Por Vito Amalfitano
Luchar para volver. No alcanza con la consigna, o con voluntarismo puro. Se necesita perseverancia, entereza, temple, paciencia, talento, inteligencia, planificación, estrategia, fe para no rendirse ante las adversidades circunstanciales, espíritu de vencedor, fuego sagrado, evolución, y organización, que vence al tiempo.
Juan Martín Del Potro nunca se rindió. Y venció al tiempo. Si no hubiera expuesto todos esos atributos en el momento más difícil de su vida deportiva, todo hubiera terminado allí. En las tres operaciones de muñeca, en las prolongadas inactividades, en la enésima frustración que ya nos hacía pensar que la vuelta sería imposible.
Del Potro lucho y volvió. Pero volvió por la perseverancia, la entereza, el temple, la paciencia, el talento, la inteligencia, la planificación, la estrategia, la fe para no rendirse ante las adversidades circunstanciales, el espíritu de vencedor, el fuego sagrado, y la organización, que vence al tiempo.
El tiempo que ya parecía perdido, agotado. Sobretodo cuando la muñeca ya no respondió al tercer intento. Pero el tandilense lo recuperó organizando y planificando su preparación y su retorno con paciencia zen, pero con la perseverancia y la entereza de un titán.
Todas esas virtudes, además, afloraron en la cita de más espíritu netamente deportivo, cuando más se necesita encender la llama de ese deportista amateur que está en el origen de cualquier jugador Top. Del Potro volvió a ser el de antes, el de siempre. El de sus orígenes en Tandil y el que se cargó a todos los grandes en 2013, el que le ganó aquella final del Us Open en Nueva York a Federer en 2009…
Pero recuperar al Del Potro original requirió también de virtudes nuevas. Y de estrategia . De una evolución que necesitó experimentar para suplantar o hacer disimular la pérdida de su revés, por la muñeca tantas veces dañada e invadida.
En la mágica noche del sábado en el Court Central del Centro Olímpico de Tenis en Barra de Tijuca Del Potro terminó de cambiar su eje y de encontrar su lugar en la cancha para que, recostado ligeramente sobre su izquierda, menos descaradamente que en el comienzo de su tercer retorno, potenciar al máximo el valor de su drive. Así, con la derecha más potente del mundo, y un servicio efectivo, logró sostener el partido ante Djokovic, nada menos. Y con un plus de confianza se permitió rematar al número uno del mundo en ese tie break memorable en el que ya se atrevió incluso a pegarle fuerte de revés, no sólo con slice.
Pero insolitamente lo hicieron jugar algo menos de 16 horas después contra el portugués Sousa. Casi inhumano para cualquier jugador, mucho más para alguien que viene de soportar tantas inactividades y recuperaciones por lesión. Jugó extenuado desde el comienzo, dosificó energías , las perdió casi todas en el segundo set y ahí, en el tercero, apareció el temple de un Top y un primer servicio letal, más el drive de siempre, para seguir en carrera. Nada menos que como un titán olímpico. Así volvió. Otra versión, el mismo campeón.