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Rock, pintura, famosos y moda en la embajada de olas en Buenos Aires

Fernando Aguerre, el padre del surf olímpico, creó una flamante tertulia en el Ala Moana de Palermo Soho, con Fernando Ruiz Díaz armando un mini recital y donando la tabla de Gaby, su hermano fallecido. Estuvieron el Zorrito Von Quintiero, el Turco Naim, Tacho Riera y la troupe del surf.

De los que prueban el surf, el agua salada, esa mezcla de paz y adrenalina, el hacer un deporte en un ámbito tan hermoso, pocos pueden escaparse a esa emoción. Esto le pasó a Fernando Aguerre hace más de 50 años, cuando arrancó y fue precursor de casi todo, desde organizar torneos, pelear contra su prohibición en algunas playas durante la dictadura, fundar un surfshop, crear unas míticas sandalias y empujarlo hacia los Juegos Olímpicos, un hecho inédito en la historia del deporte nacional. Hoy, como líder deportivo, empresario y surfista, sigue dedicándose a esparcir ese amor, esa pasión entre todos los que pueda.

Fernando Ruiz Díaz es uno de los que no pudo escapar de las garras de este deporte y de su nuevo amigo. Ambos apasionados, se conocieron hace poco menos de un año, cuando el frontman de Catupecu Machu y Vantra estuvo en Mar del Plata y se concretó un encuentro que hacía años que Sr Flavio, mítico bajista de los Fabulosos Cadillacs, estaba buscando. Desde ese momento se hicieron íntimos. El Fernando músico llevó a su hija Lila a surfear a la misma playa que va el Fernando surfista (Luna Roja, en Chapadmalal) y las charlas y encuentros se hicieron cotidianos. A tal punto llegó la onda que el músico se animó a experimentar arriba de un escenario con el surfista, porque Aguerre toca el djeridú, instrumento de viento, y así armaron versiones de temas de Ruiz Díaz. Incluso Aguerre estuvo arriba del escenario, en un show en Buenos Aires, durante el mágico regreso de Catupecu.

Esta semana volvieron a estar juntos y subirse a un escenario, improvisado, con algunos integrantes de Catupecu, en este caso durante la inauguración de la embajada de las olas en Buenos Aires, como Aguerre llama a su nuevo local de Ala Moana, el primero en tierra porteña. Se trata de aquel negocio que él abrió, junto a su madre Norma y su hermano Santiago, tras el verano del 79 y tuvieron hasta que ellos, fundadores de la mítica marca Reef, se fueron a vivir a California. Tras su venta, Fernando empezó a volver más al país y desde 2013 refundó su amado Ala Moana, buscando potenciarlo, como hizo con Reef.

“Es hermoso esto de venir a Buenos Aires a traer el agua salada, el aire salitroso de Mar del Plata, lo mismo que el amor por las olas… El poder compartirlo nos hace felices. Alguien puede pensar que un lugar tan urbano no tiene cultura de surf, pero sabemos que hay muchos surfistas que viven acá y que aman el mar como nosotros, los marplanautas. Y nuestro objetivo es venir a potenciar esta cultura, a aumentar la comunidad, con este lugar que pretende ser un puente hacia los sueños, hacia la felicidad, hacia algo que te gusta. Un sitio adonde además podés leer un libro, tomar café o un jugo natural. Venimos a compartir lo lindo de Mar del Plata, a potenciar ese sueño que la gente tiene de ir allá durante un fin de semana. Porque, además, se llama Mar del Plata, no Arroyo del Plata. Ni Valle del Plata. Ni Sierra del Plata. Es nuestra capital del surf y este lugar hecho con amor será la embajada de una cultura de playa que, no tengo dudas, está cada día más en el ADN de tantos argentinos”, explicó Aguerre, quien a los 65 años ha sido reelegido nada menos que por novena vez como presidente de la Internacional Surfing Association (ISA).

