Surgió como "un club de amigos" unidos por el acampe hace más de 30 años y hoy están "muy preocupados" por el futuro del lugar que crearon, cuidaron y forestaron.
La polémica en la que se ve envuelta la asociación civil Rancho Móvil a partir de la construcción clandestina de más de 15 cabañas sobre el acantilado en el extremo sur de Mar del Plata, mantiene “muy preocupados” a los hombres y mujeres que con sanas intenciones fundaron este “club de amigos” en el 2003, quienes mientras el Ente Municipal de Turismo (Emtur) ordenó desarmar las polémicas casillas -el plazo vence en las próximas horas-, al día de hoy sostienen, respetan y protegen el espacio y el espíritu original que los unió, con sus casas rodantes y una vida conectada con la naturaleza y la playa, en las antípodas del oportunismo inmobiliario que emergió en el último año y medio.
A partir de la exposición mediática de las irregularidades en torno a la venta de parcelas y la construcción de lujosos “ranchitos” en medio de la Reserva Forestal Paseo Costanero Sur en el kilómetro 544 de la ruta interbalnearia 11, el Emtur anunció la caducidad del permiso precario del Rancho Móvil y ordenó el desarme de las vistosas cabañas.
A unos 300 metros al sur de donde se aglutinan las 17 casillas en pie y el negocio inmobiliario, bajo la sombra de los árboles que ellos mismos plantaron, mate y juegos de mesa de por medio entre las carpas y humildes casillas rodantes, están varios de los vecinos, en su gran mayoría marplatenses, que fundaron la asociación civil Rancho Móvil como “un club de amigos”, unidos por la pasión por el acampe y el aire libre.
“Por todo esto que pasó hay quienes dicen que somos usurpadores, pero no es verdad. Nosotros venimos a acampar hace 35 años acá. Toda la vida. Mis hijos nacieron y se criaron acá en el Rancho”, contó Marcela Priede, socia fundadora e hija de Antonio Priede, quien ya tiene 80 años y es el socio número 1, sin duda uno de los miembros más queridos por esta comunidad.
“Mi papá fue el primer presidente y su honestidad hoy es aún recordada por todos”, dijo orgullosa Marcela, quien junto a su marido Marcelo y sus hijos, disfrutan en verano y ocasionalmente en invierno de este espacio público del que disponen gracias al permiso precario que obtuvo la asociación, según afirman, no en el año 2009 como trascendió públicamente, sino desde el 2003.
“Lo autorizaron el 26 de enero de 2003. Había venido el ‘Grupo de los 50 hombres’, que acampaba al lado. Nosotros hacía años veníamos y entonces hablamos con el exconcejal Diego García Conde. Hablamos con él y nos dijo que armemos un club. Hablamos también con el entonces intendente Daniel Katz. Ellos nos impulsaron a hacer esto”, resumió este matrimonio de socio fundadores que hace más de tres décadas utiliza el Rancho Móvil apegándose a lo permitido.
Forestaron el lugar, lo equiparon con baños y colocaron la bomba de agua. Garantizaron la bajada pública hasta la playa y pasaron años aprovechando el aire libre, los mediodías de asados, las noches de luna, el encuentro permanente con otros vecinos acampantes. Siguen haciéndolo.
“Hicimos esto cuidando el lugar. Siempre hubo controles del Emtur y no hubo problemas hasta hace un año y medio cuando empezaron a hacer ese negocio de las cabañas. Nosotros y nuestros hijos están muy tristes con lo que está pasando con las cabañas que armaron”, dijo la hija del socio fundador N°1 del Rancho Móvil.
Cambio de comisión
Dentro de los propios socios del Rancho Móvil las posturas están divididas. Los fundadores defienden que el lugar solo pueda ser utilizado por familias que llevan sus casillas rodantes, sin invadir el espacio público con construcciones y sobre todo sin lucrar. Pero la nueva comisión directiva, según dicen, “cambió el perfil” del sitio y “comenzó a hacer un importante negocio”.
La situación se desmadró. Del perfil original se pasó a un negocio inmobiliario de elite, con “propietarios” que contaban con agua de pozo, biodigestores y pozos ciegos. Pero sobre todo con casillas de lujo que logran divisarse desde la ruta 11, sobre el acantilado, con una privilegiada vista al mar y con una playa pública que se ha vuelto exclusiva. Hay 17 cabañas construidas que, según ordenó el Emtur, deberían ser desarmadas como máximo entre hoy y mañana.
Así como Marcela y Marcelo cuidan el lugar, entre muchos otros también están María y “Tito”, quienes disfrutan del aire libre y la naturaleza en el Rancho Móvil, adonde tienen una casilla rodante -un viejo colectivo- equipado con lo mínimo. Antes usaron carpa, casilla y algún tráiler, como la mayoría de los casi 150 socios.
“El tema acá cambió cuando cambió la comisión directiva”, afirmaron y reconocieron estar “muy preocupados” porque entienden que sería “injusto” que el Emtur también los obligara a ellos a retirarse del lugar que crearon, cuidaron y forestaron con sus manos por “un grupo que vino a hacer negocio con las parcelas y las cabañas”.
María y “Tito”, quienes están acompañados por sus perros “Arena” y “Mar” -nacieron en este entorno natural-, reconocieron que “hay gente que metió la pata” y que “hay muchas ambiciones, de gente que vio un negocio por sobre la tranquilidad”.
“Nosotros cerrábamos el negocio nos veníamos para acá, tomábamos mate, volvíamos a trabajar y volvíamos de vuelta a pasar el día, a jugar a las cartas, a meternos al mar, a que los chicos jueguen, a mirar la luna”, dijeron y respecto a lo que ocurrirá en el lugar en las próximas horas ante la repercusión que adoptó el tema y la orden del Emtur reconocieron que “la preocupación es si van a meter a todos en la misma bolsa o si van a separar los tantos” porque “lo que hacemos nosotros está perfectamente dentro del margen de lo que estamos autorizados”, aclararon diferenciándose de quienes ocupan las cabañas en el otro sector del Rancho Móvil y reivindicando la “filosofía del acampante”.
Club de amigos
Los vecinos que fundaron el Rancho Móvil tenían una visión a las claras opuesta de lo que hoy está ocurriendo en el sector donde yacen montadas 17 cabañas. Definen a la asociación civil que fundaron como “un club de amigos” que implicaba mucho más que acampar.
Antes de los últimos cambios de comisión directiva que alteraron el perfil de este espacio sobre el acantilado, los vecinos organizaban reuniones, salían de caravana, debatían cuidados del lugar y hasta armaban una pequeña revista.
La publicación contenía información sobre el lugar pero también dejaba espacio para textos sobre la importancia del rito de compartir el mate, lo que debe ser un club y hasta un decálogo para vivir con otras personas en comunidad. Se ahondaba en el significado de la palabra camping y se le contaba a los socios en unas pocas páginas, cada dos meses, qué ocurría en el Rancho Móvil.
La encargada de hacer la revista era la hija del socio fundador 1, Antonio Priede, quien ocupaba el rol de secretaria del club y recuerda que la cuota mensual que hoy cuesta 1000 pesos, en sus orígenes se pagaba solo con un billete de 5 pesos.
“En su momento nos organizamos para defender una deforestación grande de este lugar. Amamos este espacio, es nuestra vida. Hace 35 años que lo cuidamos y por eso nos preocupa este tema de las cabañas que hicieron. Si viniesen con casillas rodantes no habría ningún problema, pero eso está mal, no es acampar ni está dentro del espíritu con el que impulsamos este hermoso club de amigos”, completó Marcela.