Arte y Espectáculos

Silvia Kutika: “Esta obra busca, todo el tiempo, romperle la cabeza al espectador”

Los desafíos de "El cuarto de Verónica". Es la única propuesta vinculada al terror psicológico que forma parte de la cartelera de este verano. "Arriesgar es maravilloso" aseguró la actriz den una charla con LA CAPITAL.

Silvia Kutika, junto a Fabio Aste, Fernanda Provenzano y Adrián Lázare, dan vida en esta temporada de verano a la única propuesta teatral del circuito comercial del género de terror psicológico. “El cuarto de Verónica” está nominada en el rubro mejor drama y Kutika y Provenzano en el de actriz de drama, en los Estrella de Mar que se entregan esta noche. Por ese motivo, la obra que se presenta cada lunes y martes a las 21.45 en la sala Melany (San Luis 1750), este lunes no tendrá función, retomando mañana sus presentaciones habituales.

A Kutika siempre le gustó el suspenso/misterio/terror y, cuando le llegó el libro de esta obra “no podía creer que a esta altura de mi vida llegue una propuesta tan distinta con un enorme desafío. Los cuatro actores nos enamoramos inmediatamente” contó en una charla con LA CAPITAL, en la que destacó que “esta obra busca, todo el tiempo, romperle la cabeza al espectador”.

Tanto les gustó el texto que, aunque a lo largo de su carrera ha resignado muchas giras porque extraña a su familia, en este caso no dudó en unirse y, además de presentarse en Mar del Plata, están haciendo funciones en distintos puntos de la costa atlántica y en Buenos Aires. “Cargamos la escenografía y el vestuario en el auto y allá vamos” indicó.

Además de contar “un cuentito de terror” el texto tiene una importante crítica social, posando su mirada sobre la fachada de perfección de ciertas familias adineradas que, en lugar de hacerse cargo de sus problemas, de sus fallas, los esconde.

Tras reconocer la labor en equipo con sus colegas y la directora Virginia Magnago, con quienes se definió como “una cooperativa”, destacó el rol de la dirección para lograr “profundizar y bucear en la cabeza de estos cuatro personajes, encontrándoles mucha humanidad, sobre todo a tres personajes que son absolutamente perversos y diabólicos”.

-El texto bucea en la oscuridad de las personas.

-Sí, obviamente esto está llevado a un límite, pero los seres humanos tenemos nuestra luz y nuestra oscuridad y estos seres transitan absolutamente su oscuridad. También me gusta mucho que la obra habla de cierta clase social, que parece que está como por encima del resto y en esta clase no puede haber ninguna falla.

Lo que falla y lo que está enfermo o lo que es distinto se esconde. No ayuda sostener la fachada de que todo está bien, todo está perfecto. Me parece que también es muy interesante porque habla de muchas cosas. Está lo superficial, el cuentito, los dos viejitos que invitan a una pareja de jóvenes a mostrarles una foto de una chica que murió, los invitan a entrar a este cuarto de Verónica, pero después, de verdad, este autor se va metiendo más y más y creo que si el teatro es un juego entre el espectador y el actor, acá hay una propuesta que es todo el tiempo romperle la cabeza al espectador, no dejarlo tranquilo, dejarlo inquieto hasta el último momento, cuando cierra la historia y se completan todos los datos.

-Desde un primer momento, los diálogos tienen un tono y la acción, parece que pasa por otro lado…

-Los diálogos al principio son muy coloquiales, hay una cosa muy normal, muy de todos los días, muy tranquilo, de estos viejitos con la pareja de jóvenes que van tirando data de lo que sucedió en ese cuarto, pero ahí está genial la directora porque hay ciertas miradas o ciertos toquecitos que te permiten ver o te dejan pensando que esto no está tan bien, que lo que te están mostrando está disociado con algunas cosas que están pasando y te decís, ‘no, acá hay algo que no está bien’. Hay detallecitos que son muy jugosos y que es interesante si la ves más de una de una vez. Nos pasaba a nosotros en las lecturas e inclusive aún hoy, sin irnos de lo que es la obra, le vamos descubriendo cosas.

Silvia Kutika, Fabio Aste, Fernanda Provenzano y Adrián Lazare.

-Por un lado en el transcurso de la obra el espectador va descubriendo cosas, pero a la vez, la historia te va metiendo cada vez más como en un laberinto que parece no tener salida. ¿Es correcto?

-Nosotros decimos que es como una cebolla, que vas sacando capas y decís, bueno, llegué a la última, al centro y no, seguís. Hay gente que nos dice que es como ver cine en vivo y casi siempre pasa que se arman la historia y, en un momento se dan cuenta… ‘ah no, esto no era’ y tienen que armar otra historia, otro punto de vista y, obviamente, se identifica mucho con uno de los personajes y sufren todo lo que le está pasando a ese personaje y hasta intentan ayudarlo de alguna manera desde su lugar. Eso es muy gratificante.

-En el transcurso de la obra no hay mucho lugar para el aplauso hasta el final, sino más de silencio, tensión, atención…

-Sí, es la tensión, la atención y casi les ves las caras de incertidumbre, de preguntarse ¿Para dónde van? y muchas veces hay gente que no puede parar de expresarse y sentimos el ‘noooo’. El otro día una señora dijo muy fuerte ‘Dios mío’ y te produce una enorme satisfacción, quiere decir que vamos por el lado correcto, estamos contando y trabajando bien la historia.

-Este género en el cine es de culto y crece cada vez más. ¿Cómo es la situación en el teatro o por qué crees que en el teatro no se desarrolla tanto?

-No lo sé. Creo que es un género que inclusive en cine y en libros está empezando a tener un auge enorme en estos últimos tiempos.

Supongo que es un gran desafío y a lo mejor uno a veces en la vida va a cosas que son más seguras. Para nosotros fue un gran desafío traer el cuarto de Verónica Mar del Plata porque también está toda esa cosa que la gente cuando va de vacaciones tiene ganas de divertirse, no entrar en estos juegos que son tan intensos, y me parece que también son prejuicios, por cómo nos está yendo. La gente responde y se va de la sala comentando y en Instagram nos dicen cosas muy hermosas y la recomiendan y están muy contentos de haber optado por algo distinto. Entonces creo que despacito hay que animarse a cosas diferentes. Arriesgar es maravilloso.

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