por Concha Barrigós
En una época en la que no estaba extendida la fotografía, Joaquín Sorolla plasmó en sus cuadros a su familia y a la clase pudiente en un inesperado “instagram”. “Era un ‘influencer’ que creó tendencia en la moda”, asegura a EFE el comisario de la exposición que se inaugura en Madrid, Eloy Martínez de la Pera.
“Clotilde García del Castillo” “Clotilde con mantilla negra”, “Clotilde con gato y perro”, “Clotilde vestida de blanco”, “Clotilde en la playa”, “Clotilde sentada en un sofá”… son algunos de los 70 retratos firmados por Sorolla que colgarán en las salas del Museo Thyssen y del Museo Sorolla entre el 13 de febrero y el 27 de mayo.
Lo novedoso y totalmente inédito es que, gracias a un trabajo de investigación en los archivos de museos de todo el mundo, los cuadros del “magnífico Sorolla retratista” se exponen junto a 60 vestidos y complementos iguales o muy parecidos a los que aparecen en los lienzos, fechados en el mismo periodo que las pinturas.
En pleno proceso de montaje, Martínez de la Pera explica a EFE la complejidad de esta exposición, que abarca de 1890 a 1920 y que está dividida en cuatro bloques: “El Sorolla íntimo”, “El retrato de encargo”, “El veraneo elegante” y “El París moderno”.
“Han sido tres años y medio de trabajo, pero la mayor dificultad ha estado en conseguir los préstamos de unos 35 trajes, necesarios para recrear este sueño y darle magia, por no hablar de lo complicado que ha sido traer cuadros de más de dos metros desde la otra punta del mundo. Ahora todo empieza a cobrar sentido”, resume.
En un mundo en el que dominaban los corpiños, crinolinas y polisones, un grupo de diseñadores, encabezados por Paul Poiret, Charles Frederick Worth, Madeleine Vionnet, Louise Cheruit, y Jeanne Lanvin, decidieron que aquello era esclavitud indumentaria y apostaron por dar libertad a las costuras y dejar respirar a la mujer.
“Cuando surge la moda, que viene de modernidad, hay un cambio total en el papel de la mujer. Al desaparecer los corsés y los miriñaques, las mujeres se pueden vestir solas, salir solas. ¿Quién mejor para contarlo que Sorolla, un cosmopolita de verdad?”.
Lo que “Sorolla y la moda” quiere contar, subraya Martínez de la Pera, es que el artista “estuvo allí”, que fue testigo de primera mano, gracias a sus viajes, y cronista, con sus cuadros, de lo que pasaba en la Europa finisecular.
El valenciano (1863-1923) es, asegura, el primer “personal shopper” de la historia, un “cool hunter” -cazador de tendencias- que le compraba a su mujer y a sus hijas la ropa en sus viajes a Londres, París o Nueva York y traía “lo más moderno que veía”.
Con Sorolla, el cuerpo de la mujer empieza a ser dibujado con la propia tela, no exagerado en caderas o cintura de forma antinatural: “ensalza la feminidad pero superando esa parte objetual”.
La exposición cuenta la historia de Sorolla y de su familia y permite atisbar cómo era la clase alta que podía permitirse encargarle cuadros de cuerpo entero, de la reina María Cristina a la aristócrata Ira Nelson Morris o la cantante y actriz Raquel Meller, a las que sugería cómo vestirse.
Los trajes se exponen en maniquíes “invisibles” hechos con papel maché de PH neutro y de tisú teñido en la tela del traje.
Es todo tan “delicado” que para acompañar a “Clotilde en traje de noche”, tres restauradoras estuvieron trabajando tres meses en un vestido de 1900 de Cheruit hecho en tul de seda, tafetán y lentejuelas.
La exposición refleja “la gran amistad” que unió al artista con Alfonso XIII, del que se exhibe su retrato con uniforme de húsares junto a uno procedente del Museo del Ejército, además de uno con su madre, la reina María Cristina, acompañado de un traje de novia de 1907, y un vestido de baile firmado por Worth.
En la parte “playera”, cuando Sorolla y su familia descubren los beneficios de los balnearios de Zarauz, Biarritz o San Juan de Luz, hay piezas excepcionales como un vestido de lino y algodón del Victoria and Albert Museum, trajes que se repetían gracias a los patrones que incluían las incipientes revistas de moda.
Pero la indumentaria “estrella” es el vestido Delphos que Fortuny creo en 1909, “el único de la historia considerado pieza de arte”, y que se exhibe en color azul, procedente del Museo Textil de Tarrassa (noreste de España), junto a la imagen de su hija Elena con uno en amarillo y que es la portada del catálogo.
EFE.