El ex Jefe del Ejército Argentino, Martín Balza, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, rechazó con vehemencia las declaraciones del intendente Carlos Arroyo.
Por Martín Balza
Las recientes declaraciones del señor Intendente del Partido de General Pueyrredon han originado algunos debates en nuestra sociedad sobre el actual Sistema del Servicio Militar Voluntario (SMV) que en 1995 suplantó al Servicio Militar Obligatorio (SMO). Este último, también llamado Ley Riccheri, cumplió -desde 1901- un ciclo fundacional: contribuyó a la alfabetización, inició a jóvenes en hábitos de disciplina, orden e higiene, logró relevamientos médicos y rompió barreras sociales. Unió bajo una misma y a veces desconocida bandera e hizo aprender y cantar un himno común al hijo del inmigrante con el nativo de nuestras pampas. Junto con la Ley 1420 (de 1884) y la Ley Laínez (de 1905) fueron agentes homogeneizadores de nuestra sociedad.
En la segunda mitad del siglo XX, el SMO fue perdiendo paulatinamente vigencia por distintos factores, entre otros: los intentos y los golpes de Estado cívico-militares, los enfrentamientos internos entre facciones de las Fuerzas Armadas y el empleo de soldados en actividades ajenas al servicio. El golpe de gracia lo proporcionó la Guerra de Malvinas.
En 1993, el Día del Ejército, en Santa Rosa (La Pampa), presidido por el señor Presidente, y en presencia de las más altas autoridades de la Nación, solicité el SMV como un paso imprescindible para la profesionalización y modernización de la Fuerza con miras al siglo XXI.
Un año después, un lamentable hecho delictivo -la muerte de un soldado en un cuartel del sur de nuestro país- actuó como un elemento catalizador hacia el SMV, y el Poder Ejecutivo Nacional dispuso la adopción del mismo que, entre tantos aspectos positivos contemplaba facilidades para los estudios secundarios y universitarios.
Relacionado con lo expuesto y volviendo a la actualidad, el señor Intendente de Mar del Plata calificó aquella propuesta “como un desastre para el país montada por un pésimo general que fue Balza”. Por respeto a mis comprovincianos que eligieron al Señor Intendente, no realizaré ningún comentario al respecto. Lo grave, en mi opinión, es que el señor Intendente también expresó que la imposición del SMV “fue una locura total de una manga de dementes”.
Atento a que empleó la palabra “manga”, es oportuno señalar que, en varios países latinoamericanos (incluido el nuestro), despectivamente se le dice manga a un conjunto de individuos (por ejemplo: manga de ladrones, manga de incapaces, manga de delincuentes, etc.). Duro, muy duro calificativo, pues incluye taxativamente, sin nombrarlos, a los señores presidentes de la República: Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, y al actual Mauricio Macri. También a los ministros de Defensa: Oscar Camilión, Ricardo López Murphy, Horacio Jaunarena, José Pampuro, Agustín Rossi, Julio Martínez, y al actual Oscar Aguad.
Finalmente, la dura descalificación incluye también a todos los jefes de las Fuerzas Armadas y del Estado Mayor Conjunto. Si el SMV no es el apropiado para nuestro país, ¿por qué no se lo dejó sin efecto y se volvió al SMO? Tuvieron 25 años para hacerlo.
Quizás, el señor Intendente -como político y funcionario público- podría proponer y canalizar un nuevo cambio y volver al SMO. La decisión la tienen quienes políticamente tienen la obligación de conducir las Fuerzas Armadas según lo prescribe nuestra Constitución Nacional (Art.99-Inc.14 y Art.75-Inc 27).
Al respecto, me permito recordar que desde el 3 de diciembre de 1990 las Fuerzas Armadas están totalmente subordinadas al orden republicano, ejercido por las más altas autoridades de la Nación, que representan la esencia de los valores democráticos.
A pesar de la opinión del señor Intendente marplatense, sigo convencido de que el SMV fue y es un gran paso hacia la profesionalización del Instrumento Militar. La predisposición anímica y no compulsiva para la incorporación, instrucción y adiestramiento contribuyó a ello. Se capitalizó así una de las grandes experiencias y enseñanzas de la Guerra de Malvinas.