Son 42 millones de indígenas que hablan 560 idiomas en América Latina, pero muchas de ellas están en peligro de extinción. Se estima que uno de cada cinco pueblos indígenas ya han perdido su idioma nativo.
El fallecimiento de la última hablante de yagán en Chile prendió una vez más las alarmas en una Latinoamérica que, azotada por la pobreza, la violencia y la falta de derechos para los indígenas, se ve incapaz de proteger los centenares de lenguas maternas que enriquecen la región.
Son 42 millones de indígenas que hablan 560 idiomas en América Latina, pero muchas de ellas están en peligro de extinción porque se estima que uno de cada cinco pueblos indígenas ya han perdido su idioma nativo, decantándose por el español o el portugués. Y con la extinción de una lengua, desaparece también la memoria colectiva e incluso la sabiduría ancestral que durante siglos acumularon estas comunidades. Por ejemplo, en la etnobotánica, esencial para la medicina moderna.
El adiós al yagán en Chile
Chile se vistió de luto el pasado 16 de febrero: Cristina Calderón, la última hablante nativa de la lengua yagán, falleció a los 93 años, llevándose consigo un tesoro invaluable.
“Con la partida de mi madre se fue un conocimiento vivo de la cultura yagán. Existen registros bastante extensos del idioma, pero Cristina podía dar cuenta de unas dinámicas lingüísticas que los textos no pueden ofrecer”, dijo a Efe su hija Lidia González.
Calderón está considerada como un símbolo de resistencia cultural indígena por su lucha en la conservación del idioma de los yaganes, un grupo nómada de navegantes que habitó hace más de 6.000 años el archipiélago de Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente.
Al igual que otras etnias, el número de yaganes mermó significativamente (casi un en 50 %) tras la llegada de los colonos a Chile en el siglo XIX y su población actual ronda apenas los 1.600 miembros.
Actualmente, los descendientes viven en varias comunidades pero nadie habla el idioma como lo hacía Calderón, que junto a una de sus nietas editó un diccionario y un disco.
Su hija rechaza calificar al yagán de lengua muerta y dice que hay suficientes registros como para revitalizarla: “No sería la primera vez que se le da una nueva vida a un idioma. Se dio por ejemplo con el hebreo a partir de 1949, luego de ser una lengua muerta durante 2.000 años”, indicó.
“Una lengua no se pierde por casualidad, sino por muchos factores que tienen un denominador común: la imposición de una cultura sobre otra”, añadió González, quien integra la convención que está redactando una nueva Constitución en Chile y trabaja para proteger constitucionalmente las lenguas indígenas.
La lucha contra el estigma
En el último censo, realizado en 2010, Brasil contaba con 274 lenguas indígenas de 305 etnias diferentes, aunque datos más actualizados, de la estatal Universidad de Sao Paulo (USP), apuntan a que ese número en la última década cayó hasta las actuales 154.
Aunque en este vasto país existen poblaciones indígenas que cuentan todavía con miles de hablantes de su propia lengua, como los amazónicos Mundurukú, Makuxi y Ticuna, la diversidad lingüística y cultural es una riqueza que lucha por ser más reconocida, documentada y preservada.
Uno de los recientes avances, con apoyo de la estatal Fundación Nacional del Indio (Funai), fue la traducción de sistemas de telefonía celular a las lenguas kaingang, en las regiones Sur y Sudeste, y nheengatú, en la Amazonía, donde es lengua oficial en algunas escuelas junto al portugués.
El doctor y profesor en lingüística Wilmar Da Rocha D’Angelis, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y cofundador de la organización indigenista Kamuri, indicó a Efe que la población indígena en Brasil es de un millón de personas, de las cuales solo un 35 % habla su propia lengua.
Para D’Angelis, “la interrupción de la transmisión intergeneracional no es el problema de fondo, el problema es que las lenguas han perdido espacio socialmente relevante, con prejuicios que podrían ser superados con la autonomía económica de sus pueblos, pero esa autonomía se rompió”.
“Hay un prejuicio, incluso llamándolos (a los indígenas) perezosos para trabajar, y eso va apagando su cultura, su lengua. Esa sumisión los lleva a la pérdida de interés por sus orígenes. Pero ahora, afortunadamente, hay un interés de preservar las lenguas con tecnología”, subrayó el especialista.
Los imprescindibles maestros
Colombia, un país con una variada orografía, también es una nación en la que conviven 68 lenguas nativas, según el Ministerio de Cultura, aunque la mayoría de ellas corre riesgo de extinción y solo el español es lengua oficial.
De esas lenguas, 65 son indígenas; dos son criollas, el creole -hablado en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina- y el Ri Palenque -hablado en San Basilio de Palenque-, y la lengua romaní del pueblo gitano, que tiene elementos del hindi, del persa, armenio, griego, neogriego, eslavo y húngaro. Y el palenquero, que es hablado principalmente en San Basilio de Palenque, cerca de Cartagena de Indias, tiene influencia africana de la familia bantú.
Pese a la diversidad y riqueza que entrañan, las lenguas indígenas están lejos de preservarse y, por el contrario, cada día crece la posibilidad de que los hablantes disminuyan, expresó a EFE Gloria Domicó, indígena embera, que actualmente se encarga de varias escuelas del departamento de Antioquia.
Para remediar esta situación, el Gobierno colombiano presentó el mes pasado el Plan Decenal de Lenguas Nativas, herramienta para la protección, fortalecimiento y aprendizaje de estos idiomas. “Ahora Colombia será un país más incluyente”, dijo a periodistas Sharol Yuliana Robles, del pueblo wayúu bakatá, que habla wayunaikii, lengua que con más de 600.000 hablantes, en el departamento de La Guajira, fronterizo con Venezuela, es la “más viva”.
