Gabriel Carrasco (corresponsal, entre otras cosas, del diario La Prensa)
“Mar del Plata, más que una estación balnearia,
es un garito inmenso!
Por mi manera de ser, por mis trabajos, por mis muchas atenciones, no había tenido, jamás, ocasión de conocer una casa de juego.
Aproveché, pues, la oportunidad de conocerlas en Mar del Plata, asistiendo á ellas con la misma curiosidad y anhelo con que el médico ó filósofo pueden visitar un manicomio ó un hospital.
Me pasé, pues, algunas horas, recorriendo las casas de juego, ó, más bien dicho, los salones destinados para ello en los diversos hoteles ó establecimientos de otro género.
Los juegos predilectos son el bacarat juego de
naipes franceses, en que pueden tomar parte,
como en todos, cuantos jugadores quieran; la ruleta, los naipes,las carreras de caballitos metálicos,y, para que nada faltara en esa repugnante colección, se juega, también, á los clásicos dados con
que los tahúres se despluman sin necesidad de muchas combinaciones.
Las jugadas clásicas, son las del Hotel Bristol, el más hermoso de los establecimientos de su género, hermosura de hetaira!
Allí hay un gran salón, perfectamente decorado, en que están las mesas especiales de juego: son la una, de cuatro metros de largo, y uno y medio
de anchura, teniendo en su centro una concavidad en que se coloca el mozo de juego, armado de una larga vara que termina en una plancha de madera con la cual, como si fuera una inmensa garra, recoje de todos los jugadores el importe de sus apuestas.
La banca, ó la casa, vende á los jugadores fichas de diversas formas y tamaños; que valen las menores, diez pesos; las otras, cincuenta; las
mayores, cien; pero ésto no basta, muchos jugadores llevan billetes de á doscientos quinientos y mil pesos, que colocan doblados, en montoncitos,
algunos de los cuales he visto que alcanzaban á veinte mil, treinta mil, hasta sesenta mil patacones!
El puesto de banquero se concede á aquel que ofrece una banca más fuerte; he visto una que empezó á jugarse por tres mil pesos, y se concedió á un jugador que ofreció siete mil.
El juego es completamente de azar.
No interviene en él ni la habilidad ni el buen
manejo de las cartas—es la suerte únicamente la
que concede ó niega sus favores.
Los puestos que rodean la mesa, están siempre
llenos.
En torno de aquella mesa fatal, pude contemplar
y estudiar los rostros y actitudes de los jugadores:
todos despedazándose el corazón que late violentamente,
según el éxito de cada jugada, tratan de
afectar una impasibilidad que no tienen!
La careta del vicio, hace traición, muchas veces,
á una fuerza de voluntad que no tienen, y un leve
fruncimiento de cejas, un lijero temblor de los párpados
ó de las mejillas, revela los martirios que
sufren los perdidosos, mientras que alguna mirada
brillante como la hoja de un puñal, va á clavarse
en las cartas ó en los montones de dinero!
¿Quiénes son los jugadores?
¡Todos! O casi todos!
En torno de aquella repugnante mesa, se ven
banqueros, comerciantes, propietarios, hombres
del foro y de la administración; padres de familia
que van á jugar á una carta el porvenir de su esposa…
…Al lado de la gran mesa del bacarat está otra
más pequeña, en que se juega menos fuerte.
Hay para todos los bolsillos! Hay para todos
los gustos!
Los que no pueden arriesgar mil pesos ó doscientos, en la mesa grande, juegan cincuenta, ó diez, en la chica!
¡Todo es pelarse!
Entre tanto, en otros salones, hay espléndidos
bailes y conciertos, en que las damas de la más elegante sociedad, pasean sus trajes y lucen su hermosura.
No es raro que, mientras la dama luce su belleza en el sarao, el marido, en el salón de juego, arriesgue á una carta la fortuna de su mujer y de
sus hijos!
Por un lado, la mujer, bailando.
Por el otro, su marido, que sin duda no encuentra ya la felicidad, en los castos brazos de su esposa, la busca más ardiente en los azares del
juego, y trata de reemplazar las dulzuras de la vida conyugal y el amor de los hijos, por las fuertes sensaciones que ofrece un siete ó un nueve, llegado á tiempo ó á destiempo, que le puede proporcionar
¡la felicidad! ; ó la ruina”
Parte de una nota de Josué Quesada, narrando una situación de algunos años antes.
“Habían llegado al balneario dos personas del sexo feo, dispuestas a pasar una semana de reposo. Se apearon en uno de los hoteles y solicitaron alojamiento, que les fue acordado sin mucha tramitación, por cuanto acababa de iniciarse la temporada.
Ya en su habitación y luego de haberse desayunado, se requirió sus nombres, a los efectos de incorporarlos a la nómina del hotel. Uno de ellos escribió por los dos: Florencio Parravicini y Salvador Rosich.
El mozo no aparentó sorprenderse, y salió. Minutos más tarde, uno de los dueños del hotel llegó hasta la habitación demudado:
-¡Ustedes disculpen…, pero en este Hotel no puedo alojar artistas!
-Sentimos mucho, por usted, pero hemos resuelto quedarnos…- fue la respuesta.
Y como se repitiera la amenaza de hacerlos salir por la fuerza y dar una inútil nota de escándalo, Salvador Rosich acudió a verme, mientras Parra conservaba la fortaleza.
Intervine como gestor amistoso, y confieso que no fue fácil la empresa, porque estaban muy arraigados los viejos prejuicios de aquella gente. Ese mismo día, cuando Parravicini y Rosich se presentaron en el comedor, una salva de aplausos saludó su entrada: fue la mejor lección que pudiera recibir el hotelero, cuyos ojos sólo entonces se abrieron a la realidad.
No era la primera vez que ocurrían tales cosas en Mar del Plata.
Don Fernando Díaz de Mendoza, que llegó con su compañía para dar una serie de funciones destinadas a inaugurar el flamante teatro Odeón, fue rechazado del primer hotel, porque tampoco se recibían allí a los artistas. Y Pastora Imperio recorrió todos los hoteles y pensiones acompañada del entonces comisionado municipal don Alberto Acevedo, que se abriera ninguna puerta, a pesar de la fuerza de la autoridad que iba con ella. Por último, fue don Guillermo Aldao, dueño del teatro en que la Imperio iba a actuar, quien tuvo que brindarle su propia casa.”