La noche de inauguración fue mágica y tuvo de todo: emoción, charlas, risas, la mejor música, rica comida y suficiente bebida para que los brindis se multiplicaran. Estuvo Falu, artista top, terminando el impactante mural del exterior que refleja cómo una ola viene por la 9 de Julio y arrasa con vehículos y semáforos mientras un oficinista la surfea con alegría. También hubo empresarios y varios artistas famosos fanas del surf, como Nico Riera, el Turco Naim -actores y avezados surfistas-, el Zorrito Von Quintiero -con una remera con la estampa de Aguerre, el San Martín del surf, ver foto- y Ruiz Díaz. Fer dio la nota una vez más, improvisando un recital con canciones sentidas, de significado, y algunas que llevan su sello, de poder y pasión. Incluso con el aporte de Aguerre, que subió al escenario para tocar el djeridú. Además, en un momento muy emotivo, el Fer músico donó la tabla de su hermano menor, Gabriel, fallecido en enero de 2021 luego de un durísima convalecencia de 15 años tras un grave accidente automovilístico en 2006.

“Gaby amaba el surf y estaría feliz de que su tabla esté en este lugar, con el espíritu que tiene. Todavía tiene la parafina, la sal y la arena de aquellos viajes que hacía a Brasil y Mar del Plata”, contó sin poder contener una emoción traducida en lágrimas.

El Ala Moana desbordó de emoción. Porque, además, para Aguerre es mucho más que un surfshop o su flamante emprendimiento porteño. Es su nueva casa, otra más, creada con el espíritu que él ama, el que construyó con su familia y sus amigos de olas, los pioneros del surf en el país. Una excusa más para transmitir el amor por su deporte, el mar y la cultura de playa que abrazó hace cinco décadas. Y no es casualidad que sea en un local cuyo nombre significa lo que él más ama. “Cuando se lo pusimos en 1979 pensamos en la playa de Honolulu, en Hawaii, hasta que me contaron lo que realmente quería: sendero que te lleva al mar. Increíble que le pusimos un nombre pensando que significaba una cosa y, en realidad, era el camino a las olas”, comentó quien decidió, a su manera, tener a sus padres presentes durante este momento tan especial.

“A mi mamá con su anillos de olas y mi padre a través de una piedrita de colores que encontré en la playa de Waikiki cuando fuimos a tirar sus cenizas”, reveló.

Este Ala Moana será el séptimo en el país, seis entre Mar del Plata y Chapadmalal, el restante ahora en Palermo. Un reflejo de cómo el crecimiento del surf, más aún desde que es olímpico y la gente se vuelca cada día más a los deportes que se practican en entornos naturales, ha potenciado su industria. Algo en lo que Fernando evita profundizar. “Realmente es algo que no me interesa. Sé que produce eso, pero no pienso ‘¡ah, qué bueno! Lo que vamos a hacer, crece la industria’. No pienso en números, en pesos o en cantidad de prendas que vendemos, porque yo no dirijo la empresa, soy apenas el cuidador del ADN de Ala Moana”, comenta para luego dejar reflejado su espíritu. “Los emprendimientos empresariales son como emprendimientos en la vida. Todos podemos ser emprendedores, sólo hay que practicarlo. Mucha gente no lo hace porque tiene miedo al fracaso. Pero les digo que hay que ir para adelante, en todo, siendo rápido para tomar decisiones y rápido para darse cuenta de que algo salió mal, para poder cambiarlo o ir para atrás”, agregó.

Aguerre se fue feliz, teniendo claro que su objetivo en la vida va más allá de lo que se ve, que todo lo hace para transmitir su amor por su amado deporte. “Con el tiempo entendí que cada cosa que hago es para crear comunidades, tertulias, momentos, charlas, reuniones, encuentros… Y una marca bien entendida es eso, un abrigo emocional, un puente hacia los sueños de las personas. Cuando era DJ y pasaba música, lo hacía. Cuando tuve Reef, lo mismo, y ahora lo intento repetir con Ala Moana, como lo vengo haciendo con la ISA, una ONG en la que llevo 28 años trabajando ad honorem y que es, nada menos, que una comunidad de 112 países. Una comunidad de quienes amamos las olas y queremos compartir esto con el resto del mundo. Porque ir al mar nos conecta con lo más interno, esencial , de nuestras vidas. Por eso todo el mundo ama ir al mar. Y porque el surf es lo más parecido a la magia porque entrás al mar con problemas y salís sin ninguno, feliz, renovado…”.

Lo dijo el embajador del mar, el creador de una embajada de las olas en Buenos Aires. Y lo saben todos: músicos, artistas y famosos que lo han probado.

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