalaba:
“Un anillo con gran solitario obsequiado por un admirador que permanece en el incógnito,aunque presumimos que se trata de un gran señor, M.T.D.A.”,Las iniciales son,naturalmente,de Marcelo Torcuato de Alvear. Regina aceptó las flores.Pero devolvió el anillo.¿Lo hizo para establecer que no era fácilmente conquistable? Ni el Presidente de la República ni quienes le regalaron otros costosos obsequios tenían dobles intenciones.Alvear sí.¿O, por el contrario,su negativa a aceptar el anillo fue para provocarlo? Marcelo estaba perplejo: había sido rechazado.Un Alvear.El soltero más codiciado de Buenos Aires.Un riquísimo terrateniente.Sin embargo,volvió al Politeama a escucharla cantar,todas las funciones,y no cesó de llenarle de flores el camarín,único regalo que ella aceptaba.Comprendió,mientras Regina cantaba sus prodigiosas arias,que esa voz le llegaba al corazón: en el palco,Marcelo cerraba los ojos y se dejaba transportar por la música, por esa voz suave que lo conmovía,y hubo quienes afirmaron que las lágrimas se le deslizaban por las mejillas.También comprendió que Regina no era precisamente una cupletista,a quien se la podía
impresionar con técnicas seductoras.Era una artista de primera línea y una mujer exquisita.Durante su estada en Buenos Aires,Regina y Marcelo se vieron en circunstancias puramente formales: un banquete en alguna legación,algún recital en lo de una prominente familia.Ella se despidió del público porteño y regresó a Madrid.Se ha dicho,y la leyenda contribuyó a ello,que Marcelo la persiguió por el mundo durante 8 años hasta llevarla al altar.Aceptar esa hipótesis sería caer en esquemas simplistas.En parte,es cierto.Pero solamente en parte.Alvear concilió su necesidad de vivir en París,de viajar por Europa, con el asedio a Regina: era tan importante lo uno como lo otro.Si la Unión Cívica Radical hubiera estado en el poder en 1899 y él hubiese ocupado un cargo importante,la supuesta persecución jamás habría existido.Pero Marcelo,ese año,estaba desocupado,y sentía una necesidad imperiosa de vivir en Europa a cuerpo de rey,ya que su fortuna se lo permitía.No hay que olvidar que los porteños conformaban una sociedad joven,con escasa identidad,de una prosperidad extrema,ávidos por conocer y copiar modelos extranjeros,en particular franceses.Tampoco se puede aceptar que la siguió por todos los teatros donde ella actuó: él tenía su propia vida,sus amigos,sus actividades deportivas y,también,sus romances.Posiblemente,además de Madrid,la habrá escuchado cantar en París,Londres y Montecarlo,lugares en donde Alvear podía sentirse a sus anchas,pero cuesta creer que la haya seguido a Odesa o a Bucarest.La primera escala europea de Marcelo,después de haber partido Regina de Buenos Aires,fue Madrid: la diva,además de actuar en el Teatro Real,vivía en esa ciudad.Para Marcelo,Madrid era el lugar que lo convertía en un sudamericano respetable.Si bien,como se decía antes,un caballero se conocía en la mesa y en un salón de juego,y a él le sobraba el señorío,la presencia de Carmen y su tren de vida principesco cumplían una doble función: el palacio de la calle Serrano era
una suerte de continente donde podía sentirse a gusto,en familia,y,por otraparte,para los madrileños era el hermano de la princesa de Wrede, lo cual le abría las puertas de los mejores salones.Pero su objetivo no era social.Durante aquella temporada en España,el camarín de Regina,en el Teatro Real de Madrid,estaba lleno de flores que le enviaba Marcelo.Y si había que ir a San Sebastián,donde ella debía cantar en el Gran Casino,a beneficio de los soldados que habían intervenido en la guerra de Cuba,hacia allí partía el impetuoso Alvear.Regina,para ese entonces,estaba más que halagada.Cómo resistirse a ese hombre de 31 años,alto,apuesto y elegante.Su actividad artística la había obligado a renunciar a todo aquello por lo cual clamaba su corazón,y su vida se había limitado a estudios,ensayos,funciones y permanentes traslados.No podía darse el lujo de enamorarse.Primero estaba su carrera y debía dejar de lado les affaires de coeur. Podía,claro,tener un romance,a pesar de la perpetua presencia de su madre: una comida en un restaurante a la luz de las velas,posiblemente con zíngaros,y hasta una noche apasionada,como corresponde auna mujer de veintiocho años.Pero nada más.Al día siguiente tendría que tomar un tren y atravesar Europa,o asistir a un agotador ensayo o dar un recital en el Palacio de Oriente.Qué hombre podría soportar semejante abandono.Pero ahí estaba Marcelo de Alvear,asediándola,enviándole flores obsesivamente.Y,quizá,por primera vez;en aquel invierno madrileño,supo lo que era estar enamorada.Para Marcelo,en cambio,Regina era un trofeo mayor,como el cazador que
espera pacientemente a un ciervo hasta darle el tiro certero.Era inimaginable,en 1899,que un Alvear-al menos,para los cánones de Buenos Aires-tomara en serio a una artista.Las divas,como las actrices,por más célebres que fueran,formaban parte de las conquistas que engrosaban la historia pasional de un hombre de mundo.Si los propios reyes las tenían,por qué no un millonario sudamericano,poco después -en marzo de 1900 Alvear regresó a Buenos Aires,no se sabe si por amores contrariados con Regina,o porque ella debía cumplir compromisos artísticos en otras latitudes.Los pocos meses que pasó en la Argentina los dedicó,entre otras cosas,a coquetear con el radicalismo.A fines de 1900,30 mil hectáreas en La Pampa y 7 mil en Chacabuco constituían una riqueza inagotable,capaz de solventar cualquier extravagancia.La carne argentina,pagada a precio de oro por los frigoríficos que se habían establecido en el país,era una suerte de varita mágica que realizaba los placeres,los caprichos,las aventuras más imprevisibles.Con sólo vender quinientos terneros al año,unargentino vivía corno un rey en Europa.Marcelo amaba París y no porque esa ciudad,en aquella época,estuviera de moda o impusiera las costumbres.El idioma,la arquitectura,la cocina francesa,la seducción de las mujeres,lo atraparon desde el primer momento,y prueba de ello es que,hasta 1934 vivió varios años en París.Los demás países europeos eran meros espacios de tránsito corno los grandes centros de aguas termales,o las temporadas hípicas en Inglaterra.Y su ciudad natal,Buenos Aires,se convirtió también en una urbe transitoria.A mediados de 1901,volvió a la Argentina con su inseparable sobrino, Adams Benítez Alvear,para volver,al poco tiempo,nuevamente a París.Y como Regina debía actuar en Buenos Aires en el mes de Septiembre,emprendió otra vez el regreso.Las idas y venidas de Alvear eran consecuenciandirecta de su asedio a Regina,en Madrid,o en cualquiera de las ciudades donde ella actuaba.Y,aunque él no estuviera presente,el camarín estaba siempre lleno de sus flores.Regina,décadas después,confesó a su sobrina Delia Gowland Peralta Alvear de Bengolea,que sólo dos estímulos la hicieron vivir en aquellos días: el aplauso del público,al caer el telón,y la persecución de Marcelo.La temporada lírica de 1901,en el Teatro San Martín,en la calle Esmeralda,fue particularmente brillante.En primer lugar,porque cantaría Regina Pacini;por último,porque todo Buenos Aires estaba al tanto de su romance con Marcelo de Alvear.El diario El Tiempo,al publicar la crítica de El Barbero de Sevilla (la primera ópera que cantó esa temporada) describió así la velada: “El popular San Martín tenía anoche todo el aspecto de una sala aristocrática por excelencia.El golpe de vista primero traía a la memoria el recuerdo de las grandesveladas de la Ópera,pues era más o menos el mismo público el que ocupaba las aposentadurías.Si en vez de claros y vistosos trajes,rematados por sombreros,hubiera habido algunos escotes,la ilusión hubiera sido completa.En verdad que el pretexto de la anomalía valía la pena y merecía por cierto el homenaje.Dicho pretexto era Regina Pacini,
la eximia cantatriz que en una sola temporada supo conquistarse a todo Buenos Aires gracias no sólo a su exquisita voz,sino a su maestría en el arte del canto,del que no existe secreto alguno que ella no posea.El pretexto,en realidad,fue otro.Para quienes la ópera tenía la misma trascendencia que ir a tomar el té,o asistir a una fiesta de beneficencia,la ocasión era única.Un contingente de señoras que llenaban las columnas de las páginas de sociedad que publicaban los diarios,no dejaron una entrada sin comprar.Cómo sería la última conquista de Marcelo,esa soprano petisa y narigona,como decían las malas lenguas.Pero ahí estaba todo Buenos Aires en las plateas,en los palcos,perforándola con prismáticos y lorgnettes.Una voz sublime,dirían unos Nadie se enamora de una voz,responderían otros.El propio Marcelo desde su palco,asistió a todas las funciones que se prolongaron hasta el mes de noviembre,y donde Regina cantó en Bohème,Lucía de Lammermoor y Los Puritanos,con la cual se despidió.Todo el mundo,claro,estaba encantado con Regina.Después de todo,Marcelo era un homme du monde y una diva era a lo menos que podía aspirar.La recibieron en los salones más importantes,la
agasajaron,precisamente porque a nadie se le ocurrió que Marcelo se casaría con ella.Era impensable,absurdo.Un romance de esa naturaleza -en la medida de que se tratara de eso,nada más,no desafiaba a las reglas hispánicas,en cuanto a costumbres.Por el contrario,era bien visto.Después de semejante experiencia flamígera,Marcelo “sentaría cabeza” y elegiría a una señorita argentina,de buena familia,para formar un hogar.Mientras tanto,que se divierta.Que adquiera experiencia.Y las matronas porteñas le permitieron esa impasse,porque sabían que,tarde o temprano,sus zarpas caerían sobre el soltero más codiciado de la ciudad.Ahí estaban formando fila las “chicas” de Álzaga,Anchorena,Dorrego o Peña para llevarlo al altar.El 8 de Diciembre de 1901,Regina zarpó de Buenos Aires a bordo del Cap Verde.La próxima vez que pisara esa tierra,lo haría en calidad de señora de Alvear.Marcelo vivía prácticamente en Europa,salvo cuando realizaba sus viajes ocasionales a Buenos Aires.La visitaba en Madrid;se encontraban en París,en Montecarlo o en Londres,y en 1903 le propuso casarse: su vínculo sólo podía crecer y subsistir con el matrimonio,lo cual implicaba que ella debería abandonar su carrera artística.La persecución ya llevaba 5 años,desde aquella noche en que había cantado en Buenos Aires por primera vez,y no tenía sentido vivir separados,encontrándose fugazmente en alguna ciudad europea.Esa propuesta espantó a Regina.Había luchado toda su vida para llegar a la cumbre.Acumuló una fortuna.Era adorada por los públicos más exigentes, invitada a los palacios reales,cubierta de costosos regalos.Los diarios hablaban de ella en términos excelsos;los críticos musicales la idolatraban.Cómo dejar ese mundo de halagos,de fortuna,de ambición,de celebridad,para casarse con un sudamericano que sólo ostentaba la actividad de deportista.Nunca más cantar en el Covent Garden,en el Teatro Real de San Carlos,en la Scala de Milán.Jamás escuchar el aplauso y las ovaciones de su público,que era su máxima satisfacción,su razón de ser,su vida misma.Casarse con un argentino, sabiendo que sería rechazada por su condición de artista.Soportar los desprecios.Tirar una carrera a la que pocos podían acceder -apenas un puñado de elegidos-,reverenciados en el mundo entero.Qué garantía,qué seguridad tendría de que Marcelo no se cansara de ella y que,definitivamente fuera de un escenario,la siguiese amando.Pero su lucha,su fortuna,el placer que le brindaba el exhibicionismo,la música,los temores,las presiones de su madre y la fascinación de un escenario se estrellaban contra una única realidad de la cual no podría escapar.A esa altura,estaba enamorada hasta la desesperación-de Marcelo.Se incorporó silenciosamente,deslizándose,para evitar despertarlo.Los brazos de Marcelo aún la aprisionaban,como si no pudiera aceptar la mínima separación,ni siquiera durante el sueño.Tomó asiento al pie de la cama,se cerró la bata como si se protegiera de alguna oscura amenaza y lo contempló: dormía sin emitir un sonido,pacíficamente.Las primeras luces del alba apenas iluminaban el dormitorio de Marcelo,pero bastaban para reconocer ese espacio enclavado en la Avenue de Wagram.Cuántas noches,desde que había llegado a París,había pasado en esa habitación;cuántas palabras susurradas al oído;cuántas confesiones pronunciadas en la penumbra.Esa noche deberían separarse una vez más,como si los permanentes traslados formaran parte de ese amor que había crecido entre giras artísticas,camarines y hoteles:ahora sería Bucarest y una vez más El elixir de amor el factor de desunión.Marcelo se movió repentinamente y tanteó las sábanas.Descubrió su ausencia.Se apoyó torpemente sobre sus codos y la reconoció al pie de la cama.-Regina -susurró,mientras le tendía los brazos.Cómo resistirse a ese gesto,casi el de un niño en la cuna que quiere ser alzado.Se acurrucó a su lado,sintió el calor de ese cuerpo y descubrió que el aplauso de una sala enfervorizada era un pobre estímulo comparado con esos brazos que nuevamente la aprisionaban.Nunca sería capaz de olvidar ese
dormitorio,ni el olor a lavanda de las sábanas,ni su propia fotografía enmarcada en la mesa de luz,junto a la de los padres de Marcelo.
