Por Darío Lopérfido
Mauricio Macri asumió como presidente del PRO y la pregunta es si podrá reflotar un partido que parece haber perdido todos los atributos que lo habían convertido en un partido ganador.
Los partidos pueden renovarse o caducar y, en el caso del PRO, intentará renovarse de la mano de su fundador.
En lo personal, creo que es la persona que puede conducir ese buque con claridad y que cuenta con el apoyo y el cariño de una cantidad grande de votantes que estaban decepcionados, con justo motivo, de la coalición Juntos por el Cambio.
Esa coalición caducó y fue responsable de una fuga de votos hacia La Libertad Avanza (LLA), que cabalgó fuertemente sobre los votos de JxC en el balotaje y también en primera vuelta, donde ya le había quitado votos.
Juntos por el Cambio fue muy útil al momento de llevar a Macri a la presidencia, pero, paulatinamente, fue perdiendo su atractivo.
Fue una coalición que contenía diferencias de pensamiento cada vez más intensas entre sus miembros y que lo único que entregaba, cada tanto, eran fotos de dirigentes amontonados, cual politburó de cabotaje, en un momento donde la sociedad exigía cambios de discursos y de actitudes.
Lo más importante que tiene una fuerza política es su identidad.
Luego del gobierno de Macri, se instaló en el PRO la idea de que Larreta sería el próximo presidente y que eso era inevitable.
Sumado a eso, Horacio Rodríguez Larreta creía que debía “jubilar” a Macri y que el único protagonismo debía ser el suyo.
Eso provocó una pérdida enorme de identidad en el PRO, que pasó de ser la opción que contenía el electorado de centro y centro-derecha, a Larreta, que se comportaba como un gobernador peronista (algún día la Justicia debería investigar la cantidad estrafalaria de dinero estatal que gastó en su campaña personal).
“Lenguaje inclusivo”
A eso, se le sumó una especie de agenda progre idiota. Como olvidar que, en el gobierno de Larreta, entre muchos disparates, se usaba lenguaje inclusivo en algunas notificaciones oficiales y que miembros del gobierno, como María Migliore, elogiaban a personas como Juan Grabois.
Cómo olvidar, además, las cajas y el poder otorgados a Martín Lousteau, elegido por sobre gente que había entrado a ese espacio político y que no adhería al proyecto de Larreta.
El larretismo secuestró al PRO y, al momento de entregarlo, le dejó impregnado un discurso de peronismo de buenos modales y estatismo mezclado con agenda woke.
Esto sucedía al mismo tiempo que mucha gente empezaba a reclamar una agenda liberal y repudiar al Estado inútil y corrupto de la Argentina.
Cuando apareció la candidatura de Patricia Bullrich, nos dimos cuenta de que habían entendido cuál debía ser el rumbo para representar al electorado de siempre del PRO, pero ya era demasiado tarde.
Lo nuevo lo representaba Milei, y el PRO y Juntos por el Cambio habían pasado a ser una vieja herramienta.
Nunca es gratis para un partido abandonar a su electorado y, además, no hay peor error que ofrecer discursos para los que nunca te votarán.
En un momento donde la confusión en la oposición es muy grande es fundamental que los partidos republicanos que defienden agendas de progreso y reforma se fortalezcan.
Es el momento propicio para apoyar reformas imprescindibles y, al mismo tiempo, defender la sanidad institucional y oponerse a cosas que degradan la calidad institucional como, por ejemplo, la candidatura de Ariel Lijo a la Corte.
Aliados firmes para defender las reformas
El gobierno de Milei necesita aliados firmes en las reformas y opositores leales que destaquen errores como el de Lijo.
Macri puede encarnar ese rol porque está convencido de las reformas y porque tiene experiencia por haber presidido un gobierno con muchas virtudes, que tuvo que lidiar con el kirchnerismo conspirador y desestabilizador, y una coalición de gobierno que, muchas veces, se aferraba a ideologías pasadas de moda para frenar reformas.
El PRO es un partido que tiene gente valiosa y que puede volver a representar a mucha gente.
La degradación política, producto de años de kirchnerismo, es enorme en la Argentina y a eso se suma la inexperiencia y la falta de gente en condiciones de cubrir cargos en el gobierno (muchos lugares están cubiertos aún por gente que integraba el último gobierno kirchnerista).
Alguien como Macri puede conducir su partido y trabajar para la reconstrucción de la política en general, en la que hace falta que se promuevan nuevos dirigentes republicanos que ocupen lugares de conducción.
Es un momento de cambios y de una nueva configuración de la política.
Es un momento para que los mejores recursos humanos de la política (Macri es uno de ellos, sin dudas) contribuyan a explicar que el progreso es la conjunción de reformas y la calidad institucional.
(*): Ex secretario de Cultura y Comunicación de la Nación, ex ministro de Cultura porteño y ex director del Teatro Colón.