Richard Ford asegura que "la postverdad es veneno". El estadounidense llegó a Argentina para participar de la Feria del Libro de Buenos Aires.
Richard Ford, uno de los escritores estadounidenses más destacados de las últimas décadas, compañero de generación y amigo de Raymond Carver, asegura que “la postverdad es veneno”, durante su primera visita al país en el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde presentará el libro “Entre ellos“, compuesto por dos semblanzas sobre sus padres.
“La postverdad es veneno. Todo un sistema de responsabilidad personal, de confianza, de comprensión del universo depende de que las cosas están sucediendo y, si erosionamos esa confianza profunda en que las cosas suceden, es como si fuéramos monos colgados de las ramas”, sentenció Ford en diálogo con Télam.
“Los hechos son más interesantes de lo que uno dice sobre ellos, y cuando la gente entra en problemas, algo que estamos viendo ahora en el gobierno de los Estados Unidos, no importa lo que digas sobre los hechos, lo que vale es lo que ocurre”, aseveró el escritor nacido en la ciudad de Jackson, Misissippi, en 1944.
De esa manera, “enfocándose en los hechos”, escribió los perfiles de sus padres que forman “Entre ellos”: uno hace 30 años, en pleno proceso de duelo por la muerte de su madre, y el otro cuando tenía 68 años, rescatando la memoria de su padre, un viajante de origen irlandés, amoroso pero ausente, que murió cuando él tenía 16 años.
“Estaba interesado en las vidas literales y absolutamente comunes de mis padres, la disciplina fue mantenerme concentrado: no decir algo que no pasó y, si estaba especulando, decirlo”, resumió el escritor y catedrático que dedicó este libro, como los doce anteriores, a Kristina Hensley, su esposa y primera lectora desde hace más de 50 años.
Ford recibió los premios Pulitzer y PEN-Faulkner por “El Día de la Independencia”, además del Princesa de Asturias de las Letras 2016, y su tetralogía de Nueva Jersey, iniciada en 1986 con “El periodista deportivo”, que ingresó al listado de los 100 mejores libros de la revista Time, cuenta ahora con otra novela en proceso, “Be mine”, donde el protagonista de siempre, Frank Bascombe, continúa envejeciendo con su autor.
El domingo a las 17 Ford será entrevistado por Mariana Enríquez en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), avenida Figueroa Alcorta 3415 (CABA); y el lunes a las 10.30 disertará en el porteño Museo del Libro, sobre avenida Las Heras 2555.
– ¿Pueden estas semblanzas leerse como ensayos?
– Pueden, porque más que contar la vida de alguien pretenden decir algo de esa vida que de otra manera no se podría; y un ensayo consiste en mostrar algo que de otra manera no se podría, solo que yo elegí como objeto de estudio a mis padres. Quise mirar lo que eran y mantener mi ojo sobre eso todo el tiempo. “Entre ellos” quiere decir que yo estaba entre dos personas separadas de mí, que se amaban entre ellos primero y después de eso a mí, lo que sentí como algo maravilloso, porque es una buena forma de crecer. Los niños pueden sentirse demasiado importantes y esa es una carga para un hijo único. Por suerte yo no era la persona más importante en vida de esa pequeña familia de tres, era el hijo, el niño.
– ¿Qué implicó cada memoria como experiencia?
– No hay que darle mucha importancia a la diferencia entre una y otra: soy escritor, escribo y todo se siente más similar que diferente. Como mi padre murió cuando yo era adolescente, viví todos los años posteriores sin él y antes de eso él no estaba mucho en la casa, por lo que mi problema fue cómo escribir de alguien a quien amaba y que la mayor parte del tiempo no estaba. Fue un acercamiento intelectual, dediqué tiempo a acumular recuerdos para que la ausencia se convirtiera en presencia y escribí lo que recordaba sin esfuerzo porque mi padre está en mi mente todo el tiempo, durante 35 años escribí cosas en mi cuaderno sobre él (NdR: muestra una libretita que saca de un bolsillo con anotaciones en tinta y letra grande). Es normal para mí y tengo muy buena memoria, referirme al temor al olvido en el libro fue una dramatización, no me olvidaría de nada.
– En un pasaje final de la historia sobre su madre apunta que ella no tenía de qué enorgullecerse en su vida, pero en el resto de los textos pareciera que sí.
– Cuando digo que no tenían nada especial está bien, quería escribir sobre mis muy, muy comunes padres y encontrar en esa cosa tan común algo que representara una virtud. La virtud fue que estaban orgullosos de mí, porque me hicieron y sobreviví. No les importaba si era bueno o no en algo, solo querían que no fuera un delincuente o una mala persona. Sin embargo, algo que aprendí viviendo tantos años, es que no tengo evidencias de que las demás familias fueran como la mía y que sin la evidencia lo único que tenés es la convicción de la sabiduría.
– En el libro cuenta que fue a estudiar hotelería a Michigan, ¿cómo se vinculó con la literatura?
– De una manera muy repentina y rara, odiaba la hotelería y los negocios, su vocabulario, pero me encanta leer y pensé que estaba en esa gran universidad y que eso no era educación, que tenía que estar estudiando Platón, Aristóteles, francés. Ésa es educación sentí, no la química orgánica. No era mi plan pero lo hice inmediatamente, apenas entré, con 18.
– ¿Cómo manejó su dislexia, con esa decisión?
– Todavía es dificultoso para mí leer, lo hago de manera muy lenta, pero es interesante lo me ocurre a veces: estoy leyendo el New York Times y, por alguna razón, noto que puedo hacerlo rápido y pienso por qué no puedo hacerlo siempre así. Pero leo novelas, filosofía, cosas difíciles que debo repasar una y otra vez, pero me gusta.
– ¿Cómo definiría a un lector de literatura?
– Como alguien que está interesado en las palabras, en su uso, que quiere aprender algo, que busca conocer la imaginación de otros y renovar su vida sentimental, alguien absolutamente interesado en otros mundos, un idealista que tiene un sentido empático con los demás.
– ¿Por qué empezó a escribir?
– Sentí que la vida no era suficiente, lo que estaba haciendo era bastante para mí; muchas cosas pasaban por mi mente que no estaba aprovechando, demasiadas sensaciones que no tenían demasiadas consecuencias. Creo que la mayoría de la gente empieza a escribir porque siente algo inadecuado en su vida, y eso puede suplirse con un acto de imaginación, es algo muy similar a por qué una persona se convierte en sacerdote. Si bien nada puede ser más diferente que un cura y un escritor, ambos creen en algo que no pueden ver, aunque mis historias son más divertidas y, además, son verdad.