El obispo valoró el cambio que se produjo en la Iglesia Católica y aseguró que es "un camino que no tiene vuelta atrás". Su tarea pastoral, el trabajo social y el vínculo con actores de todo el arco político.
La bandeja de entrada del correo electrónico no tuvo respiro. El whatsapp no paró de recibir mensajes. Muchos enviaron cartas. Eran de gente que pertenecía a la Iglesia y de algunos que se habían alejado. Las repercusiones del anuncio de la exclusión de un sacerdote de la Diócesis por estar denunciado por abuso sexual infantil no hicieron más que ratificar que la decisión tomada por el obispo Gabriel Mestre fue correcta.
El cambio de paradigma que empieza a vislumbrarse en la Iglesia católica permitió que saliera a la luz un hecho que en otro momento se hubiera ocultado Consciente del momento histórico actual, Mestre asegura que hay que “tomar el toro por las astas” y también “trabajar en la prevención”.
“Tiene que haber una suerte de Nunca Más con el tema de los abusos sexuales”, destacó en un mano a mano con LA CAPITAL en el que repasó su tarea al frente de la Diócesis, el trabajo social y el importante rol que adquirió en la comunidad al mediar en el conflicto con los trabajadores municipales y al reunir en un retiro a representantes de todos los espacios políticos, sindicales y sociales.
-¿Cómo tomó la decisión de denunciar públicamente una situación de abuso sexual dentro de la diócesis?
-Convencido de lo que ya planteó en el final del pontificado Benedicto y después tomó Francisco. Es un camino que no tiene vuelta atrás, donde la transparencia, la justicia y la verdad tienen que estar presente con un foco bien puesto en el cuidado de las víctimas. Esto que es un principio general planteado para todas la iglesias, cada obispo lo tiene que ejecutar en su diócesis. Me tocó asumirlo de esta manera, primero aplicando el protocolo a rajatabla. Estoy convencido de que se tiene que hacer justicia. No estamos hablando sólo de un pecado, sino de un delito aberrante. La Justicia tendrá que actuar en consonancia.
-¿Esto era impensado hace algunos años?
-Sí. No juzgo las intenciones del corazón de nadie pero había una mirada sólo desde el pecado y no desde la gravedad del delito y del daño que ocasiona objetivamente en una persona el abuso sexual. Para muchas personas, dentro y fuera de la iglesia, esto fue reparador. Ven como que empieza un camino distinto. Cada caso es distinto y todos tienen su procedimiento. Pero insisto: tiene que haber una suerte de Nunca Más con el tema de los abusos sexuales que tienen que ver con dos cuestiones. Cuando aparece una denuncia en tiempo pasado, hay tomar el toro por las astas hacerse cargo y asumir todas las consecuencias. Y después trabajar en una tarea de prevención que es lo que nos pide también la Iglesia.
-¿Hay un cambio de paradigma con la llegada de Francisco?
-Sí, igualmente hay que que rescatar que el que inició esto fue Benedicto XVI. Los primeros gestos fuertes los tuvo Benedicto y Francisco ratificó con claridad este tema. No sin comprensión, por más que de algunos sectores a veces quisieran mayor dureza. El ha dicho que esto va a llevar cierto tiempo. Los signos van a ser claros.
“Para muchas personas, dentro y fuera de la iglesia, esto fue reparador. Ven como que empieza un camino distinto”
-¿Esto puede provocar el acercamiento de muchos que se habían alejado de Iglesia?
-He recibido infinidad de mails de cartas, de mensajes, de personas que me mandan de otra persona, gente que se alejó de la Iglesia o gente de la Iglesia que estaba dolida con el tema, o gente de afuera de la Iglesia que lo ha reconocido. Los ecos han sido impresionantes después de las denuncias. Se deben dar signos claros de lo que hay que hacer: tomar el toro por las astas y salir a enfrentarlo, no sin vergüenza. Yo lo dije: “No deja de darme vergüenza, pero es lo que corresponde”.
-¿Se puede pensar en un horizonte de mayor cercanía con la Iglesia?