Los encantos de Mar del Plata. E. Gómez Carrillo. 1921
“No hay lugar donde menos fácil sea encontrar un alojamiento.
Aquí, durante todo el verano, es necesario no sólo ser millonario, sino también tener suerte para encontrar una habitación en un hotel de primer orden. Son inmensos, no obstante, esos hoteles. Sus fachadas llenan plazas enteras. Sus hileras interminables de ventanas hacen pensar en Escoriales de cemento armado. Pero a pesar de tanta inmensidad, se convierten en cajas de sardinas en cuanto comienza la temporada.
—-Vea usted que no exagero—decíame el director de uno de ellos, excusándose de no poderme dar ni una alcoba.
Y me abría las puertas de los aposentos, una tras otra.
Y yo veía, con espanto, en cada pieza, tres, cuatro, cinco
camas, camas amplias, patriarcales, camas virginales y estrechas,camas
infantiles, todas las muestras de la especie, en suma, fraternizando con menos holgura que cuando aun estaban en el almacén del mueblista.
—¡Pobre gente!—exclamé.
—¡Pobre!—murmuró el hotelero—¡pobre!… Ya quisiéramos usted y yo tener lo que tiene la más modesta de estas familias… Aquí viven los H… ya usted sabe, los millonarios. Aquí los J. J..,, también millonarios… Aquí los de B…, más millonarios todavía…
Atajando el desfile de los millones, le dije:
—Estarán rabiando con semejantes estrecheces…
— ¡Quia!—terminó el fondista—; están contentísimos.-
eso de rabiar se queda para cuando vuelvan a sus palacios
de la avenida Alvear. Aquí la belleza suaviza las almas…”
El Hotel Bristol cobraba $ 15 por día y por persona,hecho que significó la exclusión del grueso de la población puesto que por entonces,por ejemplo,un peón de policía percibía un salario mensual de $ 55.- y un peón rural $ 30.- mensuales.Desde entonces,a Mar del Plata llegaron
presidentes,vicepresidentes,ministros,diputados de la Nación y grandes intelectuales de la época como Juárez Celman,Carlos Pellegrini,Lucio V. Mansilla,Roque Sáenz Peña y Paul Groussac.Mucho tuvo que ver en el crecimiento de este punto turístico la llegada del ferrocarril.Hasta la década del 30 el grueso de los veraneantes llegaba desde la ciudad de Buenos Aires por el F.C. Sud.Este impulso ferroviario motivó la construcción del Hotel Brìstol en la temporada 1887-1888,ubicado en Entre Ríos y Av. Luro.Éste fue el puntapié inicial para la aparición de los hoteles sobre la costa,como así también los chalets y mansiones de la élite veraneante,que fueron poblando la loma recostada sobre el mar entre la Playa Bristol y el Torreón del Monje.El pueblo que albergaba viajantes en sus inicios pronto se convirtió en una ciudad signada por la estratificación social.En el Grand Hotel se hospedaban las familias acomodadas provincianas,de vida más simple y sin
etiqueta.Además,algunos hoteles tenían diferentes sectores según la clase social a la que pertenecía.Fue el caso de un hotel bicolor,pintado la mitad de color rosado y se llamaba “Hotel Victoria”,que estaba destinado a gente distinguida.La otra mitad,de color blanco,se llamaba Hotel Progreso y se alojaba la gente menos pudiente.La clase media acomodada se ubicaba en el Hotel Confortable o en el Hotel Royal.En cambio,los viajantes de comercio se instalaban en el Hotel de los Vascos,frente a la Estación Vieja de trenes…..(Elisa Pastoriza).
-Acá tierra abajo,pasados los límites de los partidos que forman el núcleo central en las orillas que bañan el Atlántico,abierta a las brisas marinas del Oriente y a las ráfagas sonoras del pampero,ancha,porcelosa a veces,mansa y tranquila otras,hallábase no a muchos años aún,ignota y desierta,tendida a los pies de las sierras y colinas de la región,esta blanca y extensa playa que hasta entonces habitaban tan solo la gaviota salvaje y el gaucho de la pampa.Descubriéndola un día el hombre civilizado y adivinando la importancia de tal descubrimiento.Imaginó aprovecharlo en beneficio de sus semejantes.A la manera del gnomo de la leyenda que así transforma por obra de su mágico poder las ásperas soledades de la floresta,como la dilatada inmensidad del mar en prodigios del arte y la hermosura,haciendo brotar ciudades de los troncos y sierras de las ondas,trocó aquel,a su turno,las agrestes colinas en sostén de palacios suntuosos y a los alados habitantes de la orilla en divinas mujeres.Ahuyentadas por la presencia aterradora del hombre,huyeron las gaviotas de aquí: de aquí donde acostumbraban bajar a centenares y batir sus alas a la luz del sol! Huyeron graznando,para dejar la orilla abandonada a los caracoles y algas del mar,y el tropel bullicioso de hermosas que desde las riberas del plata acudían en grupos interminables a recogerlas y a juguetear con las olas,sus volubles hermanas delante de las cuales en medio de alegre algazara femenil venían a descalzar su diminuto pié criollo y a desentrelazar su perfumado rodete griego…¡cuan rápida fue la invasión! creciendo y creciendo siempre convirtióse al cabo de poco tiempo esta playa en sitio encantandor lleno de vida y de alegría…A la primera pintada casilla de baño siguióse un hermoso galpón,al galpón una casa,a la casa un palacio.La población fué aumentando así;de modo que no mucho después lo que solo era soledad y melancolía,trocóse en muchedumbre y movimiento: el vapor y la electricidad,el martillo y el yunke,el buril y el pincel,hicieron sentir allí su influencia creadora,y el resoplido poderoso de uno,y el golpe mágico de los otros,brotaron poco a poco la forma y la fuerza,el sonido y la luz,el color y la armonía.MAR DEL PLATA se llamó entretanto el prodigio naciente que mañana,una vez terminado del todo, lamárase con justicia MAR DEL PARAISO,bien así como el valle aquel,dentro del cual brotó un día la joyita sudamericana de Occidente que forma hoy nuestro orgullo en el Pácifico,-llevará el mismo nombre…y no esto soñar ni divagar en metáfora.MAR DEL PLATA es un éxito real una muestra evidente de lo que pueden el brío y la cultura de este pueblo rico y vigoroso.No faltarán sin embargo quienes llamen a esta obra de civilización y buen gusto una locura.Una calaverada.Calaverada sea.Pero calaverada de buen tono,-calaverada de gran señor que derrocha unos cuantos miles en obsequio de un elegante capricho señoril.MAR DEL PLATA era por otra