Dimas Prychyslyy, ganador del Premio 25 Primaveras de Novela, asegura que no entiende la poesía en Twitter, Instagram o Youtube y considera que no se trata de un nuevo tipo de poesía sino de “un nuevo tipo de mal gusto que ya ha tocado techo”.
“Que digan lo que quieran, que diga Luis García Montero (poeta y director del Instituto Cervantes) lo que quiera; eso no es poesía”, asegura en una entrevista con EFE Dimas Prychyslyy, graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid.
Prychyslyy (Elisavetgrado, Ucrania, 1992) ganó el pasado mes de febrero por su primera novela, “No hay gacelas en Finlandia“, el Premio 25 Primaveras concedido este año por el 25 aniversario del Premio Primavera y dirigido a novelas de autores menores de 30 años. Antes había publicado libros de poesía y relatos, por los que también fue galardonado.
“Escribo poesía porque es inevitable y porque es una forma diferente de expresarse y de descodificar el mundo y de entenderse uno, pero no sé si con vistas a publicar, porque uno aprende a divorciarse de los géneros que lo maltratan y la poesía es un poquito dada a las hostias”, afirma.
Y asegura que no entiende “la poesía de ahora”, esas “cursiladas” en tuiteros, “instagramers” y “youtubers”, dice: “eso no es un nuevo tipo de poesía sino un nuevo tipo de mal gusto que ya ha tocado techo, que digan lo que quieran, que diga Luis García Montero lo que quiera, eso no es poesía”, insiste.
En la forma de vestir, explica, está la moda y el estilo y “uno puede ir a la moda y dentro de un año dar risa, pero el estilo se lleva desde siempre” y eso ocurre también en la poesía.
Lo que no quita, dice, que haya una cobertura editorial a esta poesía “porque es un producto que se vende y todo lo que se vende, todo lo que es dinero, tiene buena acogida por ahora”.
“Una especie de vitrina de taxidermia social”
En su novela “No hay gacelas en Finlandia”, editado por Espasa y µmbito Cultural, el autor hace un retrato, a través de pintorescos personajes, de una sociedad hiperconectada y a la vez sumida en la más absoluta de las soledades.
Así, Mario, dependiente de una librería y recién despedido, pasa las ocho horas de su jornada no laboral en el metro. Ha encontrado en el suelo de un vagón un papel con algo escrito: la lista de la última compra que uno hace en la vida. Tiene que verlo Damián, aspirante a escritor en los ochenta, que decide solicitar la ayuda de Claudia, cuyo trabajo es suplantar a algunos autores en sus redes sociales. Hay una marca en el papel que le resulta familiar y aquí empieza la búsqueda…
Prychyslyy quería elaborar “una especie de vitrina de taxidermia social, de colmena” y seguir a sus personajes, 11 en total, que hablan en presente y en primera persona, algo que considera “muy de la mentalidad de hoy en día, en el que la hegemonía es del presente como si no hubiese ni pasado ni futuro, metidos dentro de las redes sociales”.
“En ese ejercicio de taxidermista hay que tener mucho cuidado porque es fácil caer en lo burdo y en lo estereotipado y he intentado huir de eso para representar ciertos tipos de personas de la posmodernidad: la insatisfecha que va de restaurante Michelín en restaurante Michelín, la frustrada que mantiene relaciones sexuales heterodoxas que luego no acepta las de su hijo, la señora mayor a la que el cuerpo le pide tierra pero no acaba de morirse ni tiene a nadie con quien hablar…”.
Un retrato de la sociedad actual que vive una soledad “rara”, sostiene el escritor: “nos creemos una realidad que está al otro lado de la pantalla, una realidad de píxeles con una cercanía muy lejana y una lejanía muy próxima”.
“Te acuestas con tu pareja y los dos estamos con el móvil en la mano y el beso de buenas noches es para Instagram. Esta forma de comunicarse es buena cuando tienes a tu madre en Oklahoma pero no cuando tienes a tu pareja al lado”, critica el autor.
EFE.