-Duerma,mi amor insistió él.Regina cerró los ojos para complacerlo.Pero no podía dormir.Pronto volvería al hotel donde se alojaba con su madre,para escuchar los mismos reproches,idénticas condenas.Felicia aceptaba de mala gana sus escapadasnnocturnas: había descubierto en su hija una voluntad imposible de doblegar,un desafío que no admitía tregua.De nada servían los argumentos para alejar a Marcelo de sus vidas: estaba omnipresente,ya fuera en París,en Madrid o en Bucarest.Los camarines permanentemente inundados de flores;los puntuales
telegramas;las cartas de amor que llegaban a todos los confines de Europa cuando salían de gira.Ese amanecer,mientras Marcelo dormía, sintió acaso por primera vez que algo había cambiado dentro de ella.Separarse -como lo harían esa noche implicaba otra clase de pena: no significaba sólo el dejarlo,sino,también,el estar condenada al perpetuo movimiento,a los impersonales cuartos de hotel,a la falta de la imprescindible intimidad.Cómo amaba ese dormitorio,los pocos muebles que había comprado Marcelo,las pesadas cortinas de brocato que se empecinaban en mantener la habitación en penumbras,como si quisieran aislarlos de la calle,de los peligros.Comprendió que ya no podría vivir como lo había hecho hasta entonces.Los permanentes ensayos,la emoción y el nerviosismo de un estreno,el aplauso embriagador,la seguridad y la independencia que otorga el dinero nada significaban si le faltaba el amor.Había permanecido inmóvil,sintiendo la pesada respiración de Marcelo.Supo,entonces,que su vida estaba junto a ese hombre,aun a costa de la gloria.Felicia empezó a odiar a Alvear.Lo que había sido un romance hasta cierto punto pintoresco,se transformó en la peor de las amenazas.Su hija era capaz de abandonar una carrera por un hombre que, si bien inmensamente rico,no era europeo o noble;apenas un sudamericano elegante y mundano.En aquel año de decisiones,madre e hija entraron en un torbellino de discusiones y acusaciones mutuas Felicia trató de convencerla de la locura que iba a cometer con todos los argumentos que tenía a mano,que no eran pocos.Marcelo era un diletante y pronto se cansaría de ella.En Buenos Aires nadie la recibiría.Si el matrimonio fracasaba -lo cual era probable-le sería difícil retornar su carrera de soprano.Regina sabía todo aquello.Sin embargo,prefirió perder la fortuna y la gloria.No a Marcelo.El 11 de Marzo de 1904,Regina cantó por última vez en el Teatro Real de San Carlos de Lisboa,donde había debutado aquella noche memorable,
despidiéndose para siempre de aquel escenario de la infancia.Había tornado la decisión de casarse con Marcelo de Alvear.La ovación,cuando el telón cayó,fue apoteótica;los lisboetas lamentaban perder a una diva excepcional que,de algún modo,les pertenecía.Pero sus compromisos artísticos en Bucarest,en Roma,en Nápoles,en París y en Madrid,se extendían hasta comienzos de 1907,lo cual significaba que habría que esperar tres años para concretar la boda.Tres años de separaciones,de viajes,de incertidumbre.Marcelo,en 1904,decidió establecerse definitivamente en París mientras Regina viajaba por Europa.Se instaló en un departamento en uno de los mejores barrios de la ciudad,119 Avenue de Wagram:desde ese punto se trasladaba a los teatros líricos donde ella actuaba.Alejado de la política,ajeno a la revolución radical de 1905,se dedicó a los habituales pasatiempos de los millonarios porteños en Francia:patrocinar célebres duelos en el Bois de Boulogne,o realizar un raid aéreo en globo de París a Chartres.El 22 de octubre de 1905,una nueva muerte golpearía a Marcelo:la de su hermano Ángel,que falleció en París -en elhotel Ritz- después de una larga enfermedad.Su viuda,María Unzué,una de las cinco mujeres más ricas de la Argentina,respetó el testamento de su marido,quien legaba a Marcelo extensas y valiosas tierras en las puertas de Buenos Aires,en lo que luego sería la localidad de Don Torcuato.María Unzué de Alvear no necesitaba acrecentar su fortuna.Pero tampoco estaba dispuesta aaceptar a una cantante en la familia: desde el momento en que se anunció el compromiso matrimonial,se transformó -de por vida- en enemiga mortal de Regina,a quien nunca recibiría en su casa.Por fin llegó 1907.Habían pasado tres años y Marcelo anunció su boda,que se realizaría el 29 de Abril de ese año en Lisboa,en la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación.En Buenos Aires,estalló el escándalo.Si bien todo el mundo había estado al tanto de sus intenciones matrimoniales,nadie hasta entonces creyó que las llevaría a cabo: su relación con Regina era puramente pasional y transitoria.Se olvidaría de ella y sólo sería un personaje más -célebre,claro-de un vasto anecdotario.Pero al anunciar su casamiento,Marcelo había ido demasiado lejos.Las matronas porteñas cuyas vidas transcurrían en reuniones de
beneficencia,en tés,en aburridas veladas,dieron por perdidas sus esperanzas de capturarlo para alguna de sus hijas y,peor aún,lo consideraron una ofensa.Había roto las reglas.Un caballero no se casaba con una cantante.Tampoco los señores aristocráticos vieron con buenos ojos ese desafío: había mujeres para seducir,ymujeres para llevar al altar.Así lo entendió el propio hermano de Marcelo,Carlos
Torcuato de Alvear,también intendente de Buenos Aires,como su padre, que hizo esfuerzos desesperados para evitar la inminente boda en Lisboa.Pero ninguno de los argumentos que utilizó persuadieron a Marcelo: su decisión estaba tomada,su palabra dada,y no se echaría atrás.El 28 de abril de 1907 -un día antes de la ceremonia- Regina y Felicia fueron a visitar a la reina Amelia de Portugal,en el palacio de las Necesidades.La diva se retiraba de la escena y quería despedirse de aquella mujer en quien siempre había encontrado afecto ycomprensión.Marcelo no se casaba con Regina por compromiso,ni por capricho.Esa mujer le había llegado al corazón.No pertenecía a su clase social y,además,era artista.Pero sabía reconocer a una señora y a un ser humano profundamente
cristiano,cualidades que ella poseía.En cuanto a su familia y la gente de Buenos Aires,se podía dar el lujo de ignorarlos: él era un Alvear.No concebía la vida sin Regina y así fue hasta su muerte.
(fuente Ovidio Lagos/Pasión de un Aristócrata)
Si bien los Alvear habían perdido Coeur Volant,encontraron MAR DEL PLATA una intimidad de la que carecían en Buenos Aires.
Villa Regina había sido construida por el arquitecto Baldassarini en la década del 20 y era una muestra perfecta del estilo que imperaba en esa época: paredes de piedra,techos de pizarra y hasta dos gatos de cerámica sobre el tejado.Ubicada frente al Mar del Plata Golf Club,dominaba el océano, el puerto y Playa Grande,esa lonja de arena por la cual Marcelo había caminado en soledad envuelto en su salida de baño blanca.
Claro que,a mediados de los años 30,ya no existía la playa solitaria:se
habían construido balnearios de líneas rectas y abundancia de cromados en loque los arquitectos actuales denominarían “desmesurado racionalismo” y proliferaban los toldos,las sombrillas,los restaurantes,los bares y los veraneantes.Qué diferente había sido apenas unos años atrás,cuando él era el único bañista que recorría solitariamente la playa.Tampoco Villa Regina había escapado al frenesí de la construcción.Ya no se erguía,sola,sobre la loma.Ahora estaba rodeada de otras casas,de otras voces.Sin embargo disfrutaban de MdP,de esa elegancia sudamericana,de los viejos amigos,de los paseos en automóvil o de las idas a Punta Mogotes,a bañarse en el Balneario iraboschi,donde todavía encontraban la imprescindible soledad.MdP no tenía el cosmopolitismo de Coeur Volant,ni sus ilustres visitantes.Pero se parecía a Biarritz.En realidad,se habían reproducido sobre las lomas las mismas casas normandas,y hasta la fuerza del mar y los inesperados cambios de clima erantípicos de la costa vasca francesa.Marcelo y Regina formaron parte de la generación de los bailes en el HOTEL BRISTOL,de las fiestas en el Golf,de las playas exclusivas a las que se iba en automóvil conducido por un chófer.A imitación de Europa,también había palacios cerca de MdP,con centenares de hectáreas de parque: eran las estancias,en reemplazo de los country y houses ingleses,de los châteaux franceses,a las cuales se iba a tomar el té o a comer.La Armonìa,de Josefina Unzué de Cobo,El Boqueròn,de Anchorena,oChapadmalal,de Martínez de Hoz cumplían esa función social.
El tiempo fue generoso con los Alvear: les evitó ver la destrucción,la
masificación de MdP con el correr de los años.No sólo los grandes hoteles y residencias fueron demolidos o destinados al público sindical.También,inexorable,caería la picota sobre Villa Regina
(Fuente: O.Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
El pueblo,que no forja tratados pero intuye filosóficamente,sigue con interés todas las manifestaciones gubernativas,no sin maravillarse a veces del rendimiento de su actividad.Es que se ignoran¡y esto lo saben sus familiares!,cómo el tiempo le alcanza gracias a la costumbre,poco menos que exótica entre nosotros, de la puntualidad.Así,en Mar del Plata,cuando todos creen que el Presidente se toma un bien ganado reposo,no sospechan la actividad por él desarrollada.Porque,así como ha ofrecido al blanco de la curiosidad sus actos oficiales,evidenciando serenidad y optimismo,siempre que hubieron de alternarse decorosamente nuestras virtudes republicanas con los más altos blasones de la tradición,el Dr. ALvear corrió un telón de fondo a su vida íntima.Y al verle arquetipo de mesura,los más ignoran que esa su prestancia se debe a su método en el ejercicio de múltiples ocupaciones de todo orden,sin excluir las espirituales.Es en nuestro gran balneario donde en el Presidente se renonoce al hombre digno de los griegos antiguos por su sentido de vida plena al aire libre,así como en la ciudad es el hombre del Renacimiento por su amor al humanismo y revive el donaire español que le viene de sus antepasados.Allí,libre del cumplimiento de sus múltiples deberes representativos -porque el presidente ALVEAR quiso siempre armonizar nuestros imperiosos sentimientos democráticos con las normas del decoro gubernativo,-su poder de volición le hace gustar la vida en cuanto tiene de más bello.Su oído atento lo mismo regula las palpitaciones de un motor como reconstruye las armonías dispersas de un poema musical de Strawinsky.Sus ojos pueden remansarse en la inmensidad del mar como se afinan en la vasta extensión de los “links”, donde su brazo fuerte sabe tirar “shotlong’s” y cautelosamente cumplir los “approaches” para vencer a sus rivales de golf.Mente lógica,adiestrada en el estudio de los problemas vitales del país -su gobierno,además de la conclusión de obras públicas importantísimas,tiene en su haber,entre otras, iniciativas tan útiles para el futuro de la República como la ley de arrendamientos y el régimen de cooperativas,-allí puede estudiar largamente los más complicados expedientes,porque antes sabe deambular por regiones de ensueño con un breve tomo de poesías de Shelley o de Paul Valery.Mientras en la ciudad se interesa por las discusiones de un congreso científico internacional,en MAR DEL PLATA se le ofrecen problemas complejos con los pescadores, los que resuelve con su sola presencia.Seguirlo en sus actividades es comprender su acción,ordenada para el rendimiento de las actividades más dispares en el orden físico, político y espiritual.Gracias a su vida,ejercitada en un adiestramiento constante de sus facultades,puede desintoxicarse -permítasenos la expresión-del veneno diario que le inoculan los hombres con sus grandes pasiones.Frente a la inmensidad del mar los hechos tórnanse menos graves y las cosas superpuestas sobre sus hombros, aunque pesadas,son más llevaderas.Así los grandes políticos,después de una partida de golf,afrontan sonrientes cualquier votación contraria.Sin contar las largas caminatas,donde su curiosidad siempre está alerta,el tiro al blanco,la esgrima,la equitación,la pesca y demás manifestaciones de su voluntad aligeran su espíritu.Y la fuerza de sus facultades se acrecienta en la comprensión de la belleza del relieve y la línea,del color y la forma.En MdP el Presidente acumula esa su serenidad característica.Y observada así,su personalidad justifica la confianza del pueblo,que en su sonrisa de optimismo ve reflejada la fuerza serena de su civilidad y el futuro prodigioso de la Nación.(Fuente: revista Caras y Caretas 12-2-927).
-Mis primeros recuerdos de ellos fueron cuando me exiliaron.Entonces tenia poquisimos años,y fue cuando a los viejos radicales los deporto al Brasil la dictadura de Uriburu.Yo nos los seguí: a mi me llevaron porque mi padre estaba tambien en la lista.Del viaje en el Cap de Ancona a Río de Janeiro tengo recuerdos vagos.Algo de la travesía-en especial el cruce del golfo de Santa Catalina con el clásico resultado: un comedor muy raleado,un ambiente saturado de olor a comida,y a mi hermano y a mi que nos sacaron con una servilleta en la boca vomitando por los cuatro costados y algo de las corridas en cubierta y la seducción de mirar por el ojo de buey.Los Alvear estaban en el Hotel Copacabana,y nosotros junto a los Tamborini y los Siri en unos departamentos frente al mar.Eramos los mas chicos del pelotón,y de nuestra edad no había compañía: las hijas de Siri,como las de Pueyrredon,eran señoritas,y los hijos de Andres Ferreyra ya muchachones.Jugabamos solos,y parece que con bastante escandalo y travesura,tanto que un día don Pascual le dijo a nuestra madre: María Esther,nos van a desalojar y tendremos que ir a vivir en una carpa en la playa…. Por favor,Tamborini,no lo diga fuerte,porque ese seria el sueño de ellos,y harían cualquier cosa por lograrlo.A Copacabana íbamos seguido,a veces de pasada y otras anunciadas,y generalmente con nuestra madre a visitar a Regina.Poroto Botana,quien aseguraba haber sido testigo de muchas de nuestras andanzas,hacia reír contando las formas de nuestro desparpajo y hablar confianzudo,nada menos que con el matrimonio Alvear,a quien se trataba con mucho respeto y distancia.Nosotros no.Parece ser que todo lo contrario,y es que, evidentemente,sentíamos que no hablabamos ni estábamos en presencia del ex presidente y su esposa,sino con amigos que nos trataban como tales.Después fuimos todos juntos hasta Montevideo,y volvimos a Buenos Aires.Luego de Martín García los Alvear se fueron a Europa;mi padre,a Ushuaia,con los amigos radicales confinados,y nosotros,con nuestra madre a Sierra de la Ventana a esperar que aclarara.