parte una verdadera necesidad social en un país como la República Argentina.Reconocida en el mundo entero la absoluta necesidad de tener sitio a donde acudir en la época ardiente de verano a gozar de las ventajas de una temeratura benigna,nada hay que sea mas saludable al cuerpo ni mas grato al espíritu que los parajes favorecidos con la vecindad del mar.Las brisas saladas tonifican al uno y el grandioso espectáculo del océano -ya se le contemple bajo la poética serenidad de la calma o la magestuosa turbulencia de la tempestad- hablan elocuentemente al otro, en el lenguaje mudo,pero sublime,de la naturaleza.Buenos Aires la gran metrópoli del Sud no disponía antes de ahora de un lugar adecuado para su emigración veraniega.Su único recurso era Montevideo y ya se sabe lo que es y vale hoy para el caso esa hermosa capital,si se la compara a la flamante estación balnearia argentina.Los inconvenientes del “depassement” han desaparecido.Ya no como antes,es preciso hacer un incómodo viaje marítimo-permítame la expresión-hasta la otra orilla del plata buscar acomodo en hotel inadecuado;deber hospedaje al extranjero y pagarlo como tal; abandonar la vida de ciudad populosa ára mezclarse en otra semejante;salir,en fin,como vulgarmente se dice,de las llamas para caer en las brasas.MAR DEL PLATA -a pesar de algunos de los inconvenientes que algunos de los descontentadizos quisieran encontrarle-a echado por tierra todos estos obstáculos para dar lugar luego a otros tantos beneficios.La higiene,la cultura, deberán mucho en lo sucesivo a estos establecimientos veraniegos que si son excelentes como puntos de baño,no lo son menos como centro de reunión social.Las costumbres se refinan,a no dudarlo,en el trato mutuo,exquisito y constante,que,por nas subordinado que se halle a exigencias peculiares,no puede menos que producir benéficos resultados,siempre que no se llegue a la exageración absurda.En el torneo de la elegancia y del buen gusto no están excluídas la llaneza y la fabilidad.Por el contrario se la favorece.Todo es cuestión de “savoir vivre” y ”savoir faire”.El exeso que arrastra la ostentación ya sea en el derroche,ya sea en el vestir,habrá de producirse fatalmente y donde quiera,siempre que escaseen criterio natural y ejemplo saludable para evitarlo.En el Brístol Hotel,tanto como en cualquiera otra parte habrá siempre alguno o algunos que lo subordinen todo al número de trajes que deban cambiar al día,o a la cantidad de corchos de champagne que,bajo su “orden” haga saltar sonoramente el mozo que le sirve,creyendo rendir con ello -al trar de hacerse grato- un público y retumbante homenaje de admiración a su fatuo dadivoso cliente.¿Pero será acaso éstas inofensivas debilidades humanas,motivo suficiente para condenar a lo que por tantas otras razones puede aplaudirse? A la verdad que no.Una playa deliciosa,un lujoso y cómodo hotel que hace honor a sus propietarios y al país que lo posee;la oportunidad de emprender excursiones por los alrededores con el objeto de conocer una sección interesante de la gran provincia argentina,que en esa comarca suya ebcierra valiosas propiedades particulares;el fomento de hábitos de sociedad por su condición y por el papel que estanllamados a desempeñar en la cultura y el refinamiento de nuestras clases elevadas tienden al fin en todas partes del mundo persiguen las instituciones análogas,¿que otra cosa puede pedir el mas exigente?…Pero, aparte de lo ya apuntado tienen estas estaciones balnearias el mérito muy escencial de hacer nacer en el turista que la frecuenta una afición que,para los habitantes de la República Argentina,especialmente,debe considerarse utilísima: la noble,la hermosa afición a las cosas del mar…nada mas bello, nada mas grandioso,que el océano…es bello cuando ruge,con la voz y el movimiento de un furor que aterra;es bello cuando calla y duerme en ese apacibilidad serena y casi diáfana que hace pensar en lo infinito y en lo eterno! El mar es,la esfera terrestre,la mayor parte del inmenso todo;el mar nos separa de nuestroa semejantes tanto cuanto nos comunica con ellos.A través del océano se va el viejo mundo y sus ondas procelosas nos han venido y siguen llegándonos la civilización y parte de la vida.Países nuevos obligados a vivir todavía de los mas antiguos, son los nuestros,y verdaderos hijos del mar.Que al mar le deben todo y lo deberán aún por mucho tiempo.El porvenir de la República Argentina con sus futuros y grandiosos puertos,está en el mar;en el mar la explotación de su riqueza interna y la mas vigorosa manifestación de su fuerza material que algún día a no dudarlo descansará sobre su poderosa marina naciente ¿como no amar al mar entondes? …El viento ha caído.Enhorabuena,porque el viento es tal vez el único inconveniente serio que pueda oponerse a las ecxelencias de MAR DEL PLATA.Nos hallamos en rambla.El océano ha vuelto a su tranquilidad habitual…Tranquilidad relativa,sin embargo,porque la ola rueda como siempre,rueda sin cesar eterno y rumoroso vaivén!…¿ Como describirle este grande y amplia melodía que solo Byron y Víctor Hugo han logrado reflejar por medio de la palabra humana? esta música sublime del océano en la que entran comprendidos el choque monstuoso de la líquida masa contra la roca que desafía su poder,el gemido del viento,la sonoridad de la onda y el sordo y lejano estertor de la marejada que se quiebra contraa el banco en estrías espumosas?…La Explanada está allí,a pocos pasos de la orilla.Son las 5 de la tarde.Multitud de paseantes la cruzan en todas las direcciones.Las mujeres en su mayor parte jóvenes y generalmente hermosas.La elegante y delicada corrección de sus trajes revela quienes son.Ni una sola nota discordante en ellas.El estilo que domina es el alto estilo: es estilo severo y llano que,sin desdeñar la fantasía que da colorido y la originalidad que da carácter,rechaza lo que chilla y relumbra,lo que alardea y provoca insolentemente.Colores tranquilos o intensos; pero siempre adecuados;cortes caprichosos,pero nunca estrafalarios…No sucede,por desgracia,lo mismo con los hombres;la fantasía suele desbordarse en algunos -muy pocos,se ha dicho en honor a la verdad- aquí donde es lícito y casi de rigor la fantasía…Lo correcto,es,sobre todo,lo mas general;sobre todo en el traje usado desde la hora de la caída del sol en adelante.Vestidos livianos por la mañana, cómodos,hechos de brin o de franela,blanco o listada,propios para soportar el sol intenso de la playa,con sus reflejos reverberantes,traje negro de etiqueta a la hora de la comida y por la noche , he aquí lo lógico, lo elegante y lo necesario.La rambla está animadísima.