El País

Subordinación y valor esperando a Donald Trump

Panorama político nacional de los últimos siete días.

Por Jorge Raventos

 Hay vacaciones de invierno en la educación y hay feria en los tribunales, pero la política y la economía no se toman descanso.

Mientras  el gobierno se esfuerza en  resolver y ordenar problemas económicos que tienen peso existencial, ya que se relacionan con su crédito ante la opinión pública, en el seno del poder parecerían activarse procedimientos tendientes a afianzar una cúpula más plenamente obediente a Milei y su entorno inmediato.

Una posición “desafortunada”

Esta semana, por impulso de un alboroto paradeportivo (cánticos de festejo del seleccionado de fútbol argentino  registrados como fondo en una entrevista que concedió uno de los jugadores fueron considerados agraviantes en medios franceses), se recalentó abruptamente la interna oficialista. El subsecretario de Deporte, Julio Garro, reclamó públicamente que el capitán del equipo argentino, Leo Messi, y el presidente de la AFA, Claudio Tapia, pidieran disculpas. La presidencia, en cambio, le reclamó la renuncia a Garro por las redes: el propio Milei compartió un mensaje que despedía al funcionario. La Oficina del Presidente informó “ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina Campeona del Mundo y Bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano. Por esta razón, Julio Garro deja de ser Subsecretario de Deportes de la Nación”.

Una vocera habitual del oficialismo, la diputada Lilia Lemoine, explicó indulgentemente por los medios las expresiones de los futbolistas locales (“Pensar que un argentino va a ser racional mientras está jugando al fútbol, opinando sobre fútbol, es una locura. No va a pasar”) y procuró restarles cualquier contenido racista (“Por otro lado,  es cierto que la selección de Francia es íntegramente de color Es muy llamativo que un país que es occidental y blanco, actualmente tenga una selección de fútbol que más bien sería de un país africano”).

La vicepresidenta, Victoria Villarruel avanzó en la misma dirección que sugerían la decisión del Presidente y las palabras de su vocera informal y fue más allá; en un largo posteo en las redes trató a Francia de país colonialista: “Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas.”

Las críticas a la selección no habían sido expresadas, en rigor, por el estado francés, sino por su máxima entidad futbolística, razón por la cual la rotunda diatriba nacionalista de la vice lucía desmedida. Aunque la embajada francesa no  pareció darse por enterada del juicio emitido por Villarruel, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, consideró indispensable visitar a su titular, el embajador Romain Nadal, para transmitirle disculpas por esas opiniones “que el gobierno no comparte”. Paradójicamente, el pedido de perdón que Garro había solicitado a Messi y a Tapia y le costó el puesto, debió formularlo la poderosa hermana presidencial y no por los cantitos de vestuario, sino por una declaración (“poco feliz”) de la vicepresidenta. «No se puede, por una cuestión deportiva, generar un quilombo institucional en términos diplomáticos – dijo el Presidente a un canal de streaming-. Pero ya está, lo arregló Kari».

El papirotazo sufrido por la vice solo indirectamente tiene que ver con el hecho de que el Presidente viajará esta semana a París para asistir a la inauguración de la Olimpíada y mantener una entrevista con el presidente Francois Macron. Las declaraciones de Villarruel no tenían entidad suficiente para influir sobre este encuentro. Es más plausible considerar que Karina Milei aprovechó la oportunidad para reprender y desgastar a la vicepresidenta, una actora política con agenda propia, que cuenta con un respaldo de opinión pública que suele superar al del presidente y a quien el público libertario sigue respetando como una figura de liderazgo. Ese crédito público de Villarruel es probablemente considerado una amenaza potencial por el entorno presidencial. A ella no se la puede apartar a través del tweet de algún troll adicto, como se hizo con Garro o, días antes, con Fernando Vilella, el secretario de Bioeconomía, ni se les puede echar flit acusándolos de “traición”, como hizo Milei con dos miembros de su Consejo de Asesores, el economista Fausto Spotorno y el empresario textil Teddy Karagozian. El círculo estrecho de Milei reestructura los equipos de gobierno en busca de disciplina y subordinación plena. La vice, que no está a tiro de decreto –fue electa con los mismos votos del Presidente- no encaja en ese esquema.

Subordinación y valor

Mirando retrospectivamente es probable que el apartamiento de Nicolás Posse de la jefatura de gabinete haya sido el primer acto de esta sucesión, en la que se están definiendo o redefiniendo espacios claves de la estructura del Estado y el sistema de mandos del futuro partido oficialista, que mantendrá el nombre de La Libertad Avanza pero que está cambiando de piel y de controles bajo la batuta de Karina Milei.

