La Ciudad

Silvia Filler, el huevo de la serpiente y el eterno evadido

El crimen de la estudiante Silvia Filler -del que mañana se cumplen 50 años- no es para la sociedad marplatense una marca a fuego estática. Los hechos se proyectaron en una línea donde emergen nombres reiterados, hechos violentos y desenlaces procesales. Un eterno evadido en causas por delitos de lesa humanidad logró transitar, indemne, ese largo camino.

Salieron del garaje de una casa vecina, armados con revólveres y cadenas. De esa casa también partió una oscura línea de tiempo que llega hasta nuestros días. Y el nombre de un “fantasma jurídico” que hoy alienta vanos ofrecimientos de recompensa.

Revólveres y cadenas. El plan: “romper” violentamente una asamblea en el aula magna de la Facultad de Arquitectura que funcionaba en diagonal Alberdi y San Luis.

Ariete del peronismo ortodoxo, la Concentración Nacional Universitaria (CNU) se expandía desde La Plata al influjo del profesor de lenguas clásicas Carlos Disandro. “Conspicuo dirigente nacionalista, ultraderechista, católico tradicionalista, anticomunista y simpatizante declarado de los modelos corporativistas exhibidos en las sociedades nazi-fascistas”. Así lo describían los servicios de inteligencia a principios de los ’70. La misión operativa del grupo era desbaratar expresiones ideológicas antagónicas en el ámbito universitario.

La asamblea trágica

El 3 de diciembre de 1971, dos alumnos que se oponían al modelo educativo vigente arrojaron una pastilla de Gamexane en la clase de un profesor que, a su entender, representaba todo cuanto deseaban revertir. Fueron perseguidos y capturados por miembros de la CNU que los llevaron ante el rector. Y este los expulsó de facto.

La asamblea del 6 de diciembre fue convocada por estudiantes para decidir las medidas a tomar ante esas expulsiones. Asistieron alrededor de 300 jóvenes que sustentaban diversas ideas. Entre ellos estaba Silvia Filler, que tenía 18 años, cursaba primer año de Arquitectura y no registraba filiación política.

Algunos miembros de la CNU se reunieron en una casa situada en la misma cuadra y desde allí partieron con revólveres y cadenas. Irrumpieron en el aula magna y dos de ellos abrieron fuego. Filler, que estaba en una de las gradas, recibió un balazo en la cabeza.

Un nombre reiterado

La casa en cuestión era el domicilio de Fernando Federico Delgado. Tenía 22 años, estudiaba derecho en la Universidad Católica y se lo ubicaba en la línea de ideólogos de la CNU.

Esa vivienda había sido allanada el 23 de septiembre de 1967 por la policía, que secuestró cuatro armas de fuego y elementos para fabricar bombas de estruendo. Las iban a arrojar el día siguiente en el teatro Astral durante una conferencia del cura tercermundista Jerónimo Podestá.

La policía detuvo a tres jóvenes -uno era Delgado- e informó que pertenecían a la organización de ultraderecha “Tacuara”, que aportaría no pocos cuadros a la posterior CNU.

Otro de los detenidos fue Carlos “Bigote” Gómez, quien cuatro años después estuvo implicado en la muerte de Filler pero logró mantenerse prófugo hasta 1973 cuando la amnistía de Héctor Cámpora licuó esa deuda con la justicia. Idéntico beneficio obtuvieron los otros imputados, entre los que no figuró Fernando Federico Delgado.

Pero volvamos a aquella noche de 1967. El tercer detenido fue Ernesto Piantoni, un abogado de 25 años que luego emergió como figura fundacional de la CNU en Mar del Plata. Su asesinato, en marzo de 1975, fue vengado con cinco homicidios en la madrugada posterior. Para ese entonces, varios miembros de la CNU articulaban con la Triple A, creada por José López Rega para “depurar ideológicamente” al peronismo.

En dos juicios realizados por la Justicia Federal marplatense en 2016 y 2020 fueron condenados los responsables de esos cinco homicidios y de otros tres de idéntico tenor.

Las perpetuas recayeron en el ex fiscal Gustavo Demarchi, el militar retirado Fernando Alberto Otero, el ex docente del Servicio Penitenciario Bonaerense Mario Durquet y el abogado Carlos Salvador Ullúa. Delgado habría estado en el banquillo de no ser porque desde 2007 es un fantasma escabulléndose en un laberinto de causas judiciales.

Fernando Delgado.

 

Por encargo

En la madrugada del 3 de noviembre de 1975, en la capital de San Juan fue asesinado el diputado y ex dirigente vitivinícola Ramón Pablo Rojas, impulsor de un proyecto de fraccionamiento de vino que lo enfrentó con el Foeva. El secretario general adjunto de ese gremio, Delfor Ocampo, sería condenado a perpetua por instigar y financiar el homicidio.

Los sicarios viajaron desde Mar del Plata. Eran integrantes de la CNU que prestaban servicios como “personal de seguridad” en la entonces Universidad Provincial de nuestra ciudad. Uno de ellos, Carlos “Flipper” González, murió en el intento. Rojas portaba un revólver y llegó a usarlo.

Otro de los atacantes -herido y abandonado por sus cómplices en un hospital sanjuanino- fue condenado a perpetua y recuperó la libertad en 1990. Se trata del ya mencionado ex militar Fernando Otero, quien cumplió prisión en San Juan hasta 1990.

La causa por el crimen de Rojas fue reabierta hace pocos años. Mario Durquet, con una perpetua a cuestas por los crímenes ocurridos en Mar del Plata, estuvo a punto de ser juzgado en San Juan, pero falleció en las vísperas. Fernando Delgado también habría estado en el banquillo de no ser por su eterna condición de prófugo.

Una larga búsqueda

La Justicia no sabe en qué momento se esfumó de Mar del Plata ni cómo hizo para manejarse sin dejar rastros. Quizás haya adoptado ese temperamento a partir del año 2000, cuando su nombre y su descripción física -“alto, delgado, rubio, con voz de mando”- empezaron a escucharse en las audiencias del Juicio por la Verdad.

Su primera orden de captura data de 2007 cuando la Justicia entendió que Delgado, al igual que otros miembros de la CNU, participó en delitos de lesa humanidad tras incorporarse al aparato represivo después del golpe de Estado de 1976. Se cree que “debutó” al día siguiente del golpe, encabezando el secuestro del secretario general del Sindicato de Prensa, Amilcar González, durante una audiencia en el Ministerio de Trabajo.

La segunda orden de captura fue librada en 2010 por los homicidios cometidos en Mar del Plata por la CNU-Triple A entre 1974 y 1975.

Los ofrecimientos de recompensa de hasta 2 millones de pesos publicitados por el Ministerio de Justicia no hicieron mella en su condición de evadido. Así como tampoco el incidente de búsqueda que sustancia la Justicia Federal, con más de treinta cuerpos que acreditan investigaciones, testimonios, intervenciones telefónicas, requerimientos a diversas fuerzas policiales y procedimientos fallidos.

De todos los imputados en las causas por crímenes cometidos por la CNU, Delgado, de 72 años, es el único que logró mantenerse prófugo. Su nombre aparece y desaparece en una línea de tiempo que empezó hace medio siglo en un garaje que hoy puede verse tapiado con ladrillos.

 

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