¿a que citar nombres? enumérese Ud. de entre los mas conocidos de Buenos Aires y acertará con las personas que se ven desfilar por aquí.Casillas de baño por un lado,pequeños restaurants con mesitas potátiles por otro,donde se forman los grupos,donde se charla alegremente, mientras se bebe el cócktel o el vermouth con soda,que ha de aguijonear el apetito,y se respira la brisa marina impregnada de deliciosas sales libre de todo germen de veneno y corrupción.Pero el sol empieza a ocultarse ya.Es la hora de hacer un poco de toilette.La expresión no puede ser mas francesa,aunque la ley que exige el rigor de tan hábito no lo sea en absoluto.Como todo lo sano y grato para el cuerpo,el cambio de traje y de ropa interior antes de comer nos viene de los ingleses,que en esto de saber hace bien las cosas nos dan a cada paso ejemplos.Una de ls impresiones mas agradables que pueda experimentar el viajero en un paseo por Inglaterra es divisar a su arribo al otro lado de la Mancha -a lo largo del camino,que al través de las verdes y floridas praderas conduce desde Folklestone o Dover,hasta el mismo Londres- los grupos de jugadores al “cricket” y “lawn-tennis” en la plena mitad del día, fuera aún de los “foggs” de la capital,desparramados sobre el verde “Meadow” con sus trajes albos y frescos a la luz del sol,cubiertas sus cabezas con la gorra alistada del donairoso uniforme,disputarse la gloria de arrojar con mayor acierto la formidable bola del sport que al caer zumbando entre las filas contrarias es recibida por el golpe vigoroso del contrario “bat” mas tarde,llegada la hora de la comida,esos mismos jugadores de “cricket” se despojan del uniforme, se bañan todo el cuerpo en agua fría y vestidos de rigurosa etiqueta con el inevitable “coronation” en el ojal del frac,aparecen frescos, ligeros,luciendo sus gallardos talantes de jóvenes y orgullosos lords en el teatro de Covent Garden o en llos clubs de Malborough,de Saint James o Piccadilly.Eso es sano,eso es sencillo,eso es varonil y admira a quien viene de fuera¡… el comedor del Brístol está lleno de gente;¡que hermoso comedor! haría honor a cualquier establecimiento europeo de su género.El servicio suele ser a veces tardío;la calidad de la comida deficiente…pero con un poco de buena voluntad se salvan los inconvenientes de lo primero y las pequeñas contrariedades producidas por lo segundo.Los pasajeros están contentos,satisfechos y eso es lo escencial.El espectáculo que el recinto presenta es deslumbrador. y no está sin embargo aquella regia sala del Café de París de Montecarlo,ni la otra maravillosa del Grand Hotel del Boulevard des Capucines,no.Aunque mas vasta en proporciones de las citadas,la del Brístol tiene no obstante un valor artístico mucho menor, por lo que respecta a la riqueza de decoraciones y a la exelencia arquitectónica.Pero el objeto escencial se ha logrado;hallar el efecto.Iluminado a luz eléctrica, decorado a brocha amplia por mano hábil,si bien menos cuidadosa del mérito real que del conjunto aparatoso y empírico,el gran comedor del Brístol es,sin disputa,lo mas espléndido tenemos en América Latina.Ni Chile ni el Perú, ni Méjico,ni el Uruguay cuentan con nada semejante.Pero lo que le da realce es la concurrencia,la escogida casi totalidad de sus ocupantes.La belleza,la juventud,el talento,la elevada posición social,cuanto el país tiene de prominente y de espectable;reputaciones pasadas presentes y futuras;hermosas esperanzas;brillantes realidades,sin que falte,sin embargo,como en todo lo humano,una o que otra manifestación,o tal cual superchería, he ahí el elemento que a la hora de comer exhibe reunido y confundiido bajo un mismo techo el elegante comedor del Brístol.Pasemos enseguida a la terraza,a fumar y beber café.La orquesta de Ismael se prepara entretanto en el salón.Va a comenzar el baile.Son cerca de las 10 de la noche y las damas están listas,aguardando ya a su pareja.La fiesta durará 2 horas apenas.La higiene lo exige así.Dan las 12 y todo el mundo se retirará a descansar.Algunos muy pocos se escurren calladamente hasta las salas del casino adyacente.Allí hay 2 pequeñas ruletas.Se oye ruido de fichas y rumor de voces.8 o 10 hasta 20 quizás -pero no mas- de los 600 huéspedes del Brístol juegan alrededor de las mesas.Los demás son simples curiosos es un placer como cualquier otro. Dicen que producen grandes emociones.Tal vez sea ello así.¡¿Es vedado ese placer? ¿Hasta que punto habría justicia en condenarlo en un establecimiento como el Hotel Brístol y tratándose de un número reducidísimo de huéspedes que al parecer solo van a él en busca de un entretenimiento al cual entregan una mínima fracción del tiempo que han decicado a su permanencia en MAR DEL PLATA? Una tolerancia discreta parece de ver imponerse en este caso.Pongo punto final a esta carta.Creo haber cumplido en parte la promesa que le hize de comunicarle mis impresiones sobre MAR DEL PLATA.¡Ud. que gusta de todo lo que es nuevo y bello,venga a esta playa si tiene ocasión de hacerlo! Se convencerá por si mismo de que no exagero al elogiársela así y cundirá Ud. al mismo tiempo a realizar lo que debieran todas las gentes de buen gusto y de buen viivir: proteger este laudable esfuerzo de un grupo de espíritus avanzados y emprendedores que se han propuesto implantar algo grato y duradero en nuestras veleidosas y jóvenes sociedades sudamericanas,que suelen todavía dudar de la verdad de aquel sapientísimo axioma que dice: “mezclad lo bueno con lo útil”.
Lo saluda afectuosamente su amigo:
Alberto del Solar.(Carta del 16 de Enero de 1892,de Alberto del Solar a su amigo Adolfo Guerrero)
Del Atlántico al Pacífico. Cartas de viaje
5 de febrero de 1889
Gabriel Carrasco (corresponsal, entre otras cosas, del diario La Prensa)
“Mar del Plata, más que una estación balnearia,
es un garito inmenso!
