Parte de la vida social y deportiva en Mar del Plata. De 1940 a 1970. Libro de Sebastián Ramírez, Eduardo Ferrer y Ariel Borrelli.
Un grupo de docentes de Mar del Plata investiga a los clubes de la ciudad para un trabajo especial. El estudio se centra en una aproximación histórica a los clubes que ya no existen y los que resisten al paso del tiempo en los contextos barriales. Para inicios del próximo año estará editada en formato libro y digital.
Una fachada descascarada por el paso del tiempo, el escudo con los colores queridos que invitan a la nostalgia, la barra de bar con olor a recuerdos imborrables, viejas fotos que muestran un pasado que ya no es y los vecinos que, emocionados, recuerdan añejas glorias futbolísticas, son algunos de los matices utilizados para describir el pasado, la resistencia y el olvido de nuestros clubes.
Instituciones fundamentales de una Mar del Plata que, desde las primeras décadas de siglo XX, supo albergar las distintas formas de socialización que comenzaban a surgir.
“Al realizar la investigación, nos encontramos con un momento fundacional o lo que denominamos ‘prehistoria’ institucional, ligada a la etapa que va de 1905 a 1920”, sostiene el profesor Eduardo Ferrer, quien es autor de este trabajo, junto a sus colegas Sebastián Ramírez y Ariel Borrelli.
“En esa instancia, la actividad refiere a equipos que practicaban fútbol, alguna entidad que se dedicaba al boxeo o al ciclismo, mientras que la sociabilidad caracterizada en reuniones, el té de la tarde o las discusiones políticas, quedaba reducida a las instituciones de los núcleos socio-económicos más encumbrados”, añade el profesor.
La década del 20 es la instancia que ve el nacimiento de los clubes deportivos más destacados de la ciudad y que van a alcanzar una extensa trayectoria a lo largo del siglo XX; paradójicamente, la situación económica actual, pone en vilo a algunos de ellos. “Otro fenómeno importante se destaca a partir de 1940 a 1945 y, desde allí, hasta fines de los 60’, cuando el número de instituciones fundadas se amplía de una manera exponencial. El crecimiento de la ciudad hacia lo que antes era considerada la periferia, genera la construcción de barrios y nuevos espacios de encuentro. Surgen los Clubes Sociales y Deportivos como núcleo de sociabilidad y se convierten en identidad propia de su zona geográfica”, sostiene Ramírez.
Entidades que se resisten al paso del tiempo, apagadas en su vida diaria o con un tremendo esfuerzo para sortear la debacle –producto de malas decisiones de comisiones directivas, del poco favor del Estado que le dio la espalda en situaciones críticas o, simplemente, porque se fueron las generaciones fundantes- u otras tantas que desaparecieron físicamente. “Sin embargo, dice el profesor Borrelli-, se encuentran vivas, están presentes en la memoria precisa de socios y vecinos que participaban activamente de reuniones, bailes o elecciones de reinas en los años 40¨50 y 60. No todo era fútbol en estos clubes, no faltaban las actividades maratónicas, las carreras en bicicleta, las partidas de ajedrez, el creciente básquet –con clubes ya extinguidos como Argentinos del Norte, Gama Athletic Club, Defensores de San Martín, Estudiantes o Juventud Católica de Nueva Pompeya- y los infaltables matchs de bochas o pelota a paleta.”
Dos instituciones, entre ciento cincuenta relevadas en la investigación, son los ejemplos para observar la historia rica de los barrios locales a partir de la vida social y deportiva de los clubes. El ya desaparecido Colo Colo, del populoso barrio Florencio Sánchez, en la zona sur de la ciudad, y el resistente “El Trece”, al noroeste de Mar del Plata, distante a pocas cuadras de las Avenidas Alió y Libertad.
El representativo de la colectividad chilena se fundó el 18 de Septiembre de 1966 y su sede más estable se encontró por la calle Bestoso 2830, a metros de la Avenida Peralta Ramos, donde se erige un paso obligado que es el bar-almacén ¨La Gallega¨. En sus paredes se pueden observar fotografías de grandes glorias del fútbol local.
El “Colo”, como la bautizaron afectuosamente, jugaba la Liga de los Barrios – al igual que El Inca, El Cóndor, Defensores del Martillo, La Elsita, hasta Alvarado y Once Unidos en sus primeros años-, y que, según los vecinos, llevaba más gente que los equipos de primera, con partidos en la cancha de Nación, la desaparecida de Ministerio o el mítico estadio San Martín.
Por otra parte, el querido Club “el 13”, que debe su nombre a la escuela vecina y se identifica con vivos rojos y blancos, deambuló por diversas ubicaciones hasta llegar a su sitio actual en 1963, con veinte años de historias a cuestas. Allí Raúl Larrea se desvive para mantenerlo abierto al público, aunque dependa de su único esfuerzo. En el bicolor, dio sus primeros pasos como deportista, el reconocido y extinto periodista, Adalberto Vecchiarelli.
“El club era la sede, la camiseta, la salida con amigos, el primer beso con la novia. No es casualidad que en los recuerdos de esos vecinos protagonistas de la historia se mezclen las sonrisas y la emoción de un tiempo que ya no va volver, aunque todos desean con ansias su pronto retorno”, dice Ferrer, asentido por sus colegas, a quienes acompaña la colaboración especial de Fredi Viaro.