Cultura

Reynaldo Sietecase: “Ser poeta es casi como una manera de estar en el mundo”

El periodista presentará este martes a las 19 en Villa Victoria su novela "La Rey", dentro del Festival Penguin Libros. En esta nota con LA CAPITAL, adelanta cómo fue el proceso de escritura y habla de sus gustos a la hora de escribir, leer y trabajar. La poesía, su género insoslayable.

Por Dante Galdona

El periodista y escritor Reynaldo Sietecase se presentará este martes a las 19 en la Villa Victoria (Matheu 1851), en el marco del Festival Penguin Libros, para hablar de su último libro, la novela “La Rey” (Alfaguara, 2024), que relata con un realismo crudo y algunos elementos fantásticos, el derrotero de una chica que escapa de su Paraguay natal y recae en la Villa 31 de Buenos Aires, se introduce en el mundo narco y es secuestrada y llevada a España por una organización de trata de personas.

En esta entrevista concedida a LA CAPITAL, cuenta cómo fue el proceso de escritura e investigación para el libro, habla con probados conceptos sobre literatura, poesía y su ética de trabajo. Sus primeros libros de poesía, su primera incursión en novela con “Un crimen argentino” -llevada recientemente al cine- y algunos homenajes y reconocimientos a sus maestros y a quienes lo impulsaron a escribir son algunos de los temas que abordó.

-¿Cómo hiciste para congeniar el realismo crudo que se cuenta en “La Rey” y los elementos fantásticos? ¿Cómo te llevaste con esa mixtura? Hoy en día es difícil incorporar lo fantástico.

-Yo me impuse dos desafíos. Mi primera novela se publicó en el 2002, Un crimen argentino, que hace poco tuvo una versión cinematográfica con Darío Grandinetti, que está muy buena, por cierto. Lo que me impongo en cada novela que escribo, esta es la cuarta, es meter algún desafío. En la anterior, en No pidas nada, escribí en primera persona, las dos primeras son en tercera persona y en La Rey se me había ocurrido que tenía que escribir un personaje femenino. Tengo personajes femeninos en mis novelas pero ninguno protagonizando y esa era un poco la idea original. Después lo que tenía en claro era que quería que ese personaje femenino tuviese una especie de redención, de que le pasara de todo, todo lo malo que se le pudiera cruzar a alguien, a una chica, y que a partir de eso ella pudiera de alguna manera redimirse. Por lo menos empezar a devolver golpe por golpe, que es el proceso que yo quería que hiciera. Después se me cruzó que tenía que ser paraguaya, porque me acordaba de una persona que trabajó en mi casa hace como quince años. En aquel momento ella me contaba su historia, cuando desayunábamos juntos antes de que yo me fuera a laburar a la radio. Su historia era durísima, había venido de Paraguay a la Villa 31, tenía un nenito, realmente muy sufrida y siempre me quedó en la cabeza la idea de si esta chica un día se tomara revancha de todos los que le han hecho mal. Bueno, quince años después cuando pensé en un personaje femenino se me cruzó que tenía que ser un personaje paraguayo, que tuviera ese proceso. También me permitía hablar de la inmigración, del abuso, de la trata, me permitía hablar del narcotráfico, porque era fácil insertarla en las bandas que tienen presencia paraguaya en Buenos Aires. Eso me llevó a un laburo enorme con el habla. La novela tiene mucho laburo con el tema del idioma. Un policial necesita ser verosímil, o sea que en el habla tiene que ser verosímil. Así que trabajé con una escritora paraguaya, que me ayudó mucho que se llama Liz Haedo, muy joven. Yo le agradezco en el final del libro. Se entusiasmó mucho porque me decía: “mirá, no se cuenta esto de las mujeres paraguayas”, así que me ayudó, más allá de que era un laburo, con mucha convicción. Después lo otro que se me cruzó en el medio de esto es la historia del espejo de obsidiana, del espejo negro, que cuando yo estaba pensando ya mi novela con esta mujer de protagonista, viajé a Madrid para presentar mi novela anterior y ahí tengo un amigo que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales. Un día lo voy a buscar y me hace conocer en la sala de Geología un objeto que para él debería estar en un museo de antropología o historia porque es un objeto de un valor muy importante. Me mostró un espejo azteca, que es muy inquietante, es un espejo negro de obsidiana. Y la historia del espejo me la contó y yo estuve varios meses diciéndole “Américo, contá la historia del espejo” (además lo incorporé como personaje). Y como él es biólogo, mucha bola no me dio. Hasta que le dije “mirá, yo voy a usar la historia, la voy a meter en alguna novela”. La gran aventura narrativa de La rey era cómo unir a Blanca Rosa González, una pobre chica abusada en el Paraguay con el espejo negro, y cómo hacerla llegar de Paraguay a la Villa 31, y de la Villa 31 a Madrid.