Por mi manera de ser, por mis trabajos, por mis muchas atenciones, no había tenido, jamás, ocasión de conocer una casa de juego.
Aproveché, pues, la oportunidad de conocerlas en Mar del Plata, asistiendo á ellas con la misma curiosidad y anhelo con que el médico ó filósofo pueden visitar un manicomio ó un hospital.
Me pasé, pues, algunas horas, recorriendo las casas de juego, ó, más bien dicho, los salones destinados para ello en los diversos hoteles ó establecimientos de otro género.
Los juegos predilectos son el bacarat juego de
naipes franceses, en que pueden tomar parte,
como en todos, cuantos jugadores quieran; la ruleta, los naipes,las carreras de caballitos metálicos,y, para que nada faltara en esa repugnante colección, se juega, también, á los clásicos dados con
que los tahúres se despluman sin necesidad de muchas combinaciones.
Las jugadas clásicas, son las del Hotel Bristol, el más hermoso de los establecimientos de su género, hermosura de hetaira!
Allí hay un gran salón, perfectamente decorado, en que están las mesas especiales de juego: son la una, de cuatro metros de largo, y uno y medio
de anchura, teniendo en su centro una concavidad en que se coloca el mozo de juego, armado de una larga vara que termina en una plancha de madera con la cual, como si fuera una inmensa garra, recoje de todos los jugadores el importe de sus apuestas.
La banca, ó la casa, vende á los jugadores fichas de diversas formas y tamaños; que valen las menores, diez pesos; las otras, cincuenta; las
mayores, cien; pero ésto no basta, muchos jugadores llevan billetes de á doscientos quinientos y mil pesos, que colocan doblados, en montoncitos,
algunos de los cuales he visto que alcanzaban á veinte mil, treinta mil, hasta sesenta mil patacones!
El puesto de banquero se concede á aquel que ofrece una banca más fuerte; he visto una que empezó á jugarse por tres mil pesos, y se concedió á un jugador que ofreció siete mil.
El juego es completamente de azar.
No interviene en él ni la habilidad ni el buen
manejo de las cartas—es la suerte únicamente la
que concede ó niega sus favores.
Los puestos que rodean la mesa, están siempre
llenos.
En torno de aquella mesa fatal, pude contemplar
y estudiar los rostros y actitudes de los jugadores:
todos despedazándose el corazón que late violentamente,
según el éxito de cada jugada, tratan de
afectar una impasibilidad que no tienen!
La careta del vicio, hace traición, muchas veces,
á una fuerza de voluntad que no tienen, y un leve
fruncimiento de cejas, un lijero temblor de los párpados
ó de las mejillas, revela los martirios que
sufren los perdidosos, mientras que alguna mirada
brillante como la hoja de un puñal, va á clavarse
en las cartas ó en los montones de dinero!
¿Quiénes son los jugadores?
¡Todos! O casi todos!
En torno de aquella repugnante mesa, se ven
banqueros, comerciantes, propietarios, hombres
del foro y de la administración; padres de familia
que van á jugar á una carta el porvenir de su esposa…
…Al lado de la gran mesa del bacarat está otra
más pequeña, en que se juega menos fuerte.
Hay para todos los bolsillos! Hay para todos
los gustos!
Los que no pueden arriesgar mil pesos ó doscientos, en la mesa grande, juegan cincuenta, ó diez, en la chica!
¡Todo es pelarse!
Entre tanto, en otros salones, hay espléndidos
bailes y conciertos, en que las damas de la más elegante sociedad, pasean sus trajes y lucen su hermosura.
No es raro que, mientras la dama luce su belleza en el sarao, el marido, en el salón de juego, arriesgue á una carta la fortuna de su mujer y de
sus hijos!
Por un lado, la mujer, bailando.
Por el otro, su marido, que sin duda no encuentra ya la felicidad, en los castos brazos de su esposa, la busca más ardiente en los azares del
juego, y trata de reemplazar las dulzuras de la vida conyugal y el amor de los hijos, por las fuertes sensaciones que ofrece un siete ó un nueve, llegado á tiempo ó á destiempo, que le puede proporcionar
¡la felicidad! ; ó la ruina”
Atte
Cristina
Guia Social de Mar del Plata. 1927
Parte de una nota de Josué Quesada, narrando una situación de algunos años antes.
“Habían llegado al balneario dos personas del sexo feo, dispuestas a pasar una semana de reposo. Se apearon en uno de los hoteles y solicitaron alojamiento, que les fue acordado sin mucha tramitación, por cuanto acababa de iniciarse la temporada.
Ya en su habitación y luego de haberse desayunado, se requirió sus nombres, a los efectos de incorporarlos a la nómina del hotel. Uno de ellos escribió por los dos: Florencio Parravicini y Salvador Rosich.
El mozo no aparentó sorprenderse, y salió. Minutos más tarde, uno de los dueños del hotel llegó hasta la habitación demudado:
-¡Ustedes disculpen…, pero en este Hotel no puedo alojar artistas!
-Sentimos mucho, por usted, pero hemos resuelto quedarnos…- fue la respuesta.
Y como se repitiera la amenaza de hacerlos salir por la fuerza y dar una inútil nota de escándalo, Salvador Rosich acudió a verme, mientras Parra conservaba la fortaleza.
Intervine como gestor amistoso, y confieso que no fue fácil la empresa, porque estaban muy arraigados los viejos prejuicios de aquella gente. Ese mismo día, cuando Parravicini y Rosich se presentaron en el comedor, una salva de aplausos saludó su entrada: fue la mejor lección que pudiera recibir el hotelero, cuyos ojos sólo entonces se abrieron a la realidad.
No era la primera vez que ocurrían tales cosas en Mar del Plata.
Don Fernando Díaz de Mendoza, que llegó con su compañía para dar una serie de funciones destinadas a inaugurar el flamante teatro Odeón, fue rechazado del primer hotel, porque tampoco se recibían allí a los artistas. Y Pastora Imperio recorrió todos los hoteles y pensiones acompañada del entonces comisionado municipal don Alberto Acevedo, que se abriera ninguna puerta, a pesar de la fuerza de la autoridad que iba con ella. Por último, fue don Guillermo Aldao, dueño del teatro en que la Imperio iba a actuar, quien tuvo que brindarle su propia casa.”
