La escritora Samanta Schweblin, quien visitará el país entre abril y mayo próximos en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires 2019, aseguró que coguionar la novela “Distancia de rescate” para la plataforma digital Netflix implicó “un desafío importante” y señaló que ese trabajo “fue absorbido desde lo literario” por su último libro, “Kentukis”.
Schweblin celebró además que el género del cuento sea reconocido a partir de su nueva nominación al premio Man Booker International 2019, uno de los más prestigiosos del Reino Unido, que en esta edición cuenta con una presencia destacada de latinoamericanos (el 9 de abril se darán a conocer los finalistas de la lista corta y la obra ganadora se anunciará el 21 de mayo en Londres).
“No es tan fácil ver un libro de cuentos en la long list del Man Booker Prize, por eso para mí el premio ya está entregado, plantea un precedente respecto al género y lo hace circular; sin contar con que casi una cuarta parte de esa lista está formada por escritores de Latinoamérica, otro reconocimiento grande”, dice sobre el galardón que en 14 años nominó a cuatro argentinos sin distinguir aún a ninguno (los otros finalistas fueron Tomás Eloy Martínez, César Aira y Ariana Hawicz).
La escritora nacida en Hurlingham hace 41 años e instalada en Berlín hace más de siete está nominada por la traducción al inglés que Megan McDowell hizo de “Pájaros en la boca” (“Mouthful of birds”) y compite con 12 finalistas entre los que se encuentran la chilena Alia Trabucco Zerán y el colombiano Juan Gabriel Vásquez.
En 2017 Schweblin había formado parte de la lista corta de ese premio con “Distancia de rescate”, libro también traducido por McDowell, que la autora describió como un extenso monólogo desarrollado en un no-lugar y que llegará a Netflix coguionado por ella y la peruana Claudia Llosa, sobrina del Nobel Mario Vargas Llosa, y directora del rodaje llevado adelante en Chile junto a Dolores Fonzi y la española María Valverde como protagonistas.
Si bien la escritora anticipa que aún no puede decir nada sobre la película, sí se refirió al “ejercicio de traducción” del lenguaje literario el cinematográfico, y repasó el impacto que ese trabajo tuvo sobre “Kentukis”, su última novela.
– ¿Qué implicó trabajar “Distancia de rescate” como novela y luego como guión?
– La novela es un diálogo entre dos personas y, por más que se diga que es una novela visual, considero que es bastante abstracta: no sucede en ningún lugar más que en la cabeza de quien narra, todo está en el aire, todo es lenguaje. Traducir eso al cine es complicado, porque la voz en off distrae al espectador de lo que está mirando, pero no estábamos dispuestas a abandonarla. Hubo mucho trabajo en ese sentido y luego el de traducir cuestiones más abstractas: sensaciones, el modo de decir las cosas, trasladar todo eso que es pura vibración emocional en el lector a imágenes concretas. Fue difícil pero hermoso, muy distinto a la acción de sentarse a escribir un libro. Me enseñó muchas cosas nuevas, en las que yo no estaba pensando pero que me sirvieron para “Kentukis”. El mismo año que terminé esa novela terminó la escritura del guión. Hubo algo que se absorbió desde la literatura y que funcionó en ese mundo que era mi viejo mundo, porque yo vengo de la carrera de cine.
– Este es el segundo texto suyo que llegará a Netflix. El anterior fue “La pesada valija de Benavídez”, adaptado por Laura Casabé como “La valija de Benavídez” e interpretado por Norma Aleandro y Jorge Marrale.
– En ese trabajo no tuve ninguna participación pero me gustó muchísimo, la adaptación de Casabé fue muy inteligente, la traducción al cine de algunas imágenes que yo había pensado en el cuento fue muy fiel y me sorprendió. Creo que existe una fuerte memoria visual pero que, al final, la memoria emocional es más potente y entonces es posible llegar al mismo lugar emocional que el de otra persona asociando imágenes exactamente como las pensó esa persona. Además Casabé resolvió visualmente cosas que en cine sería aburrido contar y encontró recursos para poder contar lo mismo que yo sin romper la idea original del cuento.
– En abril regresarás a la Argentina para participar de la Feria del Libro, ¿que rol juega el viaje, hoy, en el vínculo entre el escritor, los lectores y el circuito librero?
– Es un lugar común decir que la literatura es viajar, pero un poquito es eso, sobre todo como lectores y cuando la literatura empezó a ocupar un lugar importante en mi vida también lo hizo el viaje, que hoy es un poco pesadillesco, en el sentido en que empieza a impedirme escribir. Por otro lado hay que considerar que existe mucha presión a nivel editorial, porque la presencia del escritor en un sello independiente de República Checa, por ejemplo, cambia la movilidad del libro, y eso no deja deja de ser engorroso, porque yo soy muy feliz conmigo misma, pero no creo hacer tan felices a los lectores como podrían hacerlo mis libros.