"Me interesa, también, la idea de entregarnos a una historia de ficción sin imaginarnos que, en realidad, esconde muchas verdades", compartió el autor de "Desde algún lugar sin tiempo y de éxitos como "Matilde debe morir" a LA CAPITAL.
Por Claudia Roldós
Cristian Acevedo lo advierte con la cita de Sándor Márai que precede a la novela: “Es preciso prestar atención a todos los detalles porque nunca sabemos cuál de ellos puede ser importante, ni cuándo una única palabra puede esclarecer”.
La novela es “Desde un lugar sin tiempo”, publicada en la colección Letras de Plata, de Plata (Ediciones Urano), una historia de amor en la que el autor reflexiona sobre el tiempo, la memoria y la muerte.
Y con la advertencia, renueva su código de relación con quienes se adentran en las historias del autor de “Matilde debe morir”, “Matilde decide vivir” y “Todas las vidas de Eva Ki”, entre otros títulos en lo que los lectores no son sujetos pasivos.
Tanto desde la elección de los tiempos verbales como desde la fragmentación del relato, el cambio del punto de vista y el tipo de narración utilizada en cada caso, Acevedo reflexiona sobre los temas que le interesan -el tiempo, la memoria, la muerte o la idea de la vida después de la muerte, el amor-, pero a la vez desafía a los lectores. Los incentiva a estar atentos a los detalles, a desconfiar de los relatos de los protagonistas. Y, sobre todo, se propone contar, compartir, una buena historia, de la mejor forma posible.
En el caso de “Desde un lugar sin tiempo”, el desafío parte de que “la memoria y la imaginación se parecen más de lo que creemos. Y tiene lógica: muchas veces los recuerdos no son más que cosas que nos inventamos”. Quien lo dice es Jean-Claude, el protagonista, el hombre enamorado devenido en fantasma que revive su historia de amor con Rosarí.
En una charla con LA CAPITAL, el autor compartió algunos detalles del proceso de escritura de esta novela y reflexiones sobre los temas que se cuelan a través de los avatares de Jean-Claude y Rosarí.
-El tiempo y la muerte dan la sensación de cobrar distintos sentidos en “Desde un lugar sin tiempo”. Más allá de la historia concreta de Jean-Claude y Rosarí, ¿tenías la idea de disparar en los lectores reflexiones acerca de esos temas?
-Es cierto, en “Desde algún lugar sin tiempo” se abordan el tiempo y la muerte y otros asuntos desde distintos puntos de vista. Pero cuando me siento a escribir lo hago sin ningún propósito más que el de contar una historia de la mejor manera posible. En este caso, una historia de amor entre un flamante fantasma y su interés romántico. Donde vos advertís un disparador para que el lector reflexione, en realidad soy yo reflexionando acerca de esas cuestiones. Es decir, no escribo con ideas preconcebidas, sino que me permito hurgar en ellas al mismo tiempo que el lector.
-¿Cómo te pega a vos el tema del tiempo?
-Es un tema fascinante, no solo porque el tiempo es un fenómeno que todavía no entendemos, sino porque te permite usarlo como recurso. “Desde algún lugar sin tiempo” es precisamente eso: una historia que habla acerca del tiempo, jugando con las posibilidades narrativas que te permiten los tiempos verbales, las analepsis, los puntos de vista. La percepción del tiempo tiene un papel fundamental en la novela.
– ¿Y la muerte? Hay una frase de Jean-Claude que me llamó la atención: “Debés creerme: la inmortalidad es una carga mayor que la del tiempo terrenal”.
– Es que todos (o casi todos) fantaseamos con la vida eterna, con la inmortalidad. Pero cada vez que nos ponemos a reflexionar al respecto, vemos que surgen más desventajas que ventajas. En la fantasía, la inmortalidad puede parecernos atractiva; en la práctica, nos traería más penas que otra cosa.
– Has dicho que durante la escritura creíste fervientemente en la existencia de fantasmas. ¿Seguís creyendo?
– Digamos que creo en los fantasmas cada vez que me pongo a pensar en la novela, cada vez que vuelvo al universo de Jean-Claude y Rosarí.
– Desde el prólogo, también abordás la cuestión del vacío, el síndrome de la hoja en blanco. ¿Es ese uno de tus fantasmas?
