Por María Clara Areta
Todos y todas somos estructuralmente vulnerables y estructuralmente peligrosos, por lo cual cada uno, cada una, de nosotros es estructuralmente contagiante y estructuralmente contagiado.
Susan Sontag nos eseñó que nacemos con los dos pasaportes: el de sanos y el de enfermos e inexorablemente en nuestra vida usaremos ambos pasaportes. Diría que somos ciudadanos de los dos territorios: el de la salud y el de la enfermedad. Susan Sontag me enseñó que todos y todas somos migrantes en los territorios de la salud y la enfermedad, que la salud y la enfermedad no están separadas por una línea inamovible sino que la frontera entre la salud y la enfermedad es, en sí misma, un territorio.
La pandemia del Covid19, hizo primero que la línea-frontera entre la salud y enfermedad, cayera como línea inamovible y estable y se nos presentara, inexorablemente, como territorio-frontera movible e inestable, entre la salud y la enfermedad.
Porque la engañosa ilusión de las imperturbables y todopoderosas fronteras nos hace imaginar, muchas veces, que estamos a salvo de los males del otro, de nuestro prójimo.
El otro, el diferente, el leproso que describe Foucault en “Vigilar y castigar” al cual hay que exiliar para sostener el sueño político de la “comunidad pura”, se fue acercando hasta poder ser nuestro propio vecino de spa.
Freud y Lacan nos han enseñado que el yo se constituye a imagen y semejanza del otro y que el sujeto es construido por los objetos propios-ajenos-del exterior-interior. Hay un viejo chiste que expresa esto en términos sencillos. Un tipo le dice a otro “Yo me hice solo, no le debo nada a nadie, me hice solo” y el interlocutor le responde “Ya me di cuenta, por lo mal terminado.”
Todos somos hechos por otros y para otros: en la salud y en la enfermedad, en el amor y en el odio, en la pobreza y en la riqueza.
Craso error es creerse tan diferente a los otros, craso error es creerse tan lejos del otro, craso error es entender al otro, a la otredad, solo como un peligro. La ilusión megalómana y paranoica de la mismidad por excelencia es la que realiza las peores de las fantasías humanas: el nazismo, el fascismo, la xenofobia.
El Covid19 hizo que se licuara la ilusión de las fronteras protectoras de los Estados nacionales. Porque antes el dengue, epidemia hemorrágica transmitida por un mosquito del calor, podía adscribirse a los países limítres, a “los cabecitas negras”, pero el Covid19 nos vino por Ezezia, empezó a venir de los países que vamos a visitar para embelsarnos. A la mayoría de los argentinos que les encanta decir que descendemos de los barcos, ahora se les retuerce el estómago teniendo que reconocer que el Covid19 bajó de los aviones que venían del primer mundo, y que viajaban hasta en primera. Muy de primera el virus.
La frontera simbólica, la de los pasaportes se transformó en real,evidente, y amenazante… porque la frontera se movía y se mueve, lahemos visto en televisión y en las redes. La frontera, tan frágil, la vemos todos los día en mapas y en curvas. Nos la explican conductores de noticieros y expertos mediantemapas interactivos y curvas que hacen picos y se amesetan. Hemos visto cómo migraba la epidemia desde China y hemos visto con estupor cómo se instalaba en Europa, y hemos visto con angustia cómo se ensañaba en los países más cercanos, por antecedencia y tradición, a la Argentina: Italia y España. El peligro se extendió hasta el medio del Central Park, ver las carpas de campañas instaladas en los glamoros lugares, locaciones de las amadas películas de Woody Allen, da escalofrío. Ver camiones frigoríficos esperando los cadáveres en la Quinta Avenida da más escalofríos aun.
Y entonces, advirtiendo previsora e inteligentemente como “el bichito se acercaba” el Presidente Alberto Fernández instaló la cuarentena en la Argentina.
Cuarentena para protegernos con lo único con lo que nos podemos proteger: con la distancia entre nosotros.
Nuestra cuarentena debe ser diferenciada de la cuarentena, también explicada por Foucault, del sueño político de la “sociedad disciplinaria” de la peste.
Nuestra, porque debemos apropiarnos subjetiva y comunitariamente de nuestro aislamiento, cuarentena está a cargo de cada uno de nosotros mismos y de nosotros como comunidad.
Entender que nosotros, sí, vos, yo, mi hijo, tu hermana podemos ser contagiantes, somos potencialmente contagiantes y contagiados.
Las circunstancias nos obligan a aceptar que cada uno puede llevar la muerte en sí mismo y que la vida ahora se protege con Aislamiento Preventivo Social Obligatorio.
Si la distancia óptima entre una persona y otra ya eraproblemática AC, Antes de la Cuarentena, lo es mucho más después de declarada la Cuarentena,DC. Porque aclaremos que el DC no significa terminada la cuarentena, sino “Después de Declarada la Cuarentena”, una especie de “en plena cuarentena”.
Estoy escribiendo en medio de la cuarentena. Porque no fue lo mismo lo que dijimos el 16 de marzo cuando grabamos la primera clase de la Asignatura Salud Mental, en el que le dedicamos un bloque a la pandemia, que escribir hoy, en el día 16 de la cuarentena, después del “desborde jubilatorio” del día de ayer.
El adentro y el afuera, gracias al Psicoanálisis, me permite conectarlo con el tema del yo y del otro.
Freud para plantear la complejidad de la distancia entre uno y el otro, toma la comparación de los puercoespines de Schopenhauer: los humanos somos como los puercoespines si estamos muy alejados morimos de frío y si nos acercamos mucho nos pinchamos con nuestras propias espinas. Pareciera que no hay estricto término medio entre los seres humanos.
Y no hay estricto término medio. O estamos muy juntos o muy separados. O nos sentimos solos o invadidos. Hay que bancarse la contradicción.
Los problemas son diferentes: los que tenemos casa para aislarnos y no estar hacinados, comida para alimentarnos, agua y jabón para lavarnos las manos y entretenimientos de diferente orden para sobrevivir sin morirnos del aburrimiento, a veces, olvidamos a nuestros compatriotas, a nuestros otros que están en condiciones tan extremas de pobreza que no pueden aguantar dos días para ir a cobrar al banco, diez mil pesos, o menos.
Algunos escribimos, hablamos, tendemos redes para no estar tan solos y para hacer que otros no se sientan tan solos. Tratamos de hacer comunidad del aislamiento
Otros utilizan estos sensibles momentos para azuzar lo peor del individualismo, para desechar al otro como si fuera nadie. Los “nadies” inmejorablemente escritos por Galeano.
Todos somos estructuralmente peligrosos y vulnerables, pero todos somos potencialmente solidarios.
Yo escribo pequeñas historias cotidianas para encontrar esa comunidad pese al aislamiento.
AC éramos de una manera, tratemos que DC seamos más cercanos del otro y más tolerante de las diferencias, porque la salida de esto no va a ser fácil.
Ojalá que le ganemos al virus del egoísmo, del narcisismo, de la xenofobia.
No nos desesperemos, no nos desesperancemos, no dejemos que el corona virus nos infecte el entusiasmo. El entusiasmo y la solidaridad son la base de nuestras defensas inmunológicas.
La autora es médica psicoanalista, especialista en Psiquiatría y Psicología Médica, profesora titular de Psicología Comunitaria Social e Institucional y de Salud Mental de la Escuela Superior de Medicina de la UNMDP.