Cultura

Un dictador inteligente para un país orwelliano

Anna Fifield reconstruye el pasado y el presente de Kim Jong Un, con acceso exclusivo a fuentes cercanas a él y su conocimiento único del país asiático para explicar la misión dinástica de su familia en Corea del Norte.

Por Fernando Prieto Arellano

Kim Jong Un gobierna Corea del Norte, el país más hermético y orwelliano del mundo (incluso él mismo nació en 1984), y cuando llegó al poder en 2011 muchos se lo tomaron a broma debido a su aspecto y su juventud. Sin embargo, ha demostrado ser tan implacable como inteligente y calculador, afirma la periodista neozelandesa Anna Fifield en su libro “El gran sucesor”.

En “El gran sucesor. El destino divinamente perfecto del brillante camarada Kim Jong Un” (Capitán Swing), Fifield, quien ha viajado en varias ocasiones a Corea del Norte y ha sido corresponsal del Washington Post en Pekín y Tokio, presenta un cuadro -no exento de ciertas dosis de humor negro- en el que se puede observar con claridad la realidad de un país regido por un dictador al que de ninguna manera podemos tomarnos a broma, pese a su aspecto de “personaje de dibujos animados.

Si consideramos a Kim “como a un personaje de dibujos animados, le estamos subestimando. Es un tipo inteligente y calculador y la prueba de ello es que lleva diez años en el poder en Corea del Norte, un anacrónico estado comunista”, afirma Fifield en entrevista con EFE.

En ese estado en el que poder se traspasa con carácter hereditario, – Kim lo recibió de su padre, Kim Jong Il (1994-2011), quien a su vez lo recibió del suyo, Kim Il Sung (1948-1994) – el máximo dirigente no podría mantenerse si no dispusiera de cualidades personales para ello, la primera de todas la de ser tan inteligente como despiadado y la segunda, la de fomentar una casta de leales que jamás le intentará derrocar a cambio de que se les permita todo tipo de corruptelas con las que se enriquecen en un país depauperado.

“Tú no puedes mantenerte en el poder si solo eres un chico gordito de 20 años sin cualificación ni experiencia militar o política. Sin embargo, Kim lo ha logrado y para ello ha permitido el enriquecimiento de una élite a cambio de su lealtad, porque tanto estos como él mismo comparten un idéntico interés, el de la mera supervivencia del régimen”, lo que vendría a ser su propia supervivencia, señala la periodista neozelandesa, actualmente editora del periódico “Dominion Post” de Wellington.

Fifield resalta que “resulta irónico que Kim naciera en 1984, pues Corea del Norte va mucho más lejos de lo que George Orwell pudo imaginar” en su novela. “Sin duda, es el mayor estado-Gran Hermano que ha existido jamás. Todo el mundo puede ser un informante en Corea del Norte, donde la propaganda empieza en el jardín de infancia y no termina hasta la muerte. Es mucho peor que lo que imperaba incluso en la URSS o en la República Democrática Alemana”, afirma.

Kim “ha tenido rivales pero siempre que observa que alguien puede suponerle una amenaza, le mata, aunque sea un pariente cercano”, como fue el caso de su tío Jang Son Thaek.

El gobernante norcoreano “se comporta como un dictador totalitario que quiere mantenerse en el poder” y además aporta elementos tangibles para ello, como, por ejemplo, un “creíble programa de armas nucleares, cuya existencia le permite codearse con los líderes de las verdaderas potencias mundiales, como Estados Unidos, Rusia o China”, señala.

A juicio de Fifield, “a Kim solo le importa mantenerse en el poder y asegurarse de que su familia y sus más próximos son ricos y viven en el lujo. En las últimas siete décadas, la familia Kim siempre ha encontrado un modo para obtener lo que quería, ya fuera un Mercedes, caviar o un lego, aunque la población, literalmente, se estuviera muriendo de hambre”.

De hecho, comenta, el régimen dispone de un departamento administrativo específico que se encarga de ganar y obtener dinero para la “familia real” y de asegurarse que ellos tienen “todo el dinero que quieren”.

¿A quién beneficia la existencia de un estado como Corea del Norte? Fifield lo tiene muy claro: a China, “que se siente muy cómoda teniendo un estado clientelar en su frontera y que actúa de tapón” entre ella y Corea del Sur, un estado democrático y apoyado por Estados Unidos. Pero, paradójicamente, señala Fifield, a Corea del Sur también le viene bien la existencia de Corea del Norte.

En opinión de Fifield, “las jóvenes generaciones de surcoreanos ven a los vecinos del norte como toscos que ni siquiera saben usar internet, pero, al mismo tiempo, tampoco quieren un colapso de Corea del Norte o una maniobra que lleve a una unificación precipitada y que tendría que financiar el sur” a un costo seguramente desorbitado dadas las enormes diferencias estructurales entre ambos países.

Por ello -sostiene- los surcoreanos no tienen prisa en un proceso reunificador ni en la caída del régimen norcoreano y “tan solo quieren cambios muy lentos y graduales”.

EFE.

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