-Además, la historia del espejo sirve al lector para aliviar un poco la lectura.

-Me gustó mucho lo del espejo porque me permitía dos cosas: primero aliviar un poco la crudeza del relato y después yo hace rato que vengo experimentando eso. En la novela anterior, No pidas nada, hay una sesión mediúmica donde aparece un fantasma, también es una novela dura. Y yo pensaba que alguien me iba decir “Reynaldo, estás loco, ¿qué metiste acá?” y nadie me dice nada porque cuando vos hacés que sea verosímil, el secreto es que vos crees un mundo posible. Eso además enmarca el libro en una tradición de la literatura latinoamericana, la literatura está cruzada por lo mágico. En América Latina pasan cosas que no pasan en otros lugares, personas que curan animales de palabra, gente que cura a otra gente con imposición de manos. Yo soy una persona que no tiene fe, lamentablemente, lo lamento siempre, pero la manifestaciones populares de la fe están muy fuertes en la cultura latinoamericana. Entonces me parecía que un policía en una novela, un thriller duro que tuviese ese elemento, le daba todavía una dimensión más potente. Creo que es una característica bien propia de los thrillers, de las novelas negras de nuestro continente, que por otro lado no tienen detectives, no tienen un policía buscando la verdad porque sería difícil hacerlos creíbles, pero tienen estos elementos y me parece que está bueno poder utilizarlos.

“Creo que las novelas interesantes tienen estas pasiones: venganza, amor, violencia. Mi maestro Mario Trejo hacía una pregunta siempre desafiante y muy interesante: ‘¿Cuál es el primer policial de la historia?’ Y decía Edipo”.

-Si tuvieras que definir la novela en una sola palabra, ¿sería “venganza”?

-Sí, me parece que la venganza está ahí muy presente. A mí es uno de los temas que más me interesan. Creo que hay venganza en toda la gran literatura desde el fondo de los tiempos. Creo que las novelas interesantes tienen estas pasiones: venganza, amor, violencia. Mi maestro Mario Trejo hacía una pregunta siempre desafiante y muy interesante: “¿Cuál es el primer policial de la historia? Y decía Edipo”. Qué más, mata al padre y se muestra con la madre. Hamlet podría ser un policial, es decir, todo puede ser visto como una especie de policial porque en el fondo lo que genera mucho interés son las pasiones humanas. Y a veces cuanto más desenfrenadas son, más atractivas para escuchar esa historia, ese cuento en definitiva.

“En palabras de Tomás Eloy Martínez, (escribir una novela) es como hacer una salchicha, llenar la salchicha y después cuando la mordés tiene que ser rica, ahora, en principio, le podés poner cualquier cosa adentro”.

-Siempre investigás en campo para tus novelas. ¿Qué experiencias personales te llevaste que no estén en la novela?

-Bueno, son muy enriquecedoras. A veces me dicen que mis novelas tienen mucha investigación seguramente porque soy periodista, y yo digo que no, si solamente fuese escritor y empleado de banco también tendría que haber hecho lo mismo. Vuelvo otra vez a la verosimilitud que exige el género, yo puedo escribir sobre la Villa 31 sin ir, pero si vos vas muchas veces y sabés por dónde puede entrar una moto, dónde se puede hacer una emboscada, dónde puede haber un búnker, cómo se mueven, todo eso te va mejorando la descripción, te va dando un cuerpo. Si yo conozco bien el Museo de España, fui muchas veces, medí los lugares, sé dónde está el espejo, todo eso te ayuda. Ahora, ese trabajo de campo, además de que es muy lindo de hacer, enriquece mucho la novela. Y en lo personal siempre te suma. Es como que entrás en un viaje, yo creo que cuando vos tenés todo eso encima, a la hora de sentarte a escribir eso ayuda.

-En el principio del capítulo 31 hay, en dos líneas, un triple homenaje, a García Márquez, a Kafka y a Poe.

