En la periferia marplatense, en seis años armó todas las categorías, coronó algunos campeones y proyectó jugadores a distintas selecciones. Damián Rodríguez, el coordinador, cuenta lo que hay detrás de un proyecto inédito. "Los pibes encontraron apoyo, espacio y familia", asegura.
por Sebastián Arana
Desde hace muchos años el básquetbol en Mar del Plata, con algunas excepciones, ha estado limitado al centro de la ciudad, encapsulado en un área de treinta cuadras por treinta cuadras, los dominios de Peñarol, Quilmes, Unión, Sporting y Kimberley, los cinco “históricos” de la AMB.
Instalar este deporte fuera de este núcleo ha sido todo un desafío. Varios lo intentaron y no pudieron aguantarlo en el tiempo o, como Teléfonos, se sostienen con muchas dificultades.
En el barrio Ameghino, sin embargo, el básquetbol desembarcó en el camping de SMATA y desde 2014, punto de partida de la experiencia, no para de crecer. Hoy tiene equipos en todas las categorías y, aunque el resultado no es lo más importante, sus chicos ya han celebrado cortando algunas redes y algunos de ellos (Franco Rodríguez o Brisa Martínez) se han proyectado a selecciones locales, provinciales y, en el caso de Tiziano Prome, nacionales.
El básquetbol pegó fuerte en esa zona de la ciudad. No sólo en el barrio Ameghino. “Vienen pibes del barrio Libertad, de Jorge Newbery, de Sierra de los Padres, del Boquerón, de La Herradura y de San Jorge”, sostiene con orgullo el entrenador Damián Rodríguez, coordinador de esta buena idea.
Con 43 años, veintisiete entrenando chicos desde que comenzó como monitor en Unión, el “Foca”, como todos lo conocen en el ámbito basquetbolístico, reunía muchas condiciones para hacerse cargo del proyecto.
“Siempre laburé haciendo clubes. En New Sport, después fui a Sporting cuando tenía nada más que cuatro minis, en Teléfonos…Y toda esa experiencia previa me sirvió”, le contó a LA CAPITAL.
“¿Cómo empezó la historia? La idea fue de la Asociación. Todos vemos la realidad. No sólo los clubes están cerca unos de otros, son muy pocos. Un día me vino a ver Pablo Huarte, con quien me había peleado en Sporting. Él me tiró la propuesta de ir a laburar a SMATA. Durante todo el primer año mi sueldo lo pagó la Asociación, que además aportó una bolsa de pelotas. Así arrancó todo”, reveló Rodríguez.
“Tuvimos la suerte de caer en un sitio casi ideal. Porque tenía estructura y porque, en ese momento, el secretario de SMATA estaba dispuesto a abrirse al barrio, a acercarse a la gente. Veían que se habían alejado de los vecinos y cerrado mucho. Y querían cambiar esa imagen. Sin esa voluntad de ellos, nada hubiera sido posible”, amplió.
“Los chicos del barrio estaban a la expectativa, un poco esperando a ver que les íbamos a sacar. Tuvimos la suerte de que se armara en la AMB una tira C con torneos mixtos. Nosotros teníamos nenas que querían jugar y pudimos colar ahí. Y así vencimos la primera dificultad que tienen los clubes que recién arrancan: la de perder, y por mucho, todos los partidos, que es muy desmotivante”, recordó el entrenador.
“La idea era acercar a los chicos del barrio, alejarlos de la calle, insertarlos en el deporte y protegerlos. Vencida la desconfianza inicial, desarrollaron un sentido de pertenencia. SMATA es su club y lo defienden. Ahí juegan, pero también se les da ropa, merienda, biblioteca y apoyo escolar”, agregó “Foca”.
“A todos les controlamos los boletines. Si tienen materias bajas, se les da apoyo escolar en el mismo club. Si vienen y lo intentan, todo bien. Si no lo hacen y no mejoran el rendimiento escolar, les permitimos entrenar, pero no jugar”, aclaró.
“Al principio -recordó- desde los otros clubes nos miraban con recelo. Chicos de barrio, muy efusivos…Pero luego los empezaron a integrar, comenzaron a generar vínculos. El sindicato les compra zapatillas a muchos de los pibes. Enterados de eso, desde los otros clubes nos empezaron a juntar calzado. Nos ayudaron, no nos quisieron voltear, ni cuando empezamos a ganar”.
Sobre el tema, Rodríguez contó una anécdota: “Un día me vino a hablar ‘Pitu’ Arcidiácono, de Peñarol, por Tiziano Prome. Le dije que no tenía problemas, pero que si él me lo dejaba, yo podía mantener una categoría fuerte y así, con un poco de suerte, sacar a otro como él. Y lo entendió perfectamente. ‘En un año hablamos’, me dijo. Hay una maduración de los clubes, nos dejaron crecer”.
“La experiencia fue muy gratificante. Los pibes encontraron apoyo, espacio y familia. Y para los demás clubes también fue positivo el intercambio. Está bueno para ellos ver que hay chicos a los que todo les cuesta el doble”, reflexionó “Foca”.
“Tenemos un pibe, el ‘Córdoba’, que aprendía fundamentos con nosotros y después se iba a la plaza del barrio Jorge Newbery y entusiasmaba a los que iban a jugar a la canchita. Un día les propuso venir a hacernos partido. ‘Vamos que estos del club se creen que saben jugar’, los picó. Y así llegaron quince chicos que se terminaron quedando, entre ellos Lucas Nuñez“, relató.
SMATA llenó una necesidad en esa zona de la ciudad. “El barrio no tiene nada. Si no estamos nosotros, el club más cercano es Libertad, no es tan accesible. El sindicato, con buen criterio, estableció una cuota baja y la paga el que puede. Al que no puede, lo becan. Si establecieran valores como los demás clubes, no tendríamos pibes, es la verdad.
Y el básquet es una actividad para invierno o verano, abierto para todo el mundo. Hicimos jugar hasta a un chico con pie equino”, confesó con picardía.
“En otros clubes en los que laburé todo se empieza a desgastar cuando empiezan los roces entre los padres y los directivos. Aprendí que son necesarias las cuatro patas en la mesa. En ese sentido, el apoyo que tengo en SMATA es total. A los padres se los escucha y se los deja intervenir como quieren y pueden. La idea siempre es sumar”, explicó.
El básquetbol marplatense necesita otros SMATA. “Sé que la Asociación quiere hacer algo parecido con UTEDyC en Santa Clara. Pero no es tan fácil. Nosotros con SMATA tuvimos al socio ideal. Tenés que encontrar una institución con ganas de abrirse al barrio. Yo creo que lo ideal es encarar Escuelas de básquet para premini, mini y U13. Y después analizar la cuestión competitiva, que es muy costosa. Pero creo que lo de Alvarado se irá afianzando y tengo la esperanza de que, si lo logra, Aldosivi vuelva a intentarlo”, analizó.
Hoy los chicos de Ameghino y de los barrios vecinos, impacientes, esperan el final del aislamiento para volver a jugar al club. La idea de la AMB prendió. En parte porque eligió a un buen sembrador, a un apasionado por el básquetbol y por extender sus estrechas fronteras. Y las semillas cayeron en buena tierra.