Domicó, de la etnia embera eyabida, comentó a EFE que uno de los grandes problemas que tienen las lenguas indígenas es que están desprotegidas. Recordó que para graduarse en su maestría en Educación tuvo que pasar por grandes dificultades porque “no nos entendemos con los blancos en el idioma”.
Explica que actualmente hay niños indígenas que reciben educación en sus lenguas originales pero que cuando pasan a “la educación media y universitaria quedan en cero” porque no saben español, lo que propicia el abandono escolar.
Faltan políticas públicas
La riqueza cultural y lingüística del Perú se expresa en las 48 lenguas originarias que constituyen medios de comunicación para 55 pueblos indígenas. Según datos oficiales, son más de 3,39 millones los peruanos que tienen por lengua materna un idioma indígena, siendo el quechua el más hablado (3,37 millones). De ellas, 21 son habladas por apenas 31.000 personas y se consideran en alto peligro de extinción.
“Pero en realidad todas las 48 están perdiendo hablantes por la amenaza del castellano y la falta de apoyo”, se lamentó a EFE Agustín Panizo, exdirector de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura, quien precisó que de una de ellas, la amazónica taushiro, se conoce un solo hablante, Amadeo García.
La falta de incentivo institucional y de inclusión de las lenguas indígenas en la malla curricular de la enseñanza en Perú son las principales barreras para su conservación.
Así lo sostuvo a EFE Julio Cusurichi, presidente de la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), que agrupa a 37 comunidades de 7 pueblos indígenas del selvático departamento de Madre de Dios. “Es preocupante que el sector educación no invierta en la formación de docentes en lengua indígena”, afirmó Cusurichi, quien insistió en que la extinción de un idioma es la “pérdida del alma y de la identidad” de un pueblo.
El presidente de la Fenamad, de 41 años, reconoció no ser capaz de hablar de manera fluida la lengua de su pueblo, el shipibo-conibo, y estimó que solo cinco ancianos lo hablan. Panizo aseguró, por su parte, que las acciones del Gobierno peruano en materia de lenguas indígenas eran prácticamente nulas hasta 2011, cuando se aprobó la ley de lenguas originarias que dotó de alfabeto oficial a todos los idiomas ancestrales como paso previo para implementar escuelas bilinges. ”
Sin embargo, la brecha sigue siendo inmensa, de unos 20.000 docentes”, precisó el experto. En esa línea, el Gobierno aprobó en julio pasado la actualización de la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad, que busca que 7 de cada 10 hablantes de lenguas indígenas puedan ejercer plenamente sus derechos lingüísticos hacia 2040. Para Panizo, esta meta “imposible” al ritmo actual, pero es “importante” tenerla como norte.
Resiliencia vs. Extinción
Miles de kilómetros al norte, en México, la situación es parecida para muchas lenguas indígenas, en una lucha constante para su preservación ante unos pueblos cuyas costumbres están cada vez más amenazadas. México es uno de los cinco países con más lenguas nativas del continente, cuenta con 364 variantes dialectales agrupadas en 68 lenguas, según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), que también considera que hay unas 100 variantes en alto riesgo de desaparecer.
Y aunque el Gobierno federal tiene actualmente un discurso indigenista y de reivindicación del México prehispánico, esto no se ha traducido necesariamente en más recursos para preservar las lenguas nativas. En entrevista para Efe, José Daniel Ochoa Nájera, responsable del departamento de Investigación del Centro de Lengua, Arte y Literatura Indígena (Celali) de Chiapas, dijo que existe un vacío sobre cuantas variantes o lenguas han muerto en el último siglo en México.
Aunque hay algunos casos conocidos, como el de la lengua chiapaneca -extinta el siglo pasado- o el del ayapaneco, del que solo quedarían dos hablantes tras morir el año pasado- Manuel Segovia Jiménez, de 87 años, en Jalpa de Méndez, Tabasco.
Solo 55 personas hablan hoy día el idioma mochó en Chiapas, de una población de casi 28.000 personas en Motozintla, municipio enclavado en la sierra de Chiapas. Está en “riesgo de muerte”, dijo a EFE Ochoa Nájera. Los pocos hablantes -la mayoría de más de 60 años- y las diferentes instituciones gubernamentales han trabajado arduamente desde 1997 para preservar este legado lingístico.
Sin embargo, falta mucho por hacer. “Son pocos, los que lo saben hablar y escribir”, cuenta a Efe Teodoso Ortiz Ramírez, traductor y maestro de mochó en la Casa de Cultura de Motozintla. Convencido de que la niñez es la prioridad en estos dos últimos años de pandemia, Teodoso enseña a niños y niñas el alfabeto, el himno nacional mexicano en mochó y espera que pronto regresen sus becarios.
Víctor Manuel Juárez Jiménez, profesor bilinge y hablante de mochó, recordó que en su infancia esta era la lengua que hablaban la mayoría de habitantes del pueblo, aunque a menudo era una lengua denostada y los maestros “la prohibían” en clase. Un reflejo de la deuda histórica de las autoridades con los habitantes originarios de América Latina.
EFE: Por Patricia Nieto Mariño desde Santiago de Chile, Ovidio Castro Medina desde Bogotá, Waldheim G. Montoya desde Recife, Carla Samon Ros desde Lima y Mitzi Mayauel Fuentes desde Motozintla (Chiapas, México).