Por Pablo Garcilazo
En la calle se producen distintos lenguajes propios de estar a la intemperie, donde la cercanía y la distancia hacen su juego. Para algunos, la jungla, para otros la universidad de la vida. Cuestión de suertes y destinos donde uno siempre es anónimo en la multitud, siempre se está presentando a lo nuevo. En jerga policial, “no se sabe quién es quien”, salvo esas excepciones que la modernidad creó como “figura pública” desde distintas vertientes. Y que el mundo de la calle puede traer beneficios y algunos dolores de cabeza.
César, es un policía de la provincia de Buenos Aires que gusta de la charla amena. Desde fútbol, mujeres, hasta la realidad de café y taxistas del país, hasta el universo existencial más profundo y singular. Los misterios de la vida lo conmueven en horas de servicio: el amor, la locura, la muerte, los vínculos humanos.
En medio de patrullajes y allanamientos él se pone a hablar con los implicados al estilo policía norteamericano, escocés o sueco. Busca puntos de conciliación donde parece no haberlos y el choque a todo o nada es inminente. Trabaja con los grises para intentar apaciguar, delimitar y bajar el conflicto que está ocurriendo. Sus compañeros policías, bajito le dicen: “Tendrías que haber sido abogado o psicólogo César”, “estás loco, ‘ta todo podrido”. “Nos diste vergüenza ajena, no da para charlar media hora, ya están jugados”. Sin embargo, no puede con su genio de entremezclarse entre las causas y los orígenes y las posibles soluciones alternativas.
Es el “polidiálogo”, lo que es del César. Guarda, no es un polirrubro. Un simple gesto de poner cordura, mientras se pueda, en los conflictos más peligrosos y delicados de la vida diaria y más común de los que hacemos este mundo.
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Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.