Por Jorge Raventos
Lo acaba de dictaminar con su habitual tono apodíctico Elisa Carrió: “Hay dos espacios en Juntos por el Cambio, uno que quiere permanecer en el centro, que no quiere los extremos ni comprarse la destrucción total de algunos principios en función de tener votos, quiere quedarse en el centro y preservar un espacio liberal en lo político amplio, la constitución, el orden desde la Justicia”, mientras que el otro sector, apalancado por Mauricio Macri, “se ha corrido a un espacio más cercano al de Milei. Macri lo dijo expresamente, ‘nosotros queremos ganar para hacer una alianza con Milei'”.
La líder de Coalición Cívica toma enorme distancia de ese ultraliberalismo, que “va por un ajuste muy brutal sobre las clases medias en cuatro meses” y tiene una noción de orden que no proviene ni de la justicia, ni de la república”, sino que consiste en que “hay que reprimir hasta matar, si es necesario”.
Atados con alambre
La descripción da la pauta de la profundidad de las divergencias que ya venían manifestándose en Juntos por el Cambio y que en las últimas semanas se han agudizado dramáticamente pese a que sus principales dirigentes juran que “la unidad está sellada”. ¿Sobre qué plataforma y sobre qué valores puede asentarse la unidad entre un ala que rechaza cerradamente una alianza con el gobernador cordobés Juan Schiaretti y busca en cambio asociarse con el partido de Milei, y otro sector que en ambos puntos se ubica en la vereda opuesta y esgrime argumentos del calibre de los que usó Carrió?
Hasta hace unos meses Juntos por el Cambio daba por segura su victoria en una pelea fácil con un kirchnerismo en decadencia. Ahora el paisaje se ha complejizado al diluirse la autoridad central del Pro, la fuerza hegemónica de ese frente, al agudizarse en la coalición la lucha entre las dos tendencias que visualiza Carrió, y ante la irrupción del partido de Milei, que le presenta a Juntos -particularmente al Pro- desafíos de otro carácter.
En su derrumbe, el sistema político de la vieja polarización abrió una brecha por la que emergió La Libertad Avanza, que se posicionó como pujante tercera fuerza y determinó la “elección de tercios” que vaticinó Cristina Kirchner un mes atrás en una entrevista televisada.
El tercero incluido
Milei plantea una polarización de nuevo tipo, donde él daría voz al rechazo radical a lo que caracteriza como “casta” (todos los componentes del viejo sistema político, tanto el cristinokirchnerismo como la mayoría de Juntos por el Cambio pero no, en cambio la corriente que encabezan Patricia Bullrich y Macri). “Si estuviera en una alianza con la señora Bullrich ganamos en primera vuelta caminando”, aseguró Milei esta semana, en un ejercicio de afinidades electivas que Patricia Bullrich discretamente comparte y Mauricio Macri muchas veces proclama.
A diferencia del fenómeno K, Milei no es “el otro” para el público opositor; más bien aparece como una rama externa de la lógica Pro, como si condujera un sector de “superhalcones”. Si bien se mira, Macri y Patricia Bullrich, en parte para seducirlo y cooptarlo, en parte para neutralizarlo como competidor, contribuyeron a abrirle a Milei la tranquera imaginaria que le dio acceso al electorado del Pro. Ahora, con una fuerza que ha alcanzado gran repercusión mediática y se presenta sin ostensibles conflictos internos, Milei puede crecer sobre el capital electoral de Juntos por el Cambio. Con el agregado de que también se enriquece con electorado del Frente de Todos, lo que lo convierte en un adversario inesperado que pone en dudas la victoria que Juntos por el Cambio daba por cierta mientras el rival a vencer era el oficialismo de Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Hoy las encuestas aventuran que Milei no sólo puede acceder al balotaje de noviembre, sino inclusive ganarlo.
Ese paisaje es el que justifica la preocupación de los socios del Pro en Juntos por el Cambio. El presidente de la UCR, Gerardo Morales, ha señalado que la interminable lucha de candidaturas e influencias del Pro ha provocado que la coalición esté cayendo en picada.
En ese contexto hay que interpretar la conmoción provocada por la propuesta que Schiaretti lanzó a mediados de mayo ante los directivos de la Unión Industrial Argentina, de forjar un “Frente de frentes” y preparar así un gobierno de coalición asentado sobre mayorías sociales y parlamentarias que garantice la gobernabilidad y proporcione seguridades a los ciudadanos y a los inversores.
Lo que propuso fue formular un programa mínimo común entre las distintas corrientes sin que éstas abandonen sus respectivas identidades y valores y que, a través de unas PASO compartidas, se dirima la fórmula que encabezaría un gobierno de coalición, con representación de todos los socios y para cumplir la plataforma común. Por detrás de esa propuesta se entrevé no sólo la búsqueda de acuerdos que superen la grita polarizadora, sino la convicción de que una estructura electoral de tercios es un vaticinio de ingobernabilidad si no existen acuerdos sólidos y estables entre las fuerzas mayores y los sectores de la producción y el trabajo.
El objetivo es la
gobernabilidad
Esas ideas sintonizaban con el planteo que Horacio Rodríguez Larreta viene propiciando en el seno del Pro (forjar una “base amplia” para garantizar un gobierno “del 70 por ciento”), un tema que encrespa a los halcones de su propio partido pero que cuenta con el respaldo de sus socios radicales (Gerardo Morales, Martín Lousteau, Facundo Manes). Esas ideas, que eran formulaciones generales (sumadas a algunos ejercicios más detallados en los que participaron todos los involucrados) adquirió formalidad y actualidad urgente el viernes 2, después de que una reunión de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, integrada por los jefes de los partidos que conforman la coalición (Federico Angelini, del Pro, Gerardo Morales por la UCR, Maximiliano Ferraro de la Coalición Cívica y Miguel Pichetto, del Encuentro Republicano) decidió incorporar a la agenda el debate sobre la política de alianzas a adoptar en las elecciones de octubre/noviembre, para avanzar el lunes 5 en el análisis de la propuesta de Schiaretti y la incorporación del liberal José Luis Espert.
