Cultura

Una carta a la madre en un verdadero derrame lírico

Un poemario con textos íntimos y plásticos en el que se recuerda a la madre ya anciana y en el que aparecen retazos de la memoria de la autora.

Por Sebastián Jorgi

Y sí, estimada poeta María de los Angeles Espinosa, alguien detrás de tu mamá cerró la puerta, claro, no confiabas en quien la estaba cuidando, lo escribís en la estrofa número 2, patético, amiga, “escucho tus gritos y se me achica el corazón”. Pero los recodos que aparecen en tu poemario, son crudamente apelativos y no por ello cargados de un síndrome poético, que enaltece esa carta confesional a la madre honrada. Y enviada con un desenfado sin prejuicios, escindido entre lo explícito y lo más oscuro, desde esa zona donde la intimidad teje y desteje heridas. Y donde puede avizorarse algún toque de ternura, por qué no.

Yo quería seguir con la lectura, bueno, la poesía no se “lee”, se palpa, se ausculta, siempre digo que sólo podemos aproximarnos a la letra, al mundo esbozado por el poeta, apenas. Yo intentaba seguir avanzando, pero el poema 3 me quedó clavado:

No encuentro motivos para que estés viva /¿Existirán los arcángeles que trabajan /Para el que señala con el dedo y elige? /¿O tal vez un dragón alado con capacidad de carga? /Quisiera que vivieras en un monte tupido de hierbas. /Pero el monte fue tallado. /Y las hierbas todas quemadas.

Me preguntaba si había un orden compositivo, verificaciones o correcciones, idas y vueltas en la escritura -que todos de algún u otro modo, ensayamos-, pero me imaginaba un derrame lírico, casi automático nacido en las profundidades de tu dolor inmensurable ante la enfermedad de madre, parido primero, -si se me permite el término- impelido enseguida al papel en blanco tras desvelo in situ. ¿Habrás escrito sin parar, dele que dele impregnada de lágrimas? ¿O ya el corazón estaba curtido ante la inexorabilidad de la partida de madre?

Encima de la amargura, soportar el mal trato que sufren los pacientes muchas veces, o la indiferencia ante el tocar un timbre o apretar una perilla de aviso. La deshumanización de estos tiempos que corren va tocando límites casi de posguerra.

Y si dije “derrame lírico” esto no es para nada gratuito, tal lírica está empujada desde una catapulta romántica -sino genuinamente romántica-, lo que es decir bastante sobre este poemario, por momentos dulce y otros no tanto, calificando a las culebras bestiales que fueron a la peluquería “para disimular ser humanas”, falsas serpientes teñidas de miseria y que en falso gesto se persignan, te comprendo María de los Angeles, lo he visto y vivido, cuadros sociales que refractan lo inhumano en el trato y cuidado de enfermos… por eso este Cometa que se bifurca me atraviesa intensamente.

Me pediste que te besara /Me dijiste que era la cosa más hermosa /Me besaste la mano…

Nada más que como referencia, les digo que al cruzar el Poema 6, para entrar en otra zona plástica, donde la paleta ya pinta garzas blancas, cigüeñas hermosas, enjambre de avispas y después, estimada poeta, que el corazón aguante, dices, no te apartes del camino, que el corazón, por favor aguante.

Ah, y qué decir de esos regresos a Goya, la querida Goya, se torna realmente conmovedor tu poemario, y me ha tocado de cerca: Nunca sabrás /Lo que lloró mi corazón /Al escucharte aquella tarde…

Has llorado lo que no pude llorar yo, en aquellos días de febrero, hace muchos años ante mamá agonizante, nunca pude llorar, por esto te decía que siento cierta identificación y después de atravesar el Poema 12, me encuentro con ese tramo fuerte, el toallón blanco, el regalo de casamiento, la guarda que lo adorna con la silueta de un faro/parecido al de Quequén… con gaviotas en el cielo.

Imágenes que se entremezclan con el recuerdo de tu hermano Gustavo y con el ahora de cocinar ravioles con salsa mixta/ en la Pirex, sí, todo lo que debes escribir, pintar, recordar, honrar, es aquella infancia y adolescencia, mixturado en el recuerdo con este tiempo, como lo expresa Eckert Tolle en su libro La importancia del Ahora.

Y los dejo, amigos, recomendando este libro íntimo, por pasajes desgarrador, donde emerge la poesía sobreimpresa en el papel blanco (ya estaba “escrita” en la memoria y la poeta-artista “calca” el dolor…) La línea orteguiana aflora con toda la fuerza para conjugar el yo y la circunstancia.

Me ha impresionado muy especialmente Cometa que se bifurca, de María de los Angeles Espinosa, una cantata honrando la memoria de su madre, escrita con tinta-sangre del corazón.

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