La lingüista italiana Alessia Murgi llegó a Mar del Plata para ofrecer un taller intensivo sobre inmigración, tema que atraviesa a los estados europeos y a los mismos ciudadanos del viejo continente.
por Paola Galano
@paolagalano
Los y las miles de inmigrantes de diversos lugares de Asia y Africa que cada año llegan a Italia en verdadero estado de desesperación la obligaron a tener una conducta ética adecuada con la realidad que vive su país. Alessia Murgi, lingüista especializada en antropología, fue voluntaria en centros de recepción de inmigrantes y más tarde trabajó en esos mismos sitios. Y tras idear un proyecto para integrar a estas personas en la vida italiana actual, llegó a Argentina por varias razones.
El principal motivo fue ofrecer un Seminario sobre Nuevas Migraciones en la Asociación Dante Alighieri que estuvo destinado a personas conocedoras del idioma italiano. Se lo tituló “Ti porgo l’altra faccia” (“Te muestro la otra cara”). Y además, cumplió la promesa de visitar a su mejor amiga que vive en este país. De paso, mejora su castellano y se dedica a investigar los flujos inmigratorios de Italia a Argentina, a fines del siglo XIX y ya entrado el XX.
“Me encanta Argentina, la manera de abrazar, no extraño mi país”, contó la joven especialista a LA CAPITAL y confirmó que aún no tiene pensado cuándo regresará a Roma, ciudad en la que nació y estudió. Supone que permanecerá hasta diciembre, pero dice que “aún no compré pasaje de vuelta, no tengo plan”.
– ¿Cuál es su historia con la inmigración?
– Entré en contacto con la diversidad cultural durante el período de tesis de graduación en Antropología del Lenguaje. Estudié el tabú lingüístico de las mujeres árabes de religión islámica. Fue un viaje a un mundo que no conocía en mi mismo país. Empecé a creer que la diversidad es la normalidad y que el mundo, mi mundo, mi país, hubiese sido mejor si en él se hubieran encontrado personas de todo el mundo. Empecé a trabajar, primero como voluntaria y como dependiente después, en un centro de acogida y al encontrarme con la historia de los inmigrantes me afectó moralmente: fue una cuestión ética, casi personal y emocional. Tengo 28 años, no me falta nada en la vida. Tengo mi familia y cuando vuelvo a mi casa siento el calor de ella que me acompaña en las dificultades. Me sentí obligada a hacer algo para quienes no tienen nada ni nadie. No se puede sustituir a una madre, ni a un padre o un hijo. Pero se puede abrazar, eso sí se puede hacer.
– ¿Cuándo se produjeron los flujos más fuertes de inmigración en Italia?
– Desde siempre, me parece la respuesta más correcta. Griegos, púnicos, célticos, góticos, longobardos, árabes, bizantinos y normandos pusieron desde la antigüedad sus pie en el territorio italiano, dejando una señal indeleble en la historia, en la lengua y, por lo tanto, en la cultura del país. En la época moderna la inmigración se dio desde el Este de Europa. Gente de Albania primero y de Romania después, llegó a Italia buscando un futuro mejor, escapando de las guerras y de la pobreza. Entre los años 2014 y 2016, después de las primaveras árabes, ocurrió un flujo migratorio importante desde el sur del mundo: Siria, Eritrea, Mali, Nigeria, Gambia, Somalia, Egipto, etc. Hoy, paseando por todas las ciudades y pueblos italianos, puedes encontrar tantas caras como pensamientos de todo el mundo y esto me parece maravilloso.
– ¿Considera que en treinta años más la identidad europea habrá cambiado debido a la influencia cultural de inmigrantes de variadas nacionalidades?
– Las identidades siempre se “ensucian” en el encuentro con la diversidad. Francesco Remotti, un antropólogo italiano la llama “impregnazione”, o sea el acto de impregnar, absorber, como si uno fuera una esponja, al otro, de manera directa e indirecta. Al día de hoy, todavía la identidad italiana me parece bastante intacta, lo que para mí significa que la integración real no se ha cumplido.
– ¿Este flujo inmigratorio es análogo a lo que ocurrió en Argentina con la inmigración europea después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Hay puntos de comparación?
– Desde mi punto de vista todas las migraciones son parecidas entre sí ya que lo que es parecido es la razón que mueve una persona a migrar: cambiar de vida, buscar un futuro mejor, implementar la perspectiva futura y, finalmente, vivir una vida digna y con dignidad. Migrar significa desarraigarse, y sólo una motivación existencial muy importante podría justificarla. En el caso específico de la Argentina hay muchos elementos en común: un viaje largo en barco, la imposibilitad de poder volver en la gran mayoría de los casos, la pobreza, el hambre, etc. Sin embargo, yo creo que la característica más parecida no fue el viaje, sino la condición de vida que los inmigrantes tuvieron aquí en Argentina cuando llegaron.