El paso fue acompañado vigorosamente por declaraciones de Morales y de Rodríguez Larreta, que reiteraron su pleno apoyo a ese camino. Y fue rechazado con energía equivalente por Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Así estalló en público la lucha decisiva entre acuerdistas e intransigentes o “sectarios”, palabra sugerida por el jefe de la UCR, Gerardo Morales. El principal eje de diferenciación es la actitud – moderada o confrontativa, favorable u hostil- frente a la perspectiva de un programa de coincidencias básicas, fundamentalmente con el peronismo no kirchnerista. Macri es consecuente en su intransigencia: durante su gobierno rechazó la invitación a la convergencia que insistentemente le hizo ese peronismo (que entonces expresaba, por ejemplo, Miguel Pichetto).
Desde el campo macrista se interpreta que la jugada del acuerdo con Schiaretti (que asignan principalmente a Larreta) es una maniobra oportunista. “Quieren armar otra cancha, porque en la de Juntos por el Cambio están perdiendo”.
La división está en el Pro
Sin embargo, en favor del planteo acuerdista se han alineado todos los socios del Pro en Juntos por el Cambio (UCR, la Coalición Cívica con Elisa Carrió al frente y el Encuentro Republicano que lidera Miguel Pichetto). La división habita primordialmente en el Pro.
El Pro no tiene un liderazgo claro que sea inequívocamente acuerdista. Aunque el criterio de Rodríguez Larreta parece predominante, en algunos círculos partidarios es intensamente discutido. Naturalmente, es rechazado por la sección cordobesa de Juntos, que localmente se apresta a enfrentar al peronismo de Schiaretti dentro de quince días.
Los aliados del Pro que aprueban la ampliación de la coalición política, no quieren ser satelizados por la lucha interna del socio hegemónico. Esa presión hizo que en la semana se diera un pequeño paso para zanjar diferencias: la aprobación del ingreso de José Luis Espert a la coalición. El armisticio fue, de todos modos, controvertido: Patricia
Bullrich insistió en que no se admitiría que Espert presentara candidatura presidencial; Espert refirmó que él era candidato a la presidencia y Larreta insistió en que no se podía condicionar el comportamiento de un partido al que se convertía en un socio más. Bullrich aseguró también que el acuerdo con Schiaretti era “un discusión terminada”.
Larreta replicó que él nunca da por terminada una discusión ni había abandonado su posición de un acuerdo con el cordobés. De hecho, técnicos ligados a Larreta (Martín Redrado), a Morales (Martín Rapetti) y a Schiaretti (Diego Bossio) ya han elaborado un borrador de coincidencias básicas sobre 10 puntos estratégicos-
Lanzar una nueva coalición de aquí a mediados de la semana próxima parece muy difícil. Tres semanas atrás, en este espacio señalábamos: “la idea del Frente de frentes como instrumento electoral necesitaría saltar demasiados obstáculos para concretarse. Lo que sí puede ir avanzando en paralelo, como anticipo de una nueva etapa –algo que está ocurriendo con discreción y en distintos puntos-, es la idea del gobierno de coalición ubicado en el centro del escenario, la gestación de un programa común y la manifestación de gestos moderados y convergentes de las partes involucradas”.
En rigor, si Juntos por el Cambio aspira a concretar su ampliación y reconfiguración en este proceso electoral no tiene mucho tiempo: el plazo para inscribir alianzas ante la Justicia vence el miércoles 14. Mañana sesiona la convención nacional de la UCR y Morales conseguirá un respaldo claro a su postura acuerdista. El límite objetivo para consumar la alianza antes de las PASO no es la falta de apoyo político en favor del acuerdismo, sino el temor de que la consumación de la maniobra determine una ruptura definitiva en Juntos por el Cambio. Como suele ocurrir en los divorcios conyugales, nadie quiere aparecer como el culpable de la separación.
Pese a los miedos, “se vislumbran dos visiones cuasi antagónicas (…) Aquí no hay matices; la discusión es estructural”, escribió esta semana una lúcida periodista de La Nación.
¿Puede romperse Juntos por el Cambio como han amenazado voces de una y otra fracción? ¿Pueden constituirse dos nuevas alianzas, una hacia la derecha, con los halcones del Pro y el partido de Milei, y otra con el larretismo, los restantes partidos de Juntos por el Cambio, los peronistas no kirchneristas que siguen la brújula de Schiaretti, fuerzas provinciales y partidos amigos, como el GEN de Margarita Stolbizer o núcleos del socialismo santafesino?
Quizás habría que preguntarse si la ajetreada coalición no está rota ya, si queda algo de la vieja affectio societatis. Personalizando el conflicto, el enfrentamiento por el liderazgo del Pro entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez
Larreta excede las disputas propias de las peleas preelectorales; como lo resumió semanas atrás Joaquín Morales Solá, no es un entredicho pasajero sino la “ruptura definitiva de una relación política y personal”. Probablemente más que eso.
En cualquier caso, lo que se está viendo es un capítulo más de la crisis del sistema político y los temblores que anuncian su reconfiguración.