Moonlight abrió la Competencia Internacional. Una postal realista de lo que significa crecer en el primer mundo blanco teniendo piel oscura.
Barry Jenkis vuelve al Festival de Cine de Mar del Plata, donde debutó en 2009 con “Medicine for Melancholy”, con una película plena de poesía, dura y a la vez tierna.
Estructurándose en tres etapas, tres momentos clave en la vida de Chiron -primero un niño, luego un adolescente y finalmente, un joven marginal afroamericano-, “Moonlight” plantea temas poco habituales, como la masculinidad en la homosexualidad, las cicatrices que endurecen hasta silenciarnos y la asfixiante necesidad de conectar con los demás.
Tratando de descubrir su propia identidad, silenciada en parte por el duro contexto social en el que se va criando, en la pobreza, con una madre soltera y drogadicta, y evitando destacar, Chiron sobrevive. Una infancia dura, marcada por el encuentro con Juan, un traficante de drogas con un pasado como el de él, y con Teresa, la pareja de este hombre -que estará presente durante toda su vida, única influencia positiva y amorosa-, le da paso a una adolescencia igualmente dura, donde ya el bulling que sufre por parte de sus pares, es más evidente y le condiciona su destino. Es cuando el despertar sexual, rompiendo todas las barreras, se muestra como la consecuencia lógica de una vida sin amor, en la necesidad de buscar ese cariño que le fue retaceado casi desde su mismo nacimiento.
En la tercera etapa de la película, el sobreviviente Chiron fluctúa entre la integridad moral que aun le queda y la marginalidad de la droga.
Una película poética, dura pero sin golpes bajos, una postal realista de lo que significa crecer en el primer mundo blanco teniendo piel oscura y tratando de mantener, a pesar de todo, la identidad y la integridad. Una tarea nada fácil para Chiron y todos los que son como él.