– La hoja en blanco para mí es no dar con la voz perfecta para cada historia. Creo que eso es lo más difícil: encontrar el tipo de narrador que va a llevarla adelante. Muchas veces tengo la voz y nada que contar; en ocasiones tengo una buena historia y no doy con la voz. Eso provoca que algunas ideas queden inconclusas, o que sucumban veinte páginas después de haber nacido. Eso es traumático. Pero, como desarrollo en el prólogo, ese es un miedo que ya no me paraliza, un fantasma del que me pude deshacer.
– Una de las líneas temáticas de la novela tiene que ver con el contrapunto y relación entre la memoria y la imaginación, que exploraste en “Todas las vidas de Eva Ki”, pero esta vez de una forma muy distinta. ¿Es un tema que da tela para cortar desde el punto de vista literario?
– El contrapunto entre memoria e imaginación es inevitable. En ambos tiene un papel trascendental el tiempo, así que te imaginarás que ese es un punto por el que la cosa se pone más interesante. Creo que lo que más me atrae es debatir sobre el concepto de “Verdad”, muy ligado a la memoria, a la imaginación, a la creación. Leemos ficción porque queremos que se nos cuente una mentira como si fuera verdadera y está muy bien. Pero me interesa también la idea de entregarnos a una historia de ficción sin imaginarnos que, en realidad, esconde muchas verdades.
– No se puede dejar de lado el tema del amor o el enamoramiento. ¿Es el disparador de todos los avatares que atraviesan Rosarí y Jean-Claude?
– El amor está siempre presente, es inevitable. Es lo más importante en nuestras vidas. Así que no concibo personajes que no actúen movilizados por el amor. O por el enamoramiento, muy bien hecha la salvedad. De todas formas, no es algo que yo planifique (porque no planifico nada), es algo que sucede cada vez que pongo a personajes a interactuar.
– Parece haber una especie de ejercicio muy lúdico en tu proceso de escritura, en cuanto al juego con los tiempos verbales, en la información que se va vertiendo en los textos de trabajo de Rosarí, por poner ejemplos. ¿Así atravesaste ese proceso?
Cristian Acevedo.
– Siempre. Muchos de mis escritores favoritos son los considerados ‘homo ludens’: Cortázar, Calvino, Perec. Soy un lector bastante inquieto digamos…
En cuanto a la escritura, puede que la trama sea muy seria y no me permita jugar, en tal caso buscaré la forma de hacerlo a través de los recursos narrativos, como pueden serlo el cambio de narrador, los saltos temporales (flashbacks y flashfowards), la escritura fragmentaria. Por otro lado, creo que hoy por hoy la lectura es muy fragmentaria, así que lo mejor es evitar cierta monotonía. En mi caso personal, me es más fácil avanzar con lecturas que tienen capítulos cortos, de tres o cuatro páginas. Eso no está en discusión. Lo que no se negocia, bajo ningún concepto, es que la obra esté bien escrita.
– Se habla de que tus historias están orientadas a un público juvenil. ¿Coincidís con esta categorización?
– Es cierto lo que decís. Pero no coincido. Y deduzco en tu pregunta que tal vez estés de acuerdo. No coincido porque ninguna de mis novelas fue pensada para un público juvenil, ni toco cuestiones que, a priori, podrían interesarle a un lector joven. Ojo que no reniego de eso, pero esa categorización viene más de la mano de las editoriales y las librerías. Las librerías, porque necesitan organizar los libros por género, y los míos son bastante difíciles de encasillar. ¿En qué mesa pondrías “Matilde debe morir”? ¿En la de policiales? ¿En qué anaquel ubicarías “Todas las vidas de Eva Ki”?
Por otro lado, las editoriales recurren a esa clasificación porque creen que, repitiendo fórmulas, van a repetir el éxito que tuvo “Matilde debe morir”. Lo que no saben es que fue al revés. Matilde no fue escrita para un público joven y, sin embargo, tuvo éxito entre los jóvenes. Fue escrita para mí, que ya dije que soy bastante inquieto y me gustan los libros que me permiten participar de alguna manera. Y fueron los jóvenes los que la convirtieron en un éxito inesperado. Primero, en colegios; después, el boom en redes sociales.
Hoy por hoy parece obvio que esa novela haya sido tan bien recibida por miles de lectores. Pero cuando presenté el manuscrito en tantas y tantas editoriales (sin ningún éxito previo a cuestas), solo una editorial entendió la clase de libro que ese borrador podía convertirse. Y gracias a esa apuesta del 2016, hoy estamos otra vez acá, hablando de algo que nos apasiona…