Se trata de los oficiales Ariel Estévez y Jonathan Cabrera, y la sargento Vanesa Cano. Seguirán detenidos en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán y el Destacamento Femenino, respectivamente.
Tres de los cuatro policías acusados de torturar a dos adolescentes de 14 y 16 años en un descampado se negaron a declarar este miércoles al mediodía y permanecerán detenidos.
Por otra parte, la cuarta imputada por el hecho se encuentra en Tribunales y podría dar su versión ante el fiscal Juan Pablo Lódola.
Los oficiales Ariel Estévez y Jonathan Cabrera -acompañados por el defensor oficial Claudio De Miguel– decidieron no aceptar ser indagados por el instructor judicial, al igual que la sargento Vanesa Cano, quien presentó como abogado a Martín Bernat. De esta forma, los tres permanecerán alojados en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán y el Destacamento Femenino, respectivamente.
Por su parte, la oficial Micaela Estigarribia, representada por la abogada Adelina Martorella, aún se encuentra en Tribunales.
Los cuatro uniformados fueron detenidos este martes por la mañana. Con una orden emitida por la Justicia de Garantías, se allanaron sus viviendas y se secuestraron sus armas reglamentarias, teléfonos y una escopeta no provista por la Policía Bonaerense en poder de uno de ellos.
Al informar el operativo, desde la Auditoría General de Asuntos Internos se dispuso la desafectación inmediata de los cuatro policías. Estévez y Cabrera quedaron alojados en el penal de Batán, mientras que Cano y Estigarribia en el Destacamento Femenino.
De acuerdo a la investigación, el hecho que se les imputa sucedió el sábado 17 de septiembre a las 22, cuando Estévez y Cano, a bordo del móvil N° 27841, interceptaron en Beruti al 9100 (barrio Libertad) a dos adolescentes de 14 y 16 años, y con la excusa de identificarlos procedieron a solicitarles coloquen las manos contra el capot del patrullero.
En ese momento se hizo presente un segundo patrullero, el móvil N° 27381, en el que iban Cabrera y Estigarribia. Según consta en la causa, el primero de éstos, sin mediar palabras, le propinó un golpe de puño en la cara a al menor de los jóvenes, mientras que Estévez le apoyó el arma reglamentaria a ese mismo adolescente en las costillas y le ordenó no gritar porque, de lo contrario, lo mataría.
Acto seguido, Cabrera también sacó su arma reglamentaria, se la puso al adolescente en la cabeza y gatilló en más de una oportunidad.
A estos tormentos también se sumó una de las policías, quien intentó ponerle la pistola provista por la Policía Bonaerense en la boca del menor. Luego le pusieron esposas a ambos, ajustadas de una manera violenta.
Siempre según la hipótesis investigada por el fiscal Lódola, los policías subieron a los menores al patrullero N° 27381 (en el que iban Cabrera y Estigarribia) y los trasladaron hasta un descampado ubicado en Strobel al 10000.
“Ahora van a ver cómo los matamos y nadie se entera, como yo tengo un montón de muertos y nadie se enteró, dos más no van a hacer nada”, les dijo una de las policías, lo que, para el fiscal “incrementó el sufrimiento psicológico que venían padeciendo”.
De noche y prácticamente en total oscuridad, los policías hicieron descender a al adolescente de 14 años y lo obligaron a ponerse de rodillas y a que le pidiera perdón a Estévez, mientras él le ponía el arma en la sien izquierda y gatillaba. “Mirá como te tenemos, te vamos a enseñar a respetar, porque los que mandamos somos nosotros”, dijo uno de los oficiales.
Los policías obligaron a las víctimas a mirar el suelo, le golpeaban la nuca y le daban cachetadas en la cara, mientras que Estigarribia filmaba toda la secuencia.
Mientras, el otro adolescente era mantenido dentro de uno de los patrulleros, para que percibiera lo que le pasaba a su amigo, para amedrentarlo. Luego, el oficial Estévez y la sargento Cano lo trasladaron al móvil N° 27481 y le pegaron patadas. “Esto te pasa por andar con este, la próxima vez que te vea no te vamos a perdonar”, le dijeron los policías y agregaron: “Me parece que te vamos a matar acá”.
Finalmente, los policías hicieron descender al joven del patrullero y lo pusieron de rodillas al lado del otro adolescente. Los hicieron levantarse y Estévez, armado con una escopeta antidisturbios, les indicó que empiecen a correr y les dijo: “Tienen tres segundos, tres, dos, uno…”.
La frase del policía resonó en los adolescentes como si se tratase del principio de su ejecución, por lo que atemorizados comenzaron a correr por el descampado en un intento desesperado por evitar ser alcanzados por los proyectiles de goma.
Los adolescentes sufrieron heridas en las muñecas por las esposas, en las rodillas, en la cara, la nuca, las orejas y piernas. Heridas que según el cuerpo médico quedarán curadas en un plazo de 30 días.
“Con ese mecanismo tortuoso, el personal policial interviniente en un procedimiento ilegítimo por donde se lo mire, procedieron a aplicarle tormentos físicos y sufrimientos psíquicos de gravedad a los menores“, concluyó el juez de Garantías que ordenó las detenciones y allanamientos.