por Walter Schmidt
El oficialismo quedó inmerso en los últimos días en un escenario de protestas por el tarifazo y de intimidación, a partir de distintas amenazas de muerte nada menos que contra la figura presidencial.
Extraña la cosecha por estos días. Mientras el presidente Mauricio Macri y su vice Gabriela Michetti recibieron amenazas de muerte, la jueza federal Martina Fons que integra la agrupación kirchnerista Justicia Legítima y que firmó el fallo que suspendió los aumentos de la luz en todo el país, también fue amenazada.
¿Como en otros momentos de esta joven democracia se trata de un escenario de violencia política?
Al menos desde la Casa Rosada desalientan cualquier vinculación de las agresiones recibidas por Macri en Mar del Plata, o de las amenazas de bomba a la sede gubernamental, con algún sector político de la oposición.
“Creemos que son acciones individuales y desarticuladas”, señalaron desde el gobierno. En el radicalismo, socios principales en Cambiemos, comulgan con esa teoría: “Son grupos minoritarios”, aseguraron. En la Coalición Cívica, cuya líder Elisa Carrió suele no tener filtro al momento de denunciar o elucubrar complots, sostuvieron: “No hay hipótesis” al respecto.
No obstante, en algunos estamentos del Poder Ejecutivo sospechan sobre la posibilidad de cierto trabajo de “inteligencia” al servicio del kirchnerismo. Aunque no todos los funcionarios comulgan con esa hipótesis.
Existe una certeza que despliega un manto de sospecha sobre la serie de incidentes y amenazas que sufrió Macri días atrás en carne propia en Mar del Plata o mediante llamadas telefónicas en su ex departamento de Avenida del Libertador o en la casa Rosada: los servicios de inteligencia del Estado no están en orden.
La actual Agencia Federal de Inteligencia (AFI) está compuesta por capas “geológicas” de agentes que actuaron en nombre de los distintos gobiernos democráticos y de facto. Esa incongruencia llevó a que durante el kirchnerismo se intentara descabezar a la ex Side, creando un aparato de inteligencia paralelo con el ex general César Milani a la cabeza.
Si todo se limitara a pseudo-terroristas que tuitean sus amenazas hacia la figura presidencial y son detenidos en cuestión de horas por las fuerzas de seguridad, todo sería anecdótico.
Sin embargo, que luego de ese episodio se multipliquen supuestos robos a domicilios u oficinas de ex funcionarios y militantes kirchneristas, convierten lo ocurrido en hechos con connotaciones políticas.
¿Alguien está manipulando esos hechos?¿Hay una mano negra detrás de ellos? La sociedad espera que la respuesta sea no.
DyN.