Pasaron casi tres años desde que Ricardo Aguirre mató de un disparo a su hija de 5 durante un brote psicótico producido por el consumo de drogas y alcohol. También abandonó esa noche en un baldío a su bebé de 19 meses. La Justicia lo declaró inimputable pero cada semestre evalúa si puede recuperar la libertad. Por ahora sigue internado en Melchor Romero.
Antes Ricardo Aguirre era Richard y después pasó a ser solo Aguirre. El interno Aguirre. Desde hace un tiempo solo así se lo conoce en Melchor Romero, donde cumple un encierro por su locura, aunque a algunos esto les parezca poco y signifique menos justicia cualquier otra cosa.
En realidad, Ricardo Aguirre fue derivado al más famoso neuropsiquiátrico del servicio Penitenciario bonaerense en octubre de 2016 cuando se lo declaró inimputable, con potencial peligrosidad para terceros y sí mismo. Meses antes había protagonizado uno de los episodios criminales más estremecedores de Mar del Plata al matar a su hija Lucía de 5 años de un disparo y abandonar a otra de 19 meses en un baldío del barrio Autódromo. La pequeña víctima de la alienación de Aguirre sobrevivió toda la madrugada de aquel 22 de diciembre de 2015 hasta que sus llantos fueron oídos por policías que habían desplegado un pesimista rastrillaje.
Semanas atrás se realizó una audiencia en el Juzgado de Ejecución N°1 para analizar la medida de seguridad que mantiene encerrado a Aguirre en Melchor Romero, igual que sucede cada semestre. El juez Ricardo Perdichizzi resolvió que Aguirre continúe alojado en el pabellón psiquiátrico de la Unidad Penal 34 de Melchor Romero. Allí deberá seguir con la atención por sus adicciones a las drogas, asistencia psicológica y tratamiento psiquiátrico farmacológico.
Aguirre no está en condiciones de regresar a la sociedad porque es un peligro. Porque, a riesgo de un calificativo vulgar, está loco. Como estaba loco antes, a causa de sus consumos. Se drogaba con cocaína y tomaba bebidas alcohólicas. Veía muñecas en las esquinas. Bichos lo perseguían en su imaginación. Ese día de diciembre impidió a su pareja que se llevara a los niños (Lucía, su melliza, un varón de 7 y la bebé de 19 meses) tras decidir abandonar la casa y, en cambio, se los quedó él.
Durante varias horas Aguirre, un hombre sin compromisos laborales, perdido en las adicciones y a quien apodaban “Richard”, se encerró con las tres niñas y el niño en la casa de Vértiz al 12000. Luego, poco después de las 21, salió con los cuatro menores a buscar a alguien que lo llevara a una iglesia.
En el camino se encontró con un amigo de apellido Chávez que lo subió al auto junto a los niños y los llevó a la casa del pastor Diego Cañete, en calle 236 al 1500.
En la vereda de dicha vivienda se formó una ronda de “oración” y fue en esas circunstancias que Aguirre accionó el gatillo del revólver. El proyectil atravesó el cuerpo de la pequeña Lucía y la mató prácticamente en el acto.
Luego Aguirre escapó con la bebé de 19 meses y recién fue detenido en horas de la madrugada dentro de una casa abandonada. Pero sin la niñas. Estaba en un estado de bloqueo psicológico que la golpiza propinada por familiares en el momento de localizarlo no ayudó a destrabar.
La policías, las autoridades judiciales, la familia, los vecinos la prensa, todos, auguraban lo peor para la bebé. Sin embargo, a las 5.45 los llantos provenientes de un baldío trajeron la única alegría del caso: la pequeña reposaba sobre un montículo de tierra.
Inimputable
Tras la detención, Aguirre fue sometido a distintos peritajes psicológicos y psiquiátricos y confinado a una celda en Balcarce. Allí, dopado por la farmacología, casi ni se comunicaba con las demás personas.
El 28 de septiembre de 2016 el fiscal Fernando Castro elevó la causa a juicio pero el 18 de octubre se lo declaró inimputable y se determinó su internación en el neuropsiquiátrico de Melchor Romero. En febrero de 2017 se analizó su situación mental por medio del trabajo de especialistas del Gabinete Psiquiátrico del Servicio Penitenciario y quedó claro que Aguirre en libertad representaba un riesgo para sí mismo o para terceros.
Los sucesivos estudios marcaron la misma tendencia. Cada seis meses la condición de Aguirre es analizada para saber si se produjo una atenuación en su peligrosidad y si es posible que salga a un instituto neuropsiquiátrico por fuera del Servicio Penitenciario, como puede ser la Clínica del Mar de Punta Mogotes. También existe la posibilidad que Aguirre esté “curado” y reciba el alta a prueba, que consiste en suprimirle el encierro y otorgarle la libertad con estudios y monitoreos frecuentes.
Por ahora, Aguirre sigue siendo Aguirre, un interno más de Melchor Romero.