Por Raquel Pozzi
Cinco años de guerra civil inagotable, 260.000 muertos, 11 millones de desplazados y miles de personas buscando una salida a través del mar mediterráneo a expensas de traficantes que lucran con la ilusión, garantizando en muchos casos la muerte como la consecuencia ominosa que deben pagar los civiles sirios alejados de una realidad que le es ajena, la tensión es fulminante tanto por las necesidades de una sociedad civil como por los caprichos de una estructura política dominada por el partido Baaz socialista, en manos del presidente Bassar Al Assad que decide convocar a elecciones legislativas para el 13 de abril como una salida transitoria luego de cinco años de sepulturas en los “no lugares” (mar; desierto; fronteras).
Una tregua engañosa se decretó a partir del 27 de febrero del año 2016 que sólo será reservado para quienes han montado el escenario de una paz endeble y a corto plazo: Estados Unidos y Rusia; el ejército sirio y sus aliados (iraníes y libaneses); los grupos rebeldes (laicos; islámicos y kurdos) que no son considerados fundamentalistas. Ahora bien, la pregunte que subyace es ¿Qué ocurre con los grupos fundamentalistas: ISIS Y Al Nushra entre otros que no han firmado el acuerdo?
A pesar que en la realidad política siria lo más relevante sea la apertura a las elecciones legislativas que auguran pestilentes brisas de democracia embustera añoradas por Occidente y por los aliados de Siria e ignorada por cinco años de decisiones maquiavélicas de Al Assad, la guerra civil sigue incrustada en la ciudades más importantes como Alepo y Raqa. El suministro de alimentos y agua potable tiene la urgencia de un huracán que lleva por delante el hambre y la desidia de civiles que han quedado inmovilizados frente a carreteras destruidas por arsenales fastuosos utilizados al ritmo de la félida muerte que asecha en cada incursión del ejército sirio, los grupos rebeldes y los yihadistas: ISIS, AL Nusra, Ahrar Al Sham y Jeish.
El negocio del “alto el fuego”
El tiempo es tirano y tanto Washington como Moscú tienen la férrea conciencia y coincidencia que es la única opción para pensar las próximas estrategias a seguir. Siria es una especie de “déjà vu” de la Guerra civil española (l936-l939) cuyo final dio origen a la segunda guerra mundial funcionando como señuelo para los gobiernos de tinte totalitario que acreditaron la prueba de sus armamentos y sus maniobras estratégicas. Siendo consciente del fáctico anacronismo y teniendo en cuenta las características tan diferentes de ambos escenarios bélicos, Siria se ha convertido en el ensayo-error de la diplomacia espuria de la ONU que se vanagloriarse de lograr una tregua luego de cinco años de horror y catástrofe humanitaria.
Ganar la guerra
Bashar Al Assad incita a elucubrar la idea que la guerra en Siria es una manifestación lúdica dónde los invitados son rivales que enaltecen el juego. Sin tapujos en sus declaraciones el presidente sirio del partido Baaz-árabe con orientación nacionalista, laica, socialista y panarabismo profesa el islam alawista-chiíes pero gobierna a 22 millones de personas que en su mayoría practican el islam sunní. La posición geográfica de Siria es un punto de encuentro de tres continentes: Asia; África y Europa y está rodeado por el Mar Mediterráneo; Caspio; Rojo y el Golfo Pérsico. Un país con historia de invasiones, un país con historia de innumerables batallas que han marcado a fuego la idea solaz de ganar o perder. Pero en una guerra el “alto el fuego” desde una visión pragmática es difícil predecir quienes acataran la orden y cumplirán con las interrupciones de las hostilidades, se estimula al imaginario global a pensar que quienes en verdad no tirarán un solo proyectil son los grupos extremistas que han quedado en la periferia de la decisión y quienes han derramado tanta sangre en “las venas abiertas” del pueblo sirio. Jactarse de una decisión promisoria y bienaventurada en el territorio sirio es inmolarse con falsa diplomacia que emana de las reuniones obtusas y lentas de la ONU y sobre todo del Consejo de Seguridad.
Siria requiere una atención global, un diagnóstico certero aunque anuncie con crueldad el padecimiento que transita la República árabe. Pero desde una óptica lúdica como crónica de un fracaso anticipado, en el juego, actores exógenos tales como: Turquía que se cuelga del péndulo a favor del ISIS para arrasar a los kurdos y viceversa; Rusia que apoya a Bashar Al Assad no sólo por intereses económicos y militares cuyos portaaviones Kutznetzov visitan las costas mediterráneas en la base militar moscovita en Tartus para proveer de armamento con la venta de 36 aviones de combate Yak130 sino también políticas ya que el derrocamiento del presidente sirio podría desestabilizar la zona del Cáucaso; La República islámica de Irán en alianza con Occidente que firma El Plan de acción Conjunta y completo con el G5 + 1 por la No proliferación de armas nucleares transformándose en el partidario esencial como estado geoestratégico para controlar no sólo los movimientos de los baazistas sino también el gobierno de Irak en manos de Faud Masum deslegitimado por la desprotección de los chiíes civiles y por último Arabia Saudí cuyo gobierno absolutista de Ebsessi, wahabí sunni que firma un acuerdo con Estados Unidos por la venta de armas y con Rusia el acuerdo de suministro y colaboración en temas de alta tecnología.
Estamos en las puertas de infierno. El sistema de alianzas entre los países árabes se ha desperdigonado por la corrupción, la astucia mojigata y la obstinada presencia de Occidente. El periodista Dreyfuss Robert en su publicación “El juego del diablo” construye la hipótesis, que la Hermandad musulmana y los grupos fundamentalistas en Oriente próximo estuvieron y están conectados con la CIA en diferentes épocas, en el derrocamiento del ex presidente Abdel Nasser de Egipto en 1970 y en la guerra civil que atraviesa la República de Siria con Bashar Al Assad. “Se ha puesto tanto énfasis en lo falso que ha quedado oscurecida la importancia de lo verdadero y la política ha acabado transmitiendo un mensaje de egoísmo artero y astuto y no de servicio franco y sincero”.
* Profesora en Historia