Atte
Cristina
Los encantos de Mar del Plata. E. Gómez Carrillo. 1921
“No hay lugar donde menos fácil sea encontrar un alojamiento.
Aquí, durante todo el verano, es necesario no sólo ser millonario, sino también tener suerte para encontrar una habitación en un hotel de primer orden. Son inmensos, no obstante, esos hoteles. Sus fachadas llenan plazas enteras. Sus hileras interminables de ventanas hacen pensar en Escoriales de cemento armado. Pero a pesar de tanta inmensidad, se convierten en cajas de sardinas en cuanto comienza la temporada.
—-Vea usted que no exagero—decíame el director de uno de ellos, excusándose de no poderme dar ni una alcoba.
Y me abría las puertas de los aposentos, una tras otra.
Y yo veía, con espanto, en cada pieza, tres, cuatro, cinco
camas, camas amplias, patriarcales, camas virginales y estrechas,camas
infantiles, todas las muestras de la especie, en suma, fraternizando con menos holgura que cuando aun estaban en el almacén del mueblista.
—¡Pobre gente!—exclamé.
—¡Pobre!—murmuró el hotelero—¡pobre!… Ya quisiéramos usted y yo tener lo que tiene la más modesta de estas familias… Aquí viven los H… ya usted sabe, los millonarios. Aquí los J. J..,, también millonarios… Aquí los de B…, más millonarios todavía…
Atajando el desfile de los millones, le dije:
—Estarán rabiando con semejantes estrecheces…
— ¡Quia!—terminó el fondista—; están contentísimos.-
eso de rabiar se queda para cuando vuelvan a sus palacios
de la avenida Alvear. Aquí la belleza suaviza las almas…”
El Hotel Bristol cobraba $ 15 por día y por persona,hecho que significó la exclusión del grueso de la población puesto que por entonces,por ejemplo,un peón de policía percibía un salario mensual de $ 55.- y un peón rural $ 30.- mensuales.Desde entonces,a Mar del Plata llegaron
presidentes,vicepresidentes,ministros,diputados de la Nación y grandes intelectuales de la época como Juárez Celman,Carlos Pellegrini,Lucio V. Mansilla,Roque Sáenz Peña y Paul Groussac.Mucho tuvo que ver en el crecimiento de este punto turístico la llegada del ferrocarril.Hasta la década del 30 el grueso de los veraneantes llegaba desde la ciudad de Buenos Aires por el F.C. Sud.Este impulso ferroviario motivó la construcción del Hotel Brìstol en la temporada 1887-1888,ubicado en Entre Ríos y Av. Luro.Éste fue el puntapié inicial para la aparición de los hoteles sobre la costa,como así también los chalets y mansiones de la élite veraneante,que fueron poblando la loma recostada sobre el mar entre la Playa Bristol y el Torreón del Monje.El pueblo que albergaba viajantes en sus inicios pronto se convirtió en una ciudad signada por la estratificación social.En el Grand Hotel se hospedaban las familias acomodadas provincianas,de vida más simple y sin
etiqueta.Además,algunos hoteles tenían diferentes sectores según la clase social a la que pertenecía.Fue el caso de un hotel bicolor,pintado la mitad de color rosado y se llamaba “Hotel Victoria”,que estaba destinado a gente distinguida.La otra mitad,de color blanco,se llamaba Hotel Progreso y se alojaba la gente menos pudiente.La clase media acomodada se ubicaba en el Hotel Confortable o en el Hotel Royal.En cambio,los viajantes de comercio se instalaban en el Hotel de los Vascos,frente a la Estación Vieja de trenes…..(Elisa Pastoriza).
-Acá tierra abajo,pasados los límites de los partidos que forman el núcleo central en las orillas que bañan el Atlántico,abierta a las brisas marinas del Oriente y a las ráfagas sonoras del pampero,ancha,porcelosa a veces,mansa y tranquila otras,hallábase no a muchos años aún,ignota y desierta,tendida a los pies de las sierras y colinas de la región,esta blanca y extensa playa que hasta entonces habitaban tan solo la gaviota salvaje y el gaucho de la pampa.Descubriéndola un día el hombre civilizado y adivinando la importancia de tal descubrimiento.Imaginó aprovecharlo en beneficio de sus semejantes.A la manera del gnomo de la leyenda que así transforma por obra de su mágico poder las ásperas soledades de la floresta,como la dilatada inmensidad del mar en prodigios del arte y la hermosura,haciendo brotar ciudades de los troncos y sierras de las ondas,trocó aquel,a su turno,las agrestes colinas en sostén de palacios suntuosos y a los alados habitantes de la orilla en divinas mujeres.Ahuyentadas por la presencia aterradora del hombre,huyeron las gaviotas de aquí: de aquí donde acostumbraban bajar a centenares y batir sus alas a la luz del sol! Huyeron graznando,para dejar la orilla abandonada a los caracoles y algas del mar,y el tropel bullicioso de hermosas que desde las riberas del plata acudían en grupos interminables a recogerlas y a juguetear con las olas,sus volubles hermanas delante de las cuales en medio de alegre algazara femenil venían a descalzar su diminuto pié criollo y a desentrelazar su perfumado rodete griego…¡cuan rápida fue la invasión! creciendo y creciendo siempre convirtióse al cabo de poco tiempo esta playa en sitio encantandor lleno de vida y de alegría…A la primera pintada casilla de baño siguióse un hermoso galpón,al galpón una casa,a la casa un palacio.La población fué aumentando así;de modo que no mucho después lo que solo era soledad y melancolía,trocóse en muchedumbre y movimiento: el vapor y la electricidad,el martillo y el yunke,el buril y el pincel,hicieron sentir allí su influencia creadora,y el resoplido poderoso de uno,y el golpe mágico de los otros,brotaron poco a poco la forma y la fuerza,el sonido y la luz,el color y la armonía.MAR DEL PLATA se llamó entretanto el prodigio naciente que mañana,una vez terminado del todo, lamárase con justicia MAR DEL PARAISO,bien así como el valle aquel,dentro del cual brotó un día la joyita sudamericana de Occidente que forma hoy nuestro orgullo en el Pácifico,-llevará el mismo nombre…y no esto soñar ni divagar en metáfora.MAR DEL PLATA es un éxito real una muestra evidente de lo que pueden el brío y la cultura de este pueblo rico y vigoroso.No faltarán sin embargo quienes llamen a esta obra de civilización y buen gusto una locura.Una calaverada.Calaverada sea.Pero calaverada de buen tono,-calaverada de gran señor que derrocha unos cuantos