Por Daniel E. Di Bártolo *
No se trata de un juego de palabras, amigo lector. Es la convicción que resulta necesario aclarar las expresiones que se instalan mediáticamente como certezas irrefutables y que significan – por definición – todo lo contrario.
Un matutino tituló en tapa días atrás “Multitudes recorren una Tecnópolis sin política”. Era la puesta en escena de un lineamiento encarnado – sobretodo -, por el titular del Sistema de Medios Públicos Hernán Lombardi que reiteró en sus paseos por los set televisivos que la megamuestra Tecnópolis seguiría abierta al público pero que dejaría de ser una exposición política.
“Ahora es un lugar amigable. Uno antes se sentía agredido, siempre estaba al borde de la agresión física si pensaba diferente. Ahora se vive un clima magnífico, más allá de lo que piense cada uno. La gente tiene que venir a disfrutar, no tiene que venir a mostrarse K o anti K, eso es una antonimia del pasado”, dijo Lombardi en un reportaje a FM MIlenium, reproducido por otro matutino.
La entelequia acerca de la amigabilidad y la agresión expone por la negativa la profundización de la grieta que supuestamente se quiere superar.
El fondo de la cuestión es que el parque deje de ser “político”: es decir, que no aparezcan en sus stands ni en su comunicación, indicios de supuestos símbolos que den cuenta de identidades y pertenencias a nada de nada…”la nada misma”…
La cuestión de “Tecnópolis sin política” supera largamente el incidente con el dibujo animado Zamba que – grave hecho educativo de la actual gestión de gobierno – ni siquiera fue considerado como lo que es: un medio privilegiado para la comprensión de personajes y procesos.
Quizás el funcionario Lombardi no haya tenido la oportunidad de ver en vivo y en directo ese espectáculo creativo de nuestra historia en los enormes galpones de Tecnópolis. Los que pudimos ser testigos, damos testimonio de lo que Zamba y San Martín generaban.
¿Tremenda confusión o explícita convicción? : escindir la política y la historia y, sin más, darle a esta última un sentido partidario.
Tendemos a pensarlo en términos de sentido: los tanques de ideas de Cambiemos saben a qué nos referimos. Por este motivo – del mismo modo – reemplazaron figuras históricas de los billetes por fauna y flora, cerraron en Instituto Dorrego (del revisionismo histórico), y desplazaron la perspectiva socio – política en la formación docente, entre otras cuestiones.
El reemplazo de la historia como componente de la cultura popular por Magui Bravi con clases de fitnes en vivo es un ejemplo que habla por sí mismo: se trata de importar modas y costumbres – popularizados eso si por los grandes medios – como algo natural y propio sin sustento ni perspectiva.
Nos negamos a pensar la educación y la cultura, la ciencia y la tecnología, como componentes aislados de un proyecto de país. Más aún, al referirse a la muestra como que en ella ya no hay lugar para la política, lo que se está definiendo es que hay lugar para alguna política y es aquella donde la historia es recuerdo pasado y no vigencia motorizadora de cambios y transformaciones, donde los personajes “hombres de la Independencia” no nos hablan en el presente – ello sería política ¿no? – sino que son seres con pasiones pero lejanos.
La “sin política” es “alguna” política. Es la política de nombrar al rey emérito de España como “querido rey”, es la política de calificar como “angustiados” a los sentimientos de los patriotas de Tucumán, es la política de describir como “grasa” a la militancia, es la política del cierre de programas socio educativos y/o su provincialización para su desaparición definitiva, es la política de mostrar los derechos adquiridos como engaños al sentido común ya que era ficticio que “la gente común comprara televisores o celulares”.
Es la política del alineamiento internacional con las grandes potencias abandonando la región latinoamericana para el patio trasero. Es la política del ajuste y el tarifazo.
Es la política de culpar a la política para que la política pierda centralidad y la ganen las corporaciones y el poder hegemónico en sus diversas variables.
No existe la no política porque “todo es política”. Es muy grave que se pretenda instalar la despolitización como un valor social; implica un proceso que tiene un fin determinado: el individualismo ultranza del liberalismo tan patéticamente descriptos en “sálvese quien pueda” y “no te metás”.
El matutino en cuestión – no tengan dudas – hizo política cuando ponderó en su tapa a la “Tecnópolis sin política”; del mismo modo lo hizo Lombardi en su edulcorada calificación de “amigable”.
En la Historia (ahora sí, con mayúsculas) siempre sostenemos las dificultades para historizar el presente: son objetivas. Sin embargo, como “el tiempo es superior al espacio” (Papa Francisco) estamos convencidos de la necesidad de aportare al esclarecimiento.
Quienes antes no llevaban a sus hijos o a sus alumnos a Tecnópolis “porque era política” no crean ni se imaginen que ahora no lo es, aunque el medio y el funcionario lo nieguen. Decidir no ir fue una decisión política e ir ahora es también una decisión política engañosa y sustentada en el imaginario que borrar la historia como maestra de la política es lo correcto.
No dejemos que nos roben el sentido moral y colectivo de la POLITICA COMO CONSTRUCCION DEL BIEN COMÚN.
* Secretario de Educación SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Privados)