La actriz reflexiona sobre el rol que ocupa tras su denuncia contra Juan Darthés, habla del rol de las redes sociales en este momento de cambio y de la oferta para participar en el programa Bailando por un Sueño.
Dirigida por Agustín Aguirre, la actriz Thelma Fardín se sube este verano al colectivo que instala la ficción teatral “Fuera de línea” (Teatro Provincial). Y desde allí muestra el mundo de una joven que vive envuelta en las redes sociales, teléfono celular mediante.
En el escenario está lejos de la postura feminista, que creció tras la denuncia pública por violación que hizo contra el actor Juan Darthés. Junto a un elenco que integran Lili Popovich, Sebastián Fernández, Balthazar Murillo y Graciela Stefani, la actriz transita ese rol sumida en los dilemas de la virtualidad, del parecer y del mostrar, los mismos que tienen las personas menores de treinta.
“Si sólo eligiera personajes feministas estaría mostrando una sola cara de la realidad”, explica en una entrevista con LA CAPITAL.
– ¿Vas a ir al programa Bailando por un Sueño?
– Lo que me tiene impresionada es lo que pasó ni bien me lo propusieron. Soy de tomarme mucho tiempo para tomar las decisiones, más allá de que mi primera reacción fue decir que no, que no es el espacio. A mí me parece súper interesante llegar (a una decisión) por un camino mucho más profundo. Si la sociedad está con un pensamiento lineal en relación a lo que se debe hacer o no hacer no me gusta tomar decisiones desde ahí. Lo revolucionario es poder poner el deseo en la balanza y después comunicacionalmente ver qué es lo mejor, la prioridad es sentirme bien. Es interesante ver qué nos pasa como sociedad, qué pasa que soy la única persona que es cuestionada por la oferta, no es que salí a comunicar que ya firmé un contrato, sólo por la proposición hay una reacción. Es imposible no entender que está ligada a qué es lo que le demandamos a una víctima.
– En “Fuera de línea” interpretás a una millennial que está hiperconectada, que vive en su mundo virtual. ¿Cómo sentís que es tu relación con la redes sociales?
– Voy mejorando. La verdad es que durante muchos años no tuve redes sociales, hasta que en un momento comencé con una marca de ropa y decidí interiorizarme un poco y tuve mis propias redes y ahí fue una cosa más familiar. Me parece que es importante saber manejarlas como una herramienta comunicacional. De hecho, en relación a este momento de tanto cambio, que entiendo como la cuarta ola feminista, me resulta interesante poder capitalizar eso como herramienta, que por supuesto tiene sus pro y sus contras. Capitalizar los pro es saber que hoy por hoy nos enteramos a gran velocidad lo que está pasando en la otra punta del mundo, de manera que antes era más difícil.
– De alguna manera, las mujeres estamos más cerca entre nosotras, con nuestras problemáticas.
– Estamos más cerca, yo creo que es una construcción que afortunadamente atraviesa las redes, es una sensación que tengo muy concreta en la calle, en el día a día, de saber que hay una complicidad que antes no teníamos, una complicidad que antes estaba puesta como rivalidad, justamente en función del “divide y reinarás” que tenía que ver con lo que nos pasaba, con esa sensación que teníamos de que estábamos aisladas y compitiendo.
– Cuando el país vio tu denuncia acompañada por Actrices Argentinas se notó que las actrices del colectivo estaban lejos de las rivalidades, que podían convivir sin roces en una causa que las trascendiera.
– Mi generación (de actrices) no fue la más marcada por la competencia, pero hablo mucho con compañeras de la camada anterior, Dolores Fonzi, Laurita Azcurra, ellas sí cuentan que era muy distinta su realidad, que sí había una cosa de instalar una competencia, era una sensación que se generaba, que era funcional y que servía, a los medios les servía. La verdad es que (hoy) las ves conviviendo y discutiendo temas mucho más complejos que compartir simplemente un espacio laboral, de pronto damos debates más profundos ideológicamente, hemos aprendido la tolerancia. A mi generación no le tocó tan fuerte. Hay que decir que Patito Feo era la novela en la que el chiste eran las buenas y las malas, las lindas y las feas y una serie de cualidades binarias que ponían de un lado y del otro a los grupos y en los colegios las nenas jugaban a eso. Yo nunca tuve la sensación de competencia mano a mano con una compañera, y creo que las nuevas generaciones no tienen idea de qué se trata.
