“Antes del río” es el nuevo libro de Rosario Bléfari, textos líricos que funcionan como apuntes de una geografía sentimental y suburbana, escritos “como un transformador que procesa, amplifica y edita algo que puede tener la forma final de una canción, una actuación o un cuento”.
Este libro se publica el mismo año del estreno en el país de la película “La idea de un lago”, donde actúa; de la aparición de los cuentos reunidos con el título “Mis ejemplos”, en Chile; de sus giras como solista y su trabajo en la banda de indie rock local Sue Mon Mont, heredera de la icónica Suárez, que lideró hace más de dos décadas.
Con 51 años Bléfari, actriz fetiche del también escritor y director Martín Rejtman, sigue siendo un referente de la escena contracultural, y publicó libros como “Poemas en prosa” y “La música equivocada”.
Los textos de “Antes del río” recorren calles de pueblos y ciudades, se meten en sus casas y en los bares para narrar con una mirada cercana y extrañada situaciones que deambulan por los bordes, que sugieren la metafísica de las cosas pero se concentran en mantener el misterio: “Voy a derrumbar mi conocimiento previo de vos. No quiero saber más nada para poder aventurarme en tu infinito. ¿Llegará el día en que pueda terminar de desconocerte?”.
– Lo pasajero parece un interés recurrente en esos textos.
– Por supuesto, somos pasajeros, el mundo es pasajero, y es lo único que tenemos. Es algo en movimiento el presente, y nos exige subirnos como esas acróbatas que montan los caballos en movimiento en el circo. Suben y bajan y vuelven a subir. El mundo va desplazándose y girando y ahí vamos nosotros, en el día a día, pensando en lo que fue y lo que será y obligados a tomar las riendas. No podemos quedarnos mirando asombrados o quejándonos por miedo a sufrir.
– Pareciera haber algo de animista en ellos.
– Ese animismo que mencionás viene directo de la educación que recibía de mi madre, una persona que hablaba de los animales, lugares y cosas con respeto y dándoles siempre una entidad viva, diferente a la nuestra pero presente, y que se relaciona con nuestro ser de una forma más estrecha de la que creemos. Parte de su propia educación venía del silencio de mi abuela india en La Pampa. Mucho silencio, estoicismo, pero también una conciencia muy clara de la relación que establece todo entre sí: desde el jote, un pájaro que acompañaba a mi mamá cuando era chica, hasta los hombres con heridas de hacha que venían del monte para que mi abuela los cure. Ella desinfectaba y cosía las heridas, atendía partos de personas y animales, sabía construir un rancho, dónde hacer un pozo, manejar un rifle incluso y no se callaba si tenía que defender sus derechos.
– “La libertad es dios”, escribís en “Amor sin barreras”. ¿Esa idea marca tu estar en el mundo?
– Claro, la libertad es lo que tenemos que respetar. Justamente porque no somos libres si no nos lo proponemos. Libertad y libre parecen categorías utilitarias o fuera de lugar. ¿Nunca les pasó estar sin trabajo ni dinero y tener mucho tiempo sin obligaciones, pero no poder disfrutarlo por las necesidades que apremian? Y cuando tenemos la suerte de conseguir un trabajo estamos “ocupados”, ya no “libres”. Si tenemos la suerte de trabajar en lo que nos gusta la cosa se alivia un poco porque hacer y tener responsabilidades se transforma en una manera de ejercer la libertad.
– ¿Qué es la literatura para vos?
– Es una pregunta enorme, pero no tengo una sola respuesta. Podría ser una conversación acerca del mundo como si el mundo fuera un libro, siempre con nuevas y viejas hojas, que todos leemos todo el tiempo, y se comenta y se discute y se traduce en lenguas individuales que se empujan unas a otras, se entretejen, se superponen. Forman códigos de lectura en capas cruzadas y todo eso a su vez empapela el mundo y constituye un ente con vida propia que termina modificando a ese mundo por el solo hecho de formar parte de él.
– Pintás, escribís, actuás, hacés música, cantás. ¿Cómo empezaste con cada una de esas expresiones y cómo las vivís hoy?
– Empecé a hacer todo sola pero con la compañía de algunos maestros, que siempre son necesarios, incluso para disentir. Algunas veces fueron personas de carne y hueso que me escucharon con paciencia cantar mis primeras melodías, intentar pisar bien una cuerda; otros fueron autores a través de sus obras, amigos que se dedicaban a otras artes, todos los que estuvimos juntos alguna vez en torno a una obra. La forma en que el que está al lado hace lo suyo nos forma, y eso me mostró que estamos en permanente formación, deformación, reforma, contrarreforma, como una revolución, nunca se asienta del todo.
– ¿Qué diferencia hay entre escribir cuentos y canciones?
– Cuando escribo canciones estoy con la guitarra cerca, tarde o temprano. La canción es pura síntesis, es como una única oportunidad de decir algo que pasa y se va, hay que subir con poco equipaje de un salto. El cuento es todo un juego de pliegues y despliegues, y no tengo ningún oficio, así que voy a tientas como hacía con mis primeras canciones. Soy una novata feliz y dispuesta a dejar de serlo también. Ningún lugar es bueno para estacionarse demasiado rato.
– ¿Cómo entendés el acto creativo?
– No hay otro acto creativo que el del transcurrir diario, la relación con las otras personas y el mundo en general. Si puede derivarse de ese estar un algo que interesa a otros por alguna razón, considero que hay entonces acto creativo. Es un servicio voluntario que no se exige ni se impone de ninguno de los dos lados pero brinda satisfacción, aunque por supuesto incluye sacudones y picores. Ese acto se termina de construir con el espectador, lector, oyente, aunque se produzca a solas.
– Llegaron a llamarte “la reina del indie”, un espacio poblado de varones. ¿Qué lugar creés que tienen las mujeres en el arte?
– Vamos ganando mayor visibilidad y eso da la oportunidad de apreciar cómo las mujeres somos vastas, diversas, diferentes entre nosotras, y de desmarcarnos de la mayor opresión: la etiqueta de mujeres. Esa mujer definida por la sociedad patriarcal que muchas sentimos ajena, que desconocemos como identidad. Esa etiqueta que no me representa ni me alcanza, ni siquiera me agrada.