Ante un escenario emplazado en la calle Balcarce, más once pantallas gigantes dispuestas frente a la Casa Rosada y en calles adyacentes, decenas de miles de personas con banderas y remeras multicolores colmaron la Plaza de Mayo para festejar un nuevo aniversario de la recuperación de la democracia, en 1983.
La multitud fue convocada para escuchar los discursos del presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, en un llamado a dar valor al sistema democrático y la plena vigencia de los derechos humanos.
Las columnas empezaron a ingresar a la Plaza, con manifestantes que buscaban ingresar por Avenida de Mayo y las dos Diagonales.
Los primeros espacios frente a la Casa de Gobierno estaban ocupado por las columnas del Movimiento Evita, Somos Barrios de Pie y la agrupación OLP, como también por corrientes del peronismo bonaerense que se habían movilizado desde los municipios del Gran Buenos Aires.
Aunque la jornada arrancó nublada, pasado el mediodía comenzó a despejarse y entonces se empezó a hacer sentir la combinación de sol, humedad (70% según el servicio metereológico) y las multitudes que compartían un espacio limitado, por lo que la empresa estatal Aysa empezó a distribuir gratuitamente sachets de agua mineral que grupos de jóvenes, con espíritu festivo, abrían para saciar la sed y arrojar agua entre la gente.
En las primeras horas de la concentración, cuando todavía se podía andar sin problemas desde Hipólito Yrigoyen a Rivadavia y desde Balcarce a Bolívar, se veían con claridad los pasacalles que algunas organizaciones habían colocado en las primeras horas del día e incluso la noche anterior: frente a la Catedral se veían varias consignas que remitían a frases famosas del Papa Francisco (“El todo es superior a las partes” y “La unidad es superior al conflicto”), pertenecientes a la organización Encuentro Peronista, que colgaban entre el alumbrado público y una de las tradicionales palmeras de la Plaza.
Otras banderas portaban los clásicos apellidos de dirigentes del peronismo, como una celeste y blanca instalada en las alturas, cerca del Banco Nación, que decía “Katopodis, San Martín”, por el ministro de Obras Públicas y exintendente de ese municipio del conurbano.
En distintos puntos de la Plaza también se veían pasacalles azules de la intendencia de La Matanza con el nombre completo del jefe comunal Fernando Espinoza bien visible en letras blancas.
Una columna muy grande de organizaciones kirchneristas con una participación importante de La Cámpora y otros espacios del Frente de Todos llegó a la Plaza por la Diagonal Norte -se habían concentrado en el Obelisco- y con la presencia entre sus primeras filas de dirigentes conocidos, como la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, que caminaba mientras otros militantes le pedían sacarse selfies, todo bajo el ritmo que marcaba una banda musical con redoblantes y trompetas.
En la cabecera de esa columna marchaban el jefe del bloque del FdT en la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner; el senador nacional y titular del PJ porteño, Mariano Recalde; y la senadora reelecta por Mendoza, Anabel Fernández Sagasti; quienes saludaban mientras avanzaban despacio en el ingreso a la Plaza de Mayo, detrás de una bandera que decía “Primero la Patria”.
“Ojalá que Lula pueda devolverle a Brasil el prestigio que perdió, deberíamos aprender todos de la fortaleza que demostró”, afirmó Máximo Kirchner cuando un movilero hizo el esfuerzo para llegar hasta ese rincón de la Plaza, unos metros delante de la Catedral, donde lo flanqueaba la diputada nacional Paula Penacca (FdT).
La columna llegó a través de Roque Sáenz Peña, donde se había montado una de las 11 pantallas gigantes que transmitieron lo que pasaba en el festival y que estaban repartidas entre el escenario, donde se colocaron dos, y el resto de la Plaza y las inmediaciones, con otras dos sobre Rivadavia, un par también en Hipólito Yrigoyen, una en Diagonal Sur y dos más sobre la calle Bolívar, frente al Cabildo.
Otras agrupaciones también habían desplegado sus enseñas entre la Pirámide y los postes del alumbrado público u otra de las palmeras, como el sindicato Luz y Fuerza, el Movimiento Territorial Liberación, el Partido Comunista, el espacio Puebla, una bandera Wiphala de los pueblos originarios y otra de la organización Movemos, mientras que en las esquinas cercanas y en algunos canteros del pasto se juntaban pequeños grupos atraídos por los puestos de venta de hamburguesas, choripanes, agua mineral, cerveza y gaseosa fría: uno de los vendedores, como ocurrencia de marketing, aseguraba que su cerveza era “la que toma Cristina”.
Entre la muchedumbre había quienes buscaban terminar el día con una diferencia económica a través de la venta de remeras con imágenes e inscripciones alusivas; también había quien exhibía bustos de Néstor Kirchner realizados con resina, lijados a mano y pintados con aerosol, procedimiento que -remarcó- le llevaba “dos semanas”.
Entre los manifestantes se encontraba Eugenia, empleada en el Poder Judicial de la ciudad de Olavarría, de 39 años, quien contó que estaba “de paso por Capital” y por esa razón aprovechó “para acercarse a la Plaza” porque quería presenciar de primera mano el acto por el Día de la Democracia y los Derechos Humanos.
“La he bancado siempre a Cristina -contó- y también a Alberto. Este ha sido un gobierno complicado con todo lo de la pandemia, no se ha podido ver mucho (de la gestión) porque estaban muy abocados a eso. Esperemos que ahora se tranquilice el tema de la pandemia y empiece a resurgir la economía, que es lo que está más complicado”, manifestó la trabajadora de la Justicia, quien transmitió su expectativa en que se consolide un “repunte” de la actividad económica.
Otra historia entre la multitud era la de Leonardo Parigi, de 39 años, docente, artista y director de Programación Cultural e Integración Regional en Cultura del gobierno bonaerense, quien caminaba de la mano de sus dos hijas, ambas menores de 10 años.
“Vinimos en familia, con mis dos hijas y mi compañera, con la organización y un montón de vecinos y vecinas de Cañuelas”, confió a esta agencia para luego subrayar que la experiencia de compartir una concentración de ese tipo lo ponía contento porque implicaba “volver a ocupar la calle y encontrarnos entre ‘compañeres'”.
Entre los asistentes había muchísimos jóvenes que, por supuesto, no habían nacido en 1983 y que sin embargo valoraban lo que significaba para la Argentina 38 años consecutivos de democracia, lo que convirtió a cada 10 de diciembre en una fecha para festejar, una reflexión colectiva a la que apelaron los organizadores y que Matías Álvarez, de 23 años, estudiante de Ciencias Políticas de la UBA compartió en diálogo con Télam.
“Hay que celebrar estos 38 años de democracia y hay que seguir cuidándola porque estamos en épocas donde vemos diputados que hacen campaña electoral con discursos negacionistas y consiguen bancas en el Congreso”, dijo.
“Hay que apostar por las instituciones de la República, para que sean mejores. en esta jornada, por ejemplo, hablan Cristina y Lula y no es casual: ellos, en sus respectivos países, fueron perseguidos políticamente por la Justicia y eso en una democracia no puede pasar”, remarcó el aspirante a politólogo.