De ahí en mas,mis recuerdos de los Alvear saltan a MdP.Yo tenia mas años,pero seguía borrego.Nuestro chalet estaba en la cúspide de la loma de Playa Grande,y Villa Regina en la base,hacia el puerto.Todavía están.Aunque entonces descampado,y ahora ciudad,lo recuerdo a don Marcelo manejando su “topolino” (nunca supimos como hacia para entrar y salir de el),y,subiendo la cuesta,llegar a casa a conversar con mi padre,cosa que para nosotros no tenia otra trascendencia que un saludo cordial,su respuesta cariñosa,y algunas bromas que nos dejaban siempre satisfechos.Otras veces los veíamos en Playa Grande,donde tenían su carpa permanente como cualquier veraneante.Mas de una vez,de pasada al mar,le pedíamos permiso para dejar alguna ropa que nos molestaba.Lo encontrábamos sentado en aquellas sillas de mimbre,tan cómodas en la arena,leyendo un diario y sin ningún preámbulo daba su conformidad mezclada con preguntas sobre la familia.Generalmente cuando volviamos,casi al mediodía,los Alvear ya no estaban,pero no era nada díficil volverlos a ver a la tarde caminando por la Rambla como simples ciudadanos.Era cierto: eramos unos confianzudos.Es verdad que los historiadores tienen bastante de que ocuparse como para acordarse de los chicos y de sus impresiones ante los hombres importantes,pero lo que a esa edad pudimos estar con ellos sintiéndonos cómodos,tenemos una visión particular,tal vez intrascendente,con infinidad de posibilidades de no pasar a un libro, pero de un valor muy importante para nosotros.
Mientras hacia falta un discurso de Alvear para que un politicólogo entendiera algún recoveco de su pensamiento,una simple mirada,unas palabras y algun gesto cariñoso,a nosotros nos convertía en cómplices de otra historia, de trastienda,insisto,pero tan real y verdadera como la otra.La tradición lo pinta a Alvear con gesto adusto y solemne, encumbrado y autoritario,casi con toga romana conduciendo a la patria a la grandeza.Pero para mi fue todo lo contrario.Mi verdadero Alvear fue una expresión sonriente,una mirada clara y abierta,y un hablar de compinche.Y algo mas,tan importante para un chico como para que nunca lo olvide: siempre tenia buen humor.El resto son problemas de otros,de gente grande y seria.En esta actualidad tan desvaída y pobre en que vive el país,el recuerdo de Alvear,mi Alvear,caminando en la explanada del Cristo Redentor o en Pocitos o en Playa Grande o en la Rambla de MdP,con doña Regina del brazo,saludando tranquilo y amable… hasta a un chico como era yo,es algo que me reconforta.Los tiempos de la Republica naufragaron en el 30, pero los de los republicanos todaíia flotan.Si bien Marcelo T. de Alvear no desplegaba lujos durante sus vacaciones en la costa,si gustaba de la comodidad.En Alvear,de Felix Luna,se lo describe como a un gran nadador,que no se perdía ninguna temporada veraniega.Fue de los primeros en descubrir Playa Grande,y durante muchos años su carpa fue de las contadas que allí se levantaban,mientras el grueso de los turistas se apiñaba frente a la Rambla.Hacia la mitad de su periodo presidencial (1922-1928) empezó a construir en MdP,precisamente cerca de Playa Grande,un hermosa chalet bautizado Villa Regina en honor de su mujer,Regina Pacini;disgustada frecuentemente con la omnipresencia del ministro de Guerra de Alvear,Agustín P. Justo,que lo seguia a todas partes y gustaba de practicar golf y trasladar las intrigas del poder a la arena marplatense.Alvear además gustaba de la pesca y caminando en soledad, sin escolta,hasta la escollera norte,con su sombrero blanco,la valijita de aparejos en mano y la caña en la otra.Tampoco llevaba custodia a sus partidos de golf con su amigo Ricardo Cranwell,presidente del Golf Club Mar del Plata,donde tenia prioridad cuando se le ocurría jugar.(fuente: Todo es Historia/Horacio Guido-5/97)
Podemos ver a Molina Campos, diez años después, en otra exposición, también en la Galería Witcomb de la Rambla.(Fotografía aportada por el Sr. Marcelo Niño).
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/9104
A la derecha vemos a Regina Pacini junto a Marcelo T de Alvear,de los cuales en comentarios anteriores escribì:
-Regina Pacini,nació en Lisboa,Portugal,el 6 de Enero de 1871 y falleció en Buenos Aires el 18 de Septiembre de 1965,hija del barítono italiano Pietro Pacini y de la española Felisa Quinteros,estudió en París con Mathilde Marchesi debutando en 1888 en la Sonámbula de Bellini,
interpretando a Amina;como soprano fue una importante exponente de la época.En 1899 actuó en Montevideo y luego en Buenos Aires,en el teatro Politeama,donde conoció a Alvear,con quien posteriormente se casó.
Durante la 1ª Guerra Mundial residieron en París,y sus accciones le valieron la Legión de Honor del Gobierno francés.
En 1938 fundó La Casa del Teatro,un asilo con 45 habitaciones,2 pequeños museos y la sede de un teatro que hoy lleva su nombre.Se le debe a ella la construcción del templo de San Marcelo y el colegio anexo.Vivió en Rio Negro,(Actual Villa Regina),en Mar del Plata y en Don Torcuato,(gran Buenos Aires),en 1942,falleció su esposo,y vivió de una pensión nacional,donando sus bienes a obras de beneficencia.
-Alvear que conoció a Regina Pacini en Buenos Aires,la cortejó durante 8 años,enviándole constantemente flores y regalos,que ella los respondía puntualmente,la siguió hasta San Petersburgo,y luego por distintos países de Europa,hasta que consiguió que ella aceptara la propuesta de casarse,y lo hicieron el 26 de Abril de l906,recibiendo ella como flamante esposa,el regalo de una villa cercana a París con varias hectáreas de parque y que se denominaba “Manoir de Couer Volant”.
Los Alvear tienen origen Castellano,radicados en Andalucía en el siglo XVIII,los de Argentina venían de Diego Estanislao de Alvear y Ponce de León,quien fué Brigadier Gral. de la Real Armada Española,llegando al Río de la Plata en 1770,para trazar límites con Portugal.Tuvo 2 matrimonios y 20 hijos,cuando regresaba a España en 1804,el barco fue atacado por los ingleses,perdiendo a su familia,quedando el preso y el único sobreviente de sus hijos Carlos María de Alvear,quien fuera posteriormente guerrero de la Independencia y diplomático de Juan Manuel de Rosas,tuvo 10 hijos,el 5º fue Torcuato,nacido en Montevideo en 1822,que llegó a ser el primer Intendente de la Ciudad de Buenos Aires,casado con Elvira Pacheco,con quien tuvo 7 hijos,siendo el menor Maximo Marcelo de Alvear.
Alvear se crió en la Capital,en la calle Juncal 1082,barrio mas que distinguido de la época,donde las familias adineradas,que vivían hacia el sur,se trasladaron a ese sector,escapando de la fiebre amarilla de 1871.La casa tenía un hermoso portal para entrada de coches,y en general hecha con un gran lujo,numerosas habitaciones,y hasta sala de armas,sus vecinos eran entre otros,Cobo,Pereyra Iraola,Uriburu,Drago etc.Ingresa al Colegio Nacional de Buenos Aires rindiendo en 1881 2º y 3º,y en 1883 4º y 5º,sigue el bachillerato en el Colegio Nacional de Rosario,teniendo dificultades para aprender latín y griego.En 1886 se inscribe como estudiante de Derecho,pudiendo dar en el ingreso solamente Derecho Internacional Público,ya que no aprobó Introducción al Derecho,recibiéndose a duras penas en 1891.En esa época de grandes problemas políticos,se separa la Unión Cívica,quedando Alvear al lado de Alem como secretario Privado.En 1893 estaba a cargo del estado mayor de los revolucionarios,con sede en el nudo ferroviario de la estación Temperley lo acompañaban amigos del teatro y de la peluquería de Bonifacio,también hacía de guía Aurelio Bagú,ex jockey de Lomas de Zamora,quien era rengo,debido a una caída del caballo.El 30 de Julio Irigoyen partía para Las Flores,buscando el apoyo de Alvear,pero este no aparecía,ni en Retiro,ni en sus departamentos de soltero,lo encontraron posteriormente en el Teatro Lírico,y partió rapidamente,cuando se encontró con Irigoyen,llevaba tres días de combates y debajo de su sobretodo,se le veía el frac de gala,todo arrugado y polvoriento.Según sus biógrafos a los 30 años,dilapidó una inmensa fortuna,una de las mas grandes de la época,consistente en 18 mil hectáreas de la estancia de Chacabuco,100 mil de otra en la Pampa y una cercana a Bs. As. de 2500,con un total entre todas de 15 mil cabezas de ganado y 50 mil de lanares,la casa de Retiro,valuada en 400 mil pesos,la de México al 900 y la de Callao y Guido ambas valuadas cada una en 80 mil,además la herencia de su madre con tierras en las localidades de San Isidro,Escobar y Gral. Pacheco.
-Caras y Caretas,describió el 30 de Diciembre de 1922:
En cuanto salta del lecho se viste muy satisfecho
Juega al golf con elegancia,igual que lo hacía en Francia
A la Casa de Gobierno corre,que corre etern
Al entrar en su escritorio se encuentra este promontorio
Apenas se sienta y ya a las carreras se va
Llega inmediatamente se va al fútbol velozmente
Corre al puerto a las regatas pues resultan muy gratas
Y asiste a una exposición artística,de rondón
Aunque el calor le sofoca,recorre luego La Boca
Se va a visitar la escuadra mientras su perro le ladra recibe a sus adversarios y sus correligionarios
Saluda a sus relaciones y asiste a mil reuniones
Y al ver al masajista murmurando Dios me asista.
-En Marzo de 1922 la convención nacional de los radicales,dirigidos por Irigoyen,proclamó por votación la fórmula presidencial Marcelo T. de Alvear-Elpidio González,quienes triunfan en la elecciones y asumen el 12 de Octubre del mismo año.Yrigoyen pensó que Alvear seguiría su camino,pero no fue asi,ya que se distanció rapidamente y su actitud de conservador afloró,demostrando que pertenecía a la vieja oligarquía.
El gabinete estaba compuesto por familias de la alta sociedad:
José Nicolas Matienzo,como Ministro del Interior
Angel Gallardo en Relaciones Exteriores
Tomás Le Bretón en Agricultura
Eufrasio Loza en Obras Públicas
Agustín P. Justo en Guerra
Manuel Domecq García en Marina
Celestino J. Marcó en Justicia
Rafael Herrera Vegas en Justicia
En 1924 bajo la anuencia de Alvear el sector de radicales antyrigoyenista,funda la Unión Cívica Radical Antipersonalista,de esta forma se fractura el partido.La primera prueba de esta ruptura fue cuando en la inaguración del monumento a Alem,no es invitado Yrigoyen,que era su sobrino.También en 1924,Lugones en un discurso,llamado “la hora de la espada”,inicia la cuenta regresiva del golpismo futuro,en presencia del Gral. Agustín P. Justo,luego dictador de la Argentina,diciendo:
“El único remedio es acabar con la política,Adoptar un decenio de vacaciones políticas,Pacifismo,colectivismo,democracia,son sinónimos de la misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado… El estado nada tiene que ver con la libertad,su objeto es el orden”
Los radicales de corriente conservadora de esa época junto con Alvear,redujeron el gasto público que para ellos era la salud,la educación y los empleados nacionales,municipales y provinciales,quien fueron despedidos,especialmente los nombrados en la gestíon de gobierno anterior.Se oponían a las propuestas sociales de los Yrigoyenistas y socialistas,hasta Alvear vetó la ley 11278,que obligaba a pagar los salarios en moneda nacional,la que por suerte dos años despues pudo ser promulgada el 5 de agosto de 1925.(Fuente: Felipe Pigna)
-En la década del 20 los estadounidenses realizaron grandes inversiones en nuestro país,-superando a los ingleses.-En 1920 tenían 75 millones de pesos oro,llegando 7 años después a 505 millones;del año 24 al 33 se instalaron 23 empresas de EEUU,la balanza comercial,por supuesto era favorable a los del norte.El 17 de Septiembre de 1926,deciden suprimir la importación de carne Argentina aduciendo que tenía aftosa,mas la aplicación de elevados aranceles proteccionista,impedía aun mas las exportaciones.La Sociedad Rural,siempre pro-británica,exclamaba: Comprar a quien nos compra,es decir negociemos con los ingleses,lamentablemente nadie escuchaba a los sectores de Yrigoyen que pedían abrir nuevos mercados internacionales.
-En la presidencia de Alvear el Cnel. Enrique Mosconi fue Director de YPF,de esta manera condujo la primera empresa estatal de petróleo.Los radicales de corriente nacionalista sostenían que el petróleo era un bien de la nación,ya que las empresas extranjeras como Standard Oil,Shell y Astra,tenían concesiones de los gobiernos provinciales desde 1916.Los proyectos de los yrigoyenistas para sancionar la ley de la explotación exclusiva por el Estado Argentino,desestimando las empresas mixtas,lo que produjo la irritación de las extranjeras,que fomentaron el golpe de estado que se cumplió posteriormante con la caída de Yrigoyen.
-Alvear cumplió como presidente,poco antes de estallar la crisis económica de 1929,Felix Luna lo describió de esta manera:
Alvear es mas criticable por lo que no hizo,que por lo que hizo, interrumpió la obra de Yrigoyen,su gobierno tuvo mas puntos de coincidencia con el “Régimen” contra el que tantas veces había conspirado.Muchas veces autoritario y otras plagado de contradiciones. Yrigoyen había abierto dos frentes,la emancipación nacional,y la incorporación de las clases menos favorecidas a la mesa de decisiones, y por otra,la autonomía americana en la política internacional,el control de los servicios públicos y la figura de un estado contenedor de la política social.Alvear a los pocos meses de asumir alquiló en la capital,una mansión en la calle 11 de Septiembre,barrio de Belgrano,donde vivió su período de presidente.En la mitad de su gestión hizo construir el famoso chalet Villa Regina en Mar del Plata y vendió su Rolls Royce.Contrariamente al “Peludo” Yrigoyen,Alvear se mostraba en todas las fotografías posibles,en lugares de veraneo,en inaguraciones de monumentos y obras públicas,también con gente distinguida de la sociedad.
