Gloria Juana Belvedere es una ex docente que quiere dejar por escrito su experiencia a modo de agradecimiento al personal de salud.
El silencio típico de domingo que llegaba desde la calle hasta el nivel de internación de pacientes Covid disparó algunas reflexiones, que se transformaron en líneas escritas con birome desde la cama, y a medida que los pensamientos fueron llenando papeles que las mucamas del hospital le alcanzaban, Gloria Juana Belvedere, ex docente de esta ciudad, se fijó un objetivo: “Apenas me den el alta voy a hacer un libro para agradecer a los que me están atendiendo“.
Belvedere (69) fue ingresada en el Hospital Bernardo Houssa el primer viernes de septiembre, después de una semana con distintos dolores y un malestar que la intranquilizaba, y luego de que su hija debiera aislarse en otro domicilio por haber dado positivo, en el momento más complejo desde el inicio de la pandemia en Mar del Plata.
“Yo vivo con mi madre, de 88 años, y hace seis meses estamos encerradas. Solo salgo al banco o la farmacia. Pero me había sentido medio mal, con algunos síntomas. Me decía a mí misma que debía ser un enfriamiento o algo así por salir a colgar la ropa. Pero al final agarré un bolsito con cuatro cosas y me vine al hospital”, contó la ex maestra a Télam.
En la admisión del Houssay, perteneciente al Programa Médico Asistencial, la anotaron con su primer nombre, Juana, y aunque en el mundo exterior todos la llaman por el segundo, Gloria, con el correr de los días se fue acostumbrando.
“Nací el día de San Juan y me pusieron ese nombre, y como Juana de Arco, soy fuerte y luchadora. Pero entré al hospital hecha un papelito, con los pulmones afectados, y a las pocas horas, con el hisopado positivo, ya me habían hecho mil estudios, placas, análisis, me dieron antibióticos, me pusieron una vía con suero. Y me dijeron que desde el momento en que entrás, incluso si todo va bien, no salís hasta cumplir 14 días”, explicó.
Al tercer día de internación en el nivel reservado para pacientes con coronavirus, “con pinchazos por todas partes y una leve mejoría”, sintió ganas de escribir y garabateó unas ideas en un individual de papel: registró cosas que veía por la ventana que da a la avenida Juan B. Justo, detalles de las enfermeras, de las mucamas, los médicos, y algunos pensamientos e ideas disparadas por cosas que leí en el celular.
Las primeras líneas salieron de un tirón: “Domingo por la mañana, día soleado, espléndido, poco ruido de autos en la avenida, las enfermeras, rápidas atendiéndonos a todos; las mucamas colaborando desde la puerta con su compañera. El médico internista vuelve a revisarme constatando que todo está bien”.
Algunos párrafos más abajo, agregó: “Todo provoca en mí solo agradecimiento, porque seguramente todos tienen una familia detrás que los espera, pero ellos siguen frente al enemigo”.
“Acá estás sola con tus circunstancias. Y lo que hacen estos chicos y chicas es un mimo al alma. Son una maravilla, y son los que están en el frente realmente. Son gentiles, amables, ponen el cuerpo. Parecen del espacio, con triple barbijo, guantes, cofias, pantallas; hay un doctor que viene hasta con un snorkel adaptado. Están tan cubiertos que yo no sé quién es quién”, contó.
Para Belvedere, “el esfuerzo que hacen los trabajadores te levanta las defensas y te dice que no bajes los brazos”.
“Las mucamas me ponen frascos con margaritas. Me traen hojas con mensajes de aliento, con sopas de letras, y me dan los individuales así puedo escribir. Llevo una especie de diario, en el que anoto los ruidos, las cosas que me hacen, la vivencias. Voy paso a paso, para no divagar y caer en la depresión, porque tengo que salir de esto e irme a mi casa”, aseguró.
La ex docente contó que la ilusión de irse rápido a casa la invade en las noches de insomnio: “El otro día caminé hasta la puerta y me asomé por la ventanita que da al pasillo, que tiene otra ventana al fondo hacia el lado de Punta Mogotes. Miraba las luces borrosas, traté de contar las cuadras, y sentí que veía mi casa y volaba a abrazar a mi mamá”.
“Escribir me ayuda a pasar el tiempo. Hace unos días anoto también lo que veo de unos chicos que están pintando un edificio y usan unos arneses. Los veo colgando y trato de protegerlos con la vista. Quiero contar eso, y también lo que registran mis oídos, gritos de gente que está en otras habitaciones y se arranca las vías, y los dolores que esto provoca y que tanta gente ignora”, explicó.
Aunque dijo que aún no tiene un título definido, imagina que será “Juana y su experiencia Covid”, o algo por el estilo: “Lo que sé es que lo voy a firmar como Juana, porque para estas chicas ese es mi nombre. Y también tengo claro que le voy a dar uno a cada una, aunque los tenga que hacer todos a mano”.