– ¿Existe alguna posibilidad de integrar a los inmigrantes a la vida italiana? ¿Pueden los inmigrantes dejar de lado el estado de desesperación que traen consigo los y las inmigrantes?
– Yo creé un proyecto muy articulado que llamé “Experientia” sobre la integración de los inmigrantes en Italia. La idea surgió de la convicción de que se puede tener miedo de la diversidad sólo si no se conoce. Fue por ello que, para integrar a los inmigrantes, de diferente cultura, religión, lengua, fue para mi necesario crear contextos en los que se pudiera hacer “experientia” de la diversidad para no temerla más. Sin dinero, pero con muchísimo entusiasmo (porque yo siempre creo en lo que hago) creé un montón de contextos para sensibilizar a no tener miedo de nadie que tenga un color de piel distinto, o que cree en algo distinto (teatro, arte, cursos, lengua, deporte, música, canto, etc). No fue fácil porque hubo diferentes obstáculos sociales: no todos aceptan a los inmigrantes y en particular no aceptan que el Estado italiano gaste dinero en quien no es italiano. Si bien fue complicado, fue posible. Yo creo que la integración es posible, lo importante es quererla. Existe un concepto, sin embargo, que no se puede olvidar y se llama “autodeterminación”: todos son libres de decidir de su propia vida y de cómo estructurarla. Por lo tanto, la integración para el inmigrante, así como para cualquier persona, depende pura y exclusivamente de él. Siempre se puede cambiar de vida. Llegar a Italia, después de un viaje tremendo y peligroso, donde el confín de la supervivencia es muy débil, es el primer paso para mejorar la condición original de vida.
– ¿Qué futuro cabe para los niños y las niñas inmigrantes? ¿Van a las escuelas?
– Pedro tiene cinco años. Va a la escuela cada día. Habla italiano, su mamá no. Juega todo el tiempo con otros niños en el parque en frente al centro de acogida. Lo mismo le pasa a Francesca, cuatro años, Miracle, tres años y medio, Yesda, doce años, Sidar, trece años y a todos los niños que llegan a Italia. Los chicos no se tocan y yo creo en un mundo en que cada niño tiene un futuro que escribir.
– ¿Hay interés del sector empresarial en contratar a inmigrantes como mano de obra? ¿Qué espacio les deja el mundo del trabajo? ¿Se los capacita?
– En Italia tenemos un alto nivel de desocupación, en particular para los jóvenes graduados, es decir, para gente con un elevado nivel de instrucción. Paradójicamente, existe más posibilidad de trabajar para quien se conforma con cualquier trabajo. Un graduado no quiere trabajar en el campo, no quiere emplearse como operario y raramente como lavaplatos en un restaurante. En esta tipología de trabajo es más fácil encontrar inmigrantes y gente que no tenga miedo de ensuciarse las manos para vivir. Como siempre sucede en contextos de inmigración, las grandes empresas aprovechan de la necesidad del inmigrante de trabajar, aprovechándose de la mano de obra a bajo precio. El caporalado (empresariado) es el mismo en cualquier lugar.
– ¿Qué cultura de todas las que llegan a Italia es la que más rápido se integra? ¿Por qué?
– Los sirianos y lo kurdos sin dudas, por dos razones: primero, tienen un nivel muy elevado de instrucción por lo que tienen más posibilidades de estudiar y de conseguir un buen trabajo y con una buena reputación social; segundo, porque socialmente se considera más justificado escapar de una guerra que hacerlo por hambre.
– ¿Qué convivencia se da entre ellos siendo que vienen de lugares tan diferentes?
– El centro de acogida es una Torre de Babel lingüística y necesariamente una Torre de Babel cultural. Es un micro-mundo donde conviven diferentes culturas, tradiciones y religiones. Es una reproducción a escala reducida de la diversidad del mundo. Obviamente la convivencia de culturas diferentes no es siempre pacífica. Por religión se mata en el mundo, así como por el confín o por tener una sexualidad distinta. Los inmigrantes son seres humanos y como todos los seres humanos no están exentos de la absurda lógica del odiar a quien es diferente. A veces que se litiga y a veces se hace paz.
– ¿Qué rol tiene el Estado en este tema?
– El Estado es el titiritero de toda esta cuestión. Un montón de dinero pasa por las manos de los políticos. Cada inmigrante cuesta 35 euros por día: tiene un precio y por eso todos los que quieren plata, los quieren. Quienes no los quieren son los italianos porque no comprenden que el Estado italiano gaste plata en alguien que no sea italiano. El tema es muy amplio, ético por una parte y económico por otra.