-Regina Pacini y Marcelo T. de Alvear,el dandy y la diva del canto:
Mucha gente se acercó aquel sábado 29 de Abril de 1907 a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación,construida en 1567 en el Chiado,el barrio céntrico de Lisboa,para ver de cerca una boda que prometía ser fastuosa.Se casaba Regina Pacini,la soprano ligera que era ídolo de los melómanos portugueses desde que,a los 17 años –casi dos décadas antes– había debutado en el Teatro Real de San Carlos,el coliseo operístico de Lisboa.Lo de Regina había sido debut y consagración: en la sala estaba la reina de Portugal,doña Amalia.Regina cantó La sonámbula,de Vincenzo Bellini,y el teatro se vino abajo.Del novio,en cambio,se sabía poco.Sólo que era un tal Alvear,millonario sudamericano.A las nueve en punto de la mañana se abrieron las puertas de la sacristía y una pareja avanzó hacia el altar.Pero,ante el desconcierto general,quienes aparecieron fueron… una criada y un agente de policía,rojos de vergüenza ante aquella multitud.¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban la prima donna y su novio potentado?.Marcelo Torcuato de Alvear y Regina Pacini se habían casado a las 7 de la mañana,cuando la iglesia estaba desierta.Con aquella ceremonia casi clandestina culminaba (o quizás empezaba) una historia de amor que iba a desafiar varios tabúes de la sociedad argentina.
Ella había sido llamada Regina por haber nacido el Día de Reyes de 1871.Vino al mundo en la rua de Loreto.Era hija de una andaluza,Felicia Quintero,y de un italiano,Pietro Pacini,director escénico del Real de San Carlos y autor de noventa óperas.A los dieciséis años tenía una voz de cristal.Su carrera fue imparable y conquistó todos los baluartes de la lírica: se rindieron al hechizo de su voz el Liceo de Barcelona,la Scala de Milán,la Opera de París.En el Covent Garden de Londres cantó Lucía de Lammermoor con Enrico Caruso.Aunque no fuera muy agraciada,quisieron casarse con ella millonarios y militares rusos,polacos,suecos.A todos les dijo que no,porque quería dedicarse a su carrera,y lo hizo.El primer Alvear,bisabuelo de Marcelo Torcuato,había llegado a Buenos Aires en el siglo XVIII.Su abuelo,el Gral. Carlos María de Alvear,era héroe de la independencia.Su padre,Torcuato de Alvear,había sido intendente de Buenos Aires durante la 1ª presidencia del Gral. Julio A. Roca.Marcelo Torcuato,nacido en 1868,era un joven alegre,expansivo,dicharachero.Se recibió de abogado sin problemas.Era aficionado a las parrandas,a las coristas,al goce de la noche.Un auténtico “niño bien”.Su fortuna era inmensa.No solamente la que le había legado su padre,sino la que había obtenido de su madre,Elvira Pacheco,hija del general rosista Angel Pacheco.El efectivo de Alvear a comienzos del siglo XX rondaba el millón de pesos.¡Un millón de pesos del año 1900!.Todo llevaba a Alvear a convertirse en un político de la oligarquía.Sin embargo,en 1890,un grupo de amigos,estudiantes de clase alta,entre los que estaban Carlos Rodríguez Larreta,Angel Gallardo y Octavio Pico,disconformes con el mediocre gobierno del presidente Miguel Juárez Celman,participaron en la Revolución del Parque,que fue el bautismo de fuego de la naciente Unión Cívica Radical.En esas jornadas de lucha,Marcelo trató al fogoso tribuno Leandro Alem y a un político de la parroquia de Balvanera, dieciséis años mayor que Marcelo y que iba a ser importante en su vida: Hipólito Yrigoyen.Alvear quedó marcado por aquella algarada juvenil y, con esa lealtad que le reconocen hasta sus detractores,se convirtió en militante de la nueva causa,lo que le acarreó disgustos, e incluso cárcel.Uno de los primos de Marcelo (el melómano Diego de Alvear) había escuchado a Regina Pacini en el Solís de Montevideo y le elogió a Marcelo la voz maravillosa de la jovencísima soprano ligera portuguesa. Allí estaba Marcelo en su palco del Politeama.Alto,bien plantado (era un deportista cabal,de la estirpe de los Duggan o los Newbery),con unos bigotes mosqueteriles.¿Qué sintió Marcelo cuando escuchó a Regina cantar El barbero de Sevilla? Debió de ser algo muy fuerte.Dicen que cada vez que él la escuchaba en un escenario,los ojos se le llenaban de lágrimas.Esa misma noche se enamoró perdidamente.Le mandó varias docenas de rosas rojas y blancas y una pulsera de oro y brillantes.Regina,acostumbrada a los desbordes de sus admiradores,le devolvió la pulsera y partió de regreso a Europa.Pero Marcelo no dejaría escapar esa presa.Para él,viajar a Europa era como ir al café de la esquina.Empezó a recorrer los mejores teatros de Madrid,París,Londres, Montecarlo,Budapest,Odessa,y llenaba los camarines de Regina Pacini con miles y miles de rosas rojas y blancas.
En las fiestas de las embajadas argentinas y en los salones de la aristocracia europea a los que ambos tenían acceso (él por su origen y ella por sus triunfos artísticos),Regina y Marcelo se fueron conociendo,quizás intimaron.En 1901,Regina volvió a Buenos Aires,esta vez para cantar en el teatro San Martín de la calle Esmeralda.En 1903, Marcelo,tras haberla seguido por medio mundo,se declaró y ella le dio el sí,pero puso como condición cantar cuatro años más.
Porque él,como no podía ser de otra manera en aquella época,le exigió que una vez casada dejara de cantar.Cuando finalmente se fijó fecha para la boda,la noticia consternó a la aristocracia argentina.¡Aquella portuguesa fea y bajita había enganchado al soltero de oro,al mejor partido del país por el que suspiraban las más bellas herederas,chicas de las familias Peña,Anchorena,Alzaga!.La resistencia sorda de la sociedad porteña a aceptar a la Pacini (extranjera y,lo que era entonces un pecado imperdonable,artista) afloró en su segunda visita,cuando ya Marcelo no ocultaba su amor.Días antes de la boda quinientas personas de su clase social le enviaron un telegrama al novio pidiéndole que recapacitara.Marcelo lo recibió durante la despedida de soltero,en París,y se deprimió mucho.La fiesta se convirtió en un velorio.También Felicia estuvo en contra de la boda porque no quería que su hija dejara de cantar.La tirantez entre suegra y yerno duró toda la vida.La ceremonia secreta en Lisboa fue una bofetada a los prejuicios de clase.Debe pensarse lo que significaba la familia Alvear.Aunque don Torcuato y doña Elvira ya habían muerto,los hermanos de Marcelo (uno de ellos,Carlos,era entonces intendente de Buenos Aires),sus numerosos sobrinos,primos,tíos y tías conformaban la elite social de Buenos Aires, que quedaba así excluida de participar en una ceremonia de alto valor simbólico.La noche de bodas transcurrió en el Royal Hotel,en Estoril,la ciudad del aire perfumado.La suite nupcial estaba llena de rosas y en el fonógrafo sonaba L’elisir d’amore cantado por Regina.El le hizo un regalo de bodas fabuloso: Coeur Volant,un castillo normando en Versailles,cerca de París.La pareja lo amuebló con refinamiento y lo habitó por largos años.La mejor habitación,con un piano y un atril,era como un teatro en miniatura.Desde entonces,ella cantaría para una sola persona: Marcelo.Los pocos discos que habían registrado su voz,la propia Regina los retiró de circulación. ¿Sacrificó ella su carrera? En todo caso,cantó profesionalmente durante veinte años,y si bien se retiró en su apogeo,tenía 36 años cuando se casó con un Alvear de 39.Durante cuatro años no pisaron Buenos Aires.El regreso se produjo recién en 1911.Se encontraron con un medio hostil.Un incidente grave se produjo durante la fiesta de bodas de Elvirita de Alvear,en El Talar de Pacheco.Ninguna mujer le hablaba a Regina.Dicen que Marcelo,cuya fama de mujeriego siempre había sido amplia,le dijo a su esposa,indignado: “No te preocupés Regina,que a todas éstas yo les levanté las polleras”.Que Alvear fuera así nunca le preocupó a Regina,porque sabía que siempre volvería con ella.Vivieron juntos durante 35 años.No tuvieron hijos,y ella lo acompañó,en las duras y en las maduras.Fue el general Julio A. Roca quien rompió el cerco social cuando,en una recepción oficial,se acercó a Regina para conversar amablemente con ella.Desde entonces,la guerra contra la advenediza se atenuó.En 1912,Marcelo fue elegido diputado.Su actuación no pasó de discreta.Era entonces muy mal orador (recién en su madurez adquirió la destreza y el gusto de hablar para multitudes).Cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia,en 1916,nombró a Alvear ministro plenipotenciario en París.Secundado por Regina,su desempeño fue brillante: los principales políticos franceses,Raymond Poincaré, Georges Clemenceau,frecuentaban Coeur Volant.Cuando,en 1922,Yrigoyen designó sucesor –su palabra era orden para la convención radical–,el dedazo del Peludo recayó en Marcelo,algo que muchos no podían creer. Contaba Ramón Columba,taquígrafo parlamentario y caricaturista político,que la gente se decía: ¿Marcelo presidente? Y lanzaban una carcajada.¿Por qué Yrigoyen eligió a Alvear como su sucesor? Es cierto que aquél tenía por Marcelo una debilidad personal,y apreciaba su energía y coraje,así como su inclaudicable optimismo.Los historiadores tienen diferentes explicaciones sobre el gesto de Yrigoyen,pero prevalece la idea de que quiso dejar en la Rosada a un hombre leal,y asegurarse de que,en 1928,al término de seis años,le devolviese el poder.Marcelo parecía predestinado al éxito.Le tocó gobernar durante los años de bonanza que fueron de 1922 a 1928.La Argentina creció a buen ritmo y no hubo grandes conflictos.Fue la última década feliz de una Argentina opulenta.Presidió incontables inauguraciones,recepciones y fiestas.A su lado,Regina fue una primera dama discreta,que apoyó las actividades culturales con entusiasmo.Infaltable en las funciones del Colón,la pareja presidencial atravesó una época de fermentos creativos. Los jóvenes escritores apreciaban a un presidente que asistía a las lecturas poéticas en el Tortoni,frecuentado por vates vanguardistas como Jorge Luis Borges o comunistas como Raúl González Tuñón.En cuanto a Victoria Ocampo,con quien se dice que Marcelo tuvo un affaire,lo adoraba: lo definió como un ser inverosímilmente perfecto.Regina es recordada por una obra en la que se empeñó a fondo,con el pleno apoyo de su marido: la Casa del Teatro,inaugurada en 1938,un lugar para que los teatristas terminen con dignidad su vida.¿Cuál fue el rol político de Regina? Es difícil decirlo,por el pudor y la discreción que la distinguían.Ella no creó un nuevo Marcelo,aunque la figura de Regina se agigantó durante los últimos diez años de Alvear,cuando la buena fortuna se trocó en infelicidad para el país y en duras pruebas para la pareja.Un biógrafo de Agustín P. Justo cuenta que este general,que fue el ministro de guerra de Alvear,había adquirido su chalet de la avenida Federico Lacroze,en Belgrano,para estar cerca de la que era entonces la residencia de los Alvear,y que frecuentaba cada día la casa del presidente para congraciarse con éste. La intuición de Regina le decía que había algo tortuoso en la sumisión de Justo,a quien no soportaba.En 1932,el gobierno surgido del golpe de Estado proscribió la candidatura de Alvear para favorecer a Justo.Ya en el gobierno,que ocupó de 1932 a 1938,Agustín P. Justo encarceló a Alvear en Martín García.Entonces afloró la fibra de Regina.Durante el terrible verano del 33,que Marcelo pasó preso en un barracón de la isla,agobiado por los mosquitos y bañándose en una única canilla con otros centenares de detenidos políticos,Regina cruzó más de cincuenta veces el río en una barca,a veces desafiando furiosos oleajes,para llevar mudas,comida y aliento a su marido.En 1938,los radicales proclamaron la fórmula Alvear-Mosca,y allí fue Marcelo,enhiesto aunque ya casi setentón,a recorrer el país como un principiante,hostilizado por las patotas conservadoras,la policía brava y algunos radicales yrigoyenistas que lo tachaban de traidor, mientras que ganaba la admiración de muchos argentinos por no claudicar en la lucha contra el fraude,ese flagelo que,finalmente,le birló el triunfo y consagró presidente a Roberto Ortiz.Alvear había perdido casi toda su fortuna,en parte por su vida de lujos y placeres,en parte porque la política se la había comido.Al morir,le quedaban Villa Regina,su residencia de Mar del Plata (hipotecada); Villa Elvira,en Don Torcuato (la hizo construir en 1942,la bautizó en recuerdo de su madre y sólo vivió allí quince días),un auto Buick 41 y un capital de 150 mil pesos,cifra ya consumida por la inflación.El 23 de Marzo de 1942, Marcelo,fulminado por una crisis cardíaca,terminó sus días en Don Torcuato.A su lado,la mano en la mano,estaba Regina Pacini.
Ella lo sobrevivió largos años.Se refugió en Villa Elvira.Murió en 1965,a los 95 años El día 23 de cada mes,Regina iba a la Recoleta y le llevaba a su marido un gran ramo de rosas blancas y rojas.Se sentaba en una sillita en el interior de la bóveda y pasaba largo rato allí.Sus labios se movían,las lágrimas le afloraban a los ojos como si hablara con Marcelo,como si pronunciara palabras de amor.(fuente: La Nación 9-1-2005).
