Así lo cree la justicia al ordenar la prisión preventiva para Lucas “El Huevo” Espíndola. Se lo acusa de golpear y estrangular a Analía Nuñez a fines de abril. El imputado intentó imponer la idea del suicidio.
Por Fernando del Rio
Cuando la policía llegó a la casa de Bolivia 546 el cadáver de Analía Nuñez yacía sobre un colchón de goma espuma. La mujer de 28 años tenía su boca abierta, estaba vestida y a su lado sobresalía una soga de apenas 30 centímetros. Su pareja, Lucas “El Huevo” Espíndola ensayaba un pedido de milagro en medio de una frase exculpatoria: “despertate gorda, ya está, ya está… yo no fui, yo no fui”.
La escena parecía la de un suicidio pero había razones para creerla un montaje, en particular una de ellas. Esa misma noche, Nuñez había dejado a sus dos pequeños hijos al cuidado de su cuñada después de que Espíndola la golpeara. Ya frente al cadáver, los efectivos policiales de la comisaría sexta advirtieron que algo no cuadraba en la versión del hombre y, cuando los peritos de Policía Científica analizaron el lugar y las circunstancias, las sospechas aumentaron.
Aquella misma madrugada del 27 de abril Espíndola quedó detenido a la espera de aclarar su situación y un mes después, basado en la investigación del fiscal Leandro Arévalo, el juez de garantías Juan Tapia lo hizo: la prueba era suficiente para dictarle la prisión preventiva y acusarlo del femicidio de Analía Nuñez.
Un caso de manual
La relación de pareja a la que vivía sometida Nuñez prefigura el concepto que anticipa al femicidio. Un hombre violento, con denuncias previas por agresión a mujeres, la inacción del entorno para interferir ante cada agresión y la trágica incapacidad de la víctima para escapar del círculo hostil. También el ambiente regado por el alcohol, los hijos que, por ser de otro padre, no operan como contención del violento, y ciertos códigos yacientes aún que impulsan aquello de “no te metas”.
El asesinato de Nuñez se empezó a ejecutar tiempo atrás pero su materialización acabó por constituirse en la tarde del 26 de abril pasado, cuando en medio de una discusión Espíndola la golpeó. Le dio primero un puñetazo, luego una patada y la zamarreó. La pequeña hija de Nuñez de solo 4 años salió a la vereda llorando y le pidió a su madre que se fueran.
Vivienda de la calle Bolivia donde ocurrió el hecho.
La mujer se dirigió hasta la casa de su cuñada a las 20 y dejó a sus dos hijos. Contó lo sucedido, del mismo modo que lo había hecho con su amiga Natalie un mes antes, a quien le mostró su boca lastimada y le dijo que “El Huevo” la había querido ahorcar. Pero nunca recibió ayuda. O al menos una ayuda que le sirviera para salir del espiral.
Aquella noche, tras dejar a sus hijos con su familiar y atrapada por esa imantación incontrolable, Nuñez regresó a la casa para arreglar cuentas con Espíndola. Apenas sobreviviría unas pocas horas.
La simulación
Para el fiscal Arévalo y el juez Tapia todo lo que hizo Espíndola fue una simulación. Tienen el respaldo de la Policía Científica, de los médicos forenses y de la reconstrucción de los sucesos en base al horario, además de ese margen convictivo que da la conducta del imputado y sus antecedentes.
Solo hay una gran duda en este expediente. La mayor controversia de la meticulosa investigación del fiscal Arévalo es una carta, manuscrita con lapicera, en la que Nuñez refleja su intención de quitarse la vida. Péritos caligráficos confirmaron que es de la autoría de la mujer, aunque los amigos, los parientes, los vecinos desecharon que tuviera esos ánimos. La carta se hallaba sobre la mesa de la humilde vivienda del barrio Libertad, en donde a Analía se la conocía como “La Yakii”.
El resto de los indicios y pruebas son contundentes. Para empezar, el informe del médico forense Martín Ferreyro es determinante cuando sostiene que presenta lesionología múltiple en diversas regiones corporales con diferentes estados de evolución como heridas en brazo izquierdo, antebrazo derecho, meñique derecho, pierna izquierda, pierna derecha, y contusiones en región craneal compatible con anestesia previa de Brouarde –golpe en la cabeza para adormecerla. Todo ello (incluido el surco dejado por el cable en el cuello de Nuñez) deriva en la necesaria intervención de un tercero. La joven fue estrangulada, no se ahorcó.
Pero además la escena del crimen reveló la imposibilidad de que, como contó Espíndola, Nuñez aprovechara una salida de él a hacer unas compras para sentarse en una silla, pasar una soga por un faldón de madera, atársela alrededor del cuello y dejarse caer hasta morir.
Interpuso excusas, tiempos no coincidentes y cierta actitud defensiva innecesaria en caso de haberse tratado de un suicidio.
Los peritos notaron que la soga hallada junto al cuerpo de Nuñez no tenía lazo o nudo. Es característico en casos así que la soga siempre permanezca con el nudo, más aún cuando es cortada para “rescatar” al suicida. Sin perjuicio de que eso pudiera haber sucedido, el trozo de soga era demasiado corto. Una prueba efectuada por los especialistas en la escena del crimen desmintió el suicidio: Nuñez era una joven de contextura robusta, que pesaba 65 kilogramos. De haber estado colgada del faldón la presión este debería haber dejado una marca. Sin embargo, no había ninguna. Los peritos usaron una soga similar, bajo una presión incluso menor, y la madera cedió hasta mostrar un leve surco.
Finalmente, dos pormenores, uno más de observación científica y otro de secuencia fáctica, sellaron la acusación. El primero de ellos es que la pareja había consumido alcohol. El análisis de sangre en Nuñez arrojó un estimado de 2.55 gramos de alcohol por litro, lo que supone una voluntad sumamente reducida, tanto para realizar maniobras suicidas como para defenderse en caso de un agresor.
El otro punto es aquello que hizo Espíndola al, según su versión, encontrar a Nuñez ahorcada. Y su conducta posterior. Demoró más de una hora y media para convocar a una ambulancia, primero salió en moto en búsqueda de un pariente para avisar de la situación, luego procuró mover el cuerpo y trasladarlo en remís. Finalmente, interpuso excusas, tiempos no coincidentes y cierta actitud defensiva innecesaria en caso de haberse tratado de un suicidio.
Para la Justicia, Espíndola discutió, golpeó a Analía Nuñez, quien ya estaba obnubilada por el consumo de alcohol, y luego la estranguló. También que atribuyó falsamente a un acto suicida lo sucedido.
El juez al confirmar la prisión preventiva entendió que Espíndola en libertad podría intentar alguna acción para eludir el proceso y por ello lo más conveniente es que siga preso. Además, porque de ser hallado culpable, “El Huevo”, o cualquiera que mate a una mujer en un contexto de violencia de género, debe recibir una condena perpetua.