Un recorrido ascendente, dando cada paso con aplomo y de forma calculada, lo llevó al lugar que ocupa como jefe de Gobierno porteño, y ante la posibilidad concreta de llegar a la presidencia.
“A los 6 años ya decía que quería ser Presidente”, confesó tiempo atrás Horacio Rodríguez Larreta, transparentando la vocación por la política y la ambición que lleva en los genes.
Nacido en cuna de oro hace 57 años en una politizada y aristocrática familia de Barrio Parque, heredó de su padre la pasión por el estudio y la administración de la cosa pública.
Un recorrido largo ascendente, bastante lineal y dando cada paso con aplomo y de forma calculada, lo llevó al lugar que ocupa como jefe de Gobierno porteño, y ante la posibilidad concreta de apropiarse del bastón y la banda presidencial a partir del 10 de diciembre.
Para ello, tomó la de decisión política de “matar al padre”: Mauricio Macri. El fundador del PRO lo eligió como lugarteniente entre 2007 y 2015, cuando se desempeñó como jefe de Gabinete porteño.
Rodríguez Larreta era el que se arremangaba todos los días para resolver los problemas operativos de la gestión, mientras el ingeniero se ocupaba de otros menesteres de la superestructura.
Allí, en el fragor de la acción, es donde el hoy precandidato presidencial aprendió todo lo que sabe, y ese es -junto a la previsibilidad- el principal activo que muestra en su campaña para diferenciarse de su rival en la interna, Patricia Bullrich.
“El político profesional versus la aventurera de armas tomar”, murmuran no sin malicia en el campamento larretista.
La lealtad política hacia Macri terminó el 10 de diciembre de 2019, tras la estrepitosa caída de Juntos por el Cambio a manos del Frente de Todos en la elección nacional, que tuvo como contracara su propia reelección en la Ciudad.
Entonces comenzó a forjarse un capítulo nuevo en la historia de Rodríguez Larreta, ya no como un soldado en el tablero de otros, sino como protagonista y estratega de su propio destino, en una apuesta “all-in” a conseguir el liderazgo opositor.
Para afirmar su independencia y disputar ese lugar, no dudó en diferenciarse del ex presidente tanto en la verbalización de la estrategia (mucho más pragmática) como en el terreno de la acción, siendo su jugada más audaz el desdoblamiento electoral de la Ciudad de Buenos Aires en comicios concurrentes a los nacionales.
La maniobra le valió duras críticas del ala “halcón”, pero las cartas ya estaban echadas y no había margen para retroceder. El costo político de esa decisión emancipadora se calculará con los resultados del diario del lunes.
Un político profesional
La vida de Rodríguez Larreta está indisociablemente unida a la política desde que tiene memoria. Heredó la vocación de su padre, un empresario importante de la petroquímica, politólogo de la Sorbonne y dirigente del frondizista MID (Movimiento de Integración y Desarrollo).
Mejor promedio de su camada en la coqueta Escuela Argentina Modelo, donde hizo primaria y secundaria, eligió después estudiar Economía en la Universidad de Buenos Aires, en un quiebre con lo que se esperaba por mandato familiar.
Cuando tenía 22 años, una noche cualquiera de 1977, en plena dictadura militar, un Falcon Verde se llevó secuestrado a su padre de la residencia familiar en Barrio Parque.
En ese entonces, Horacio Rodríguez Larreta Leloir era presidente de Racing y, según contó el jefe de Gobierno, esa circunstancia fue la que le salvó la vida ya que fue clave para que lo liberaran.
El episodio le dejó al joven Rodríguez Larreta una huella indeleble y cierta sensibilidad por la historia trágica de esa época, un aspecto no muy conocido de él.
En 1992 se fue a Boston para realizar una maestría en Harvard, y al año siguiente comenzó su carrera en la función pública como subsecretario de Inversiones en el Ministerio de Economía de Domingo Cavallo.
En paralelo, fundaba el Grupo Sophia, un think tank de políticas públicas que se convirtió en uno de los semilleros del proto macrismo.
Por allí pasaron, entre otros, María Eugenia Vidal, Carolina Stanley, Esteban Bullrich, Eugenio Burzaco, Soledad Acuña, Fernando Straface, Gustavo Lopetegui, Diego Gorgal y hasta Martín Lousteau.
En julio de 1995, Rodríguez Larreta fue designado gerente general de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) y llevó adelante un fuerte ajuste de personal y gasto presupuestario.
El mayo de 1998 fue nombrado como subsecretario de Políticas Sociales de la Secretaría de Desarrollo Social, que estaba a cargo del cantante y ex gobernador de Tucumán Palito Ortega, y posteriormente como director del Fondo Nacional de Capital Social (FONCAP).
Esa relación laboral lo llevó a ser parte del comando de la campaña presidencial de Eduardo Luis Duhalde, que llevaba a Palito Ortega como candidato a vice en las elecciones de 1999.
En esa campaña conoció a Sergio Massa, con quien forjó una amistad que perdura hasta el día de hoy, más allá de que paradójicamente la coyuntura los encuentra compitiendo por el mismo cargo desde veredas opuestas.
Al año siguiente, Rodríguez Larreta saltó a las filas de la Alianza cuando el entonces presidente radical Fernando De la Rúa lo nombró interventor del PAMI, la obra social de los jubilados.
A fines del 2000, volvió al redil peronista de la mano del gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, quien lo nombró presidente del Instituto de Previsión Social, pero pronto volvió a la órbita nacional al asumir al frente de la Dirección General Impositiva (DGI).ÿ
En 2003, fue candidato a vicejefe de Gobierno porteño acompañando a Mauricio Macri en la fórmula de la alianza que el naciente partido Compromiso por el Cambio (luego renombrado PRO) compartió con el PJ porteño.
No pudieron ganar en ese primer intento, pero tuvieron revancha en 2007, cuando se inició la hegemonía del PRO en la Ciudad que le sirvió al ingeniero como trampolín para llegar a la Casa Rosada en 2015.
En los dos mandatos de Macri en la Ciudad, Rodríguez Larreta fue jefe de Gabinete. Cuando su entonces jefe político se fue a la Nación, tomó su lugar y ganó dos elecciones consecutivas como jefe de Gobierno porteño.