A mediados de 1941,mientras se construía la casa en Don Torcuato,Marcelo comenzó a tener serios problemas cardiovasculares y debió pedir licencia al Partido (después de haberme jodido durante diez años,solía decir).Aun así,se trasladó a Mar del Plata durante el verano.Pero el aire de mar no contribuyó a mejorarlo.A pesar de las advertencias de sus dos médicos de cabecera en Buenos Aires,Castex y Battro,Alvear proseguía con sus tareas habituales como si,en realidad,no estuviera enfermo: iba al cine,paseaba el perro.Un médico pariente de D’Andrea Mohr,residente en Mar del Plata,se opuso a los excesos de Marcelo: necesitaba reposo y tintura de jalape.Regina siempre había desconfiado del diagnóstico,que atribuía a Marcelo una enfermedad cardiovascular.Una vez le preguntó a Battro si su marido tenía cáncer y el médico vaciló.Sin embargo,en Mar del Plata,Giordano Etchegoyen,a cargo de la enfermedad de Marcelo,confirmó el cuadro cardíaco.De esas dudas,de la falta de una sintomatología que revelase una enfermedad cardio-renal (el verdadero problema de Alvear surgió la improbable teoría de que había sido mal atendido con oscuros fines políticos: la desaparición de Alvear y de Ortiz -sostienen los que sospechan una conjura favorecía los intereses nazis en la Argentina.A principios de Marzo de 1942 Regina y Marcelo regresaron a Buenos Aires,a Don Torcuato.La salud de Alvear había empeorado dramáticamente,hasta tal punto que el propio Battro había ordenado que no se le hablara de política para evitarle preocupaciones.Las elecciones del 1º de Marzo para diputados nacionales habían sido desastrosas para la Unión Cívica Radical en la Capital Federal y en otros distritos,lo cual fue aprovechado por los sectores intransigentes; el Partido debía reestructurarse: el penoso resultado de los comicios,era la mejor prueba de ello.El Comité Nacional se reúne el 12 de Marzo y uno de sus máximos dirigentes,José Tamborini,renuncia para facilitar la reorganización del Partido,presionado por los sectores intransigentes.Nadie se animaba a comunicarle a Marcelo,próximo a entrar en la agonía,que había triunfado la tendencia partidaria contra la cual tanto había luchado en los últimosaños.El mensajero fue Guillermo D’ Andrea Mohr.
Cuando me dirigía a Don Torcuato -recuerda-,no sabía si decirle la
verdad.Con su salud quebrada,era la peor de las noticias.Llegué al mediodía y lo encontré en su silla de ruedas,delgado y pálido.Cómo decírselo Me armé de fuerzas y le dije: Renunció Tamborini.Alvear casi instantáneamente me ordenó: Tomá nota Y ahí sin más,redactó su renuncia. Volví precipitadamente a la reunión del Comité Nacional con esa bomba en la mano,mientras los radicales debatían -como siempre- si se intervenían todos los distritos o sólo aquellos que lo pidieran El Comité Nacional enterado,resolvió trasladarse a Don Torcuato a transmitirle al presidente del Partido el rechazo de su renuncia.Se encontraron con Regina,que les prohibió el acceso al dormitorio de Marcelo: su salud se deterioraba rápidamente y cualquier emoción podía resultar fatal.Pero Alvear escuchó las voces que provienen del porch,quizás intuyendo que el Comité Nacional no lo dejaría morir con la humillación de ver aceptada su renuncia.
-¿Qué pasa,muchachos? -preguntó débilmente Marcelo.Regina les implora que no le digan nada que lo dejen descansar.Dr. le dije,vienen rechazar su renuncia.Marcelo se había bajado de la cama y estaba con los pies en el suelo.¡Tarde piaste! exclamó.Pero no importa,muchachos.Ustedes van a ver
cómo este viejo,tal vez con un pie en la tumba,y sin tal vez,le hace todavía un servicio a su país y a su partido.Es como el rosal de la biblia que ya marchito revive al menor contacto de la mano milagrosa.
Regina entró en el dormitorio y los contempló enojada.Esto es lo que quería evitar,dice,le hace mal.-Regina…dejáme vivir… o querés que me pegue un tiro….El 23 de Marzo,a la medianoche Marcelo agonizaba.A su lado estaba Regina,contemplando a ese hombre por el cual había dejado todo en la vida.Qué sería ahora de ella,sin esa voz,sin esa presencia.Lo había amado desde aquella noche en que le llenó de flores el camarín del Teatro Politeama,lo había comprendido y hasta lo había perdonado.Pudo escuchar, poco antes de entrar en el sueño agónico,lo que ella ya sabía: Regina… fuiste el gran amor de mi vida.Y ella se había limitado a tomarle la mano,sin siquiera poder cantarle esas arias de La Sonámbula o de Lucía de Lammermoor que lo conmovían hasta las lágrimas.Esa música,privadamente cantada,sólo para él,que lo había deleitado a lo largo de 35 años,ahora podía hacerle mal.Debió callar.Poco después de la medianoche,Marcelo murió.Sólo se oyó un sollozo entrecortado que resonó en ese dormitorio casi monacal.Regina lo había perdido para siempre.El primer problema que surgió después de la muerte de Alvear fue protocolar: dónde sería velado.Había quienes opinaban que debía hacerse en Don Torcuato,otros en el Estrugamou,pero finalmente prevaleció el criterio de Regina: se lo velaría en la Casa Rosada,propuesta que había partido del propio presidente Ramón Castillo.Como suele suceder,el día del velorio Marcelo de Alvear parecía no haber tenido un solo enemigo en su vida: ahí estaban los conservadores,los que lo habían atacado,los que habían instaurado el fraude electoral en el país,privándolo de ser nuevamente presidente.Se deshacían en alabanzas,en panegíricos,en loas a ese gran espíritu democrático,a ese patriota excepcional.Hasta el ex presidente Agustín P. Justo,que lo había encarcelado,que le había hecho conocer la sordidez de Martín García,que lo había hecho deportar,se presentó en la Casa Rosada a manifestar sus condolencias.Francisco Carcavallo,hijo de Pascual,íntimo amigo de Alvear,recuerda haber asistido al velatorio.Reconocí a Justo,vestido con saco negro,chaleco blanco pantalón de fantasía polainas y zapatos negros,y su presencia me pareció francamente ofensiva Me acerqué y le dije de muy mal modo: ¡Cómo se atreve a estar aquí! ¡Váyase antes que lo eche.Justo no tuvo otra alternativa que abandonar la casa de gobierno.Había muerto un ex Presidente,descendiente de próceres.Su abuelo había vencido en Ituzaingó y era la médula de la historia argentina;su padre había transformado a Buenos Aires en una ciudad europea.Cómo estar ausente.Por culpa,o por esnobismo,todos aquellos a quienes se les debió haber negado la entrada presentaron sus condolencias a Regina.Y ella las aceptó,a pesar de conocerlos bien,de saber cuánto daño le habían hecho a Marcelo y al país.Así como entendió que sólo podía ser velado en la Casa Rosada -era el lugar que le correspondía- también comprendió que tenía que estar más allá de las ignominias,de las infamias.Como señora de Alvear, como viuda de un ex presidente,como mujer del argentino que más prestigio tenía en Europa,actuó con un notable sentido del protocolo,lo cual no significaba que hubiera olvidado o perdonado.El traslado de Alvear al cementerio de la Recoleta reveló hasta qué punto el pueblo había sentido esa muerte.El ataúd fue sacado de la cureña y, sostenido por manos anónimas,desfiló por las calles de Buenos Aires,acompañado por consignas,por cantos,por gritos en contra del gobierno.Era el pueblo mismo el que lo acompañaba en su último viaje,a pesar de haber acusado a Marcelo de estar lejos de sus necesidades.Quizá,profundamente,la multitud sintió que había perdido definitivamente la esperanza.Ausente Alvear,quién dirigiría los destinos de esa república errática,en quién creer.La carencia de líderes era absoluta.Por eso,durante el traslado del féretro a la Recoleta,la indignación¡el resentimiento de un pueblo se puso de manifiesto y la policía estuvo a punto de intervenir violentamente para apaciguar los ánimos.No fue necesario.Marcelo fue enterrado en la primera bóveda,a la izquierda,apenas se ingresa en el cementerio,debajo de Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco,sus padres.Allí descansa.Pero el impacto de la muerte de Alvear pronto pasó.Al Edificio Estrugamou seguía llegando gente a darle el pésame a Regina.Ese despliegue de cortesía,ese tener que escuchar y responder,seguramente le ayudó a no pensar en el inminente futuro,en la innegable realidad de que,a los setenta y un años,estaba irremediablemente sola.No siempre,sin embargo,perdonó a quienes la habían ofendido.María Unzué de Alvear,cuñada de Marcelo (viuda de Ángel de Alvear),era en Buenos Aires una suerte de institución: inmensamente rica -su estancia,San Jacinto,tenía setenta mil hectáreas de la mejor tierra-,había dedicado su vida a las obras benéficas Su palacio en la Avenida Alvear,esquina Libertad,era el epicentro,el non plus ultra de la aristocracia: allí no entraban personas divorciadas ni aquellas de vida ligeramente cuestionable.Era el templo de la elegancia de la tradición,del catolicismo.María Unzué de Alvear jamás recibió a Regina en su casa: el casamiento de Marcelo con una cantante estaba muy por debajo de sus cánones éticos y sociales.Pero el tiempo había pasado,Alvear había muerto y consideró que era hora de acercarse a Regina en otros
términos.Decidió ir a visitarla al Edificio Estrugamou a darle el pésame.Para Regina,el piso de la calle Juncal no era la Casa Rosada,donde debió recibir las condolencias hasta de sus propios enemigos Era sin más,su casa.Y decidió no recibir a María Unzué de Alvear,la primera matrona porteña,la mujer más rica de la Argentina, la que aspiraba a un marquesado pontificio por sus obras de bien.Regina a esa altura de su vida,no la necesitaba;aún más: podía darse el lujo de elegir a quién,de ahora en más,dirigiría la palabra.Las visitas de pésame llegaron a su fin.Regina debió enfrentar no sólo la soledad,sino también su precaria situación económica.La gran fortuna de Marcelo,las miles de hectáreas en La Pampa y en Chacabuco,Coeur Volant y hasta las tierras de Don Torcuato se habían esfumado,y el legado se reducía a Villa Regina,en Mar del Plsta (hipotecada),la casa de Don y los 6 lotes,un automóvil Buick 1941,y 150 mil pesos.Eso era todo.Para qué seguir viviendo en el Estrugamou,si Marcelo ya no estaba Qué sentido tenía el conservar
muebles,platería,vajilla,pieles,si estaba absolutamente sola.Acaso bien asesorada por Tito Rapallo,que había sido administrador de Alvear,decidió vender gran parte de su mobiliario y con el producto del remate,construir seis casas pequeñas,para renta,en Don Torcuato.Sin embargo,rematar aquellos objetos que formaban parte de su historia,de su relación con Marcelo,debió haberle sido particularmente doloroso.La subasta se realizó en Diciembre de 1942 y estuvo a cargo de la firma Ungaro & Barbará.
Todo lo que había atesorado desde Coeur Volant estaba a la venta.En la
sala de remates alternaba La Francia,escultura de Rodin con Psyché et les
amours,de Falconet y con la gigantesca tapicería de Flandes del siglo XVIII.El piano Steinway donde habían tocado Paderewsky y Baccahus.La mesa de comedor inglesa que había pertenecido a Torcuato de Alvear,a la cual se habían sentado el general Mitre,Roca,Alem,Yrigoyen;cuando Marcelo la trasladó a París,siendo embajador,comieron alrededor de esa
mesa la reina Amelia de Portugal,el príncipe de Gales,el príncipe de Saboya,el mariscal Foch,el mariscal Joffre y así,chiffoniers,écrans, platería,la estupendancolección de objetos chinos,cristal de baccarat, las esculturas de artistas argentinos,como Curatella Manes,Fioravanti y Alberto Lagos,tapados de visón,zorros blancos y grises martas cibelinas y una capa de chinchilla real.También,una radio-victrola Clarion,empotrada en un mueble de caoba y hasta los prismáticos Zeiss que Marcelo llevaba al hipódromo.Ya no necesitaba esos objetos.Guardó,en cambio,aquellos muebles de los cuales no quiso desprenderse,por preferencia o por los recuerdos que le suscitaban.Los llevó a Don Torcuato,adonde se recluiría por el resto de sus días.Qué sentido tenía,para ella,vivir en Buenos Aires,hacer vida social,cuando a lo largo de una vida apenas había cultivado un puñado de amigas,cuando había evitado a los porteños que tanto daño le habían hecho.Ahora era una mujer mayor,viuda y sin hijos; se rodearía de aquellas personas que verdaderamente la
habían acompañado,es decir,Jeanne,su gobernanta de las primeras épocas de
Coeur Volant,y Gabriel algo envejecido,pero siempre fiel.
Jeanne fue una relación importante en la vida de Regina.Existía,por parte
de la gobernanta,una fidelidad,una lealtad y un grado de comprensión que era una característica de la servidumbre de aquella época.Al mudarse a Don
Torcuato,Jeanne supo que la situación económica de Regina era paupérrima, si se la comparaba con el tren de vida que habían llevado los Alvear en Europa.Pero esa francesa que les había dedicado su vida sabía adaptarse a todo.Las épocas de una abundante servidumbre,con tareas específicas, habían pasado y tuvo que desdoblarse en tareas inimaginables en el pasado.Debió hacer trabajos múltiples,como manejar el automóvil,hacer de mucama de Madame y pagar las cuentas.En 1945,Francisco Bengolea y su mujer,Delia Gowland Peralta Alvear,recién casados,vivieron durante dos años en una pequeña casa.living-room y un dormitorio,que les prestó Regina en el parque de La Elvira.Delia la visitaba a diario.Regina se sentaba junto a la chimenea de mosaicos,tejía crochet mientras su perro,un skye-terrier,descansaba por lo general en su falda,a pesar de tener una canasta.Esas conversaciones aún las recuerda Delia Bengolea.Regina no era sociable -dice- cuando vivía en Don Torcuato tenía pocos amigos.La quería mucho a mi madre (Carlota Peralta Alvear de Gowland) y una vez por semana iba a visitarla a Buenos Aires en el Buick.A La Elvira iba poca gente: María Teresa Pearson de Álzaga, madame Liniers,Martín Noel y Elena Necol,Pascual Carcavallo.Eran sus amigos de siempre.También solía visitarla Guillermo D’Andrea Mohr (ex secretario de Alvear) con su hijo que entonces tenía 5 años.El niño se sienta en una bergère en el living y Regina le dice: Elegís bien: ése era el sillón preferido de Clemenceau.Regina tenía un enorme sentido del humor y hablaba con acento español,usando palabras castizas.Utilizaba algunas -y no muy santas- que le había escuchado decir a Marcelo.En realidad,cuando hablaba de él,siempre se refería a “mi Marcelo”.A pesar de que los años habían pasado,hacía comentarios ácidos sobre ciertas señoras de Buenos Aires que,según ella,nunca le habían perdonado su casamiento,por haberles “robado” uno de los mejores candidatos.Regina,durante aquellos años,desarrolló una pasión por la jardinería.Las rosas rojas y las blancas -las flores preferidas de Marcelo- le absorbían gran parte de la mañana: protegida del sol por un sombrero de paja y con guantes apropiados,las pulverizaba.También daba rígidas instrucciones sobre el cuidado de los rosales a su jardinero,empleado que,por otra parte,estaba azorado con la vitalidad,el emprendimiento de su patrona cuando acometía la jardinería.Esas rosas,pulcramente cuidadas,las llevaba Regina todos los días 23 del mes a la Recoleta,un rito que sólo interrumpió en los últimos años de su vida,cuando su mala salud se lo impidió.En la bóveda de los Alvear se sentaba en una silla blanca (que aún está),depositaba las rosas en la tumba de Marcelo y permanecía sola,rezando o acaso recordando otras épocas.Luego,solía invitar a uno de los cuidadores de la bóveda a un restaurante en la calle Guido,próximo al cementerio.
