por Aldo Abram
En el análisis de las probabilidades de arreglo de la deuda se puede identificar una buena y una mala noticia.
La buena es que considero que el Gobierno, por lo menos los que deciden en la negociación, no quieren entrar en default y, además, los acreedores tienen incentivos a llegar a un acuerdo; aunque debería ser con una quita razonable.
La mala es que la negociación fue muy mal encarada y aunque nadie quiera una cesación de pagos, podemos terminar en ella.
Lo vamos a explicar con un ejemplo. Supongamos que el dueño de una PyMe le debe dinero y va por novena vez a pedirle que le reestructure la deuda. Usted sabe que es así porque mal maneja su empresa, entonces le pregunta qué va a hacer para empezar a administrarla bien y tener alguna vez la posibilidad de cobrarle lo que le debe.
Entonces, el empresario le dice que ese no es problema suyo, que el negocio es de él y lo gerencia como quiere, así que usted sólo debe reestructurarle la deuda y listo.
La verdad que su buena voluntad para la negociación va a ser muy baja; porque sabrá que él va a seguir gestionando mal su empresa y que en el futuro le pedirá una décima reestructuración. Decide empezar una negociación y, al tiempo, viene su deudor y le dice que sí o sí le va a tener que refinanciar el préstamo con una gran quita, ya que no puede pagarle porque su hijo se contagió de coronavirus y tiene muchos gastos. Es muy probable que usted, armándose de toda su paciencia disponible, le explique que él no puede pagarle lo que le debe porque mal manejó su empresa y no porque su hijo enfermó.
Bueno, esa es la situación argentina hoy. Un Gobierno que considera que la deuda es el problema y no es así. Es la consecuencia de los problemas de fondo que arrastra la economía argentina hace décadas y que los argentinos nos negamos a resolver. Por lo tanto, por empeñarnos en financiar el mantenimiento o profundización de dichos problemas, cada tanto tenemos una crisis por cesación de pagos o por usar al Banco Central hasta quebrarlo y entrar en una debacle monetaria.
Por otro lado, es un error conceptual pensar que es el Estado el que hace crecer la economía y, luego, el sector productivo se suma; pero es lo que justifica no querer pagar intereses durante los primeros tres años de los bonos ofrecidos. Por los créditos que consiguió, el Gobierno de Cambiemos contó con muchísimos más recursos que lo que la actual gestión va a ahorrar en intereses y la Presidencia de Macri solamente pudo sostener los resultados desastrosos de la herencia del kirchnerismo por un par de años.
Por no usar esos fondos para resolver los problemas de fondo, la economía terminó desbarrancándose en 2018. O sea, aún sin el impacto negativo de la cuarentena, los recursos y la credibilidad de este Gobierno le hubiera permitido mantener los problemas de fondo mucho menos tiempo, terminando en una crisis terminal.
Así que este es el escenario con el que se encuentran los argentinos. Esperemos que prime la razonabilidad; porque no es cierto que es lo mismo para Argentina entrar en un default total porque hoy tampoco tiene crédito, como dijeron algunos altos funcionarios. Eso es confundir al Estado con la Argentina; ya que el sector privado también lo es y todavía tiene financiamiento, aunque poco. Si entramos en cesación de pagos, desaparecerá y, si zafamos, aumentará, más o menos; pero esos recursos serán imprescindibles para cualquier recuperación futura de la economía.
(*): Economista, director de la Fundación Libertad y Progreso.