Carla Molina y Yamelys Bovea son criminólogas y profesoras universitarias que llegaron a Mar del Plata hace una semana empujadas por la crisis económica que se vive en su país. "Hemos venido en busca de futuro", cuentan.
por Natalia Prieto
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Carla y Yamelys son criminólogas venezolanas que llegaron a la ciudad hace una semana empujadas por la crisis económica que se vive su país.
Con ropa de abrigo, muchas esperanzas en la valija y una actitud proactiva, las jóvenes salieron a buscar trabajo. “Hemos venido en busca de futuro”, describieron las oriundas de Mérida, donde dejaron parte de sus familias en medio de inseguridad y falta de alimentos, remedios y hasta papel higiénico.
Sumándose al éxodo de sus compatriotas -sus hermanas se exiliaron en Colombia y en España- las profesionales eligieron llegar hasta Mar del Plata . “Aquí está más accesible el proceso de la Precaria, que es el documento que te permite como extranjero optar por trabajo legal”, explicó Carla Molina (carlitamolina@hotmail.com).
“Es el antecedente para sacar el DNI -continuó Yamelys Bovea (yamelys.bovea@gmail.com)-, digamos que es el inicio del proceso para poder conseguir el documento, cuyo trámite puede durar entre 2 y 3 meses y tiene una vigencia de 2 años”.
Las gestiones ya las habían iniciado en su tierra natal, a través de internet, después que en diciembre pasado tomaran las decisión de abandonar Venezuela.
Aunque ambas -que son amigas y fueron compañeras en la universidad de Los Andes, en Mérida- tenían trabajo como profesionales, durante las fiestas de fin de año optaron por exiliarse. “Nos faltaba dinero para ayudar a la familia, para la comida, para los regalos de Navidad, aunque estábamos medianamente bien económicamente hablando”, señaló Yamelys.
Carla se desempeñaba como supervisora de Seguridad y Salud Laboral en la empresa Caminos y Construcciones, mientras que Yamelys trabajaba como criminóloga en el Centro Penitenciario Región Andina Mérida. Ambas son profesoras universitarias.
Esperanza
A pesar del dolor del desarraigo, el no poder conseguir -por ejemplo- medicamentos o algo tan cotidiano como papel higiénico las empujó a abandonar su país, ya que para procurarse esos productos debían recurrir al mercado negro o ir hasta la frontera con Colombia. No siempre les alcanzaba el dinero para hacerlo.
Así que, una vez tomada la decisión, comenzaron a planificar el viaje. “Trabajamos hasta julio y ahí renunciamos, ya teníamos los pasajes y vendimos lo poco que teníamos para venir con algo de dinero para subsistir hasta conseguir trabajo”, detallaron.
Así fue que, aconsejadas virtualmente por un argentino que vive en Buenos Aires y habían conocido durante unas vacaciones en la isla Margarita, arribaron a La Feliz, ciudad que les parece “espectacular” a pesar del frío.
Acostumbradas al calor tropical, viven este invierno con los gorros en la cabeza y con más abrigo del que usaron durante toda su vida.
Al llegar a Mar del Plata, las jóvenes se instalaron en un hostal y luego se mudaron a un departamento que alquilaron hasta diciembre próximo. “Aquí conocimos a Roberto, un señor que nos presentó nuestro amigo de Buenos Aires, y que nos está guiando y ayudando en cómo movernos, nos orienta y hasta nos salió de garante para el alquiler y al que le estamos muy agradecidas”, contó Carla.
Para el próximo 31 de julio tienen turno para sacar “la Precaria” pero mientras tanto recorren la ciudad y entregan sus CV´s en todos los lugares donde se los aceptan.
“Queremos entrar a la Universidad también, pero tenemos que hacer las reválidas y todos esos trámites llevan tiempo y para eso necesitamos la Precaria”, aseguraron.
En el interín, no descansan y tratan de conseguir trabajo “donde sea”. “Hemos dejado currículums en supermercados, pinturerías y en todos lados nos los han aceptado a pesar de que nos dijeron que no están contratando gente”, contaron.
“De todas formas -añadió Yamelys-, y a pesar de que sabemos de la dificultades que tiene la ciudad con el tema del empleo, nos seguimos moviendo”.