Otra de las pasiones de Regina era la mesa.Acostumbrada,durante años,
al refinamiento de Marcelo a la sofisticación europea,en Don Torcuato reproducía ese estilo impecable.En el comedor,la mesa de caoba estilo colonial,las sillas tapizadas en cuero,los grabados ingleses,las estanterías con porcelanas que habían pertenecido al general Alvear,los candelabros de cristal,los pájaros de porcelana con picos de rubí eran ahora su mundo,los objetos con los cuales había
decidido convivir.Delia Bengolea almorzaba a menudo con ella,en esa mesa
impecablemente servida,con los platos refinados que preparaba Jeanne, sobre todo pescado,una debilidad de la dueña de casa.La galería se abría al jardín,donde todo era nuevo: los árboles,los ligustros,los rosales Contempló ese escenario en el cual viviría hasta su muerte y la punzó un agudo,inesperado,sentimiento de soledad.No tenía a nadie.Su madre,sus hermanos,Lisboa,Marcelo,la habían dejado y sólo poseía esa casa relativamente modesta y a la moda estilo californiano,con techos de tejas- y los recuerdos de una vida deslumbrante,poblada de cambios,de viajes,de honores.La quinta de Don Torcuato,sencilla,si se la comparaba con Coeur Volant,le producía,sin embargo,una rara paz.Observó cómo el jardinero podaba prolijamente los rosales que Marcelo había adorado y sintió que ésa era realmente su casa.Ella era dueña y señora de ese pequeño mundo en las afueras de Buenos Aires y,para vivir,le bastaban los recuerdos.Escuchó la música que provenía del living y descubrió su propia voz acometiendo un aria de Elixir de amor.Jeanne no había perdido la costumbre de poner esos discos.Su voz le pareció remota,como si hubieran transcurrido siglos:sonrió mientras recordaba escenarios,camarines llenos de flores y el aplauso intoxicante después de caído el telón.Qué lejanos estaban aquellos días y,sin embargo,esa aria que ahora escuchaba le había devuelto efímeramente la juventud.Sintió la ausencia de Marcelo -irremediable,definitiva- y los ojos se le empañlaron de lágrimas.
Jeanne ingresó a la galería y la descubrió emocionada.Quizá,pensó,no
debió haber puesto ese disco.Regina preguntó si el almuerzo estaba listo y se dirigió al comedor,a ocupar la cabecera de una mesa desolada.Pero la
reconfortaba ocupar ese lugar,aun estando sola.Reconocía los platos,los
cubiertos,la araña que la habían acampañado a lo largo de casi una vida, y esos objetos adquirían un sentido único,como si le devolvieran el pasado,intacto.Los platos de Limoges,comprados una mañana en Ia rue de Beaune (los había elegido ella,mientras Marcelo aprobaba silenciosamente la elección);los cubiertos de plata Tétard que había usado en Coeur Volant -los preferidos de Marcelo- aún estaban allí reafirmando ese pasado.Regina rodeada de admiradores,en sus últimos años
Recordó los consejos de algunas amigas y sonrió como si le hubieran
sugerido un desatino.No necesitaba llenar el día de actividades,vida social y obras de beneficencia para paliar la soledad.Ellas acaso no comprendían que el silencio de Don Torcuato,el recuerdo de Marcelo apilando las cerámicas cuando se construía la casa,los rosales rojos y blancos,los eternos objetos le bastaban para vivir.Esa noche,abrió el álbum de fotografías,como si necesitara recorrer nuevamente aquellos caminos de la memoria.La mera visión de Felicia,de Constanza y de José en Coeur Volant le produjo una curiosa ternura.Y aquella vez que fueron a la playa en Estoril,acaso en el verano de 1900,fotografiados en el coche a caballos que había alquilado Marcelo.Lo recordaba con sorprendente precisión,con primigenia emotividad.No necesitaba ni la febril actividad ni el abundante dinero para seguir viviendo.Sólo ese espacio con sus fantasmas.Regina,a pesar de su situación económica,vendió un costoso collar que había sobrevivido al remate de Ungaro y Barbará,y algunas otras alhajas menores.No lo hizo para vivir mejor ni para pagar cuentas atrasadas.Lo hizo para construir una pequeña iglesia,en Don Torcuato,que se llamaría San Marcelo.Qué fáciles les había resultado a ciertas matronas porteñas erigir iglesias: Mercedes Castellanos de Anchorena,el Santísimo Sacramento;María Unzué de Alvear,Santa Rosa de Lima;Adelia María Harilaos de Olmos,Las Esclavas.Les bastó con firmar un cheque.Regina,en cambio,quiso desprenderse de sus últimas alhajas.San Marcelo es una simple capilla y fue hecha por el arquitecto Martín Noel.Regina,que asistía a misa los domingos,hizo poner en las campanas dos medallas de oro de la Presidencia para que sonasen mejor.El cura párroco,quizás impresionado por la presencia de doña Regina Pacini de Alvear,se extremaba en su prédica.Regina,una vez terminado el servicio,le comentaba a Delia Bengolea: Este cura debería acortar el sermón.La construcción de San Marcelo respondió a tres motivos: su sentimiento religioso;su deseo de perpetuar la memoria de su marido y también,mostrar la misma generosidad que había visto en Marcelo a lo largo de su vida.Alvear había regalado los terrenos para la estación ferroviaria de Don Torcuato y,más aún,las hectáreas para el Club Central Córdoba,que luego se transformó en el Hindú Club,a pesar de haber disminuido notablemente su fortuna.Con los años,Regina se volvió intolerante.Creyó que la iglesia le pertenecía,por el hecho de haber aportado los fondos para su construcción.En una oportunidad,asistiendo a misa de nueve,escuchó un coro de niños que,curiosamente,la irritó.Con qué autorización cantaban,desconcentrándola,impidiéndole rezar.Ella asistía a misa no sólo por su alma,también para estar cerca de Marcelo,rezar por su memoria.Los niños,sus voces chillonas,la perturbaban.Se quejó ante el cura párroco,ordenándole que hiciera cesar los cantos.Pero el sacerdote,imperturbable,le explicó que esa era la casa de Dios,no la de Regina Pacini de Alvear.Los niños tenían derecho a estar en la iglesia,tanto como ella.Regina,viuda,vivió 23 años en La Elvira.Había visto a Marcelo construir esa casa,preocuparse por los planos,por las baldosas,por los mosaicos,con el amor y el entusiasmo de aquel que posee algo por primera vez.Una vez concluida,Alvear sólo la habitó 15 días antes de su muerte.Ella,en cambio,durante 23 años,pudo vivir de los recuerdos.Cómo olvidar el Teatro Real de Lisboa y aquel memorable debut, o su primer viaje a Buenos Aires,cuando cantó en el Politeama y conoció a Marcelo.Podía recordar Coeur Volant,las fiestas,los permanentes viajes,y también aquellos amargos momentos al cruzar el Río de la Plata rumbo a Martín García.Pero,con el tiempo,ya no recordó más.La esclerosis de las arterias y un espasmo cerebral que le hacía creer que Marcelo estaba de viaje la desconectaron del mundo y de su propia memoria.Ya ni siquiera recordaba a Felicia,esa madre que la había sostenido en los momentos de lucha,ni a Constanza,su compañera de juegos en la rua de Emenda,ni a José.Cuidada por dos colaboradores,Carmen Melé y José Valverde,vivió sus últimos años en Don Torcuato,ayudada económicamente por una pensión que le había otorgado el gobierno de Arturo Frondizi.El 18 de Septiembre de 1965,a los 94 años,falleció.Su cuerpo,frágil y pequeño,fue trasladado al féretro en brazos de Francisco Bengolea.Regina había hecho testamento.Quería favorecer a una orden religiosa en Belgrano.Sin embargo,ya anciana,revocó el testamento y su único heredero fue Néstor Fernández Llanos,que entonces era su abogado.La Elvira se vendió y todos sus objetos y muebles de valor se subastaron.Helena Blaquier de Fernández Llanos depositó en manos de Iris Marga,en la Casa del Teatro,sólo unos pocos álbumes con fotografías,libros y viejos programas de teatro.
A Regina,después de muerta,se le impuso una última humillación,
posiblemente no deliberada.Fue enterrada en el cementerio de la Recoleta, en el panteón de los Alvear,pero,durante dos años,el féretro permaneció en el suelo,en las profundidades de la bóveda.Un día fue colocada en el nicho contiguo a Marcelo.Desde ese momento,descansa junto a élñ
(Fuente: Ovidio Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
El primer encuentro de Regina con Marcelo,para ella,careció de lo que los franceses denominan coup de foudre,es decir,ese golpe de pólvora que desata misteriosamente una pasión incontrolable.Era un hombre
apuesto más,como tantos que había conocido en varias ciudades europeas y,a lo sumo,se habrá sentido halagada del asedio que practicó Marcelo a partir de su ingreso en el camarín.Pero nada más.Para él,en cambio,se trató de un desafío.Sin duda había conocido mujeres de todo tipo en Buenos Aires y en París,pero no hay que olvidar cierto espíritu de coleccionista en el joven Alvear.Qué joya deslumbrante para agregar a su colección.Había actrices,bailarinas,mujeres casadas,cocotes,
empleadas,cupletistas y,ahora,una prima donna Sólo tenía que desplegar el estilo mundano y galante que conocía bien para que Regina sucumbiera a sus irresistibles encantos aristocráticos.Le obsequió un costoso anillo y le hizo llenar el camarín de flores.Regina no se impresionó.Aun más: estaba acostumbrada a los regalos.Un diario que se publicaba en Buenos Aires en italiano enumeró los obsequios que recibió la cantante:
“Prendedor con brillantes y perlas,regalo del presidente de la
República,Julio A. Roca.Alhajero cincelado,la empresa Bernabei. Estatuilla de bronce,del señor Giudice Caruso.Bombonera con miniatura, del señor Guglielmo Caruson”.La lista incluía,además,un prendedor de oro y brillantes,un abanico,un vaso artístico,un nécessaire de oro,uno de plata y centenares de flores.También el diario señalaba:
“Un anillo con gran solitario obsequiado por un admirador que permanece en el incógnito,aunque presumimos que se trata de un gran señor, M.T.D.A.”,Las iniciales son,naturalmente,de Marcelo Torcuato de Alvear. Regina aceptó las flores.Pero devolvió el anillo.¿Lo hizo para establecer que no era fácilmente conquistable? Ni el Presidente de la República ni quienes le regalaron otros costosos obsequios tenían dobles intenciones.Alvear sí.¿O, por el contrario,su negativa a aceptar el anillo fue para provocarlo? Marcelo estaba perplejo: había sido rechazado.Un Alvear.El soltero más codiciado de Buenos Aires.Un riquísimo terrateniente.Sin embargo,volvió al Politeama a escucharla cantar,todas las funciones,y no cesó de llenarle de flores el camarín,único regalo que ella aceptaba.Comprendió,mientras Regina cantaba sus prodigiosas arias,que esa voz le llegaba al corazón: en el palco,Marcelo cerraba los ojos y se dejaba transportar por la música, por esa voz suave que lo conmovía,y hubo quienes afirmaron que las lágrimas se le deslizaban por las mejillas.También comprendió que Regina no era precisamente una cupletista,a quien se la podía
impresionar con técnicas seductoras.Era una artista de primera línea y una mujer exquisita.Durante su estada en Buenos Aires,Regina y Marcelo se vieron en circunstancias puramente formales: un banquete en alguna legación,algún recital en lo de una prominente familia.Ella se despidió del público porteño y regresó a Madrid.Se ha dicho,y la leyenda contribuyó a ello,que Marcelo la persiguió por el mundo durante 8 años hasta llevarla al altar.Aceptar esa hipótesis sería caer en esquemas simplistas.En parte,es cierto.Pero solamente en parte.Alvear concilió su necesidad de vivir en París,de viajar por Europa, con el asedio a Regina: era tan importante lo uno como lo otro.Si la Unión Cívica Radical hubiera estado en el poder en 1899 y él hubiese ocupado un cargo importante,la supuesta persecución jamás habría existido.Pero Marcelo,ese año,estaba desocupado,y sentía una necesidad imperiosa de vivir en Europa a cuerpo de rey,ya que su fortuna se lo permitía.No hay que olvidar que los porteños conformaban una sociedad joven,con escasa identidad,de una prosperidad extrema,ávidos por conocer y copiar modelos extranjeros,en particular franceses.Tampoco se puede aceptar que la siguió por todos los teatros donde ella actuó: él tenía su propia vida,sus amigos,sus actividades deportivas y,también,sus romances.Posiblemente,además de Madrid,la habrá escuchado cantar en París,Londres y Montecarlo,lugares en donde Alvear podía sentirse a sus anchas,pero cuesta creer que la haya seguido a Odesa o a Bucarest.La primera escala europea de Marcelo,después de haber partido Regina de Buenos Aires,fue Madrid: la diva,además de actuar en el Teatro Real,vivía en esa ciudad.Para Marcelo,Madrid era el lugar que lo convertía en un sudamericano respetable.Si bien,como se decía antes,un caballero se conocía en la mesa y en un salón de juego,y a él le sobraba el señorío,la presencia de Carmen y su tren de vida principesco cumplían una doble función: el palacio de la calle Serrano era
una suerte de continente donde podía sentirse a gusto,en familia,y,por otraparte,para los madrileños era el hermano de la princesa de Wrede, lo cual le abría las puertas de los mejores salones.Pero su objetivo no era social.Durante aquella temporada en España,el camarín de Regina,en el Teatro Real de Madrid,estaba lleno de flores que le enviaba Marcelo.Y si había que ir a San Sebastián,donde ella debía cantar en el Gran Casino,a beneficio de los soldados que habían intervenido en la guerra de Cuba,hacia allí partía el impetuoso Alvear.Regina,para ese entonces,estaba más que halagada.Cómo resistirse a ese hombre de 31 años,alto,apuesto y elegante.Su actividad artística la había obligado a renunciar a todo aquello por lo cual clamaba su corazón,y su vida se había limitado a estudios,ensayos,funciones y permanentes traslados.No podía darse el lujo de enamorarse.Primero estaba su carrera y debía dejar de lado les affaires de coeur. Podía,claro,tener un romance,a pesar de la perpetua presencia de su madre: una comida en un restaurante a la luz de las velas,posiblemente con zíngaros,y hasta una noche apasionada,como corresponde auna mujer de veintiocho años.Pero nada más.Al día siguiente tendría que tomar un tren y atravesar Europa,o asistir a un agotador ensayo o dar un recital en el Palacio de Oriente.Qué hombre podría soportar semejante abandono.Pero ahí estaba Marcelo de Alvear,asediándola,enviándole flores obsesivamente.Y,quizá,por primera vez;en aquel invierno madrileño,supo lo que era estar enamorada.Para Marcelo,en cambio,Regina era un trofeo mayor,como el cazador que
