En "No pidas nada", el periodista rosarino vuelve su mirada a la historia argentina más reciente y en clave de thriller
por Claudia Lorenzón
En la novela “No pidas nada” Reynaldo Sietecase construye la historia de un periodista desencantado que recobra la pasión por su trabajo al investigar el suicidio de militares argentinos involucrados en la represión y la fuga de otros a Brasil, donde aflora una hermandad que propicia el silencio sobre los crímenes del pasado.
Con este libro, el periodista rosarino vuelve su mirada a la historia argentina más reciente y en clave de thriller logra una trama cargada de tensión en la que subyacen la hechicería, la religión y el oscuro mundo de las favelas de Río de Janeiro, hasta donde llegará el Tano Gentili, “un periodista en descenso existencial, un derrotado”, en palabras del autor durante un diálogo con Télam.
La novela, editada por Alfaguara, juega además con otra historia: la de una diputada, nacida en cautiverio, que buscará poner tras las rejas al militar responsable de la muerte de sus padres aunque no tenga todas las pruebas a su favor. Para ello recurrirá a un abogado acostumbrado a prácticas alejadas de la legalidad, que encarna Mariano Márquez, un personaje que sobrevuela las dos novelas anteriores de Sietecase.
– Decís que la historia surgió a partir de un dato de Eugenia Zicavo sobre militares suicidas, acusados de delitos de lesa humanidad, pero ¿por qué te interesó escribir una novela sobre este tema?
– Cuando pensé en escribir una novela -la tercera desde 2002- me quedó esa idea de los militares que se suicidan: la idea de por qué se matan los que mataron me parece inquietante, sumada a la cantidad de prófugos que hay por delitos de lesa humanidad, que son como 150. Entonces trabajé la idea de las fugas y los suicidios, que es otra manera de fugarse.
– El destino de los militares acusados de delitos de lesa humanidad ha sido difundido a lo largo de estos años en los medios, pero los suicidios y fugas de los militares no cobraron tanta notoriedad.
– Creo que a veces la literatura ilumina zonas de la realidad. Me acuerdo de una conferencia que dio Borges en el Colegio de Psicólogos de Buenos Aires donde dijo que no necesariamente la ficción o la imaginación son contradictorias con la realidad. Mi único objetivo era contar una novela, pero como tiene anclaje en el género negro el verosímil es clave.
– ¿Hubo algún hecho de la dictadura argentina que te haya tocado en lo personal para llevarte a escribir?
– No soy de la generación que sufrió la dictadura en forma directa, pero la tengo muy cercana porque fue la época en que hice el colegio secundario. Luego trabajé recopilando testimonios para el Nunca Más cuando comenzó la democracia, y el hecho de ser periodista hizo que estuviera cerca de esos temas.
– ¿A diferencia del periodismo, la ficción te permite decir cosas que en la profesión no es posible?
– Me permite jugar, contar una historia. Cuando hago periodismo trabajo sobre la realidad y a lo sumo aporto mi mirada subjetiva sobre esos hechos, pero en el caso de una ficción todo es juego, es invención. En el caso de esta novela, que es muy dura, me había propuesto mostrar algo surreal sin que pierda el verosímil. Creo que el gran desafío literario ha sido ese, y lo otro que me propuse fue hacer algo bien latinoamericano, bien de ruptura, que sería difícil encontrar en un policial europeo.
– En la novela el periodista, a partir de la investigación, realiza un trabajo similar al de la justicia. En ese sentido, ¿como concebís el periodismo?
– El personaje de la novela lo que tiene de mí es mi mirada sobre el periodismo y la política, pero yo no actuaría como actúa él. Estoy desencantado como él en cuanto a cómo se trabaja en periodismo. Leés los diarios y te ponés a llorar. Yo digo que la verdad dejó de ser importante en la Argentina hace tiempo. Creo que mas allá de la crisis que hay con el papel, la crisis de credibilidad de los medios es muy fuerte y hace que la gente busque otras alternativas para informarse. En ese aspecto me puso contento la novela porque me permitió contar una historia y ubicar una mirada del periodismo en el personaje, romper esta lógica del bien y del mal que nos quieren imponer todo el tiempo.
– El final del militar que mató a los padres de la diputada -que nació en cautiverio durante la dictadura- abre el debate sobre la justicia por mano propia que remite a la venganza. ¿Pensás que a muchas personas les puede haber surgido ese deseo de hacer justicia por mano propia?
– Eso no pasó en la realidad argentina y me gustaba esa idea de una venganza. No me animé a ejecutarla en base a una víctima, castigando a un hijo o a un nieto de desaparecidos. Creo que eso no pasó en la realidad porque el proceso de los juicios en nuestro país son un ejemplo. Si la Argentina tiene algo para mostrar es eso: que hay una política de Estado que, con todas las idas y vueltas, sigue orientada al juicio y castigo a los responsables del terrorismo de Estado. Eso es algo muy positivo. Lo negativo es que la misma justicia deja en la impunidad los atentados de la Amia, la Embajada, la explosión en Río Tercero, Nisman.
– Esa doble vara de la justicia está representada en el abogado inescrupuloso Mariano Márquez. ¿Te interesó particularmente que esa doble moral se reflejara en el libro?
– Es un personaje que está en mis tres novelas, en “Un crimen argentino” comete un homicidio, en la segunda está fuera de prisión, siempre aparece, digo lo voy a matar, no pude; en la tercera tampoco pude, en vez de hacer una saga con un héroe o detective tengo una saga con un héroe negativo. Es un perfil de abogado sin escrúpulos, que hace dinero nada más y ejerce su enorme poder para ejecutar una venganza.
– En el libro, el protagonista es periodista y su madre se suicidó. ¿En qué punto toca tu historia personal ya que dedicás el libro a la memoria de tu madre?
– Mi madre murió cuando yo era chico, tenía 16 años, pero de un ACV. Y en el caso del personaje me pareció interesante que haya tenido en su vida un suicidio, porque está obsesionado con los suicidios de los militares, y entonces se me ocurrió que la madre se haya suicidado, porque yo tenía ese dolor de una muerte temprana y lo podía trasladar más fácil. Así también surgió la idea de dedicarle el libro.
Télam.