– En “Fuera de línea” no interpretás a un personaje feminista. ¿Te interesa explorar roles que representan a otro tipo de mujer?
– Creo que es tan contundente lo que hago en mi cotidiano, con mi línea de pensamiento y de acción que es interesante saber que el teatro, la producción artística tiene que lograr reflejar la realidad. No para que sea realista sino para que toque una fibra en la que la gente logre identificarse. Esa es la función del arte y, en ese sentido, si yo sólo eligiera personajes feministas estaría mostrando una sola cara de la realidad. Me interesa que los personajes que haga puedan ir por otros carriles. A lo mejor si sale algo de mis proyectos, si el día de mañana escribo eso va a estar atravesado (por el feminismo). Sin embargo, una como actriz se pone al servicio de otro material. Me parece que ahí es importante no olvidarse para qué decidimos ser actrices en algún momento y creo que tiene que ver con poder representar la vida, si no es hacer de una misma.
– ¿A raíz de tu denuncia de violación, sentís que ocupás un rol diferente, que la sociedad o las mujeres te ubicaron en otro lugar?
– La sociedad lo hizo y yo tomé la decisión de seguir haciéndome cargo de ese rol, no me corrí, también me pasa que lo hago por una necesidad propia, si no parece que lo hago sólo por lo otros. Ahí hay una forma de ser congruente entre lo que me pasó a mí y la decisión de la sociedad, el apoyo que sentí y la necesidad de retribuir este apoyo, incluso frente a la falta de infraestructura. Porque también, todo el tiempo, vuelvo sobre la frustración de que yo no soy el Estado, ni tengo las herramientas económicas porque las otras herramientas, las humanas, el conocimiento sí y si no lo tengo al conocimiento tengo la posibilidad de hablar con alguien que lo tiene. Esto es algo que me ha dado el grado de exposición, que puedo hablar con gente que puede abordar un tema de manera interdisciplinaria. La frustración la sentís desde lo económico, porque cuando hay que buscar recursos para que una chica viaje a hacer una denuncia o para que vea una abogada porque está en un pueblo recóndito, y ahí aparece la frustración porque no somos el Estado y no tenemos la maquinaria que tiene el Estado. Desde un lugar súper activo reclamamos que sea el Estado el que se haga responsable, no es que nos cruzamos de brazos, creo que lo interesante es que haya una fusión entre las herramientas que hay en la sociedad civil y los recursos del Estado y a partir de ahí generar un cambio más allá de lo ideológico, que cambie concretamente la realidad de la gente.
– ¿Pensaste en abrir tu propia fundación para ayudar a personas víctimas de abuso?
– Me encantaría, pero no deja de sorprenderme cómo desde lo discursivo hay un apoyo pero después cuando uno va a lo concreto no hay quien ponga los recursos.
– ¿Qué respondés cuándo escuchás eso de que hoy el feminismo es una moda?
– Ahí se refugia el miedo de esas personas, las modas pasan. Y creo que eso es lo que quieren instalar. Que el feminismo haya venido a cambiar el statu quo y a señalar todos los privilegios que estamos en camino de derribar. La idea de instalar al feminismo como una moda es para quitarle fuerza y lo interesante es que esta vez va a ser más difícil romper. Hay algo generacional que las nuevas generaciones tienen, uno se da cuenta en la construcción de pensamiento, cuando ves cómo interactúan en las redes sociales incluso. A nuestra generación le tocó ser la bisagra, tener que romper con determinadas cosas y encontrar otra manera de vincularse. En cambio, las nuevas generaciones hay cosas que ni se ponen a pensar porque ya lo tienen naturalizado, aunque no sé si aplica la palabra “naturalizado” porque nos vamos a poner a debatir qué es lo natural. Es una estrategia para quitarle fuerza pero que no se va a poder sostener.