espera pacientemente a un ciervo hasta darle el tiro certero.Era inimaginable,en 1899,que un Alvear-al menos,para los cánones de Buenos Aires-tomara en serio a una artista.Las divas,como las actrices,por más célebres que fueran,formaban parte de las conquistas que engrosaban la historia pasional de un hombre de mundo.Si los propios reyes las tenían,por qué no un millonario sudamericano,poco después -en marzo de 1900 Alvear regresó a Buenos Aires,no se sabe si por amores contrariados con Regina,o porque ella debía cumplir compromisos artísticos en otras latitudes.Los pocos meses que pasó en la Argentina los dedicó,entre otras cosas,a coquetear con el radicalismo.A fines de 1900,30 mil hectáreas en La Pampa y 7 mil en Chacabuco constituían una riqueza inagotable,capaz de solventar cualquier extravagancia.La carne argentina,pagada a precio de oro por los frigoríficos que se habían establecido en el país,era una suerte de varita mágica que realizaba los placeres,los caprichos,las aventuras más imprevisibles.Con sólo vender quinientos terneros al año,unargentino vivía corno un rey en Europa.Marcelo amaba París y no porque esa ciudad,en aquella época,estuviera de moda o impusiera las costumbres.El idioma,la arquitectura,la cocina francesa,la seducción de las mujeres,lo atraparon desde el primer momento,y prueba de ello es que,hasta 1934 vivió varios años en París.Los demás países europeos eran meros espacios de tránsito corno los grandes centros de aguas termales,o las temporadas hípicas en Inglaterra.Y su ciudad natal,Buenos Aires,se convirtió también en una urbe transitoria.A mediados de 1901,volvió a la Argentina con su inseparable sobrino, Adams Benítez Alvear,para volver,al poco tiempo,nuevamente a París.Y como Regina debía actuar en Buenos Aires en el mes de Septiembre,emprendió otra vez el regreso.Las idas y venidas de Alvear eran consecuenciandirecta de su asedio a Regina,en Madrid,o en cualquiera de las ciudades donde ella actuaba.Y,aunque él no estuviera presente,el camarín estaba siempre lleno de sus flores.Regina,décadas después,confesó a su sobrina Delia Gowland Peralta Alvear de Bengolea,que sólo dos estímulos la hicieron vivir en aquellos días: el aplauso del público,al caer el telón,y la persecución de Marcelo.La temporada lírica de 1901,en el Teatro San Martín,en la calle Esmeralda,fue particularmente brillante.En primer lugar,porque cantaría Regina Pacini;por último,porque todo Buenos Aires estaba al tanto de su romance con Marcelo de Alvear.El diario El Tiempo,al publicar la crítica de El Barbero de Sevilla (la primera ópera que cantó esa temporada) describió así la velada: “El popular San Martín tenía anoche todo el aspecto de una sala aristocrática por excelencia.El golpe de vista primero traía a la memoria el recuerdo de las grandesveladas de la Ópera,pues era más o menos el mismo público el que ocupaba las aposentadurías.Si en vez de claros y vistosos trajes,rematados por sombreros,hubiera habido algunos escotes,la ilusión hubiera sido completa.En verdad que el pretexto de la anomalía valía la pena y merecía por cierto el homenaje.Dicho pretexto era Regina Pacini,
la eximia cantatriz que en una sola temporada supo conquistarse a todo Buenos Aires gracias no sólo a su exquisita voz,sino a su maestría en el arte del canto,del que no existe secreto alguno que ella no posea.El pretexto,en realidad,fue otro.Para quienes la ópera tenía la misma trascendencia que ir a tomar el té,o asistir a una fiesta de beneficencia,la ocasión era única.Un contingente de señoras que llenaban las columnas de las páginas de sociedad que publicaban los diarios,no dejaron una entrada sin comprar.Cómo sería la última conquista de Marcelo,esa soprano petisa y narigona,como decían las malas lenguas.Pero ahí estaba todo Buenos Aires en las plateas,en los palcos,perforándola con prismáticos y lorgnettes.Una voz sublime,dirían unos Nadie se enamora de una voz,responderían otros.El propio Marcelo desde su palco,asistió a todas las funciones que se prolongaron hasta el mes de noviembre,y donde Regina cantó en Bohème,Lucía de Lammermoor y Los Puritanos,con la cual se despidió.Todo el mundo,claro,estaba encantado con Regina.Después de todo,Marcelo era un homme du monde y una diva era a lo menos que podía aspirar.La recibieron en los salones más importantes,la
agasajaron,precisamente porque a nadie se le ocurrió que Marcelo se casaría con ella.Era impensable,absurdo.Un romance de esa naturaleza -en la medida de que se tratara de eso,nada más,no desafiaba a las reglas hispánicas,en cuanto a costumbres.Por el contrario,era bien visto.Después de semejante experiencia flamígera,Marcelo “sentaría cabeza” y elegiría a una señorita argentina,de buena familia,para formar un hogar.Mientras tanto,que se divierta.Que adquiera experiencia.Y las matronas porteñas le permitieron esa impasse,porque sabían que,tarde o temprano,sus zarpas caerían sobre el soltero más codiciado de la ciudad.Ahí estaban formando fila las “chicas” de Álzaga,Anchorena,Dorrego o Peña para llevarlo al altar.El 8 de Diciembre de 1901,Regina zarpó de Buenos Aires a bordo del Cap Verde.La próxima vez que pisara esa tierra,lo haría en calidad de señora de Alvear.Marcelo vivía prácticamente en Europa,salvo cuando realizaba sus viajes ocasionales a Buenos Aires.La visitaba en Madrid;se encontraban en París,en Montecarlo o en Londres,y en 1903 le propuso casarse: su vínculo sólo podía crecer y subsistir con el matrimonio,lo cual implicaba que ella debería abandonar su carrera artística.La persecución ya llevaba 5 años,desde aquella noche en que había cantado en Buenos Aires por primera vez,y no tenía sentido vivir separados,encontrándose fugazmente en alguna ciudad europea.Esa propuesta espantó a Regina.Había luchado toda su vida para llegar a la cumbre.Acumuló una fortuna.Era adorada por los públicos más exigentes, invitada a los palacios reales,cubierta de costosos regalos.Los diarios hablaban de ella en términos excelsos;los críticos musicales la idolatraban.Cómo dejar ese mundo de halagos,de fortuna,de ambición,de celebridad,para casarse con un sudamericano que sólo ostentaba la actividad de deportista.Nunca más cantar en el Covent Garden,en el Teatro Real de San Carlos,en la Scala de Milán.Jamás escuchar el aplauso y las ovaciones de su público,que era su máxima satisfacción,su razón de ser,su vida misma.Casarse con un argentino, sabiendo que sería rechazada por su condición de artista.Soportar los desprecios.Tirar una carrera a la que pocos podían acceder -apenas un puñado de elegidos-,reverenciados en el mundo entero.Qué garantía,qué seguridad tendría de que Marcelo no se cansara de ella y que,definitivamente fuera de un escenario,la siguiese amando.Pero su lucha,su fortuna,el placer que le brindaba el exhibicionismo,la música,los temores,las presiones de su madre y la fascinación de un escenario se estrellaban contra una única realidad de la cual no podría escapar.A esa altura,estaba enamorada hasta la desesperación-de Marcelo.Se incorporó silenciosamente,deslizándose,para evitar despertarlo.Los brazos de Marcelo aún la aprisionaban,como si no pudiera aceptar la mínima separación,ni siquiera durante el sueño.Tomó asiento al pie de la cama,se cerró la bata como si se protegiera de alguna oscura amenaza y lo contempló: dormía sin emitir un sonido,pacíficamente.Las primeras luces del alba apenas iluminaban el dormitorio de Marcelo,pero bastaban para reconocer ese espacio enclavado en la Avenue de Wagram.Cuántas noches,desde que había llegado a París,había pasado en esa habitación;cuántas palabras susurradas al oído;cuántas confesiones pronunciadas en la penumbra.Esa noche deberían separarse una vez más,como si los permanentes traslados formaran parte de ese amor que había crecido entre giras artísticas,camarines y hoteles:ahora sería Bucarest y una vez más El elixir de amor el factor de desunión.Marcelo se movió repentinamente y tanteó las sábanas.Descubrió su ausencia.Se apoyó torpemente sobre sus codos y la reconoció al pie de la cama.-Regina -susurró,mientras le tendía los brazos.Cómo resistirse a ese gesto,casi el de un niño en la cuna que quiere ser alzado.Se acurrucó a su lado,sintió el calor de ese cuerpo y descubrió que el aplauso de una sala enfervorizada era un pobre estímulo comparado con esos brazos que nuevamente la aprisionaban.Nunca sería capaz de olvidar ese
dormitorio,ni el olor a lavanda de las sábanas,ni su propia fotografía enmarcada en la mesa de luz,junto a la de los padres de Marcelo.
-Duerma,mi amor insistió él.Regina cerró los ojos para complacerlo.Pero no podía dormir.Pronto volvería al hotel donde se alojaba con su madre,para escuchar los mismos reproches,idénticas condenas.Felicia aceptaba de mala gana sus escapadasnnocturnas: había descubierto en su hija una voluntad imposible de doblegar,un desafío que no admitía tregua.De nada servían los argumentos para alejar a Marcelo de sus vidas: estaba omnipresente,ya fuera en París,en Madrid o en Bucarest.Los camarines permanentemente inundados de flores;los puntuales
telegramas;las cartas de amor que llegaban a todos los confines de Europa cuando salían de gira.Ese amanecer,mientras Marcelo dormía, sintió acaso por primera vez que algo había cambiado dentro de ella.Separarse -como lo harían esa noche implicaba otra clase de pena: no significaba sólo el dejarlo,sino,también,el estar condenada al perpetuo movimiento,a los impersonales cuartos de hotel,a la falta de la imprescindible intimidad.Cómo amaba ese dormitorio,los pocos muebles que había comprado Marcelo,las pesadas cortinas de brocato que se empecinaban en mantener la habitación en penumbras,como si quisieran aislarlos de la calle,de los peligros.Comprendió que ya no podría vivir como lo había hecho hasta entonces.Los permanentes ensayos,la emoción y el nerviosismo de un estreno,el aplauso embriagador,la seguridad y la independencia que otorga el dinero nada significaban si le faltaba el amor.Había permanecido inmóvil,sintiendo la pesada respiración de Marcelo.Supo,entonces,que su vida estaba junto a ese hombre,aun a costa de la gloria.Felicia empezó a odiar a Alvear.Lo que había sido un romance hasta cierto punto pintoresco,se transformó en la peor de las amenazas.Su hija era capaz de abandonar una carrera por un hombre que, si bien inmensamente rico,no era europeo o noble;apenas un sudamericano elegante y mundano.En aquel año de decisiones,madre e hija entraron en un torbellino de discusiones y acusaciones mutuas Felicia trató de convencerla de la locura que iba a cometer con todos los argumentos que tenía a mano,que no eran pocos.Marcelo era un diletante y pronto se cansaría de ella.En Buenos Aires nadie la recibiría.Si el matrimonio fracasaba -lo cual era probable-le sería difícil retornar su carrera de soprano.Regina sabía todo aquello.Sin embargo,prefirió perder la fortuna y la gloria.No a Marcelo.El 11 de Marzo de 1904,Regina cantó por última vez en el Teatro Real de San Carlos de Lisboa,donde había debutado aquella noche memorable,
despidiéndose para siempre de aquel escenario de la infancia.Había tornado la decisión de casarse con Marcelo de Alvear.La ovación,cuando el telón cayó,fue apoteótica;los lisboetas lamentaban perder a una diva excepcional que,de algún modo,les pertenecía.Pero sus compromisos artísticos en Bucarest,en Roma,en Nápoles,en París y en Madrid,se extendían hasta comienzos de 1907,lo cual significaba que habría que esperar tres años para concretar la boda.Tres años de separaciones,de viajes,de incertidumbre.Marcelo,en 1904,decidió establecerse definitivamente en París mientras Regina viajaba por Europa.Se instaló en un departamento en uno de los mejores barrios de la ciudad,119 Avenue de Wagram:desde ese punto se trasladaba a los teatros líricos donde ella actuaba.Alejado de la política,ajeno a la revolución radical de 1905,se dedicó a los habituales pasatiempos de los millonarios porteños en Francia:patrocinar célebres duelos en el Bois de Boulogne,o realizar un raid aéreo en globo de París a Chartres.El 22 de octubre de 1905,una nueva muerte golpearía a Marcelo:la de su hermano Ángel,que falleció en París -en elhotel Ritz- después de una larga enfermedad.Su viuda,María Unzué,una de las cinco mujeres más ricas de la Argentina,respetó el testamento de su marido,quien legaba a Marcelo extensas y valiosas tierras en las puertas de Buenos Aires,en lo que luego sería la localidad de Don Torcuato.María Unzué de Alvear no necesitaba acrecentar su fortuna.Pero tampoco estaba dispuesta aaceptar a una cantante en la familia: desde el momento en que se anunció el compromiso matrimonial,se transformó -de por vida- en enemiga mortal de Regina,a quien nunca recibiría en su casa.Por fin llegó 1907.Habían pasado tres años y Marcelo anunció su boda,que se realizaría el 29 de Abril de ese año en Lisboa,en la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación.En Buenos Aires,estalló el escándalo.Si bien todo el mundo había estado al tanto de sus intenciones matrimoniales,nadie hasta entonces creyó que las llevaría a cabo: su relación con Regina era puramente pasional y transitoria.Se olvidaría de ella y sólo sería un personaje más -célebre,claro-de un vasto anecdotario.Pero al anunciar su casamiento,Marcelo había ido demasiado lejos.Las matronas porteñas cuyas vidas transcurrían en reuniones de
beneficencia,en tés,en aburridas veladas,dieron por perdidas sus esperanzas de capturarlo para alguna de sus hijas y,peor aún,lo consideraron una ofensa.Había roto las reglas.Un caballero no se casaba con una cantante.Tampoco los señores aristocráticos vieron con buenos ojos ese desafío: había mujeres para seducir,ymujeres para llevar al altar.Así lo entendió el propio hermano de Marcelo,Carlos
Torcuato de Alvear,también intendente de Buenos Aires,como su padre, que hizo esfuerzos desesperados para evitar la inminente boda en Lisboa.Pero ninguno de los argumentos que utilizó persuadieron a Marcelo: su decisión estaba tomada,su palabra dada,y no se echaría atrás.El 28 de abril de 1907 -un día antes de la ceremonia- Regina y Felicia fueron a visitar a la reina Amelia de Portugal,en el palacio de las Necesidades.La diva se retiraba de la escena y quería despedirse de aquella mujer en quien siempre había encontrado afecto ycomprensión.Marcelo no se casaba con Regina por compromiso,ni por capricho.Esa mujer le había llegado al corazón.No pertenecía a su clase social y,además,era artista.Pero sabía reconocer a una señora y a un ser humano profundamente
cristiano,cualidades que ella poseía.En cuanto a su familia y la gente de Buenos Aires,se podía dar el lujo de ignorarlos: él era un Alvear.No concebía la vida sin Regina y así fue hasta su muerte.
