Este viernes es el último día de estrenos, tanto en la competencia internacional, como en la Latinoamericana y la Argentina.
Dos películas se suman a la Competencia Internacional en el marco del último día de presentaciones del 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Este sábado se conocerá a los ganadores. También se estrenan los últimos filmes de las competencias Latinoamericana y Argentina.
Nosotros nunca moriremos, de Eduardo Crespo llega a la Competencia Internacional. ¿Cómo se representa el dolor de la pérdida? Una madre recibe en una comisaría las pertenencias de su hijo de 22 años. Toda una vida parece caber en un sobre de papel madera. Nadie sabe cómo ocurrió la muerte. Su cuerpo fue hallado a la intemperie por un hombre montado a caballo.
Filmada en los paisajes de Crespo y Libertador General San Martín, en la provincia de Entre Ríos, Nosotros nunca moriremos retrata el extraño proceso de despedida de un hijo de manera pausada, pensante. Un ritmo manso que refleja la lentitud del tiempo cuando uno atraviesa la tragedia. Los pasos, los trámites, la burocracia, los pésames. Mientras esta madre experimenta el duelo, contesta las dudas de su hijo menor, quien se pregunta si existe la vida eterna. “Supongo que, algún día, cuando estemos muertos, nos encontraremos con nuestros seres queridos”, le explica sin fuerzas. No conforme con esas palabras, su hijo deberá descubrir las respuestas por sí solo. Es el comienzo de un camino sin retorno: la adultez.
Shiva Baby, dirigida por la joven directora canadiense radicada en Estados Unidos Emma Seligman, también ingresa a la Competencia Internacional.
La película comienza con Danielle, estudiante universitaria, teniendo sexo con su sugar daddy Max, un tipo de treinta y pico. Luego sale corriendo a encontrarse con sus padres para ir a un funeral judío, si bien no recuerda quién fue que murió. En la shiva la vemos pasar por varias situaciones incómodas: tiene que soportar comentarios de todo el mundo sobre su reciente pérdida de peso y la presencia de Maya, su mejor amiga de toda la vida pero también su ex. De repente, se da cuenta de que uno de los invitados es nada menos que Max, quien resulta ser un viejo amigo de la familia, junto a su esposa y su bebé. La ópera prima de Emma Seligman, versión largometraje de su corto homónimo de 2018, parece cualquier cosa menos una ópera prima: Seligman logra coreografiar los hechos que suceden en esta reunión, que abarca casi la totalidad de la película, con una precisión digna de alguien con muchísima experiencia. El timing cómico es envidiable (aunque, al mismo tiempo, no ahorra en amargura) y también hay un gran manejo del suspenso.
Competencia Latinoamericana
Chico ventana también quisiera tener un submarino de Alex Piperno es la película que se estrena en la Competencia Latinoamericana.
Un marinero conecta a través de su cuerpo a personas que viven en lugares y realidades muy lejanas. Puntos que son unidos como aquel pasatiempo en que uno formaba imágenes a través del lápiz y la ruta de números. El protagonista es un trabajador humilde que sirve a gente de buen pasar en un crucero en los mares de la Patagonia. El miembro de la tripulación que sus jefes pierden a cada rato escapa a otros mundos cuando abre una puerta mágica ubicada en la cubierta del barco. Los destinos pueden ser el departamento de una chica misteriosa o una selva asiática. La ópera prima del uruguayo Alex Piperno es un relato fantástico que hace pie en lo impredecible, en la que las travesías del viajero del tiempo son una sorpresa constante para él y para el espectador. Chico ventana también quisiera tener un submarino elige el género para bosquejar el incómodo contraste entre las clases sociales.
Competencia Argentina
En la Competencia Argentina llega “Las motitos” de Inés Barrionuevo y María Gabriela Vidal.
En toda Córdoba hay una ola de saqueos, y la policía se está llevando a varios jóvenes. En medio de este período agitado, la adolescente Juliana queda embarazada de su novio, Lautaro. Juliana quiere abortar, pero tiene miedo de hacerlo con pastillas y no tienen plata para pagar una intervención. La película de Inés Barrionuevo y Gabriela Vidal, inspirada en la novela de Vidal Los chicos de las motitos, parte de esta premisa simple para construir un relato de una belleza que nace de los detalles; de pequeños momentos que se revelan enormes, como aquellas escenas en que los personajes bailan o esas escapadas de Juli por los tejados de su casa, pero también de unos personajes excelentemente construidos cuyas interacciones son tan reconocibles que se nos vuelven muy cercanos. Una película generosa tanto con sus espectadores como con sus habitantes.