Interés general

Tolerancia cero, política cero

El intendente Carlos Arroyo decretó un programa de tolerancia cero de alcohol al volante. Una decisión que mantiene la línea de una gestión que tiene un solo recurso: prohibir.

por Agustín Marangoni

El intendente Carlos Arroyo decretó que no se puede tomar alcohol al conducir. Ni una gota. Las multas, aclaró en el decreto, oscilan entre los nueve mil y los once mil pesos, además del secuestro del vehículo. En la superficie, esta medida puede parecer razonable. Según cifras oficiales, en el 90% de los siniestros viales de Mar del Plata se ha registrado un nivel de alcohol por encima de la línea punitiva. Todos los días, a todas horas, no sólo los fines de semana por la noche. Pero una iniciativa de este calibre tiene que estar acompañada por una gestión sólida en otras áreas. Prohibir sin un acompañamiento del Estado está más cerca de la ineficiencia que de la solución.

Hay decenas de posturas bien argumentadas sobre la implicancia casi nula de llevar un máximo 0,5 gramos de alcohol en sangre al volante. De hecho, en la Argentina sólo seis provincias están en sintonía con la restricción absoluta. A nivel mundial el escenario es similar. En Alemania se permiten hasta 0,3 gramos de alcohol en sangre. Mientras que en Canadá la tolerancia es cero. Un ejemplo interesante para analizar es Barcelona, una de las ciudades con mayor recepción turística de Europa. Lo permitido es 0,5, lo cual te permite salir a comer afuera y acompañar la comida con media copa de vino. O una pinta chica de cerveza. Si se pasa ese límite la multas comienzan en los 800 euros.

Como herramienta de contención para lo que quieren salir de copas, el subte en Barcelona, los viernes, funciona hasta las 02:00. Y los sábados funciona toda la noche sin interrupciones. Igual que los colectivos. No se puede conducir, pero hay alternativas. En Toronto, Canadá, además del subte que funciona todos los días de 06:00 a 01:30 con una frecuencia de cinco minutos, existe un servicio que busca a las personas que tomaron alcohol y las lleva hasta su casa junto con su auto.

Hay un problema serio con el tránsito en Mar del Plata. Y el exceso del alcohol al volante mata. De eso no hay duda. Pero imponer un programa de tolerancia cero de un día para el otro es un error. No hay campañas de concientización que formen al ciudadano en una postura responsable. Sólo se busca que se adecúe a la nueva normativa a pura sanción. Es decir, se maneja espantosamente mal y la única alternativa es prohibir y multar. El rigor: un canon formativo del siglo diecinueve.

Si no se puede salir a tomar algo en un auto particular porque está prohibido, el Estado tiene que encender alternativas. En este caso puntual, lo obvio es habilitar frecuencias en el transporte público. Los vecinos de Sierras de los Padres, de Acantilados, de Laguna de los Padres y de los barrios periféricos, incluso los que no están tan alejados, no pueden tomar de noche. No hay colectivos después de las 23:00. El taxi y el remis son opciones válidas, pero de impacto en el presupuesto si hay que moverse en trayectos tan largos. Es una ecuación directa, antes de gastar lo mismo en un taxi o en un remise que lo que se va a gastar en tomar algo, la elección es no salir. Así se perjudica el circuito gastronómico, el movimiento en las calles y el mercado interno de la ciudad.

Como en Barcelona y en Canadá, existen decenas de posibilidades. Habría que estudiar, analizar, reflexionar, discutir cuál es la más eficiente para la dinámica del tránsito marplatense. Después lanzar un programa.

Puede ser correcto el concepto de tolerancia cero. Lo incorrecto es lastimar a la ciudad con prohibiciones en lugar de gestionar con inteligencia. La única prevención real al caos del tránsito es formar conciencia y mejorar el transporte público. El camino del autoritarismo recaudatorio no soluciona nada. Por el contrario, atrasa.

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