(fuente Ovidio Lagos/Pasión de un Aristócrata)
Si bien los Alvear habían perdido Coeur Volant,encontraron MAR DEL PLATA una intimidad de la que carecían en Buenos Aires.
Villa Regina había sido construida por el arquitecto Baldassarini en la década del 20 y era una muestra perfecta del estilo que imperaba en esa época: paredes de piedra,techos de pizarra y hasta dos gatos de cerámica sobre el tejado.Ubicada frente al Mar del Plata Golf Club,dominaba el océano, el puerto y Playa Grande,esa lonja de arena por la cual Marcelo había caminado en soledad envuelto en su salida de baño blanca.
Claro que,a mediados de los años 30,ya no existía la playa solitaria:se
habían construido balnearios de líneas rectas y abundancia de cromados en loque los arquitectos actuales denominarían “desmesurado racionalismo” y proliferaban los toldos,las sombrillas,los restaurantes,los bares y los veraneantes.Qué diferente había sido apenas unos años atrás,cuando él era el único bañista que recorría solitariamente la playa.Tampoco Villa Regina había escapado al frenesí de la construcción.Ya no se erguía,sola,sobre la loma.Ahora estaba rodeada de otras casas,de otras voces.Sin embargo disfrutaban de MdP,de esa elegancia sudamericana,de los viejos amigos,de los paseos en automóvil o de las idas a Punta Mogotes,a bañarse en el Balneario iraboschi,donde todavía encontraban la imprescindible soledad.MdP no tenía el cosmopolitismo de Coeur Volant,ni sus ilustres visitantes.Pero se parecía a Biarritz.En realidad,se habían reproducido sobre las lomas las mismas casas normandas,y hasta la fuerza del mar y los inesperados cambios de clima erantípicos de la costa vasca francesa.Marcelo y Regina formaron parte de la generación de los bailes en el HOTEL BRISTOL,de las fiestas en el Golf,de las playas exclusivas a las que se iba en automóvil conducido por un chófer.A imitación de Europa,también había palacios cerca de MdP,con centenares de hectáreas de parque: eran las estancias,en reemplazo de los country y houses ingleses,de los châteaux franceses,a las cuales se iba a tomar el té o a comer.La Armonìa,de Josefina Unzué de Cobo,El Boqueròn,de Anchorena,oChapadmalal,de Martínez de Hoz cumplían esa función social.
El tiempo fue generoso con los Alvear: les evitó ver la destrucción,la
masificación de MdP con el correr de los años.No sólo los grandes hoteles y residencias fueron demolidos o destinados al público sindical.También,inexorable,caería la picota sobre Villa Regina
(Fuente: O.Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
El pueblo,que no forja tratados pero intuye filosóficamente,sigue con interés todas las manifestaciones gubernativas,no sin maravillarse a veces del rendimiento de su actividad.Es que se ignoran¡y esto lo saben sus familiares!,cómo el tiempo le alcanza gracias a la costumbre,poco menos que exótica entre nosotros, de la puntualidad.Así,en Mar del Plata,cuando todos creen que el Presidente se toma un bien ganado reposo,no sospechan la actividad por él desarrollada.Porque,así como ha ofrecido al blanco de la curiosidad sus actos oficiales,evidenciando serenidad y optimismo,siempre que hubieron de alternarse decorosamente nuestras virtudes republicanas con los más altos blasones de la tradición,el Dr. ALvear corrió un telón de fondo a su vida íntima.Y al verle arquetipo de mesura,los más ignoran que esa su prestancia se debe a su método en el ejercicio de múltiples ocupaciones de todo orden,sin excluir las espirituales.Es en nuestro gran balneario donde en el Presidente se renonoce al hombre digno de los griegos antiguos por su sentido de vida plena al aire libre,así como en la ciudad es el hombre del Renacimiento por su amor al humanismo y revive el donaire español que le viene de sus antepasados.Allí,libre del cumplimiento de sus múltiples deberes representativos -porque el presidente ALVEAR quiso siempre armonizar nuestros imperiosos sentimientos democráticos con las normas del decoro gubernativo,-su poder de volición le hace gustar la vida en cuanto tiene de más bello.Su oído atento lo mismo regula las palpitaciones de un motor como reconstruye las armonías dispersas de un poema musical de Strawinsky.Sus ojos pueden remansarse en la inmensidad del mar como se afinan en la vasta extensión de los “links”, donde su brazo fuerte sabe tirar “shotlong’s” y cautelosamente cumplir los “approaches” para vencer a sus rivales de golf.Mente lógica,adiestrada en el estudio de los problemas vitales del país -su gobierno,además de la conclusión de obras públicas importantísimas,tiene en su haber,entre otras, iniciativas tan útiles para el futuro de la República como la ley de arrendamientos y el régimen de cooperativas,-allí puede estudiar largamente los más complicados expedientes,porque antes sabe deambular por regiones de ensueño con un breve tomo de poesías de Shelley o de Paul Valery.Mientras en la ciudad se interesa por las discusiones de un congreso científico internacional,en MAR DEL PLATA se le ofrecen problemas complejos con los pescadores, los que resuelve con su sola presencia.Seguirlo en sus actividades es comprender su acción,ordenada para el rendimiento de las actividades más dispares en el orden físico, político y espiritual.Gracias a su vida,ejercitada en un adiestramiento constante de sus facultades,puede desintoxicarse -permítasenos la expresión-del veneno diario que le inoculan los hombres con sus grandes pasiones.Frente a la inmensidad del mar los hechos tórnanse menos graves y las cosas superpuestas sobre sus hombros, aunque pesadas,son más llevaderas.Así los grandes políticos,después de una partida de golf,afrontan sonrientes cualquier votación contraria.Sin contar las largas caminatas,donde su curiosidad siempre está alerta,el tiro al blanco,la esgrima,la equitación,la pesca y demás manifestaciones de su voluntad aligeran su espíritu.Y la fuerza de sus facultades se acrecienta en la comprensión de la belleza del relieve y la línea,del color y la forma.En MdP el Presidente acumula esa su serenidad característica.Y observada así,su personalidad justifica la confianza del pueblo,que en su sonrisa de optimismo ve reflejada la fuerza serena de su civilidad y el futuro prodigioso de la Nación.(Fuente: revista Caras y Caretas 12-2-927).
-Mis primeros recuerdos de ellos fueron cuando me exiliaron.Entonces tenia poquisimos años,y fue cuando a los viejos radicales los deporto al Brasil la dictadura de Uriburu.Yo nos los seguí: a mi me llevaron porque mi padre estaba tambien en la lista.Del viaje en el Cap de Ancona a Río de Janeiro tengo recuerdos vagos.Algo de la travesía-en especial el cruce del golfo de Santa Catalina con el clásico resultado: un comedor muy raleado,un ambiente saturado de olor a comida,y a mi hermano y a mi que nos sacaron con una servilleta en la boca vomitando por los cuatro costados y algo de las corridas en cubierta y la seducción de mirar por el ojo de buey.Los Alvear estaban en el Hotel Copacabana,y nosotros junto a los Tamborini y los Siri en unos departamentos frente al mar.Eramos los mas chicos del pelotón,y de nuestra edad no había compañía: las hijas de Siri,como las de Pueyrredon,eran señoritas,y los hijos de Andres Ferreyra ya muchachones.Jugabamos solos,y parece que con bastante escandalo y travesura,tanto que un día don Pascual le dijo a nuestra madre: María Esther,nos van a desalojar y tendremos que ir a vivir en una carpa en la playa…. Por favor,Tamborini,no lo diga fuerte,porque ese seria el sueño de ellos,y harían cualquier cosa por lograrlo.A Copacabana íbamos seguido,a veces de pasada y otras anunciadas,y generalmente con nuestra madre a visitar a Regina.Poroto Botana,quien aseguraba haber sido testigo de muchas de nuestras andanzas,hacia reír contando las formas de nuestro desparpajo y hablar confianzudo,nada menos que con el matrimonio Alvear,a quien se trataba con mucho respeto y distancia.Nosotros no.Parece ser que todo lo contrario,y es que, evidentemente,sentíamos que no hablabamos ni estábamos en presencia del ex presidente y su esposa,sino con amigos que nos trataban como tales.Después fuimos todos juntos hasta Montevideo,y volvimos a Buenos Aires.Luego de Martín García los Alvear se fueron a Europa;mi padre,a Ushuaia,con los amigos radicales confinados,y nosotros,con nuestra madre a Sierra de la Ventana a esperar que aclarara.
De ahí en mas,mis recuerdos de los Alvear saltan a MdP.Yo tenia mas años,pero seguía borrego.Nuestro chalet estaba en la cúspide de la loma de Playa Grande,y Villa Regina en la base,hacia el puerto.Todavía están.Aunque entonces descampado,y ahora ciudad,lo recuerdo a don Marcelo manejando su “topolino” (nunca supimos como hacia para entrar y salir de el),y,subiendo la cuesta,llegar a casa a conversar con mi padre,cosa que para nosotros no tenia otra trascendencia que un saludo cordial,su respuesta cariñosa,y algunas bromas que nos dejaban siempre satisfechos.Otras veces los veíamos en Playa Grande,donde tenían su carpa permanente como cualquier veraneante.Mas de una vez,de pasada al mar,le pedíamos permiso para dejar alguna ropa que nos molestaba.Lo encontrábamos sentado en aquellas sillas de mimbre,tan cómodas en la arena,leyendo un diario y sin ningún preámbulo daba su conformidad mezclada con preguntas sobre la familia.Generalmente cuando volviamos,casi al mediodía,los Alvear ya no estaban,pero no era nada díficil volverlos a ver a la tarde caminando por la Rambla como simples ciudadanos.Era cierto: eramos unos confianzudos.Es verdad que los historiadores tienen bastante de que ocuparse como para acordarse de los chicos y de sus impresiones ante los hombres importantes,pero lo que a esa edad pudimos estar con ellos sintiéndonos cómodos,tenemos una visión particular,tal vez intrascendente,con infinidad de posibilidades de no pasar a un libro, pero de un valor muy importante para nosotros.
Mientras hacia falta un discurso de Alvear para que un politicólogo entendiera algún recoveco de su pensamiento,una simple mirada,unas palabras y algun gesto cariñoso,a nosotros nos convertía en cómplices de otra historia, de trastienda,insisto,pero tan real y verdadera como la otra.La tradición lo pinta a Alvear con gesto adusto y solemne, encumbrado y autoritario,casi con toga romana conduciendo a la patria a la grandeza.Pero para mi fue todo lo contrario.Mi verdadero Alvear fue una expresión sonriente,una mirada clara y abierta,y un hablar de compinche.Y algo mas,tan importante para un chico como para que nunca lo olvide: siempre tenia buen humor.El resto son problemas de otros,de gente grande y seria.En esta actualidad tan desvaída y pobre en que vive el país,el recuerdo de Alvear,mi Alvear,caminando en la explanada del Cristo Redentor o en Pocitos o en Playa Grande o en la Rambla de MdP,con doña Regina del brazo,saludando tranquilo y amable… hasta a un chico como era yo,es algo que me reconforta.Los tiempos de la Republica naufragaron en el 30, pero los de los republicanos todaíia flotan.Si bien Marcelo T. de Alvear no desplegaba lujos durante sus vacaciones en la costa,si gustaba de la comodidad.En Alvear,de Felix Luna,se lo describe como a un gran nadador,que no se perdía ninguna temporada veraniega.Fue de los primeros en descubrir Playa Grande,y durante muchos años su carpa fue de las contadas que allí se levantaban,mientras el grueso de los turistas se apiñaba frente a la Rambla.Hacia la mitad de su periodo presidencial (1922-1928) empezó a construir en MdP,precisamente cerca de Playa Grande,un hermosa chalet bautizado Villa Regina en honor de su mujer,Regina Pacini;disgustada frecuentemente con la omnipresencia del ministro de Guerra de Alvear,Agustín P. Justo,que lo seguia a todas partes y gustaba de practicar golf y trasladar las intrigas del poder a la arena marplatense.Alvear además gustaba de la pesca y caminando en soledad, sin escolta,hasta la escollera norte,con su sombrero blanco,la valijita de aparejos en mano y la caña en la otra.Tampoco llevaba custodia a sus partidos de golf con su amigo Ricardo Cranwell,presidente del Golf Club Mar del Plata,donde tenia prioridad cuando se le ocurría jugar.(fuente: Todo es Historia/Horacio Guido-5/97)