Pinceladas de la ciudad (Mar del Plata desde adentro)
Por Pablo Garcilazo
El marco de las evidencias es algo que nos gusta remarcar a los argentinos. Decirle al otro que las cosas son tal cual las creemos nosotros. Como emisores puros, con un “ponele la firma”, “haceme caso”, “Acordate lo que te digo, después te vas a arrepentir”. Tenemos experiencias como el unicato, distintas dictaduras, una democracia presidencialista. Tenemos individualismos egoístas mezquinos pero también otros maravillosos que nos hace ser lo que somos. Un poco de cada cosa.
En otros países suelen reconocernos por esta omnipotencia pero también nos quieren y valoran por nuestra versatilidad. Sabemos de todo. Las sucesivas crisis políticas y económicas que tenemos cada ciertos años, nos han permitido adaptarnos con variados recursos a situaciones muy singulares.
Lo colectivo, lo grupal, la unión suele llegar cuando el precipicio está cerca. Salvo que nos hayamos caído y no nos hayamos dado cuenta, para luego entender que yo, tu, el, ellos, nosotros nos está pasando lo mismo.
Sentado en el bar, esperando mi café con leche, hay un mozo que dispara verdades a boca de jarro. El tiene la justa. La precisa, precisa. Como ese taxista con el que arreglamos el país en 22 minutos. El va y viene, sonríe, trata de conocer la historia del nuevo cliente y emite una opinión tocándose la billetera del bolsillo izquierdo, como un tic. No es por una pasión dineraria, surge casi como una inspiración. El indaga, indaga, analiza y finalmente aconseja para rematar con un ¡sabelo!, que podría ser un usted ¿lo sabe? O téngalo en cuenta o es una sugerencia, pero no.
Este mozo remata su opinión con un ¡sabelo! Y empieza a caminar rápido para otra mesa. Parece un referí, un padre que le va hablando a cada uno de sus hijos, un comandante o un director técnico que le habla a sus jugadores. Parece un provocador nato. Habla a calzón quitado y sin pelos en la lengua. Casi un artista que repite una y otra vez su artificio. Es un imperativo, pero a la vez, algunos van al café porque ese clima se genera. El debate puede abrirse en cualquier momento. Están esperando la opinión de. Y entonces prepararan una respuesta. Y se comunicarán.
Esta vehemencia y entusiasmo llama la atención de las calmas mesas del café. Ese remate final es el espectáculo de uno tratando de motivar, instar, intercambiar al otro, al colectivo. Necesariedades complementarias para seguir estando vivos.
Sabelo, un mozo remate.