Si bien, en un principio “tenía miedo -confesó Carla-, estábamos temerosas por cómo nos tratarían, si habría xenofobia, pero nos han tratado muy bien. Nos pudimos deshacer de ese miedo”.
Futuro
Por su parte, Yamelys señaló que a pesar de tener las mejores expectativas al iniciar la aventura en busca de un futuro mejor, llegó “con miedo y temor por lo que podría pasar”. “Si conseguiremos trabajo, por cargar en las espaldas con la ilusión de los familiares que se quedaron allá. Mis padres ya son grandes y despedirse no fue fácil”, dijo con un hilo de voz.
“El aterrizaje es duro -añadió Carla- y siempre hay un poco de miedo, porque no sabíamos cómo nos iban a tratar los argentinos. Pero no tenemos más que palabras de agradecimiento”.
En ese sentido destacaron: “en la ciudad nos sentimos seguras, a diferencia de lo que vivíamos en Venezuela, donde no podes cargar con un celular de alta gama, por ejemplo. En la plaza Bolívar, que es el centro de Mérida, a las 8 de la noche no podés caminar sola y también hay mucho motorizado (motochorro)”.
Sin embargo, son conscientes de los peligros y de que la vida no es color de rosa. “También nos advirtieron que hay zonas en las que tenés que tener cuidado”, señalaron.
Asimismo, elogiaron el transporte público, que “aquí funciona bien y en Venezuela es pésimo”. “Casi no hay buses, la gente se traslada en camiones de perros (los volquetes) y por eso se produjeron muchos accidentes”, explicaron.
Y destacaron también “la agilidad para la realización de los trámites. Se cumplen los turnos y las páginas de internet andan muy bien”.
Ya en contacto virtual con otros venezolanos exiliados en la ciudad, esperan poder probar pronto la carne vacuna asada. “Compramos peceto para milanesas y son exquisitas”, definieron”, contaron. Y se sorprendieron al tener raciones para las compras cotidianas.
“El desabastecimiento de todo tipo de producto está agudizado -explicó Yamelys-, a veces ni siquiera te permiten comprar artículos de primera necesidad. Casi no hay papel higiénico ni productos de higiene personal”.
Claro que las limitaciones no alcanzan a toda la población, sino “básicamente al venezolano de a pie, porque el que tiene buen nivel adquisitivo puede recurrir al mercado negro. Son los menos y, en general, pertenecen al gobierno”.
Ellas, como tantas otras víctimas de la revolución bolivariana debieron abandonar su tierra natal en busca de futuro.
Un éxodo que crece
La ola inmigratoria de venezolanos a la Argentina creció 1600 por ciento en los últimos cincos años y se aceleró desde la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación, según cifras oficiales difundidas a principos de año.
Así las cosas, Argentina otorgó en 2.012 residencias a 1.900 venezolanos, mientras que en 2017 se superaron las 31 mil radicaciones a ciudadanos de ese pais, más del 1.600 por ciento de incremento informó la Dirección Nacional de Migraciones.
Asimismo, entre 2016 y el año pasado la llegada de venezolanos se incrementó un 146 por ciento y estiman que en Mar del Plata actualmente viven unos 500 nacidos en ese país caribeño.
Recuerdos de Mar del Plata
El ex presidente venezolano Hugo Chávez estuvo en Mar del Plata participando de la IV Cumbre de las Américas, que se realizó los primeros días de noviembre de 2005. Sin embargo, el recuerdo más importante lo tiene como el organizador de la denominada “contracumbre”, que se realizó en el estado Minella con la participación de Diego Armando Maradona, entre otros.
Desde allí, a través de un prolongado mensaje emitido bajo la lluvia, inmortalizó el “ALCA (por el Tratado de Libre Comercio entre las Américas) ALCA, ¡al carajo!” y a la vez enterró la posibilidad del acuerdo que trataba de imponer el presidente norteamericano de aquel entonces, George Bush hijo.
Yamelys, en ese entonces transitaba los 20 años, y recordó que “supimos lo que sucedió pero hablábamos de Argentina, no de Mar del Plata en particular”. “No teníamos mucha conciencia de eso”, reconoció.
“La política no estaba en mi vida -recordó- y Chávez generaba eso, por el carisma que tenía se posicionaba como líder y siempre tenía ese tipo de acciones que generaba más populismo”.