-Creo que sí. En toda sociedad grande como la Iglesia siempre ha habido sectores más oscurantistas y los va a haber. En un punto es análogo a la actitud de la Iglesia en la época de la dictadura. Todavía queda el mote de una Iglesia comprometida con la dictadura Y no es justo, porque hubo sectores que se jugaron en otra línea. De hecho, el Papa va a beatificar a monseñor Angelelli y los tres mártires riojanos que fueron asesinados por los militares. Entonces, “Iglesia, basura, vos son la dictadura”, en un punto fue verdad pero en otros no lo fue. Y en este caso ocurre lo mismo. Entonces hay que demostrar la inocencia y el deseo de trabajar bien con gestos concretos y sostenidos en el tiempo. Si lo mío del otro día fue una cosa aislada, no sirve. Tiene que ser sostenido en el tiempo.
-Tuvo un rol importante en el conflicto con los municipales y reunió en un retiro a representantes de todos los sectores políticos. No es algo habitual.
-No. Va en la linea de la cultura del encuentro y la amistad. La Iglesia tiene un lugar y una responsabilidad que asumo con mis equipos pastorales porque al no tener una responsabilidad electoral, da un margen más amplio. En el conflicto con los municipales dudé para aceptar mediar pero gracias a Dios se destrabó un tema que pudo haber sido más grave. En la mediación yo no gano ni pierdo votos: es un servicio. Tengo esa libertad y la tengo que usar para el bien de todos los marplatenses.
-¿Cómo fue la experiencia del retiro?
-Me pareció positivo y fue importante que vinieran de todos los sectores para que no se pensara que fuera un ámbito sesgado. Fue muy amplio. Creo que ayuda y los compromete a ellos. Lo importante fue la foto de familia y no tiene que quedar sólo como una foto sino ratificar el compromiso: que cuando empiece la campaña electoral no haya chicaneos y cuestiones negativas, carpetazos o cosas que no tienen que ver con lo legítimo de la lucha electoral que uno la entiende. Salió ese tema y me animé a plantearlo. Fue llamativo como se quedaron contentos, inclusive muchos que nos son creyentes se quedaron impresionados positivamente. Vamos a hacerlo una vez al año porque creo que hace bien.
-Al igual que la política, la Iglesia está desprestigiada por parte de la sociedad.
-Yo se los decía en el retiro: ‘Yo los entiendo a ustedes porque así como ser político es sinónimo de corrupto pareciera que ser cura u obispo, es sinónimo de ser pedófilo’. Entonces, puedo comprender que la mayoría trata de hacer las cosas lo mejor posible y ya empiezan con un 50% en contra. Toda generalización es injusta. Esto no quita que no haya casos de políticos corruptos y de curas pedófilos. Hay que trabajar, educar y saber que vivimos en un tiempo de redes sociales donde todo se fervoriza. Y hay que saber que eso es parte de este mundo.
-Más allá de que la postura respecto al debate por la despenalización del aborto es clara, ¿le parece bien que la sociedad lo debata?
-Por principios digo: la vida no se debate. Ahí están todos los principios más finos de mi creencia religiosa y política- social. Después acepto las reglas propias de una dinámica democrática. Entiendo que se pueda pensar distinto y cada uno desde su sector tiene que argumentar lo propio con respeto y delicadeza que quizás es lo que ha faltado por los dos extremos. Hay un fundamentalismo proaborto y un fudamentalismo antiaborto que no le hace justicia a la legítima discusión que puede llegar a tener en este tema en un plano de ejercicio democrático.
-¿Qué tarea de todas las que hace es la que más lo satisface?
-Disfruto de acompañar y estar cerca de toda realidad humana y existencial que me toca. Incluso cuando es algo difícil. Me duermo feliz todas las noches. Con la denuncia del sacerdote, me acosté con la convicción de que lo que había hecho era lo que correspondía. Es importante trabajar en equipo. Nada decido sólo, aunque la ultima palabra la tengo yo.
“Hay un fundamentalismo proaborto y un fundamentalismo antiaborto que no le hace justicia a la legítima discusión que puede llegar a tener en este tema en un plano de ejercicio democrático”
-¿El desafío para lo que resta de su ciclo al frente de la Diócesis?
-Continuar perfeccionando, optimizando esta línea de cercanía con el pueblo, definir la vocación del obispo como un hombre de Dios cercano al pueblo. El pueblo es el pobre de un barrio empobrecido de Mar del Plata y es el pobre nene de mamá que tiene plata y que como no encuentra sentido a su vida, se droga. Ese también necesita y en un punto es también un pobre.
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