Lucho Milocco, uno de los integrantes del famoso trío musical, cuenta cómo trabaja el grupo musical que está especializado en las infancias. Se presentarán desde este martes en Mar del Plata.
Pasaron del aula a Youtube y de esa red social a los teatros; en el medio, la pandemia potenció sus producciones. Lucho Milocco, Eva Harvez y Cassio Carvalho son docentes, se conocieron dando clases en escuelas. Primero, fueron amigos, después empezaron a modelar este proyecto lúdico musical que genera entusiasmo en madres, padres y, sobre todo, en las infancias. Así nació Pim Pau, con la impronta del juego, de la amistad y del ritmo.
El ya exitoso trío, que hasta llegó a hacer giras por Uruguay, desembarcará en Mar del Plata esta semana, dentro de la programación de “A desaburrir el invierno”, que lleva a cabo el Teatro Auditorium. De martes a viernes realizarán funciones en la sala Astor Piazzolla.
Mirá uno de los videos:
“Yo creo que si pudiéramos tener más espacio de juego a lo largo de la vida y cuidar eso, como un tesoro y no subestimarlo, seríamos una sociedad más sana”, observa Lucho Milocco en una charla con LA CAPITAL.
La propuesta de Pim Pau busca potenciar el juego y la expresión corporal, como una manera de llevar el ritmo al cuerpo. “Hacemos un trabajo muy profundo de lo corporal y de lo rítmico, pensamos la rítmica desde el cuerpo o pensamos el cuerpo desde la rítmica. Es de una perspectiva ancestral porque son aspectos constitutivos de la humanidad”, explicó.
En ese sentido, entendió que el componente percusivo es un fuerte atractivo: “Es el latido del corazón, es el caminar, es la primera relación con los elementos de un bebé. Las primeras comunidades de humanos ancestrales fueron convocadas por los tambores, convoca muy fuertemente a los niños y a los adultos”, agregó.
A su vez, dijo que otra de las características del proyecto es la presencia áulica: “Los contenidos están pensados desde el aula. Nosotros nos conocimos en la docencia y el contexto áulico estuvo siempre muy presente. Fue una inquietud poder llevar el universo áulico a los videos, al escenario, al encuentro de formación”.
-Si el aula está presente en sus espectáculos, ¿hay un intento de aprendizaje, que las infancias aprendan?
-Los primeros contenidos, no todos pero sí mucho del contenido de Pim Pau nació en el aula, con el grupo con el que trabajábamos. Es decir que nace por las demandas del grupo, no como una bajada de línea pero sí respondiendo a una demanda. Siempre estamos en relación con algún tipo de aprendizaje que no sea una bajada de línea. Tratamos de escapar de los dictámenes de la música infantil.
-¿Cuánto sumó Cassio, que es brasileño, a la musicalidad?
-Fue un poco una casualidad que nos hayamos encontrado. Cassio y Eva se conocieron en clases de expresión corporal en Buenos Aires y después me conocieron a mí y se da una relación muy curiosa: Cassio es de San Pablo y yo soy del interior de Santa Fe, de un pueblito que hace más de sesenta años tiene cultura del carnaval brasileño. Mi folclore también es la música brasileña. Esas cosas potenciaron la identidad latinoamericana, pero los estilos fueron tomados en un sentido muy lúdico y no purista.
-¿Por qué hacen tanto hincapié en la amistad?
-Uno elige a los amigos por las cosas que comparte, por una manera de ver la vida. Pim Pau no se forjó por una necesidad laboral o mercantil, sino por un compromiso y por la convicción sobre cómo pensamos el arte y la educación. Es una cuestión de vida y generalmente uno la comparte con gente que aprecia, que quiere, que admira, que disfruta de intercambiar, de construir. Eso es lo que antecede a Pim Pau. Primero, nos hicimos amigos, y esas charlas de mates eran debates educativos y artísticos. Pim Pau nace de ese intercambio, que anidan en nuestras propias infancias que se desarrollaron en territorios geográficos muy distantes, porque Eva es del conurbano bonaerense; yo, de Santa Fe; y Cassio, de Brasil. Vinimos de lejos pero sintiéndonos cercanos.
-¿Seríamos más felices si jugáramos más?
-Yo creo que sí. Hay un texto de Eduardo Galeano que dice que el juego empieza a perder importancia a lo largo de la vida porque no es rentable. Creo que las cuestiones que nos angustian en la vida adulta tienen que ver con esas presiones que son impuestas en función de lo eficiente. Y peor hoy con las redes sociales en las que hay una urgencia de tener que hacer algo y de tener que mostrar algo, en términos consumistas. Para consumir necesito trabajar porque necesito plata y cuanto más trabajo, menos tiempo tengo para el ocio. Si pudiéramos tener más espacio de juego a lo largo de la vida, o cuidar eso como un tesoro y no subestimarlo, seríamos una sociedad más sana.