-Sí, hay un juego ahí. Javier Cercas decía algo muy lindo y es que la novela es un género sucio, en qué sentido, en que podés meterle cualquier cosa adentro. Después eso tiene que funcionar. En palabras de Tomás Eloy Martínez es como hacer una salchicha, llenar la salchicha y después cuando la mordés tiene que ser rica, ahora, en principio, le podés poner cualquier cosa adentro. Yo tenía muchas ganas de hacer una especie de homenaje al libro en general, hay otros guiños. También hay una referencia a Borges cuando va a Oxford, se habla mucho de los libros en ese diálogo que él tiene con el profesor. A esas cosas yo les llamo botellas al mar, porque si alguien no las descubre no pasa nada y el que las descubre las disfruta, si de pronto algún lector se sonríe… es muy lindo, que alguien diga “uy, mirá lo que metió acá este loco”, porque además son homenajes explícitos, no es que alguien quiere plagiar algo, son bastante evidentes.

-Escribiste todos los géneros literarios, poesía, novela, cuento, todos los géneros periodísticos. ¿Cuál es el que no puede faltarte?

-Yo siempre siento que la poesía es casi una condición, más que una manera de escribir. Ser poeta es casi como una manera de estar en el mundo, independientemente de que escribas o no escribas poesía. Yo tengo amigos que han dejado de escribir y vos lo ves cómo se mueven en la vida y son poetas, no hay duda. Después la novela a mí me ha entusiasmado mucho desde Un crimen argentino, que fue escrita con el impulso que me dio Tomás Eloy Martínez, cosa que le agradezco, porque para mí era un referente periodístico y se transformó también en un referente literario. Creo que la novela la disfruto mucho porque es una construcción a largo plazo, en la que uno tiene que sentarse todos los días, es como estar esculpiendo una madera o un bloque de cemento que tarda mucho tiempo, tiene imperfecciones, en cambio la poesía es como un rayo, de pronto te aparece y tenés que escribir el texto o por lo menos un verso, después a lo mejor tardás dos años revisándolo, armándolo para que te deje conforme. Pero si me decís qué no dejaría de hacer, yo me imagino que la poesía porque, insisto, va más allá de lo literario.

-¿No abandonaste nunca la poesía?

-No la abandoné. Hace unos años salió una antología que incluía un libro nuevo, “Lengua sucia”, que salió por Lumen y tiene una antología de los ocho libros.

-¿Cómo evolucionaste desde aquel que escribió “Cierta curiosidad por las tetas” hasta los nuevos libros de poesía?

-Es una cuestión de maduración. En ese momento yo estaba muy pegado a mis lecturas, me había agarrado aquella época donde leí de pronto una saga de libros de Henry Miller, la trilogía “La crucifixión rosada”, había leído a Sade, tenía dieciocho o diecinueve años y me gustaba mucho la idea de mezclar el sexo con el humor. Porque en el fondo el librito que conforma “Cierta curiosidad por las tetas” tiene que ver con ese gesto, o sea, es una poesía más desacartonada, más vinculada al humor, porque mis primeros poemas son muy sociales y como que tuve la necesidad de romper con eso. Después creo que hay una poesía mas madura, la que va apareciendo en los libros posteriores, porque ahí viene un libro que se llama “Pintura negra” que son los poemas de Goya, después “Hay que besarse más” y “El amor muerde”. Ahí vino todo un proceso para mí de crecimiento, y creo que hay todo un trabajo de madurez. Y ahora estoy trabajando un libro hace ya varios años que tiene que ver con Rosario y el río Paraná, estoy trabajando esa idea de Rosario como espacio fluvial. Los libros de poesía tienen un proceso que puede tardar años, se van construyendo sin tanta planificación como sí te pide la novela. La novela te pide un programa, un proyecto, y ejecutarlo.

-En “Pintura negra” tenés un poema que se llama “Al modo de Dóvar”, claro homenaje.

-Claro, porque es un libro que tiene que ver con España, con Goya, y Almodóvar marca una especie de sello, no son muchos los artistas que entregan su nombre y se convierten en adjetivos: “Goyesco”. No hay muchos, ¿no? Y creo que Almodóvar de alguna manera también, hay cosas “Al modo de Almodóvar”, es un poco la idea. En Argentina, “borgiano”. No hay muchos que funden un adjetivo. En la literatura universal te diría que casi no hay esos casos, borgiano, kafkiano y no sé si algo más. Fijate la dimensión que tiene Borges.

***

Luego de la visita de Reynaldo Sietecase este 21 de enero, el Festival Penguin Libros continuará el próximo martes 28 de enero con la marplatense Gabriela Exilart, quien presentará “Los hijos de la cosecha”. Se trata de su última novela, en la que revela las devastadoras consecuencias de un amor correspondido durante la masacre de Oberá en 1936. La cita también será en Villa Victoria a las 19.

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