Por MiTre
Y un día arrancó la temporada. Atípica. Diferente. Como para ir cerrando un año muy difícil para la gran mayoría de los marplatenses. Con la llegada de un clima más agradable y la elasticidad del encierro, el sexagenario viene superando los días con un agradable bienestar surgido de haber sabido llevar la cuarentena lo mejor posible.
Ahora, con los cuidados elementales: tapaboca, distanciamiento e higiene y a la espera de la vacuna que cada vez está más cerca, sale un poco más y observa. En ese “patrullaje” (vigilantón) notó un soberano cambio en el tránsito costero durante el fin de semana. Severos controles (como debe ser cuando hay irresponsables que no respetan nada como en el paseo Jesús de Galíndez), lograron que el peatón recupere la vereda para volver a caminar sin automóviles estacionados sobre la acera impidiendo el paso. Es increíble pero cierto. Nada más simple que los autos estacionados donde corresponde. Pero el caótico tránsito marplatense hizo que reglas claras, sencillas y concretas, no se cumplan. Con dos o tres acciones (multas) de esa naturaleza la municipalidad puede ser “millonaria” habida cuanta el caudal de conductores irresponsables que pululan manejando por la costa.
Habrá quien señale un afán recaudatorio en esa acción. Pero si se deja el vehículo tapando rampas, sobre la vereda, o donde claramente hay señalización de no estacionar, se está “ayudando” a que el peso de la ordenanza caiga sobre el contraventor.
Así las cosas apareció una costa más ordenada y si sigue así ayudará a que todos puedan disfrutar las bondades de ese sector de la ciudad sin joder a nadie.