Por Pablo Garcilazo
Subo al colectivo. Son las diez y media de la noche de un martes. Esta semivacío. Podés elegir dónde sentarte. Van pocos. Los sonidos propios de un viaje se sienten más claros. No es hora de chicos, jóvenes, charlas y vendedores ambulantes. Tampoco de gran tránsito en Mar del Plata. El silencio de la última noche aflora. Pero él habla con el de atrás, el de enfrente lateral y el chofer. Un hombre puente. Busca las maneras de unir rápidamente algo de lo que sos o hacés con mucha facilidad, como un niño que ve todo como si fuera la primera vez.
Es un hombre corpulento de más de cincuenta años, usa un chaleco gris, pantalón de vestir azul y unos zapatos bien lustrados. Tiene esa estirpe que me hace acordar al ancho Peuccele, aquel catch luchador de titanes en el ring y lucha fuerte. En criollo: es grandote y habla que da calambre. Gesticula con la mirada, los brazos extendidos y las manos como si estuviera en su propia sinfonía.
En un ratito le explica al chofer las reglas del tránsito, al pasajero de atrás cómo él calcula los números de la quiniela con su libretita y la numerología y a la mujer de enfrente los rasgos de ser mujer en el siglo XXI.
Decido sentarme con él, me mira y le llama atención mi cuadernito, enseguida me dice:
-¿Qué estudiás pibe?
-Me gusta el pensamiento y los ensayistas argentinos. Martínez Estrada, Jauretche, Ingenieros.
-Ah, es bueno eso. Yo soy un investigador, me gusta todo lo egipcio, el tránsito, como se hace el helado, los grandes pensadores, la argentina ¡problema fundamental! -(y me palmea la espalda).
-Sí.
-Ahora decime (me habla con voz más baja, de cerca como con complicidad) a esos tipos ¿vos los ves seguido?
-No.
-¡Qué lástima! Yo los quería conocer… yo quiero conocer todo… investigo. Pero… supongo que sabrás donde los puedo encontrar…
…
Deja, ya me tengo que bajar. Ya los voy a encontrar, para eso soy un investigador, me encontrás todos los días después de las cinco en el teatro Colón.
Y se bajó del colectivo en el barrio El Martillo. El viaje había perdido la razón, la normalidad, el silencio de la incertidumbre negativa.
Balada para un loco de Piazzolla, uno de los siete locos de Arlt y sobretodo esa necesidad de hacer un puente para existir, para ser alguien, para ganarle a la soledad aislada, a la indiferencia, a la muerte en vida.
Esas ganas de que el otro nos habilite a ser. Solo eso. Nada más que eso.
—-
Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.