Santiago Caputo, que por el momento juega en tándem con la secretaria general de la Presidencia, controla desde el no-lugar oficial que ocupa (es, en lo formal, asesor de comunicación) posiciones estratégicas en la reestructurada SIDE (la estructura de inteligencia del Estado, que maneja también los gastos reservados de los ministerio de Defensa y de Seguridad), el ministerio de Salud, Trabajo y enclaves de Economía, la cartera en manos de su tío, Luis Caputo. Entre esos enclaves hay que contar la cartera del campo, renombrada “Agricultura, Ganadería y Pesca”, encargada del negocio más sólido de la Argentina, la gran fábrica de dólares genuinos,  que ha pasado de las manos de un técnico independiente, sostenido por una amplia base de productores, al control más cercano del centro político.

La cartera encargada del negocio más sólido de la Argentina, la gran fábrica de dólares genuinos,  ha pasado de las manos de un técnico independiente, sostenido por una amplia base de productores, al control más cercano del centro político.

La disciplina férrea se vuelve imprescindible cuando el gobierno ingresa en un período de turbulencias potenciales.

 Frazada corta

Como en el cuento de la frazada corta parece haber llegado un punto en que asegurar un logro incuestionable (haber achicado la inflación heredada) provoca rozamientos con otras metas invocadas: el incremento de las reservas y la búsqueda del superávit fiscal.

La recesión golpea la recaudación del fisco (pese a que se posterga la prometida eliminación de gravámenes como el Impuesto País o las retenciones) y los mecanismos monetarios diseñados en la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda se muestran por ahora útiles para frenar el ascenso de los dólares libres y sofrenar la brecha cambiaria, pero empujan hacia arriba la inquietud del mercado y la tasa de riesgo del país.

El campo mantiene un tercio de la cosecha gruesa en silobolsas y espera el momento adecuada para vender. Los dólares agrarios tardan en llegar. El Presidente hablará en la inauguración de la Exposición Rural de Buenos Aires, pero el ministro Caputo ya adelantó que no incluirá ningún anuncio sobre retenciones. Los productores se conformarían con que se anticipara con fecha fija una reducción gradual del gravamen, sin embargo el gobierno posterga esa buena noticia porque sabe que seguirá necesitando imperiosamente esos recursos, especialmente tomando en cuenta el compromiso de reducir el impuesto PAIS en septiembre.

El gobierno necesita fondos frescos para desanudar esa galleta, terminar con el cepo y poner en movimiento un proceso de inversión que reactive la economía. Choca, hasta el momento, con la cordial negativa del Fondo Monetario Internacional, que aplaude los embates contra la inflación pero cuestiona varios costados de las decisiones económicas.

Quizás esta reticencia se vaya ablandando en lo que resta del año, los meses de mayor sequía financiera para el fisco. El fundamento de ese optimismo oficialista tiene nombre y apellido: Donald Trump. Si hasta el último sábado el  candidato republicano aparecía como favorito para la elección presidencial de noviembre, desde el último sábado, cuando en Butler, Pensilvania,  sobrevivió milagrosamente   al intento de magnicidio perpetrado por Thomas Matthew Crook, su reelección es virtualmente un hecho. “Paga 2 con 10”, diría un viejo burrero. Puede darse por descontado que mucho antes de que la victoria se consume y de que, en enero de 2025, el republicano asuma el cargo, las estructuras de poder del mundo empezarán a reacomodarse y adecuarse a su fuerte influencia. El gobierno libertario confía en que esa influencia le resulte favorable, por ejemplo, en los organismos financieros internacionales de los que Washington es socio principalísimo. ¿No le consiguó Trump a Mauricio Macri un préstamo excepcional del Fondo?

Por ahora el Fondo diagnostica una caída mayor del PBI que la que había previsto (3,5  por ciento en lugar de 2,8 por ciento) y el Presidente sigue acusando a su encargado del Hemisferio Occidental (y al mando de la relación con Argentina), el chileno Rodrigo Valdés, de ser “cómplice”  de “las bombas que dejaron plantadas” durante el gobierno anterior para que le exploten a él. Seguramente Milei confía en que la influencia de Trump a la larga lo liberará de Valdés y de las reticencias que él expresaría en el FMI: “no quiere que a Argentina le vaya bien”.

 

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