miles en obsequio de un elegante capricho señoril.MAR DEL PLATA era por otra parte una verdadera necesidad social en un país como la República Argentina.Reconocida en el mundo entero la absoluta necesidad de tener sitio a donde acudir en la época ardiente de verano a gozar de las ventajas de una temeratura benigna,nada hay que sea mas saludable al cuerpo ni mas grato al espíritu que los parajes favorecidos con la vecindad del mar.Las brisas saladas tonifican al uno y el grandioso espectáculo del océano -ya se le contemple bajo la poética serenidad de la calma o la magestuosa turbulencia de la tempestad- hablan elocuentemente al otro, en el lenguaje mudo,pero sublime,de la naturaleza.Buenos Aires la gran metrópoli del Sud no disponía antes de ahora de un lugar adecuado para su emigración veraniega.Su único recurso era Montevideo y ya se sabe lo que es y vale hoy para el caso esa hermosa capital,si se la compara a la flamante estación balnearia argentina.Los inconvenientes del “depassement” han desaparecido.Ya no como antes,es preciso hacer un incómodo viaje marítimo-permítame la expresión-hasta la otra orilla del plata buscar acomodo en hotel inadecuado;deber hospedaje al extranjero y pagarlo como tal; abandonar la vida de ciudad populosa ára mezclarse en otra semejante;salir,en fin,como vulgarmente se dice,de las llamas para caer en las brasas.MAR DEL PLATA -a pesar de algunos de los inconvenientes que algunos de los descontentadizos quisieran encontrarle-a echado por tierra todos estos obstáculos para dar lugar luego a otros tantos beneficios.La higiene,la cultura, deberán mucho en lo sucesivo a estos establecimientos veraniegos que si son excelentes como puntos de baño,no lo son menos como centro de reunión social.Las costumbres se refinan,a no dudarlo,en el trato mutuo,exquisito y constante,que,por nas subordinado que se halle a exigencias peculiares,no puede menos que producir benéficos resultados,siempre que no se llegue a la exageración absurda.En el torneo de la elegancia y del buen gusto no están excluídas la llaneza y la fabilidad.Por el contrario se la favorece.Todo es cuestión de “savoir vivre” y ”savoir faire”.El exeso que arrastra la ostentación ya sea en el derroche,ya sea en el vestir,habrá de producirse fatalmente y donde quiera,siempre que escaseen criterio natural y ejemplo saludable para evitarlo.En el Brístol Hotel,tanto como en cualquiera otra parte habrá siempre alguno o algunos que lo subordinen todo al número de trajes que deban cambiar al día,o a la cantidad de corchos de champagne que,bajo su “orden” haga saltar sonoramente el mozo que le sirve,creyendo rendir con ello -al trar de hacerse grato- un público y retumbante homenaje de admiración a su fatuo dadivoso cliente.¿Pero será acaso éstas inofensivas debilidades humanas,motivo suficiente para condenar a lo que por tantas otras razones puede aplaudirse? A la verdad que no.Una playa deliciosa,un lujoso y cómodo hotel que hace honor a sus propietarios y al país que lo posee;la oportunidad de emprender excursiones por los alrededores con el objeto de conocer una sección interesante de la gran provincia argentina,que en esa comarca suya ebcierra valiosas propiedades particulares;el fomento de hábitos de sociedad por su condición y por el papel que estanllamados a desempeñar en la cultura y el refinamiento de nuestras clases elevadas tienden al fin en todas partes del mundo persiguen las instituciones análogas,¿que otra cosa puede pedir el mas exigente?…Pero, aparte de lo ya apuntado tienen estas estaciones balnearias el mérito muy escencial de hacer nacer en el turista que la frecuenta una afición que,para los habitantes de la República Argentina,especialmente,debe considerarse utilísima: la noble,la hermosa afición a las cosas del mar…nada mas bello, nada mas grandioso,que el océano…es bello cuando ruge,con la voz y el movimiento de un furor que aterra;es bello cuando calla y duerme en ese apacibilidad serena y casi diáfana que hace pensar en lo infinito y en lo eterno! El mar es,la esfera terrestre,la mayor parte del inmenso todo;el mar nos separa de nuestroa semejantes tanto cuanto nos comunica con ellos.A través del océano se va el viejo mundo y sus ondas procelosas nos han venido y siguen llegándonos la civilización y parte de la vida.Países nuevos obligados a vivir todavía de los mas antiguos, son los nuestros,y verdaderos hijos del mar.Que al mar le deben todo y lo deberán aún por mucho tiempo.El porvenir de la República Argentina con sus futuros y grandiosos puertos,está en el mar;en el mar la explotación de su riqueza interna y la mas vigorosa manifestación de su fuerza material que algún día a no dudarlo descansará sobre su poderosa marina naciente ¿como no amar al mar entondes? …El viento ha caído.Enhorabuena,porque el viento es tal vez el único inconveniente serio que pueda oponerse a las ecxelencias de MAR DEL PLATA.Nos hallamos en rambla.El océano ha vuelto a su tranquilidad habitual…Tranquilidad relativa,sin embargo,porque la ola rueda como siempre,rueda sin cesar eterno y rumoroso vaivén!…¿ Como describirle este grande y amplia melodía que solo Byron y Víctor Hugo han logrado reflejar por medio de la palabra humana? esta música sublime del océano en la que entran comprendidos el choque monstuoso de la líquida masa contra la roca que desafía su poder,el gemido del viento,la sonoridad de la onda y el sordo y lejano estertor de la marejada que se quiebra contraa el banco en estrías espumosas?…La Explanada está allí,a pocos pasos de la orilla.Son las 5 de la tarde.Multitud de paseantes la cruzan en todas las direcciones.Las mujeres en su mayor parte jóvenes y generalmente hermosas.La elegante y delicada corrección de sus trajes revela quienes son.Ni una sola nota discordante en ellas.El estilo que domina es el alto estilo: es estilo severo y llano que,sin desdeñar la fantasía que da colorido y la originalidad que da carácter,rechaza lo que chilla y relumbra,lo que alardea y provoca insolentemente.Colores tranquilos o intensos; pero siempre adecuados;cortes caprichosos,pero nunca estrafalarios…No sucede,por desgracia,lo mismo con los hombres;la fantasía suele desbordarse en algunos -muy pocos,se ha dicho en honor a la verdad- aquí donde es lícito y casi de rigor la fantasía…Lo correcto,es,sobre todo,lo mas general;sobre todo en el traje usado desde la hora de la caída del sol en adelante.Vestidos livianos por la mañana, cómodos,hechos de brin o de franela,blanco o listada,propios para soportar el sol intenso de la playa,con sus reflejos reverberantes,traje negro de etiqueta a la hora de la comida y por la noche , he aquí lo lógico, lo elegante y lo necesario.La rambla está animadísima.¿a que citar nombres? enumérese Ud. de entre los mas conocidos de Buenos Aires y acertará con las personas que se ven desfilar por aquí.Casillas de baño por un lado,pequeños restaurants con mesitas potátiles por otro,donde se forman los grupos,donde se charla alegremente, mientras se bebe el cócktel o el vermouth con soda,que ha de aguijonear el apetito,y se respira la brisa marina impregnada de deliciosas sales libre de todo germen de veneno y corrupción.Pero el sol empieza a ocultarse ya.Es la hora de hacer un poco de toilette.La expresión no puede ser mas francesa,aunque la ley que exige el rigor de tan hábito no lo sea en absoluto.Como todo lo sano y grato para el cuerpo,el cambio de traje y de ropa interior antes de comer nos viene de los ingleses,que en esto de saber hace bien las cosas nos dan a cada paso ejemplos.Una de ls impresiones mas agradables que pueda experimentar el viajero en un paseo por Inglaterra es divisar a su arribo al otro lado de la Mancha -a lo largo del camino,que al través de las verdes y floridas praderas conduce desde Folklestone o Dover,hasta el mismo Londres- los grupos de jugadores al “cricket” y “lawn-tennis” en la plena mitad del día, fuera aún de los “foggs” de la capital,desparramados sobre el verde “Meadow” con sus trajes albos y frescos a la luz del sol,cubiertas sus cabezas con la gorra alistada del donairoso uniforme,disputarse la gloria de arrojar con mayor acierto la formidable bola del sport que al caer zumbando entre las filas contrarias es recibida por el golpe vigoroso del contrario “bat” mas tarde,llegada la hora de la comida,esos mismos jugadores de “cricket” se despojan del uniforme, se bañan todo el cuerpo en agua fría y vestidos de rigurosa etiqueta con el inevitable “coronation” en el ojal del frac,aparecen frescos, ligeros,luciendo sus gallardos talantes de jóvenes y orgullosos lords en el teatro de Covent Garden o en llos clubs de Malborough,de Saint James o Piccadilly.Eso es sano,eso es sencillo,eso es varonil y admira a quien viene de fuera¡… el comedor del Brístol está lleno de gente;¡que hermoso comedor! haría honor a cualquier establecimiento europeo de su género.El servicio suele ser a veces tardío;la calidad de la comida deficiente…pero con un poco de buena voluntad se salvan los inconvenientes de lo primero y las pequeñas contrariedades producidas por lo segundo.Los pasajeros están contentos,satisfechos y eso es lo escencial.El espectáculo que el recinto presenta es deslumbrador. y no está sin embargo aquella regia sala del Café de París de Montecarlo,ni la otra maravillosa del Grand Hotel del Boulevard des Capucines,no.Aunque mas vasta en proporciones de las citadas,la del Brístol tiene no obstante un valor artístico mucho menor, por lo que respecta a la riqueza de decoraciones y a la exelencia arquitectónica.Pero el objeto escencial se ha logrado;hallar el efecto.Iluminado a luz eléctrica, decorado a brocha amplia por mano hábil,si bien menos cuidadosa del mérito real que del conjunto aparatoso y empírico,el gran comedor del Brístol es,sin disputa,lo mas espléndido tenemos en América Latina.Ni Chile ni el Perú, ni Méjico,ni el Uruguay cuentan con nada semejante.Pero lo que le da realce es la concurrencia,la escogida casi totalidad de sus ocupantes.La belleza,la juventud,el talento,la elevada posición social,cuanto el país tiene de prominente y de espectable;reputaciones pasadas presentes y futuras;hermosas esperanzas;brillantes realidades,sin que falte,sin embargo,como en todo lo humano,una o que otra manifestación,o tal cual superchería, he ahí el elemento que a la hora de comer exhibe reunido y confundiido bajo un mismo techo el elegante comedor del Brístol.Pasemos enseguida a la terraza,a fumar y beber café.La orquesta de Ismael se prepara entretanto en el salón.Va a comenzar el baile.Son cerca de las 10 de la noche y las damas están listas,aguardando ya a su pareja.La fiesta durará 2 horas apenas.La higiene lo exige así.Dan las 12 y todo el mundo se retirará a descansar.Algunos muy pocos se escurren calladamente hasta las salas del casino adyacente.Allí hay 2 pequeñas ruletas.Se oye ruido de fichas y rumor de voces.8 o 10 hasta 20 quizás -pero no mas- de los 600 huéspedes del Brístol juegan alrededor de las mesas.Los demás son simples curiosos es un placer como cualquier otro. Dicen que producen grandes emociones.Tal vez sea ello así.¡¿Es vedado ese placer? ¿Hasta que punto habría justicia en condenarlo en un establecimiento como el Hotel Brístol y tratándose de un número reducidísimo de huéspedes que al parecer solo van a él en busca de un entretenimiento al cual entregan una mínima fracción del tiempo que han decicado a su permanencia en MAR DEL PLATA? Una tolerancia discreta parece de ver imponerse en este caso.Pongo punto final a esta carta.Creo haber cumplido en parte la promesa que le hize de comunicarle mis impresiones sobre MAR DEL PLATA.¡Ud. que gusta de todo lo que es nuevo y bello,venga a esta playa si tiene ocasión de hacerlo! Se convencerá por si mismo de que no exagero al elogiársela así y cundirá Ud. al mismo tiempo a realizar lo que debieran todas las gentes de buen gusto y de buen viivir: proteger este laudable esfuerzo de un grupo de espíritus avanzados y emprendedores que se han propuesto implantar algo grato y duradero en nuestras veleidosas y jóvenes sociedades sudamericanas,que suelen todavía dudar de la verdad de aquel sapientísimo axioma que dice: “mezclad lo bueno con lo útil”.
Lo saluda afectuosamente su amigo:
Alberto del Solar.(Carta del 16 de Enero de 1892,de Alberto del Solar a su amigo Adolfo Guerrero)